Una de las instituciones sociales que
parecen caracterizar a la norteña ciudad mexicana de Torreón es la llamada
“reliquia”. Este es un evento social de carácter popular que involucra aspectos
filantrópicos, religiosos y gastronómicos.
Es muy frecuente que entre las clases
medias y populares de Torreón, muchas familias organicen y compartan de manera
tradicional, año con año, esta comida. En realidad, la “reliquia” es la
concretización anual de un culto perenne relacionado con algún santo o
advocación de la Virgen. Una familia devota de San Judas Tadeo, de la Virgen de
Guadalupe, de la Virgen de San Juan de los Lagos, etc., con ocasión de la
fiesta anual del santo, prepara un cuantioso festín de asado de puerco
acompañado de una guarnición de siete sopas de pasta.
La carne representa el
alimento del cuerpo; y las sopas, el alimento del alma. Al parecer, cada una de
estas sopas representa la voluntad de prometer al santo, de parte del creyente,
el ejercicio de las siete virtudes opuestas a los pecados capitales: La
humildad, contra la soberbia; la generosidad, contra la avaricia; la castidad,
contra la lujuria; la paciencia, contra la ira; la templanza, contra la gula;
la caridad, contra la envidia; la diligencia, contra la pereza.
Esta comida se distribuye de manera
gratuita entre todos aquellos comensales que lo soliciten. Desde luego, los
vecinos de la familia que ofrece la “reliquia” saben de antemano que ese la
comida estará disponible, porque se trata, no de un evento aislado en el
tiempo, sino que se repite año con año como una manda o voto hecho al santo.
Pero la “reliquia” no es solo comida.
Siempre va acompañada de un acto litúrgico en familia o en pequeña comunidad de
familiares y vecinos e invitados. Ordinariamente implica el rezo de cinco
misterios del rosario, con todas sus letanías. Este acto de veneración al santo
antecede al reparto de la comida. En muchas ocasiones, una danza de
“matachines” (parte de nuestra herencia cultural tlaxcalteca) señala desde
temprano el domicilio donde se ofrecerá una “reliquia”. Estos danzantes pueden
ser contratados por la familia, o bien, puede tratarse de un grupo de personas
que aportan su danza personal como ofrenda al santo en cuestión y en esa casa
en particular.
Una vez terminado el rezo, se procede
a la distribución de la parte gastronómica de la “reliquia”. La familia y los
invitados especiales comen en los platos de la casa; los vecinos que no fueron
al rezo pero sí a la distribución de la comida, suelen llevar sus propios
platos. Cuando son muchos los solicitantes, forman fila y van pasando frente a
las grandes ollas que contienen las sopas y el asado de puerco.
El asado de puerco es un guiso de
trozos de carne de puerco (pierna, lomo) cocidos en una salsa hecha a base de
chile rojo (chile ancho colorado, poblano seco), tomate y cebolla. Las sopas
son de las llamadas “de pasta” y que se sirven secas, no caldosas: fideo,
letras, almeja, semilla de melón, etc.
La “reliquia” en su conjunto
constituye pues un acto de culto de carácter netamente ético, filantrópico,
destinado a servir al ser humano en necesidad. Está muy lejos de la
autoflagelación penitencial e individualista con que muchas personas de las
clases populares de México creen agradar a la Divinidad, a los santos o a la
Virgen. Sin duda hay un gran trasfondo cultural de origen prehispánico en esas
actitudes masoquistas, tan dolorosas como estériles, con las cuales la
“reliquia” nada tiene que ver.
Es muy interesante que en Torreón, la
“reliquia” permanece como una comida o institución de carácter popular. No ha
gozado de la aceptación directa o movilidad ascendente que otros platillos y
otras prácticas, han tenido.
La celebración y consumo de la “reliquia”
pertenece al ámbito del “pueblo”, esta es la percepción de las clases altas y
medias de Torreón. Aunque puede suceder que algunas familias pudientes apoyen
económicamente a quienes organizan la celebración, estas familias nunca
pensarían en adoptar la costumbre para sí. Existe un cierto desdén por lo que
tenga sabor popular o de mexicanidad, porque “no viste” socialmente. La
tendencia va hacia la valoración de lo extranjero, lo “americano” (por “estadounidense”)
y lo elitista.
Así, muchas familias de las clases
más desahogadas se reúnen a celebrar y venerar a la advocación alemana de la
Virgen rubia de Schoenstadt. Y están en todo su derecho. La religiosidad tiene
derecho a manifestarse de acuerdo a posición y cultura, siempre y cuando nadie
resulte agredido o lastimado. Y mejor aún si alguien resulta beneficiado, como
en el caso de la “reliquia”.
Los torreonenses, al igual que los
adolescentes (Torreón es una ciudad adolescente) pensamos que el mundo nació
con nosotros. Realmente asumimos que la celebración de la “reliquia” surgió con
nosotros por “generación espontánea”.
Pero la realidad es que la “reliquia”
no es una institución originaria de Torreón. Estamos ante un caso de difusión
cultural por migración. Con la apertura de las líneas de ferrocarril
(1884-1888) Torreón quedó sujeto a la migración regional, nacional e
internacional, y también a la adopción de las innovaciones tecnológicas o
culturales que personas de otros ámbitos pudieran traer consigo.
Llegaron la
energía e iluminación eléctrica, los motores de vapor y de combustión interna,
llegaron las modas, y también llegaron nuevas formas de celebración religiosa.
Y decimos “nuevas” no porque fueran realmente nuevas, sino porque en la Comarca
Lagunera fueron percibidas como nuevas.
En nuestro libro “El País de La
Laguna”, mostramos la gran inclinación que tenían las clases populares de
origen regional —colonizadoras de Torreón— hacia la celebración cotidiana y
familiar de liturgias de origen virreinal: las “acostadas” y “levantadas” de
niño, el rezo del rosario, la organización de danzas religiosas, etc.
La
celebración de la “reliquia” añadió elementos nuevos, al incorporar la
obligación de preparar y compartir una comida a base de carne de puerco y
sopas. La carne de puerco y el pavo o guajolote constituían los ingredientes
“de lujo” de las comidas de origen popular.
Así que la “reliquia” era percibida
como un verdadero banquete, y el nivel de compromiso que implicaba una
obligación anual de este tipo era mayor que la versión regional lagunera, que
solamente ofrecía pan dulce. Pero también, para satisfacción de los creyentes
que se comprometían a celebrar la “reliquia”, la “gratitud” o la “complacencia”
del santo venerado sería mayor. Es decir, la versión zacatecana del culto
popular (con su “asado de boda”) podía reemplazar con ventaja la versión
regional (solo pan). De ahí la paulatina adopción de esta costumbre.
La “reliquia” llegó a la Comarca
Lagunera con los inmigrantes zacatecanos. Sabemos que había cierto flujo de
migrantes de aquella región hacia Viesca (entonces San José y Santiago del
Álamo) en la era colonial. Pero los que popularizaron la celebración de la
“reliquia” en la Comarca Lagunera, fueron los zacatecanos que comenzaron a
llegar cuando la Comarca Lagunera y Torreón quedaron conectados con el estado
vecino por medio del ferrocarril.
En Zacatecas, la “reliquia” tiene
muchos años de existir, tantos que el término “reliquia” zacatecana” es de
viejo cuño y se refiere a la celebración religiosa de un santo con un platillo
formado por asado de puerco y siete sopas de pasta. A diferencia de lo que ha
pasado en Torreón, en Zacatecas la “reliquia” ha sido aceptada por los más
altos círculos sociales y hasta existen restaurantes especializados en
“reliquia”, como “El Pueblito” en la ciudad de Zacatecas.
La “reliquia” ha sido presentada
entre las muestras gastronómicas “Los sabores de la tierra” organizadas por la
Universidad Autónoma de Zacatecas. En esta muestra se ha distinguido
formalmente entre la “reliquia” de asado y siete sopas, y la “reliquia” de
atole de maíz, pinole y pan ranchero, es decir, entre la “reliquia” salada y la
dulce. La “reliquia” de asado y siete sopas constituye uno de los platillos
tradicionales de inmemorial de Valparaíso y Villa de Cos, en Zacatecas, entre
otros lugares de ese estado de la federación.
En
conclusión: la Comarca Lagunera ha tenido, desde la era virreinal, múltiples
manifestaciones de culto privado. Las danzas, las “acostadas” y “levantadas”
del Niño Dios han sido las tradiciones populares de carácter rural que más han
pasado al ámbito urbano con los migrantes regionales. Los migrantes zacatecanos
aportaron a la cultura religiosa y gastronómica de Torreón y de la Comarca
Lagunera, esa forma particular y específica de veneración del santo, la
“reliquia”, cuyo aspecto gastronómico consiste de asado de puerco acompañado de
las siete sopas de pasta.
Esta es una forma profundamente bíblica de culto, ya
que “dar de comer al hambriento” es quizá la actividad religiosa más altamente
valorada por los primeros cristianos (Mt. 25: 35)