Escudo de Torreón

Escudo de Torreón

domingo, mayo 29, 2016

Agostaderos coloniales






Los marqueses de San Miguel de Aguayo gozaban de la propiedad del mayorazgo (bienes indivisibles que pasaban por herencia del padre al hijo mayor) concedido el año de 1682, por el Rey Carlos II, a los descendientes del conquistador don Francisco de Urdiñola.

Por la “Historia de la Laguna” de Eduardo Guerra, sabemos que por el año de 1730 los límites del mayorazgo llegaban a los linderos del vecindario de Santa María de las Parras, y con el fin de acrecentarlo, el Marqués solicitó y obtuvo que le fueran mercedadas unas tierras que resultaron con una extensión de ciento quince sitios de ganado menor. 

El 18 de abril de 1731, el alcalde mayor de Parras y teniente de capitán general en Santa María de las Parras y villa del Saltillo, don Prudencio de Bastierra, le dio la posesión material de los 115 ¼ sitios de ganado menor mercedados a los marqueses de Aguayo. 

La solicitud de merced la había hecho don Joseph de Azlor Virto de Vera, tercer esposo de doña Ignacia Javiera de Echeverz y Subiza, segunda marquesa de San Miguel de Aguayo.  El remate lo llevó a cabo don José Mesía de la Cerda y Vargas, oidor de la Real Audiencia de Guadalajara y juez superintendente general de composición de tierras por título despachado en Guadalajara el 22 de enero de 1731.  

Las tierras del mayorazgo se acrecentaron con otras mercedes en 1740 y 1741, y por compra en 1760, a don Andrés Joseph de Velasco.  De esta manera, se fue conformando una de las muchas haciendas de los marqueses, la enorme Hacienda de San Lorenzo de La Laguna, en la Nueva Vizcaya, cuya mayor superficie se ubicaba en Coahuila y una faja de Durango. Harris menciona sus dimensiones:

La Hacienda de San Lorenzo de La Laguna contenía la parte oeste del marquesado y de acuerdo con las escrituras tenía 437 331 hectáreas, pero de hecho cubrían cerca de 979 660 hectáreas. 

El nombre lo tomó de la antigua visita misional de los jesuitas, lugar de pastoreo de las ovejas de los marqueses. Pero también se le llamó “de La Laguna” para distinguir esta hacienda de la de San Lorenzo de Parras. El referente hidrológico contó en la imposición del nombre, puesto que San Lorenzo se ubicaba cerca de la laguna de Mayrán. 

Se debe considerar también que sus tierras se encontraban en el viejo partido de La Laguna, uno de los tres municipios de la Alcaldía Mayor de Parras, Laguna y Río de las Nazas. Con el tiempo y el olvido, se consideró que La Laguna abarcaba solamente a este partido, sin tomar en cuenta que el País de La Laguna consistía en la suma de los tres partidos originales. Santa María de las Parras fue su capital judicial, administrativa, religiosa y cultural.

Las tierras de San Lorenzo de La Laguna eran valiosas para los marqueses de San Miguel de Aguayo por sus aguas y pastos. Estos nobles titulados poseían grandes rebaños de ovejas con los cuales habían establecido prácticas de ganadería trashumante. 

Sobre este punto, y refiriéndose a la era de la independencia, comenta Doris M. Ladd: “El ganadero más importante del virreinato fue un noble criollo mayorazgo, el marqués de Aguayo. El marqués de Aguayo y su nuera, la condesa del Álamo, tenían 420 mil corderos en sus vastas propiedades que se extendían desde Monterrey hasta la ciudad de México”.


viernes, mayo 20, 2016

¿País de La Laguna?


El "País de La Laguna" en un mapa de 1771


Las designaciones de nuestra Comarca Lagunera han variado de acuerdo a los tiempos y circunstancias concretas de percepción y lenguaje. Pero sin duda alguna, desde la época del rey Felipe II se le percibe como una región con unidad hidrológica, territorial y social. Cuando por Real Cédula fechada en Madrid el 6 de abril de 1594 dicho rey dio permiso a los jesuitas para entrar a misionar en la región, la llamó “Provincia de La Laguna” para distinguirla de las de Topia y Sinaloa (Archivo General de Indias, México, 27 N. 62). 

En 1598 se conformó la “Alcaldía Mayor de Parras, Laguna y Río de las Nazas”. Pero la designación más común de la comarca en el siglo XVIII, la de “País de La Laguna”, equivalente a dicha alcaldía mayor, la hace constar el padre Dionisio Gutiérrez del Río, cura párroco de Parras y sus jurisdicciones en su “Carta Informe del cura de Santa María de las Parras, José Dionisio Gutiérrez, al obispo de Durango, Esteban Lorenzo de Tristán, con descripción y noticias de los pueblos y parajes de la jurisdicción de Parras”, carta firmada de su puño y letra el 31 de diciembre de 1786, conocida también como “la pequeña historia (historeta) de La laguna”. 

El manuscrito original lo catalogó Ignacio del Río en su “Guía del Archivo Franciscano de la Biblioteca Nacional de México, 1ª edición, UNAM, México, 1975” con signatura Vol. 1. 1112 . Ms. 29.5 x 20.5 cm. (17/343.1. F. 1-6-vta). Esta carta tenía por objeto dar respuesta a una serie de preguntas que en relación a las misiones, número de misioneros, distancias y lugares solicitaba Carlos III por su Real Orden de 16 de mayo de 1786.  

En el texto de esta carta menciona el padre Gutiérrez que “La vulgaridad y relación que aquí me hicieron los Jesuitas en el tiempo que los alcanzé, daba por asentado que el motivo de haberse despoblado el País de la Laguna, o Bolsón, de los innumerables Yndios que lo habitaban, alzándose y remontándose para lo interior de dicho Bolsón hacia el Norte, había sido la inmatura entrega de sus Misiones y establecimiento de Doctrineros Seculares”. 

Aquí debemos notar dos cosas: el padre Dionisio usa el término “país” en el sentido que tenía en su tiempo, es decir, como equivalente de “región” o “comarca” y no como “nación soberana”. Por otra parte, equipara los términos “País de La Laguna” con el de “bolsón”, vocablo que en el siglo XVIII, significaba “cuenca hidrológica”. Así que ambos términos se refieren en realidad a la región conformada por la laguna o lagunas y la cuenca de los ríos que las alimentaban, el Nazas y el Buenaval (Aguanaval). En otras palabras, nuestra actual Comarca Lagunera.


Por último, mencionamos el testimonio recogido por Eduardo Guerra en su Historia de La Laguna (tercera edición, febrero de 1996, p. 374) en el informe de D.B. Robinson, superintendente general del Ferrocarril Central Mexicano, de fecha del 6 de enero de 1883. 

En él, cita las notas del ingeniero Morley (autor del trazo de la vía) que al hablar de Villa Lerdo y su riqueza agrícola, dice a la letra: “encontrándose colocada en lo que se conoce con el nombre del País de Las Lagunas, con motivo de encontrarse agua en abundancia”. El ingeniero Morley da testimonio de que era público y notorio que a la región se le conociera y llamara de esa manera todavía en 1883.

sábado, mayo 14, 2016

El asilo a Trotsky






Nuestra Comarca Lagunera, en diferentes épocas y circunstancias, ha incidido en la historia nacional y a veces en la internacional. Un caso concreto es el de la concesión del asilo político al revolucionario de origen ruso y cultura judía, León Trotsky. Este personaje nació en Ucrania como Lev Davidovich Bronstein durante el otoño de 1879, y murió asesinado en Coyoacán, en la Ciudad de México, el 21 de agosto de 1940.

León Trotsky fue nada menos que uno de los organizadores de la Revolución Rusa, conocida como “Revolución de Octubre” en 1917, que permitió a los bolcheviques tomar las riendas del poder. Trotsky asumió el cargo de Comisario de Asuntos Militares. Su importancia e influencia en el mundo comunista soviético e internacional es indudable. Él negoció la retirada del ejército ruso en la Primera Guerra Mundial. 

A la muerte de Lenin en 1924, el hombre fuerte que de manera sagaz acumuló poder hasta monopolizarlo como Secretario General del Comité Central del Partido Comunista fue Iósif Stalin, enemigo acérrimo de Trotsky. Por consecuencia, éste fue desterrado en 1929. Stalin entendía muy bien que no existe enemigo pequeño, y Trotsky no era pequeño en lo absoluto, ya que contaba con un gran liderazgo dentro y fuera de la Unión Soviética, además de ser un acerbo crítico de Stalin y su régimen.

En agosto de 1936, Trotsky se encontraba asilado en Noruega, cerca de la Unión Soviética. El gobierno noruego recibía denuncias de los nazis de que aquél incurría en actividades políticas prohibidas para cualquier asilado, causando revoluciones en España, Francia y Grecia. Estas denuncias provocaron que el asilo noruego fuera limitado hasta el 18 de diciembre de ese 1936.

Con la persecución nazi y soviética, Trotsky se encontraría en una situación muy comprometida si se quedaba en Europa. Fue entonces que el presidente de México, Lázaro Cárdenas, le otorgó asilo político en nuestro país. Concretamente, lo otorgó por intercesión del pintor Diego Rivera y del señor Octavio Fernández, quienes vinieron a nuestra comarca a solicitarlo, con el apoyo de la Liga Comunista Internacionalista (LCI, grupo trostkista mexicano). 

Lázaro Cárdenas y el general Reyes Iduñate


Un texto de David García Colín, en La Izquierda Socialista, “Vocero marxista de los trabajadores y la juventud”, cita a Olivia Gall de la siguiente manera:

“La LCI estableció el contacto con Cárdenas por medio de la gestión del general Francisco Múgica, secretario de Comunicaciones y Obras, quien entrega a la delegación de la LCI una carta, el 21 de noviembre de 1936, en donde solicita al presidente que Rivera y Fernández sean recibidos por él ‘con la esperanza [decía la carta] de que encontrará en su generosidad un recibimiento sincero’. Rivera y Fernández hacen el viaje de dos días a Torreón para entrevistarse con el Presidente —quien se encontraba repartiendo tierras a los campesinos pobres en la Comarca Lagunera— y, después de que Cárdenas recibiera a Rivera a solas, sin ningún preámbulo acepta el visado para Trotsky —en presencia de los dos delegados—, con la única condición de que Trotsky se abstuviera de intervenir en la política interna”.


viernes, mayo 06, 2016

De compras en Texas








Una de las características seculares de la mentalidad lagunera es la apertura al cambio, o sea, a la modernidad. El País de La Laguna, como se le llamaba, nació durante los últimos años del reinado de Felipe II, y la percepción del mundo era la del Renacimiento. Bajo esta luz, el ser humano era el protagonista de su propia historia, el constructor de su propia felicidad o desdicha. 

En la cultura lagunera quedó muy arraigada la apertura al cambio como actitud socialmente compartida, es decir, la apertura hacia la adopción de innovaciones cuando éstas representan una relativa ventaja. Así, de la nada, La Laguna se convirtió en el emporio vitivinícola novohispano; posteriormente, en un emporio algodonero; actualmente, en un emporio lechero. La historia lagunera es una historia de cultura empresarial. Una historia de exitosa agricultura comercial, ganadería, agroindustria, minería y refinación de metales, entre otras actividades.

Una novedad que resultó ser de vital importancia para Torreón, ese rancho enclavado en la enorme Hacienda de San Lorenzo de La Laguna, fue la llegada del ferrocarril, pues el cruce de vías del Internacional Mexicano y el Central Mexicano convirtieron a ese rancho en el ferropuerto de la rica Comarca Lagunera; Torreón surgió como el puerto de entrada y de salida de bienes, de migrantes, de más innovaciones, y en última instancia, como el centro comercial e industrial de la región. 

La conexión ferroviaria entre la Comarca Lagunera y el sur de Estados Unidos resultó de gran impacto económico para ambas regiones. No es casualidad que la ropa y las modas de Estados Unidos se lucían simultáneamente entre las señoras y caballeros de Torreón.

Sofá convertible de los vagones Pullman del FFCC


Captar los beneficios económicos de las periódicas derramas del Nazas era tan importante para los comercios fronterizos texanos que en septiembre de 1922, la Asociación de Comerciantes al menudeo de Eagle Pass ofreció —principalmente a los torreonenses y regios— pagarles el boleto de ida, y en ciertos casos, también el de vuelta, si iban a comprar a sus tiendas. El boleto Torreón-Eagle Pass era el más caro, costaba $37.75 pesos, equivalente a $18.97 dólares (un dólar costaba dos pesos). 

Bastaba llegar a Eagle Pass e ir a la Cámara de Comercio, donde se le entregaba al cliente una tarjeta que le acreditaba y le daba derecho a recuperar su dinero gastado en pasajes si consumían en los comercios y prestadores de servicios afiliados, cuyos giros eran tiendas de ropa, droguerías, dentistas, artículos eléctricos, mueblerías, accesorios automotrices, abarrotes, ferreterías, hoteles, joyerías, ferreterías, imprentas, máquinas de coser y de escribir y zapaterías. 

De hecho, había más ciudades texanas interesadas en captar los beneficios de la agricultura lagunera. Una nota periodística del 23 de noviembre de 1923 dice a la letra: “Desde que se inició la mejoría en las condiciones económicas de La Laguna por las avenidas del Río Nazas, la Cámara de Comercio comprendió que la intensificación de las transacciones mercantiles con los Estados Unidos por la vía de Eagle Pass requería el establecimiento de servicios de carros pulman entre San Antonio y Torreón”.