Emblema de la Academia Española de la Lengua
Una buena cantidad de viejos refranes castellanos ha perdurado hasta nuestra época, porque le siguen diciendo verdades a la gente. Por lo general, estos refranes utilizan imágenes de la naturaleza, o bien, artefactos o situaciones creadas por el hombre, donde suele haber elementos de comparación, de juicio, de trastocación y de enseñanza para la vida.
Estos dichos referían, más que nada, la común experiencia de situaciones de la vida reducidas a unas cuantas palabras. Se trataba de experiencias sociales, es decir, compartidas por todos. Por lo tanto, el refrán era producto de su sociedad y época, y estaba destinado a su sociedad y época. Muchos de ellos son ahora incomprensibles porque el léxico que utilizan ya no evoca realidades cotidianas, o simplemente, porque ha caído en desuso.
“Del agua mansa me libre Dios, que de la brava me guardaré yo”. Este refrán daba a entender que las personas de genio al parecer manso y apacible, cuando llegaban a enojarse, solían ser más impetuosas y terribles, a semejanza de los ríos donde el agua va muy sosegada y mansa, que son de temer por su profundidad. De este refrán era más común usar solamente la primera parte, aunque también solía decirse, con el mismo sentido: “Guárdate del agua mansa”.
“Cada uno quiere llevar el agua a su molino, y dejar en seco al del vecino”. Se decía de aquél que solo atendía a su propio interés o conveniencia.
“Agua pasada no mueve molino”. Esta expresión daba a entender el poco caso que se debe hacer de las cosas pasadas, cuando ya no sirven ni conducen a las presentes. Hace referencia a una imagen muy cotidiana de la vieja España: el molino de harina, impulsado por una rueda hidráulica movida por algún río o torrente. Solamente el agua que se deslizaba antes de llegar a la rueda, era útil; la que ya había pasado, no podía tener ya ningún efecto sobre ella. El refrán establece la comparación entre los hechos de la vida pasada y el agua que ya es incapaz de mover la rueda.
“Administradorcillos, comer en plata y morir en grillos”. Se decía de los que gastaban y triunfaban con los ingresos ajenos que administraban, y después morían presos en la cárcel por abusos de confianza o desfalcos. La plata era, por antonomasia, la figura de la riqueza. Quien comía en vajilla de plata, había logrado el éxito. Los grillos eran las “esposas” para los pies, con los que inhabilitaban a los reos que quisieran huir. Eran la imagen de la desgracia.
“Criado de abuelo, nunca bueno”. Se daba a entender la mala educación que los abuelos solían dar a los nietos, por el excesivo amor que les tenían.