Escudo de Torreón

Escudo de Torreón

miércoles, junio 25, 2014

Por la ley... o por la libre





Si pudiéramos hablar de “una cultura mexicana mestiza”, es decir, aquélla resultante de la mezcla de lo español con lo indígena, podríamos mencionar el afán del privilegio como una de las características de los individuos que la comparten. Estar privilegiado consiste básicamente en estar exento de una obligación cuyo cumplimiento no pueden evitar los demás miembros de la sociedad. O bien, contar con ventajas que no están al alcance de todos.

Muchas personas están más deseosas de contar con inmunidad contra la ley, que de evitar las situaciones que la transgreden. Hay muchos ciudadanos que manejan en estado alcoholizado, poniendo en riesgo su seguridad y la de muchos otros. Pero el peligro que generan no les importa tanto como les importaría evitar la justa sanción, alegando que son sobrinos, compadres o amigos del secretario, del gobernador o del presidente de la república. Ya hemos visto el ejemplo de innumerables “ladies” que se han hecho famosas, mediáticamente, por su prepotencia, aunque desde luego, para nada se trata de una característica de comportamiento puramente femenina. En el mismo caso se encuentran los funcionarios que facilitan o promueven la prostitución disfrazada de empleo. 

El problema de fondo es que la existencia misma de las leyes no es comprendida ni aceptada por nuestro pueblo caudillista, como lo que debería de ser: una serie de normas cuya aplicación —a todos por igual— garantizaría una mejor convivencia. Pero desgraciadamente la ley se entiende como un obstáculo para el cumplimiento de los propios deseos, o como un mecanismo para controlar o castigar a los enemigos u adversarios. No existe consenso, un sentir común a todos los mexicanos, sobre el significado e importancia del cumplimiento de las leyes.

Nuestra cultura no siente gran respeto por las leyes. Prefiere la autoridad de un individuo. Por eso, pocos las cumplen de buena gana. Por estas razones, muchos funcionarios creen estar por encima de las leyes. Muchos funcionarios no se perciben a sí mismos como servidores públicos de la ciudadanía, sino como señores de vasallos. Aspiran a ser obedecidos, como si fuesen dueños de las instituciones.  No le responden ni respetan al ciudadano porque para ellos no fue el ciudadano quien lo convirtió en funcionario, antes bien, en su mentalidad, el puesto que ocupan se lo deben a su partido, su amigo, su compadre. 

Es gracioso que muchos “republicanos de hueso colorado” les hacen reverencias a los funcionarios. Una reverencia en ese contexto implica sumisión ante la superioridad del otro. Esa genuflexión al soberano es común en las monarquías, pero está fuera de lugar en una República como la nuestra. Pero claro, es precisamente de los gobernantes de quienes muchos mexicanos esperan recibir privilegios. Es importante, pues, mostrar reverencia y sumisión a la figura de aquél de quien se espera recibir alguna gracia, y más aún, si se espera ser contado entre los "influyentes".


Este fenómeno que consiste en tratar de mantener la desigualdad social ante el poder era común en las monarquías del Viejo Régimen. Por lo que podemos ver, las cosas no han cambiado mucho desde entonces. Se trata de la misma cultura, sólo vestida de seda republicana… 

lunes, junio 16, 2014

Crónica e historia




En la actualidad, algunas personas se preguntan qué diferencia existe entre las funciones de cronista e historiador, es decir, entre la crónica y la historia. La pregunta no deja de ser interesante, y la respuesta, bastante oportuna.

Al revisar el uso que se le ha atribuido al término “cronista” desde la antigüedad, veremos que “cronista” era aquella persona que escribía la “crónica biblia” o libro de los sucesos descritos y ordenados cronológicamente, es decir, acordes al momento en que sucedieron, de los más antiguos a los más recientes. Khrónos, uno de los conceptos griegos del tiempo, implicaba continuo cambio y sucesión (a diferencia de “eón”, percepción griega del tiempo indefinido, eterno).

En sus orígenes, el término “cronista” era sinónimo de “historiador”, precisamente porque designaba a la persona que registraba los hechos del pasado hasta el presente, de manera ordenada. El factor tiempo-en-sucesión (khrónos) era la condición para registrar y describir los hechos. La “crónica”, el relato de los hechos del pasado hasta el presente, era siempre el registro y la fuente de la historia de las sociedades en las cuales no existían los medios masivos.

En el siglo XIX, el significado del término no había cambiado. “Crónica”, de acuerdo al diccionario de la Real Academia Española, 5ª edición, era la “Historia en que se observa el orden de los tiempos. Chronica”. Según esta misma fuente, el cronista era “el autor de una crónica o el que tiene por oficio escribirla, chronicorum scriptor” (es decir, escritor de las crónicas). Por lo general, y como sucedía desde la Edad Media, se trataba del cronista oficial designado para esa tarea.

Con el advenimiento del siglo XX y la aparición de los medios masivos y las telecomunicaciones, surgió una nueva manera de percibir la realidad: la realidad del presente inmediato. Y fue en este momento histórico en que surgió un nuevo oficio: el del cronista o comentarista de la inmediatez, que corresponde muy bien al del cronista mediático, o sea, la persona que narra e interpreta sucesos a medida que éstos transcurren. El cronista deportivo es un muy buen ejemplo. Se trata de la persona que tiene por oficio narrar e interpretar la realidad que estamos mirando (en la TV) u oyendo (en la radio).

Sin embargo, estos cronistas deportivos nada tienen que ver con las funciones del cronista oficialmente designado para investigar y escribir la historia de la comunidad. Antes bien, puesto que la percepción de la realidad se ha vuelto más ágil, el cronista oficial incluye en su “presente” los hechos de relevancia social del momento (recordemos que el cronista ordena y registra los hechos partiendo del pasado hasta el presente).

Un cronista oficial puede trabajar, y de hecho trabaja, con las dos estrategias de abordaje del tiempo: la diacronía y la sincronía. Por el recurso de la diacronía (a través del tiempo) puede dar cuenta de los hechos del pasado (es decir, hacer historia, o lo que es lo mismo, poner el presente en contexto y perspectiva) y por el de la sincronía, narrar e interpretar los hechos del presente, aquéllos que son socialmente relevantes para su comunidad. Socialmente aquí significa “compartidos por la comunidad plural” y nada tiene que ver con el término “social” en su sentido peyorativo y elitista.

La crónica oficial no pretende el registro de todas las actividades de la comunidad sobre una base cotidiana (cualquier comunicólogo sabe que eso lo hacen los medios masivos), sino discernir con inteligencia y consignar cuáles de esas actividades, conductas o fenómenos han sido, son y serán verdaderamente significativas para la comunidad.




domingo, junio 08, 2014

Felipe VI de España




Durante la semana que recién terminó, Juan Carlos I, rey de España, anunció su abdicación en Felipe de Borbón y Grecia, su hijo, príncipe de Asturias. La noticia causó cierto revuelo en España, a pesar de que hace tiempo se esperaba una medida así. El descrédito en que Juan Carlos I ha sumido a la institución monárquica ha sido muy significativo. Ha dado pie a escándalos de faldas, de corrupción y sobre todo, de darse “vida de rey” cuando el pueblo español atraviesa por una fuerte crisis económica.  Eso es algo que la sensibilidad cívica del ciudadano español promedio no tolera, y la reacción ha sido fuerte. Además, el estado de salud de Juan Carlos I deja bastante que desear.

El príncipe heredero, quien será proclamado rey de España por las Cortes en unos cuantos días, asumirá el nombre de Felipe VI. Este nombre, Felipe, lo han ostentado reyes que han pasado a la historia universal.  Los Felipes de España iniciaron con Felipe I de Habsburgo, “el Hermoso”, consorte de Juana de Castilla o Trastámara (Juana “la loca”) hija de los reyes católicos y madre de Carlos I de España y V como titular del Sacro Imperio Germánico.  Con Felipe I cambió la dinastía española de los Trastámara por la austriaca de los Habsburgo, la cual permanecería en el poder por casi 200 años.

Otro famoso Felipe de esta dinastía austro-española lo fue Felipe II, en cuyo imperio “jamás se ponía el sol” y que fue rey consorte de Inglaterra por matrimonio con su parienta, María Tudor, hija de su tía Catalina de Aragón y de Enrique VIII. Este mismo Felipe fue el que posteriormente mandó la famosa “armada invencible” contra Inglaterra en la época de la reina Elizabeth I.  También fue este rey el que, en 1594, permitió a los jesuitas venir a evangelizar lo que él llamó la “Provincia de La Laguna” y que posteriormente sería llamado “País de La Laguna”. Se puede decir con toda propiedad que durante el reinado de Felipe II inicia el surgimiento de nuestra Comarca Lagunera, pues fue entonces (febrero de 1598) que se le concedió jurisdicción política y judicial como “Alcaldía Mayor”.

Otros Felipes austro-españoles lo fueron Felipe III y IV. La dinastía austriaca terminó con Carlos II “el hechizado” que murió sin haber procreado herederos.

Fue entonces que entró a la historia de España, de Europa y del Nuevo Mundo otro Felipe, ya no austriaco, sino francés. Se trataba de Felipe V, tataranieto de Felipe III de España y nieto de Luis XIV de Francia, e iniciador de la dinastía de los Borbón en España al comenzar el siglo XVIII.  La guerra causada por la sucesión española envolvió a Europa y a la América, y dio pie a diversos cambios geopolíticos.

No deja de ser paradójico que mientras que España tendrá en Felipe VI de Borbón a un rey de ascendencia francesa, los franceses, en cambio, reconocen en el español Luis Alfonso de Borbón, duque de Cádiz, al legítimo heredero del trono de San Luis.

Por lo que se refiere a México, muchas voces se han escuchado recientemente contra la monarquía española como institución de gobierno anacrónico e inoperante. México es un país fervientemente republicano desde diciembre de 1823, cuando el presidente Monroe impuso unilateralmente su “protectorado” y esa forma de gobierno a las ex colonias españolas. En 1824, México se convirtió en república. 

Pero debemos tener muy presente que el éxito de una nación no radica en que su gobierno asuma la forma monárquica o republicana, sino en la salud de sus instituciones, valores y costumbres. Inglaterra es un país democrático de primer mundo, a pesar de su añeja monarquía. 

Por contraste, en México, la forma republicana de gobierno no ha servido de mucho para generar prosperidad y justicia para el grueso de la población. Desgraciadamente, y a pesar de ser una república, en México, desde hace décadas, la omnipresente corrupción reina flagrante.





domingo, junio 01, 2014

El "Conquistador del Cielo"


El pasado sábado 24 de mayo, se cumplió el 75 aniversario de una hazaña propia de la aviación mexicana.  El 24 de mayo de 1939, Francisco Sarabia Tinoco, lagunero originario de Ciudad Lerdo, Durango, rompió la marca de velocidad México-Nueva York impuesta por Amelia Earhart en 1935 (14:19 horas), para establecer una marca de 10 horas y 47 minutos, validada por la Federación Aeronáutica Internacional (FAI). 


Francisco Sarabia Tinoco, a la derecha, con gorra.


Miles de personas se congregaron la madrugada de ese 24 de mayo para despedirlo en el entonces Campo Aéreo de Balbuena, en la Ciudad de México.  Había gente de todos los estratos y ámbitos sociales de México: políticos, famosos, niños, gente mayor, civiles, militares, etc. 

Hoy día, un tiempo de vuelo de casi 11 horas nos parecería más adecuado para realizar un viaje intercontinental. Sin embargo, en aquella época, los pilotos aéreos eran prácticamente una mezcla de exploradores, aventureros y líderes, y sus hazañas eran seguidas con ávido interés por gente de todas las edades y condiciones sociales.  

Y al histórico vuelo de Sarabia no le faltaron tintes épicos, pues prácticamente alcanzó el campo aéreo Floyd Bennett de Nueva York (hoy día convertido en un parque) con tan solo un galón de combustible en el tanque, lo cual le obligó a culminar su vuelo llevando a cabo una maniobra sumamente arriesgada, consistente en aterrizar con viento en cola, y es que era tan poca esta cantidad de combustible que ya no era suficiente ni siquiera para circunnavegar el campo aéreo y colocar al avión en la orientación más adecuada para el aterrizaje.

Pocos días después, en Washington, el 7 de junio, Sarabia moriría al estrellarse su avión sobre las aguas del río Anacostia (afluente del Potomac).

De algún modo, nuestra cultura tiende a celebrar las tragedias, mas no los triunfos. Es de gran importancia celebrar a los hombres que, como él, enfrentaron grandes adversidades; en el caso de Sarabia, vicisitudes históricas tales como la Revolución Mexicana, la Rebelión Cristera, y problemas personales como ser huérfano de padre desde muy joven. 

Sarabia no se acobardó ni escogió el camino fácil.  Antes bien, cuando comprendió que el ambiente propicio para lograr sus aspiraciones estaba en tierras lejanas, hacia allá partió sin dudarlo, en su caso, hacia Estados Unidos, Monterrey y posteriormente el sureste mexicano, aunque sin olvidar sus raíces.  

Al principio de su carrera como piloto y tras haberse graduado en Estados Unidos, no todo fue fácil para Sarabia. Fue boicoteado por otros pilotos, probablemente celosos de sus habilidades y su empuje, por lo que emigró hacia el sureste mexicano y fundó la empresa "Transportes Aéreos de Chiapas", beneficiando enormemente a la región, desde el punto de vista económico y social, comunicando regiones que, debido a la accidentada orografía de la zona, eran de muy difícil acceso.

Y fue precisamente en un viaje para visitar a su amigo Charles Babb (comerciante de aviones) en Burbank, California, y buscar más equipo aéreo debido al cada vez mayor crecimiento de su compañía aérea, que Sarabia vio ahí - amor a primera vista - y semi-cubierta con unas lonas, la nave que inevitablemente ha ido unida a la leyenda de este héroe lagunero: el Granville-Miller & De Lackner R6H "Q.E.D". bautizado posteriormente como "Conquistador del Cielo".  

Producido originalmente ex profeso para la aviatriz y empresaria norteamericana Jacqueline Cochran (otro gran personaje de la aviación mundial) unos pocos años atrás, para el rally Londres-Melbourne, es probablemente uno de los símbolos más distintivos de Cd. Lerdo y de la Comarca Lagunera.

Los planos del “Conquistador del Cielo” y otros documentos relacionados, serán exhibidos en el Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad Iberoamericana Torreón en días hábiles, del 2 al 7 de junio del presente año, de 9 a 14 horas.  


Ancestral Unidad Lagunera






El pasado miércoles 21 de mayo de 2014, se cumplieron 229 años desde que el rey Carlos III firmó, en el Palacio de Aranjuez, la separación de las Comarcas Laguneras de Coahuila y Durango.

Para muchas personas, sobre todo desde la óptica saltillense y duranguense, La Laguna de Coahuila y de Durango constituyen dos territorios “separatistas” que “inexplicable y tercamente” tratan de unirse. Es decir, por ignorancia o malicia, se interpreta como un fenómeno de separatismo y se califica como algo “pretencioso” e indeseable, casi un acto de traición a los estados madre de Coahuila y Durango.

Sin embargo, sobre La Laguna, la historia documentada nos da una perspectiva muy diferente. El País de La Laguna fue arbitrariamente separado e integrado a dos jurisdicciones diferentes por Carlos III al final de su reinado. El 21 de mayo de 1785, este rey firmó el nombramiento del nuevo gobernador de la Nueva Vizcaya, don Felipe Díaz de Ortega. 

Ese nombramiento mandaba asimismo la separación de la jurisdicción de La Laguna entre Coahuila y Durango. Una parte se quedó en la Nueva Vizcaya, y la otra fue añadida a la Provincia de Coahuila, que en esa época era solamente la parte centro y norte del estado actual. Curiosamente, Saltillo y su jurisdicción también se convirtieron en “recién llegados” en Coahuila. 

El País de La Laguna, o como le llamamos actualmente, la Comarca Lagunera, conformaba una región integral que fue arbitrariamente separada durante el último tercio del siglo XVIII. Como sucedió con el Berlín de la posguerra, el caso de la Comarca Lagunera trata de dos jurisdicciones que buscan reunirse tras haber sido separadas, y no de dos regiones separatistas que buscan configurar la unidad por vez primera, por mera conveniencia.

En efecto, desde 1594 la región era conocida como “Provincia de La Laguna”. El 6 de abril de ese año, Felipe II permitió a los jesuitas pasar a evangelizar dicha “provincia” (la palabra se usaba en el sentido de región).

En 1598, con la fundación de Parras, esta percepción se formalizó al erigir la Alcaldía Mayor de “Parras, Laguna y Río de las Nazas”. Antón Martín Zapata fue el primer Justicia Mayor de dicha jurisdicción.

Las misiones Jesuitas de esta provincia y Alcaldía Mayor incluían Mapimí, San Juan de Casta (León Guzmán), Cinco Señores (Nazas) y muchísimas otras poblaciones de La Comarca. Esta provincia o Alcaldía Mayor se ubicaba en la Gobernación de la Nueva Vizcaya.
Por si fuera poco lo anterior, al unirse por matrimonio las familias de los marqueses de Aguayo y la de los condes de San Pedro del Álamo durante el primer tercio del siglo XVIII, las posesiones de ambas familias prácticamente coincidieron con lo que llamamos Comarca Lagunera de Coahuila y Durango. 

La administración de la producción agropecuaria de toda la región se llevó a cabo de manera unitaria e integral durante casi un siglo. Pasaban trabajadores con sus familias de uno a otro punto, y se configuraron lazos y redes de parentesco en toda esta área.

No fue sino hasta la reforma jurisdiccional y creación de la Comandancia de las Provincias Internas que la parte de la Comarca Lagunera ubicada al oriente del Río Nazas fue incorporada a la Provincia de Coahuila (1787).

La perdurabilidad de la identidad lagunera es fácil de explicar tras haber investigado los antecedentes y escrito el “Padrón y antecedentes étnicos del Rancho de Matamoros, Coahuila en 1548”. Este libro demuestra que dentro del País de La Laguna había un constante y cíclico flujo migratorio entre sus diferentes pueblos, haciendas y ranchos. La población tenía mucha consciencia de que el País de La Laguna era una sola entidad socioeconómica.