A finales del siglo XVII y principios del XVIII, el territorio que actualmente llamamos norte de México se vio fieramente asolado por las fuerzas guerreras de un caudillo indígena que se hacía llamar don Diego Valdés. Este notable guerrero era llamado por los españoles, criollos, indios y castas nada menos que “Capitán General de las Naciones del Oriente” debido a que su capacidad de convocatoria era tal, que podía, bajo su mando, agrupar o confederar “naciones” indias totalmente independientes, particularmente en el norte-centro y noreste de México.
Este legendario combatiente solía acompañarse de sus sobrinos Pablo Muñoz, alias “El Negrillo” y Nicolás, alias “El Carretero”.
Desde luego, como historiadores o como simples lectores modernos no podemos condenar a estos indígenas, sus secuaces y aliados por actuar como actuaban, robando, saqueando, destruyendo y matando. Podemos sentir antipatía o repugnancia (pues finalmente estamos situados en un lugar cultural y moral totalmente diverso al de aquéllos), pero no podemos juzgar con nuestros valores y desde nuestra propia cultura las acciones y el significado de las acciones de la alteridad, esto es, del “otro”, simplemente porque no tienen sentido en la nuestra. No es válido sostener la pretensión de que nuestra mentalidad y nuestros valores son “La Cultura” (así, con mayúsculas). La postmodernidad, los estudios antropológicos y la misma historiografía (tomado el término en el sentido de crítica a la manera de historiar) han sentado de manera muy clara esta verdad.
Podemos, a partir del testimonio de los documentos, hacernos una idea de los conflictos intergrupales o interculturales que suscitaban estos enfrentamientos entre indios y colonizadores, así como de los intereses que afectaban.
En este sentido, es muy interesante una información levantada en Monclova (Coahuila) en 1718 por don Pedro Gil, Alcalde Ordinario de ese lugar (A.G.E.C., Instituto Estatal de Documentación, Ramos Arizpe, Coah.) la cual agrupa los testimonios de diferentes personas que conocieron a don Diego Valdés o habían padecido sus asedios. Escuchemos lo que dicen sus voces desde el pasado:
Juan Cortinas, español, dijo que conocía a don Diego de Valdés, Capitán General de las naciones del oriente; que el año de mil setecientos trece se alzó dicho don Diego y convocó al capitán de la nación de los Tripas Blancas, alias "El Ronquillo" y a sus secuaces y a otras muchas naciones, y destruyeron la misión de Nadadores (Coahuila), todos sus ornamentos y vasos sagrados, y pasaron a la Misión de San Buenaventura (Coahuila) e hicieron lo mismo; y luego dicho don Diego cercó esta villa (de Monclova) por las cuatro partes, por lo cual se refugiaron todos los vecinos en la iglesia parroquial, donde estuvieron mucho tiempo, hicieron muchas muertes, destruyeron todos los ganados mayores y todas las manadas sin dejar cosa alguna, e incluso llegaron hasta poner fuego a las casas para quemar el mayor número posible. Continúa el declarante diciendo que la villa del Saltillo la tenían asolada y prácticamente sin bienes, pues no habían dejado mulada ni caballada. Al Nuevo Reino de León (Nuevo León) lo tenían destruído de caballadas, ganados, pastores muertos y mucha gente también.
Don Diego –así lo afirma Juan Cortinas- fue el que planeó y ejecutó la muerte del capitán de Mapimí y soldados que iban en su compañía, a todos los mataron. El dicho don Diego retó al General Alonso de León -Gobernador que fue de la Provincia de Coahuila- para batalla, y se dieron varias, y corrió sangre de todos los arroyos del Cerro de Mercado (Durango, Dgo.) como era público y notorio en la época en que se llevó a cabo la información.
Fueron tantos los intereses afectados, que en el año de 1714 el Virrey Duque de Linares envió despacho a la Provincia de Coahuila y a la Nueva Vizcaya (Durango, sur de Coahuila, Sinaloa, Sonora, Chihuahua) para que se le remitiese al dicho don Diego vivo o muerto, poniendo precio a su cabeza.
Juan Cortinas termina su declaración afirmando lapidariamente que don Diego es el mayor capitán que se ha visto en las Indias desde Moctezuma.
Aunque la comparación que Juan Cortinas hace entre el emperador mexica y don Diego es muy desproporcionada, sí nos demuestra que en el imaginario de los colonos del norte de la Nueva España, don Diego era un caudillo de inmensas proporciones –y peligros- y que su carisma como caudillo de diversas naciones era comparable al de un emperador.
Otro declarante de esta información fue Antonio Maldonado, español, quien dijo que conocía al Capitán don Diego de Valdés, Capitán General de las naciones del oriente, que en el año de de mil setecientos trece se alzó dicho don Diego y convocó al Capitán de los tripas blancas alias "El Ronquillo" y a los de su séquito, y a los demás de su alianza, y que estos destruyeron las misiones de Santa Rosa de los Nadadores y la de San Buenaventura, etc....y que de ahí a poco tiempo pasaron a la villa de Monclova, convocando a todas las naciones parciales suyas, para que, junto con otros, dieran el asalto. Y así, valiéndose de todas sus astucias, pusieron cerco a esa villa y acordonándola, hicieron sus burlerías para descubrir la parte más flaca para combatirla, saliendo los soldados presidiales (es decir, del fuerte militar) a su encuentro, hubieron batalla formal donde el dicho don Diego hizo muchas muertes y muchos heridos, etc.
Es interesante la apreciación que Antonio Maldonado nos refiere sobre el estado de ánimo de los colonos de estas regiones norteñas cuando se enteraron de la presencia cercana de don Diego y sus huestes: “están los vecinos por instantes esperando cuando empezará a hacer de las suyas...”
Otro dato interesante que aporta Antonio Maldonado es que don Diego tenía inutilizadas las manos, probablemente debido a un escarmiento de parte de los españoles. Sin embargo, don Diego le manda decir a sus enemigos que
“aunque ahora no le sirvan las manos, con la lengua le basta para ejecutar sus maldades" y...
"que solo con su voz y nombre tiene sujetas a todas las naciones bárbaras de estas provincias”.