Durante
la semana que recién terminó, Juan Carlos I, rey de España, anunció su
abdicación en Felipe de Borbón y Grecia, su hijo, príncipe de Asturias. La
noticia causó cierto revuelo en España, a pesar de que hace tiempo se esperaba
una medida así. El descrédito en que Juan Carlos I ha sumido a la institución
monárquica ha sido muy significativo. Ha dado pie a escándalos de faldas, de
corrupción y sobre todo, de darse “vida de rey” cuando el pueblo español
atraviesa por una fuerte crisis económica. Eso es algo que la sensibilidad cívica
del ciudadano español promedio no tolera, y la reacción ha sido fuerte. Además,
el estado de salud de Juan Carlos I deja bastante que desear.
El
príncipe heredero, quien será proclamado rey de España por las Cortes en unos
cuantos días, asumirá el nombre de Felipe VI. Este nombre, Felipe, lo han
ostentado reyes que han pasado a la historia universal. Los Felipes de España iniciaron con
Felipe I de Habsburgo, “el Hermoso”, consorte de Juana de Castilla o Trastámara
(Juana “la loca”) hija de los reyes católicos y madre de Carlos I de España y V
como titular del Sacro Imperio Germánico. Con Felipe I cambió la dinastía
española de los Trastámara por la austriaca de los Habsburgo, la cual
permanecería en el poder por casi 200 años.
Otro
famoso Felipe de esta dinastía austro-española lo fue Felipe II, en cuyo
imperio “jamás se ponía el sol” y que fue rey consorte de Inglaterra por
matrimonio con su parienta, María Tudor, hija de su tía Catalina de Aragón y de
Enrique VIII. Este mismo Felipe fue el que posteriormente mandó la famosa
“armada invencible” contra Inglaterra en la época de la reina Elizabeth
I. También fue este rey el que, en 1594, permitió a los jesuitas venir a
evangelizar lo que él llamó la “Provincia de La Laguna” y que posteriormente
sería llamado “País de La Laguna”. Se puede decir con toda
propiedad que durante el reinado de Felipe II inicia el surgimiento de nuestra
Comarca Lagunera, pues fue entonces (febrero de 1598) que se le concedió
jurisdicción política y judicial como “Alcaldía Mayor”.
Otros
Felipes austro-españoles lo fueron Felipe III y IV. La dinastía austriaca
terminó con Carlos II “el hechizado” que murió sin haber procreado herederos.
Fue
entonces que entró a la historia de España, de Europa y del Nuevo Mundo otro
Felipe, ya no austriaco, sino francés. Se trataba de Felipe V, tataranieto de
Felipe III de España y nieto de Luis XIV de Francia, e iniciador de la dinastía
de los Borbón en España al comenzar el siglo XVIII. La guerra causada por la sucesión
española envolvió a Europa y a la América, y dio pie a diversos cambios
geopolíticos.
No
deja de ser paradójico que mientras que España tendrá en Felipe VI de Borbón a
un rey de ascendencia francesa, los franceses, en cambio, reconocen en el español
Luis Alfonso de Borbón, duque de Cádiz, al legítimo heredero del trono de San
Luis.
Por
lo que se refiere a México, muchas voces se han escuchado recientemente contra
la monarquía española como institución de gobierno anacrónico e inoperante.
México es un país fervientemente republicano desde diciembre de 1823, cuando el
presidente Monroe impuso unilateralmente su “protectorado” y esa forma de
gobierno a las ex colonias españolas. En 1824, México se convirtió en
república.
Pero
debemos tener muy presente que el éxito de una nación no radica en que su
gobierno asuma la forma monárquica o republicana, sino en la salud de sus
instituciones, valores y costumbres. Inglaterra es un país democrático de
primer mundo, a pesar de su añeja monarquía.
Por contraste,
en México, la forma republicana de gobierno no ha servido de mucho para generar
prosperidad y justicia para el grueso de la población. Desgraciadamente, y a
pesar de ser una república, en México, desde hace décadas, la omnipresente
corrupción reina flagrante.
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