Escudo de Torreón

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martes, septiembre 29, 2009

188 aniversario



Como lo comentaba en un espacio radiofónico local, ayer lunes se cumplieron 188 años de la firma del Acta de Independencia de nuestra nación. Efectivamente, el 28 de septiembre de 1821, apenas un día después de la entrada del Ejército Libertador a la ciudad de México, se redactó y firmó dicho documento.

El Estado Mexicano surgió a la vida con ese documento, y solamente desde entonces, no antes, ha existido como nación independiente. Ningún otro movimiento, declaración ni documento anterior fue eficaz.

Nuestra Acta es equiparable a la declaración de independencia de las 13 colonias inglesas en 1776, al convertirse, por su propia voluntad y soberanía, en los Estados Unidos de América.

La diferencia es que allá, ese documento es reverenciado como piedra fundamental de la historia nacional, y en México, nuestra Acta de Independencia es ocultada y negada.

¿Por qué? Porque los signatarios del Acta de Independencia fueron miembros de las cúpulas del poder de aquella época: el alto clero, la aristocracia y los altos mandos del ejército. Para los gobiernos liberales posteriores, resultaba embarazoso admitir que el Estado Mexicano debía su existencia a un Plan (el de Iguala) que buscaba, antes que nada, garantizar el ejercicio de la religión católica mediante la independencia política.

La esencia misma del liberalismo político mexicano era el principio de separación entre el Estado y la Iglesia. Por lo tanto, el Acta de Independencia resultaba un documento “incómodo” en vista de la ideología política que prevalecía ya en la época de Juárez. Cuadraba mejor afirmar que la independencia fue el resultado de un largo y continuo proceso, para así quitarle “protagonismo” a la iglesia católica en la creación del México Independiente.

En lo personal, estoy totalmente de acuerdo con Juárez: debe existir una separación y una sana distancia entre los asuntos del Estado y los de la iglesia. No le compete a la iglesia ejercer un poder temporal que compita con el del Estado.

En lo que no estoy de acuerdo con la historia oficial, es en negar aquellos hechos que no “convienen” a la ideología del momento. Hay dos historias, a saber, la real y la oficial. Nadie tiene derecho a demeritar aquélla por “engrandecer” a ésta. Dado que los festejos del Bicentenario están de moda, festejemos rescatando la verdad.

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