Escudo de Torreón

Escudo de Torreón

sábado, diciembre 31, 2011

Los Almaraz y la colonización de las riberas del Nazas




Durante la era colonial, la Comarca Lagunera estaba constituida por pueblos de indios con vecinos españoles, como Parras y Viesca, o reales de minas como Cuencamé y Mapimí. Fuera de esos pequeños fundos urbanos, predominaba en el territorio lagunero la hacienda, con sus submúltiplos, los ranchos. Una buena parte de la economía de los laguneros de esa época, consistía en hacerse contratar como jornaleros de los ranchos de las diferentes haciendas, con frecuentes migraciones hacia los que ofrecieran mejores oportunidades. Pero dichas migraciones con frecuencia se hacían dentro del sistema económico creado por los marqueses de Aguayo y condes de San Pedro del Álamo.

Como digo en mi libro “El País de La Laguna” “Otra importante razón que puede explicar los vínculos de identidad entre los habitantes de la actual Comarca Lagunera de Coahuila y Durango consiste en que, durante los siglos XVIII y principios del XIX, una buena parte de sus territorios y haciendas pertenecieron a la misma familia. Existía una continua comunicación entre las haciendas de los marqueses de Aguayo (en lo que ahora es Coahuila) y la de los condes de San Pedro del Álamo (en el actual estado de Durango). El 2 de julio de 1735 el mariscal de campo Francisco de Valdivieso y Mier, primer conde de San Pedro del Álamo, se casó con Josefa de Azlor, tercera marquesa de San Miguel de Aguayo. En la práctica, los latifundios y mayorazgos de ambos se integraron en uno solo. Las posesiones de los marqueses de Aguayo tenían como centro el eje económico Parras-San Francisco de los Patos (General Cepeda, Coahuila) con cientos de miles de hectáreas en los actuales municipios de Parras y en los de La Laguna de Coahuila y de Durango. Las propiedades del conde del Álamo tenían su centro en la hacienda de Santa Catalina del Álamo, con unas 42,000 hectáreas en los actuales municipios de Peñón Blanco, Guadalupe Victoria, Cuencamé y Nazas, todos en Durango".

Precisamente por esta razón, mis últimos artículos de investigación en esta Crónica, los he dedicado a probar e ilustrar estas afirmaciones, por medio de historias familiares bien documentadas, donde no solamente aparece la migración intralagunera, sino también algunos datos sobre cuestiones étnicas, más que valiosos.

En esta ocasión, quiero tratar el caso de la familia Almaraz-Vargas, establecida en el Rancho de La Concepción en 1848. Se trata de familias que ya estaban establecidas en lo que actualmente es la jurisdicción municipal de Torreón, dos años antes de que existiera siquiera el rancho que le dio nombre a nuestra ciudad.

En el padrón de 1848, se menciona la casa de Tomás Almaraz, de “68” años de edad, casado con Gregoria Vargas, de “30” años de edad. Se mencionan como hijos de este matrimonio a Froilana Almaraz, doncella de 20 años de edad; Carmen Almaraz, soltero de 16; Pioquinto, soltero de 14; Trinidad, (adoptado) de 9 años; Bernardina, párvula de 7 años; Andrea, párvula de 6; Cresencia, párvula de 3; Donaciana, párvula de 1.

¿Cuál es el origen de Tomás y de Gregoria, troncos de futuras familias torreonenses? ¿Dónde nacieron? ¿De dónde eran sus familias?

Una prolija investigación documental nos permitió arrojar luz sobre estos asuntos. La partida del matrimonio entre José Tomás Almaraz Antúnez y María Gregoria Vargas Martínez se encuentra depositada en la parroquia de Santiago de Mapimí, y corresponde al 16 de enero de 1836. En esa partida se hace constar que Tomás tenía 50 años de edad; que era viudo en primeras nupcias de María Antonia González, sepultada en el camposanto de Mapimí; que Tomás era originario del Álamo de Parras (o sea Viesca, Coahuila) y que residía en “San Rafael” de la misma jurisdicción; que era hijo legítimo de Vicente Almaraz y de María Gabriela Antúnez, ya difuntos. La novia, María Gregoria Vargas Martínez, doncella de 24 años de edad; originaria de la Hacienda de San Juan de Casta, y residente en San José del Tajito; hija legítima de Manuel Vargas y de Anselma Martínez, ya difuntos.

Durante su primer matrimonio, Tomás Almaraz residía en la región que la vicaría parroquial del Álamo de Parras (Viesca) designaba como “Laguna”, como lo demuestra el acta de bautismo de “José de la Presentación Dolores Almaraz González”, del 11 de diciembre de 1807, que al margen dice “Laguna. José de la Presentación”, y que en el texto de la partida de bautismo menciona ser hijo legítimo de Tomás Exiquio Almaraz, y de María Antonia González, de quien ya hemos visto, era la primera esposa de Tomás. Los abuelos del infante son mencionados, los paternos eran Vicente Almaraz y María Gabriela Antúnez; y los maternos, Juan Domingo González y María de los Santos Rodríguez.

Precisamente a este Dolores Almaraz lo encontramos residiendo en 1848 en una casa contigua a la de su padre Tomás, en el Rancho de la Concepción en 1848. Para entonces declaraba tener 42 años de edad y estaba casado con Romana Salazar, y con él vivían sus hijos Juliana, de 16 años, Antonio, de 14; Pedro, de 8 (adoptivo) e Ildefonsa, de 7 años.

También en La Concepción encontramos como residente a Policarpo Almaraz González, hijo de Tomás y de Antonia, bautizado en Viesca el 2 de febrero de 1820, con los nombres de Policarpo de los Dolores. En 1848 declaraba tener 24 años, y estaba casado con Florencia Vallejo, 23 años de edad. Tenían un hijo, “Márgaro” Almaraz Vallejo, de apenas un año de edad.

Otro de los vástagos Almaraz González que residían en La Concepción en 1848 era Sóstenes de los Dolores, bautizado con ese nombre el 11 de enero de 1813, en Viesca, hijo legítimo de Tomás Almaraz y de María Antonia González. En el padrón declara tener 24 años de edad, estar casado con Nicolasa Salazar, con una hija, Nieves Salazar, de 5 años de edad.

Aunque no es el propósito de este artículo, el padrón nos muestra que los pobladores de los ranchos estaban constituidos por grupos de parientes muy cercanos, paternos y maternos. La convivencia en contigüidad de la familia extensa, suegros, tíos, primos, cuñados e hijos de la pareja, era fundamental para la supervivencia. Los grupos de parientes no necesariamente estaban atomizados en diversos lugares, ranchos y haciendas.

En este caso particular, hemos visto cómo Tomás Almaraz, originario de Viesca y residente de San Rafael (de los Milagros) se casa con María Gregoria Vargas, originaria de la Hacienda de San Juan de Casta, y que residía en El Tajito. Su matrimonio, registrado en Mapimí, no implica que vivieran en esta población, sino que se trataba de la parroquia más cercana, donde podían recibir los sacramentos. Sin embargo, el hecho de que la primera esposa de Tomás Almaraz estuviera sepultada en el camposanto de Mapimí, hace pensar que esta pareja vivió más cerca de esa parroquia que de Viesca. Los fieles de la Concepción por lo general iban a casarse a Mapimí. Incluso en ocasiones hubo tragedias terribles, en que la novia era robada por los indios en el trayecto, y el novio y sus parientes, asesinados en su totalidad. Así eran la vida y la muerte cotidianas en las riberas del Nazas en 1848.

Adición: El acta de matrimonio de Tomás Almaraz y María Antonia González se encuentra asentada en Viesca, el 26 de noviembre de 1806. Dice al margen “Laguna. Tomás Almaraz . Ma. Ant[oni]a Casimira González”.

En resumen, se certifica que Tomás Almaraz, "indio" de edad de 20 años (nacido en 1786) es originario del Real de Mapimí y residente en "esta jurisdicción" (Viesca) desde su tierna edad, hijo legítimo de Vicente Almaraz y de Javier Antúnez, quienes presentaron su pleno consentimiento, con María Antonia Casimira González, mestiza de edad de dieciséis años, originaria del Rancho de San Antonio de esta jurisdicción, hija legítima de Juan Domingo González y María de los Santos de los Dolores Rodríguez, quienes también presentaron su consentimiento. Firma: Mariano de Riaño.

miércoles, diciembre 28, 2011

Reconocimiento al Cronista Oficial de Torreón





"Casa de Coahuila, A.C. La comunidad torreonense radicada en el Distrito Federal, a través del Consejo Directivo de la Casa de Coahuila, tiene el orgullo de otorgar el presente reconocimiento al Cronista de la Ciudad de Torreón, Coahuila de Zaragoza, Dr. Sergio Antonio Corona Páez, por su labor de investigación, difusión y conservación del acervo histórico de nuestra Ciudad y de la Región Lagunera. México, Distrito Federal, a 26 de diciembre de 2011. Lic. Pedro Martínez Estrada, Presidente".

La ceremonia de reconocimiento se llevó a cabo hoy, en punto de las doce horas, en el Parque España. Para otrogar dicho galardón, vinieron de la Ciudad de México el Lic. Pedro Martínez Estrada, Presidente de la Casa de Coahuila, A.C. y el Arq. Ubaldo Veloz Obregón, Tesorero de la misma institución, ambos torreonenses de nacimiento. Fungió como maestro de ceremonias el Lic. Federico Sáenz Negrete, ex presidente del Parque España.

domingo, diciembre 25, 2011

Feliz Navidad 2011




Con temperaturas por debajo de los diez grados Celsius, los torreonenses celebraron la Nochebuena con alegría y entusiasmo. Por la tarde del 24 y temprano en la noche, se pudo observar gran actividad, seguramente debido a las compras y preparativos de último momento.

Por el constante descenso de la temperatura, las calles quedaron desiertas. A las once de la noche, la ciudad se notaba desierta. Los torreonenses cenaban en sus casas, o se preparaban para hacerlo, en familia. Solo se escuchaban los estallidos de los cohetes y bengalas. Por cierto, este Cronista no se explica por qué continúa la venta de cohetes, cuando ya hay tanta gente sensible a las explosiones que pudieran confundirse con estallidos de armas de fuego o de fragmentación.

Hoy domingo, la ciudad duerme hasta tarde. Son los templos los que tienen algún movimiento de fieles. Además, la onda fría continúa. Para la hora de escribir este artículo, antes de las doce del mediodía, la temperatura continúa por debajo de los diez grados Celsius.

A todos nuestros lectores, les deseamos una muy feliz navidad, plena de bienestar, de paz, y de éxito.

jueves, diciembre 22, 2011

Los Armijo, o la construcción de la unidad Lagunera




Desde que este Cronista era un niño, le apasionaba sobremanera la investigación genealógica. Con vocación de antropólogo, pero sin la posibilidad de salir a hacer estudios de campo –solamente era un niño- optó por ejercitar sus inquietudes en la documentación de la tradición oral familiar, que era vasta, pero no documentada fehacientemente.

A medida que los años pasaban, ese niño, luego adolescente y finalmente adulto, llegó a conocer la historia colonial del Norte Centro Mexicano con absoluta familiaridad. Entendió que se puede comenzar el estudio con una familia, pero que a medida que se remonta en el tiempo, ya no es historia familiar, sino historia social. Se observa con claridad cómo la cultura, los valores, los proyectos, la mentalidad, la cosmovisión, se van transmitiendo de generación en generación.

Y aunque este Cronista terminó la redacción de la propia historia familiar hace años, le sigue divirtiendo la investigación genealógica. Se trata de una ocupación relajante, en la cual se pueden ejercitar una buena cantidad de habilidades cognoscitivas e interpretativas. Por esta razón, los artículos de investigación genealógica que son generadores de conocimiento para Torreón y para la Comarca Lagunera, suelen ser más frecuentes en los tiempos de descanso, como las vacaciones navideñas.

Hecha ya la introducción de rigor, seguiremos nuestros estudios con otra familia del Rancho de La Concepción, en el cual residía en 1848. Se trata de la familia de Simón Armijo, entonces de 62 años, y de su esposa, Carmen Banda, de 50 años. Con ellos vivían Pascual Armijo, soltero de 19 años; Magdalena Armijo, de 17 años, soltera; Alejo Armijo, de 15 años, soltero; Petra Armijo, de 13 años, doncella; Ireneo, joven adoptado, de 9 años de edad; Sanjuana, párvula de 3 años.

José Valentín Simón Armijo Cázares, que era su nombre completo, fue bautizado en Cinco Señores (Nazas), Durango, el 28 de octubre de 1787, de calidad “español”. Sus padres lo fueron José Armijo y María Dolores Cázares. El acta de bautismo de su hermana completa, Ma. Evarista Armijo Cázares, del 7 de noviembre de 1805, menciona además el nombre de los abuelos: los paternos fueron Manuel de Armijo y María Josepha de Lara; y los maternos, José Cázares y María Isabel Aros.

La madre de Simón Armijo, en su nacimiento, no fue considerada como española, sino como “mulata”. Ella fue bautizada en la parroquia de San Francisco de Asís, de San Juan del Río, Durango, el 22 de noviembre de 1766. Según la partida de bautismo, era “mulata libre” hija de Joseph de Aros y de María Cázares.

La abuela paterna de Simón Armijo, María Josepha de Lara, fue bautizada como María Josepha Gertrudis de Lara García en Santa María del Oro, Durango, el 5 de abril de 1751, hija de “Don Gabriel de Lara y Doña Micaela García, españoles”.

Don Gabriel Fernández de Lara casó con doña Micaela García de las Rivas en Chihuahua, Chihuahua, el 8 de septiembre de 1727. A don Gabriel se le otorgó “dispensa de ultramarino”, es decir, la dispensa que se otorgaba a los españoles peninsulares en América, la cual certificaba su libertad y soltería, o en su caso, la viudez.

En este caso concreto de Simón Armijo Cázares y su familia, encontramos nuevamente la mezcla de sangres de diversos continentes. Consideramos que dichas mezclas constituyen afortunadas circunstancias de riqueza cultural entre los laguneros de viejo cuño. Estamos muy lejos de sustentar o apoyar el concepto de “racismo” o de “limpieza de sangre” de la inquisición, o de los mismos ingleses, que no contaban con una inquisición, pero que eran igualmente racistas.

También encontramos esos viejos patrones migratorios, como lo demuestran los diferentes lugares de residencia por los que transitaban las familias en diversos momentos, para seguir las fuentes de trabajo donde éstas surgían, pero siempre, o casi siempre, dentro de la Comarca Lagunera. Era una migración interna, de carácter laboral. Un fenómeno económico y social que se repite continuamente entre los municipios de Torreón, Gómez, Lerdo, San Pedro de las Colonias, Francisco I. Madero, Matamoros y Viesca. Se trata de fenómenos económicos y migratorios que han forjado y mantenido la unidad de una región que fue políticamente separada por Carlos III en 1785.

miércoles, diciembre 21, 2011

Más antecedentes africanos




El Censo de la Parroquia de Viesca de 1848, incluyó, entre otros, al Rancho del Alamito. Entre sus habitantes empadronados en dicho año, encontramos a José María Córdoba, de 37 años, casado con Clara Martínez, de 28 años. Entre sus hijos que vivían con ellos, estaban Gabina Córdoba, de 10 años de edad, un hijo adoptivo, Félix Córdoba, de 8 años, Luciana, de 6 años, Victoriana, de 2 años. Con ellos vivía también Eusebia Martínez, doncella (señorita) de 16 años de edad.

Durante la era colonial y el siglo XIX, los ranchos laguneros constituían polos económicos y sociales que brindaban trabajo y cobijo a los jornaleros que decidían laborar en ellos. Desde el siglo XVII, la economía comarcana era agroindustrial, ganadera y minera. Los ranchos y haciendas pertenecientes a los marqueses de Aguayo, en Coahuila, y a los condes de San Pedro del Álamo, en Durango (ambas familias estaban enlazadas por matrimonio) formaban un sistema económico y social que permitía la continua circulación de jornaleros, de acuerdo a las labores que se fueran requiriendo en los diversos ranchos del circuito.

Los antepasados de José María Córdoba, al igual que muchos de los habitantes de estos ranchos laguneros, iban y venían por la Comarca, de acuerdo a la demanda y oferta de mano de obra. Se trataba de una especie de inmigración interna, por motivos de trabajo. Veamos este caso en particular. Revisemos el acta de matrimonio de José María Córdoba y de Clara Martínez. Actualizo el lenguaje en su grafía, para que no cause dificultad la lectura.

Al margen “ José María Córdoba con Clara Martínez” Al centro “En el año del Señor de mil ochocientos treinta y seis; en nueve de mayo, hechas las tres canónicas moniciones, que fueron primera, domingo diez de abril, segunda, domingo diecisiete de dicho, y la tercera domingo veinticuatro del mismo, y no habiendo resultado impedimento alguno, instruidos en la doctrina cristiana, y preparados con los santos sacramentos de confesión y comunión, yo el ciudadano bachiller Marcelino Fuentes de Sierra, cura propietario, vicario y juez eclesiástico de Mapimí, por palabras de presente desposé, velé y di bendiciones nupciales al ciudadano José María Córdoba, soltero de veintitrés años de edad, originario de la ciudad de Cinco Señores y residente en San Felipe de esta jurisdicción hace nueve años, hijo de los ciudadanos José de la Cruz Córdoba, que vive, y María Guadalupe Martínez, difunta, legítimamente casados, con María Clara Martínez, doncella de veintidós años de edad, originaria de la Hacienda de La Loma y residente en Avilés, ambos de esta jurisdicción, hija de los ciudadanos José Antonio Martínez y María Sebastiana Rivera, legítimamente casados, habiendo antes preguntado y obtenido ambos su mutuo consentimiento, guardando en todo el rito de nuestra santa madre iglesia, siendo testigos al acto de su desposorio Aniceto Córdoba, Cecilio Elizalde y otras varias personas, y por que conste lo firmé. Marcelino Fuentes de Sierra”.

El señor José María Córdoba, de acuerdo a su partida matrimonial, nació en Nazas, Durango (“Cinco Señores”) en 1813. Se había trasladado a San Felipe en 1827, y en 1848 lo encontramos en El Alamito, con familia, Su esposa, María Clara Martínez, nació en la Hacienda de La Loma en 1814, y residía en Avilés (la hacienda frente a Lerdo, Durango) en 1836. En 1848, estaba avecindada con su esposo e hijos en el Rancho del Alamito.

¿Qué sabemos de José de la Cruz Córdoba, padre de José María? Pues sabemos que era originario del Álamo (Durango) precisamente la Hacienda de la cual los condes recibieron la nominación de su título de “condes del Álamo”, entonces en la jurisdicción de Peñón Blanco, Durango. Fue bautizado el 16 de mayo de mayo de 1786, de calidad “mulato”, hijo legítimo de Domingo Córdoba y de Juana Josefa de Olivas. Sus padrinos fueron unos pastores de dicha hacienda. En 1812 residía en San Juan de Casta. Casó varias veces.

En 1848, José de la Cruz Córdoba, que declaraba tener 62 años de edad, residía en El Alamito con su esposa Gertrudis Martínez, de 43 años de edad. Con ellos vivían sus hijos Guadalupe, de 20 años, Estéfana, de 18; Ricardo, de 16; Epifanio, de 14; Emeterio, de 12; Victoria, de 10; Teófilo, hijo adoptivo.

domingo, diciembre 18, 2011

Viejas raíces africanas de La Laguna





Recientemente, ha sido publicado un libro, investigación original de este Cronista, el cual lleva por título “Padrón y antecedentes étnicos del Rancho de Matamoros, Coahuila, en 1848”, una coedición de la Escuela de Ciencias Sociales de la UAC y de la Universidad Iberoamericana.

Entre otros objetivos, el interés del estudio se centra en la determinación de las “calidades” o categorías étnicas de los ascendientes de los matamorenses, de acuerdo a la pintoresca nomenclatura colonial.

El estudio genealógico de los habitantes de las 133 casas que tenía Matamoros en ese año, demuestra sin lugar a dudas que el rancho, en su conjunto y en números redondos, tenía más de un 31% de sangre indígena; un 28% de sangre mestiza, es decir, de descendientes de enlaces entre españoles e indios; un 23% de sangre mulata, esto es, de descendientes de enlaces entre españoles y negros; un 15% de sangre española, un 2% de sangre de “lobos”, es decir, de descendientes de enlaces entre mulatos y negros; un 1% de sangre de “coyote”, es decir, descendientes de enlaces de mestizos con indios.

Como podemos deducir a partir de los resultados del estudio, las calidades predominantes son las de “indio” y “mestizo”, en tercer lugar estaría la de los mulatos, que sumada a la de los “lobos”, daría un 25% de sangre negra; sangre española no mezclada aparece en un 15%, y finalmente, los indios con más sangre indígena que española (coyotes) ocupa un 1%.

Al haber sido la Comarca Lagunera zona de misiones jesuitas, no extraña la presencia de la sangre indígena de varias etnias, pues las misiones albergaban “pueblos de indios” como lo fueron en su momento Parras, Viesca, San Pedro, León Guzmán (antes San Juan de Casta). Para el caso específico de Matamoros, fue importante la aportación de familias del pueblo de San José y Santiago del Álamo (Viesca, Coahuila).

De Parras, de Viesca y de Matamoros eran originarias la mayoría de las familias de las clases populares que poblaron a Torreón y su entorno rural, su municipio. Las tierras que actualmente conforman el municipio de Torreón, con sus antigiuos ranchos y haciendas, pertenecieron originalmente a la jurisdicción misionera de Parras, a la Alcaldía Mayor de Parras, Laguna y Río de las Nazas, parroquia de San Pedro de la Laguna, luego de nuevo a la parroquia y partido de Parras, a la parroquia de Viesca, a la Parroquia de Matamoros y en 1893, al municipio de Torreón y su parroquia de Guadalupe. El municipio de Torreón surge con la secesión del territorio del municipio de Matamoros en dicho año.

Las etnias africanas fueron muy importantes en el poblamiento gradual de la Comarca Lagunera de los siglos XVII, XVIII y XIX. Se trata de los descendientes de antiguos esclavos que procedían, en su mayoría, de Angola y de Guinea. De esclavos pasaron al estatus de “mulatos libres”, y debemos notar que el término “mulato” implica que se enlazaron más con blancos que con indios.

Cuando se creó el municipio de Torreón, el 24 de febrero de 1893, algunos de los ranchos y haciendas ya mencionados, quedaron situados dentro de su jurisdicción. Estos lugares habían pertenecido al municipio de Viesca, Coahuila, luego al de Matamoros, Coahuila, y finalmente, vinieron a formar parte de la zona rural de nuestro municipio.

De esta manera, hubo una cierta cantidad de torreonenses que no radicaban en la mancha urbana de nuestra villa y posterior ciudad, y que tampoco fueron propiamente inmigrantes. Simplemente fueron incluidos en la zona rural de la jurisdicción del municipio de Torreón. Ellos ya estaban ahí.

Uno de estos lugares fue el Rancho de La Concepción, ubicado en la margen derecha del Río Nazas, al noreste de nuestra ciudad. En 1848, antes de que existiera Torreón, el lugar era parte de la enorme Hacienda de San Lorenzo de la Laguna. Cuando el presbítero Anacleto Lozano, cura de Viesca, levantó ese año de 1848 su “Padrón general de los habitantes del pueblo del Álamo de Parras y su comprensión”, uno de los lugares censados fue precisamente el Rancho de la Concepción. Una copia de este padrón se encuentra depositada en el Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad Iberoamericana Torreón.

Entre las diversas familias que lo poblaban, llamó mi atención, aquélla formada por el matrimonio de Santos Altamirano y su esposa Jacoba Vallejo.

Al igual que como este Cronista lo ha hecho con los habitantes de Matamoros en 1848, el estudio de esta familia y de sus ancestros a partir de los archivos genealógicos de los Santos de los Ultimos Días (Mormones) y de los archivos de la Universidad Iberoamericana Torreón, nos permiten obtener nuevos conocimientos acerca de los movimientos migratorios de los habitantes del Rancho de La Concepción, y también sobre sus lugares de origen, antecedentes étnicos y sus troncos familiares, netamente laguneros.

Santos Altamirano Lomas, habitante de La Concepción en 1848, remontaba su linaje a principios del siglo XVIII, en Santa María de las Parras (Parras, Coahuila). Era descendiente de españoles por lo Altamirano, y también contaba con una fuerte ascendencia mulata, como se demostrará a continuación.

Santos vió la luz primera en Nazas, Durango, en 1805, como hijo de Juan José Altamirano y de Juliana Lomas; a los 21 años de edad se avecindó en Mapimí, donde se casó con María Jacoba Vallejo el 29 de enero de 1830, en la parroquia de Santiago Apóstol, de Mapimí. Posteriormente pasó a residir al Rancho de la Concepción.

Su partida matrimonial brinda información al respecto:

Al margen “Santos Altamirano con Ma. Jacoba Ballejo, casados y velados”. Al centro: “En esta santa yglecia parroquial de Mapimí, en 29 de enero de 1830, habiendo prescedido las tres canónicas moniciones que previene el santo consilio de Trento, en tres días festivos inter misarum solemnia que lo fueron primero Dom. 24 et ult. post Pentec., segunda Dom. 1 advent. Y la última fest. San Andres, y no habiendo resultado impedimento alguno yo, Dn. José Antonio de Yrigoyen, cura ynterino, desposé solemnemente por palabras de presente a Santos Altamirano, orig[inari]o de Nazas, y resid[en]te en ésta hace 4 años, h[ijo] l[egítimo] de Juan José Altamirano y Juliana Lomas, con Ma. Jacoba Ballejo, orig[inari]a de Vinagrillos, h[ija] l[egítima] de Faustino Ballejo y de Rafaela Carrillo, habiendo antes manifestado su mutuo consentimiento, siendo testigos Lorenzo Díaz y José Rito Contreras, quien con Juan Castro los apadrinó, y después los velé y bendije según rito de la Yglecia, y para const[anci]a lo firmo”.

Según el padrón de 1848, Santos Altamirano y Jacoba Vallejo contaban con las siguientes hijas: a Dionisia, de 18 años, a María de la Paz, de 16; a Gregoria, de 14; a Valeria, de 12, y a Marcelina, de 4. Al revisar los archivos genealógicos, notamos que este matrimonio tuvo por hijos a Anselmo Altamirano Vallejo, nacido en 1827 en Mapimí, y quien se casó el 19 de septiembre de 1847 con María Paula de la Cerda en Mapimí. La “Marcelina” del padrón aparece como nacida el 29 de junio de 1843, y bautizada el 6 de julio de ese año en Mapimí como “María Marciala del Refugio Altamirano Vallejo”. María Silvestra Altamirano Vallejo nació el 31 de diciembre de 1839, y fue bautizada ahí mismo el 9 de enero de 1840. Gregoria Altamirano Vallejo nació el 11 de marzo de 1835 y fue bautizada el día 15 del mismo mes y año en Mapimí. José Susano Altamirano Vallejo nació en el Rancho de la Concepción en 1849, y fue bautizado el 6 de junio de ese año en San José y Santiago de Viesca.

Los Padres de Santos Altamirano Lomas, como hemos mencionado ya, lo fueron Juan José Altamirano Alviso (mestizo originario de Parras) y de María Juliana Lomas Vázquez (mestiza originaria de San José y Santiago del Álamo) casados en el pueblo de San José y Santiago del Álamo (Viesca, Coahuila) el 6 de mayo de 1791. El presbítero que ofició su matrimonio fue Manuel Sáenz de Juangorena, Capellán de la Compañía Volante de San Carlos de Parras.

A continuación, se transcribe la partida de matrimonio de los padres de Santos Altamirano:

“En el año del Señor de mil setecientos noventa y un años = En seis días del mes de mayo de dicho año, habiéndose hecho las tres moniciones los días siguientes: la primera el día tres de abril, Domínica Cuadragésima; la segunda el día diez de dicha Domínica Pasionis Prim.; la tercera el día diez y siete Domínica Palmarum Prim. = En tanto se decía esta Misa Mayor en esta santa iglesia parroquial del pueblo de Señor San José y Santiago del Álamo, y no habiendo descubierto impedimento alguno, yo, don Manuel Sáenz de Juangorena, capellán de la Compañía Volante de San Carlos de Parras y actual teniente de cura de este pueblo, desposé solemnemente en dicha parroquial por palabras de presente a Juan José Altamirano, mestizo originario del pueblo de Parras, hijo legítimo de Isidro Altamirano y de María Josefa Alviso = y a María Juliana Lomas, mestiza, originaria de este pueblo, hija legítima de José Lomas y de María Ignacia Vázquez, habiendo preguntado y tenido de ambos su mutuo consentimiento, siendo padrino Rafael Estrada, originario de Parras, casado con Juana Alviso […] Manuel Sáenz de Juangorena”.

La partida de bautismo de Juan José Altamirano, padre de Santos Altamirano, nos amplía la información:

Al margen: “Joseph Miguel Nepomuceno, mulato libre, párvulo” Al centro: “En la pila Bautismal desta Yglecia Parroquial de Parras, en veinte y dos de mayo de mil setecientos setenta y quatro años, ex permisione parroquia, yo el B[achille]r Manuel Ygnacio Montoya bauptizé solemnemente, exorcizé, puse el santo óleo y chrisma a Joseph Miguel Juan Nepomuzeno de Altamirano, mulato libre que nació en vecindario de este pueblo el día quince de d[ic]ho mes, y es hijo lexítimo de Ysidro Juan Nepomuceno de Altamirano y de María Josepha Güemes, mulatos libres, vecinos de este d[ic]ho. Fueron en esta acto padrinos el Br. Dn. Juan Paulino Hernández y Da. María Josepha Sarmiento. A quienes advirtió su parentesco, y por que conste lo firmé. Manuel Ygnacio de Montoya”.

El abuelo paterno de Santos Altamirano, Isidro Nepomuceno Altamirano Hurtado, fue bautizado en Parras, el 23 de mayo de 1751, y era hijo de Miguel Cristóbal de Altamirano y de Antonia Silvestra Hurtado. Silvestra Antonia Hurtado fue bautizada en Parras el 29 de junio de 1727, y era hija de Fernando Hurtado y María de los Dolores, mulatos libres, calidad que se les atribuye en varias actas de bautismo de sus hijos.

Al margen: “Ysidro Nepomuceno, español” Al centro “En beynte y tres de mayo de mil setecientos y sinquenta y un años el Br. Dn. P[edr]o de Aragón, teniente de cura, bautizó solemnemente, puso los santos óleo y crisma en esta santa Yglecia parroquial del pueblo de Santa María de las Parras a Ysidro Nepomuceno, español, yjo lexítimo de Miguel Cristóbal de Altamirano, y de Antonia Silbestra Urtado, mestiza. Fueron sus padrinos Thadeo Gómez y María Teodora de Aranburu. Y por verdad lo firmé yo el P[arroc]o cura Bernabé Antt[oni]o de Roxas”.

El bisabuelo paterno de Santos Altamirano, Miguel Cristóbal de Altamirano, también era calificado como “español”, como podemos ver en la partida de bautismo de María Antonia Coronado Altamirano, hermana completa de Isidro Nepomuceno Altamirano Hurtado:

“En la parroq[uia]l de este pueblo, en diesiceis días del mes de noviembre de mil setecientos secenta y ocho años, el Br. Dn. Marcos Froilán Cano y Peres, como Th[enient]e de cura baptizó solem[nemen]te, exhorcisó, puso los santos óleo y chrisma a María Antonia Coronado, que nació el seis de d[ic]ho mes, hija legítima de Miguel de Altamirano, español, y de Antonia Silvestra, mulata libre, fue su padrino Juan Ernández, a quien se le advirtió su obligación, y por que conste, lo firmé. L[icenciad]o Joseph Dionisio Gutiérrez.

La partida de bautismo de la bisabuela paterna de Santos Altamirano, dice lo siguiente: al margen “Silvestra Antonia, mulata libre”. Al centro “En veinte y nuebe de junio de mil setecientos y veinte y siete años, en la Pila Baptismal de esta Yglesia Parroquial del Pueblo de Santa María de las Parras, el Lic[encia]do Dn. Luis Lobo Guerrero baptizó con mi licencia y pusso los Santos Oleo y Chrisma a Silbestra Antonia, mulata libre, hija lexítima de Fernando Urtado y de María de los Dolores, mulatos libres. Fueron padrinos Dn. Fran[cis]co Suárez, soltero, y Da. Juana de Herrada, doncella, españoles, vecinos todos de este pueblo, y para que conste, lo firmé. Manuel de Valdés.

La información presentada demuestra con toda claridad, cómo los viejos pobladores de Parras, de Viesca y de Mapimí, españoles, indios y africanos, se establecían en los ranchos de la gran Hacienda de San Lorenzo de la Laguna, cómo iban ellos a trabajar donde había empleo, y cómo, en 1893, sus lugares de residencia y sus familias quedaron incorporados al nuevo municipio de Torreón. Se trata de los más antiguos torreonenses, con linajes que se remontan a la era colonial y procedencias de diversos continentes.

lunes, diciembre 12, 2011

La reliquia y las siete virtudes





Una de las instituciones sociales que parecen caracterizar a la norteña ciudad mexicana de Torreón es la llamada “reliquia”. Este es un evento social de carácter popular que involucra aspectos filantrópicos, religiosos y gastronómicos.

Por esta razón, y para afianzar nuestros rasgos identitarios, la Escuela de Arquitectura de la Universidad Iberoamericana Torreón ofreció a la comunidad presente en el campus, una deliciosa reliquia de asado de puerco y siete sopas.

Es muy frecuente que entre las clases medias y populares de Torreón, muchas familias organicen y compartan de manera tradicional, año con año, esta comida. En realidad, la “reliquia” es la concretización anual de un culto perenne relacionado con algún santo o advocación de la Virgen. Una familia devota de San Judas Tadeo, de la Virgen de Guadalupe, de la Virgen de San Juan de los Lagos, etc., con ocasión de la fiesta anual del santo, prepara un cuantioso festín de asado de puerco acompañado de una guarnición de siete sopas de pasta. La carne representa el alimento del cuerpo; y las sopas, el alimento del alma. Al parecer, cada una de estas sopas representa la voluntad de prometer al santo, el ejercicio de las siete virtudes opuestas a los pecados capitales: La humildad, contra la soberbia; la generosidad, contra la avaricia; la castidad, contra la lujuria; la paciencia, contra la ira; la templanza, contra la gula; la caridad, contra la envidia; la diligencia, contra la pereza

Esta comida se distribuye de manera gratuita entre todos aquellos comensales que lo soliciten. Desde luego, los vecinos de la familia que ofrece la “reliquia” saben de antemano que ese la comida estará disponible, porque se trata, no de un evento aislado en el tiempo, sino que se repite año con año como una manda o voto hecho al santo.

Pero la “reliquia” no es solo comida. Siempre va acompañada de un acto litúrgico en familia o en pequeña comunidad de familiares y vecinos e invitados. Ordinariamente implica el rezo de cinco misterios del rosario, con todas sus letanías. Este acto de veneración al santo antecede al reparto de la comida. En muchas ocasiones, una danza de “matachines” (parte de nuestra herencia cultural tlaxcalteca) señala desde temprano el domicilio donde se ofrecerá una “reliquia”. Estos danzantes pueden ser contratados por la familia, o bien, puede tratarse de un grupo de personas que aportan su danza personal como ofrenda al santo en cuestión y en esa casa en particular.

Una vez terminado el rezo, se procede a la distribución de la parte gastronómica de la “reliquia”. La familia y los invitados especiales comen en los platos de la casa; los vecinos que no fueron al rezo pero sí a la distribución de la comida, suelen llevar sus propios platos. Cuando son muchos los solicitantes, forman fila y van pasando frente a las grandes ollas que contienen las sopas y el asado de puerco.

El asado de puerco es un guiso de trozos de carne de puerco (pierna, lomo) cocidos en una salsa hecha a base de chile rojo (chile ancho colorado, poblano seco), tomate y cebolla. Las sopas son de las llamadas “de pasta” y que se sirven secas, no caldosas: fideo, letras, almeja, semilla de melón, etc.

La “reliquia” en su conjunto constituye pues un acto de culto de carácter netamente ético, filantrópico, destinado a servir al ser humano en necesidad. Está muy lejos de la autoflagelación penitencial e individualista con que muchas personas de las clases populares de México creen agradar a la Divinidad, a los santos o a la Virgen. Sin duda hay un gran trasfondo cultural de origen prehispánico en esas actitudes masoquistas, tan dolorosas como estériles, con las cuales la “reliquia” nada tiene que ver.

Es muy interesante que en Torreón, la “reliquia” permanece como una comida o institución de carácter popular. No ha gozado de la aceptación directa o movilidad vertical que otros platillos y otras prácticas, han tenido.

La celebración y consumo de la “reliquia” pertenece al ámbito del “pueblo”, esta es la percepción de las clases altas y medias de Torreón. Aunque puede suceder que algunas familias pudientes apoyen económicamente a quienes organizan la celebración, estas familias nunca pensarían en adoptar la costumbre para sí. Existe un cierto desdén por lo que tenga sabor popular o de mexicanidad, porque “no viste”. La tendencia va hacia la valoración de lo extranjero y lo elitista.

Así, muchas señoras de las clases más desahogadas se reúnen a celebrar y venerar a la advocación alemana de la Virgen de Schoenstadt. Y están en todo su derecho. La religiosidad tiene derecho a manifestarse de acuerdo a posición y cultura, siempre y cuando nadie resulte agredido o lastimado. Y mejor aún si alguien resulta beneficiado, como en el caso de la “reliquia”.

Los torreonenses, al igual que los adolescentes (Torreón es una ciudad adolescente) pensamos que el mundo nació con nosotros. Realmente asumimos que la celebración de la “reliquia” surgió con nosotros por “generación espontánea”.

Pero la realidad es que la “reliquia” no es una institución originaria de Torreón. Estamos ante un caso de difusión cultural por migración. Con la apertura de las líneas de ferrocarril (1884-1888) Torreón quedó sujeto a la migración regional, nacional e internacional, y también a la adopción de las innovaciones tecnológicas o culturales que personas de otros ámbitos pudieran traer consigo. Llegaron la energía e iluminación eléctrica, los motores de vapor y de combustión interna, llegaron las modas, y también llegaron nuevas formas de celebración religiosa. Y decimos “nuevas” no porque fueran realmente nuevas, sino porque en la Comarca Lagunera fueron percibidas como nuevas.

En nuestro libro “El País de La Laguna”, mostramos la gran inclinación que tenían las clases populares de origen regional —colonizadoras de Torreón— hacia la celebración cotidiana y familiar de liturgias de origen virreinal: las “acostadas” y “levantadas” de niño, el rezo del rosario, la organización de danzas religiosas, etc. La celebración de la “reliquia” añadió elementos nuevos, al incorporar la obligación de preparar y compartir una comida a base de carne de puerco y sopas. La carne de puerco y el pavo o guajolote constituían los ingredientes “de lujo” de las comidas de origen popular.

Así que la “reliquia” era percibida como un verdadero banquete, y el nivel de compromiso que implicaba una obligación anual de este tipo era mayor que la versión regional lagunera, que solamente ofrecía pan dulce. Pero también, para satisfacción de los creyentes que se comprometían a celebrar la “reliquia”, la “gratitud” o la “complacencia” del santo venerado sería mayor. Es decir, la versión zacatecana del culto popular podía reemplazar con ventaja la versión regional. De ahí la paulatina adopción de esta costumbre.

La “reliquia” llegó a la Comarca Lagunera con los inmigrantes zacatecanos. Sabemos que había cierto flujo de migrantes de aquella región hacia Viesca (entonces San José y Santiago del Álamo) en la era colonial. Pero los que popularizaron la celebración de la “reliquia” en la Comarca Lagunera, fueron los zacatecanos que comenzaron a llegar cuando la Comarca Lagunera y Torreón quedaron conectados con el estado vecino por medio del ferrocarril.

En Zacatecas, la “reliquia” tiene muchos años de existir, tantos que el término “reliquia” zacatecana” es de viejo cuño y se refiere a la celebración religiosa de un santo con un platillo formado por asado de puerco y siete sopas de pasta. A diferencia de lo que ha pasado en Torreón, en Zacatecas la “reliquia” ha sido aceptada por los más altos círculos sociales y hasta existen restaurantes especializados en “reliquia”, como “El Pueblito” en la ciudad de Zacatecas.

La “reliquia” ha sido presentada entre las muestras gastronómicas “Los sabores de la tierra” organizadas por la Universidad Autónoma de Zacatecas. En esta muestra se ha distinguido formalmente entre la “reliquia” de asado y siete sopas, y la “reliquia” de atole de maíz, pinole y pan ranchero, es decir, entre la “reliquia” salada y la dulce. La “reliquia” de asado y siete sopas constituye uno de los platillos tradicionales de inmemorial de Valparaíso y Villa de Cos, en Zacatecas, entre otros lugares de ese estado de la federación.

En conclusión: la Comarca Lagunera ha tenido, desde la era virreinal, múltiples manifestaciones de culto privado. Las danzas, las “acostadas” y “levantadas” del Niño Dios han sido las tradiciones populares de carácter rural que más han pasado al ámbito urbano con los migrantes regionales. Los migrantes zacatecanos aportaron a la cultura religiosa y gastronómica de Torreón y de la Comarca Lagunera, esa forma particular y específica de veneración del santo, la “reliquia”, cuyo aspecto gastronómico consiste de asado de puerco acompañado de las siete sopas de pasta. Esta es una forma profundamente bíblica de culto, ya que “dar de comer al hambriento” es quizá la actividad religiosa más altamente valorada por los primeros cristianos (Mt. 25: 35)

viernes, diciembre 09, 2011

250,000 entradas al blog de Crónica




Agradecemos a los visitantes de este blog su interés y preferencia. Hoy hemos recibido la visita número doscientos cincuenta mil. Es decir, hemos tenido un cuarto de millón de entradas. Este número sería muy bajo y quizá hasta irrelevante en el blog de Brittney Spears, de Lady Gaga o de algún otro famoso de Hollywood. Pero para el género “Crónica” de una ciudad, se trata de un número muy alentador. Nuevamente, gracias.

Sobre Matamoros, Coahuila, en 1848




“Padrón y antecedentes étnicos del Rancho de Matamoros, Coahuila, en 1848” es el título del nuevo libro coeditado por la Escuela de Ciencas Sociales de la Universidad Autónoma de Coahuila, y la Universidad Iberoamericana Torreón.

Su contenido presenta los resultados de una investigación realizada en el Centro de Investigaciones Históricas de la Ibero Torreón, en torno al padrón que se levantó en la parroquia de Viesca y su jurisdicción, que abarcaba la antigua Hacienda de San Lorenzo de La Laguna. Sin embargo, aunque en ese padrón se manejan los datos de varias poblaciones, nuestro interés se centró en el Rancho de Matamoros.

El año de 1848 fue histórico para México y para La Laguna. A nivel nacional, se firmaba la paz con los EEUU. A nivel regional, la Hacienda de San Lorenzo era adquirida por Leonardo Zuloaga y su socio, Juan Ignacio Jiménez.

El libro recupera y transcribe el padrón de 1848, el cual aporta nombres de propietarios de casa, esposas (si están casados), hijos y huéspedes, miembros adoptados, edades, estatus sexual de las mujeres (señoritas o señoras, aunque sean solteras).

Como trabajo adicional y complementario, este autor rastreó 200 años de genealogía de jefes de familia y esposas matamorenses, de 1848 hacia atrás, con el objeto de determinar lugares de origen, etnias, migraciones periódicas, parentescos, endogamia y otros datos y fenómenos de interés.

Matamoros puede ser considerado el eslabón entre el pasado virreinal de la Comarca, y la modernidad del siglo XIX. Sus habitantes procedían en su mayoría de Viesca, de la Hacienda de Hornos. Y muchos de esos hombres y mujeres se convirtieron en colonizadores del Rancho del Torreón.

Consideramos que este libro, al igual que “La Vitivinicultura en el Pueblo de Santa María de las Parras” y “El País de La Laguna”, son básicos para entender la historia económica, social, étnica y cultural de nuestra Comarca, y particularmente, de Torreón. Próximamente, será presentado al público lagunero este nuevo título editorial.

Padrón y antecedentes étnicos del Rancho de Matamoros, Coahuila, en 1848, Sergio Antonio Corona Páez, Escuela de Ciencias Sociales de la UAC y Universidad Iberoamericana Torreón, México, 2011, 135 pp.

Santos, obligado a superarse


Amago de Oribe Peralta

El resultado del juego de fútbol de ida en la final de copa celebrado anoche en el TSM, fue adverso al equipo local, que perdió ante los Tigres de Monterrey por un gol a cero. Precisamente porque el gol de Tigres cayó en el minuto siete del primer tiempo, Santos hubiese podido jugar mejor y remontar si no hubiera perdido el control de sí Juan Pablo Rodríguez, quien propinó tremenda patada sobre un jugador regio, ameritando de inmediato su expulsión, y dejando a Santos con un hombre menos en la cancha.

Nuestros jugadores deben de actuar con la cabeza bien fría. Si no se pueden controlar a sí mismos, ¿cómo quieren controlar el partido? Máxime cuando se trata de la final del campeonato, como es el caso. Esperamos que hagan un mucho mejor papel en Monterrey, y se traigan la copa. Demuestren que valen lo que cuestan.

jueves, diciembre 08, 2011

Segundo Informe del Alcalde Eduardo Olmos Castro






El alcalde de Torreón, Eduardo Olmos Castro, ofreció su segundo informe de gobierno a la ciudadanía, en el marco de Teatro Martínez de esta ciudad.

El inmueble se encontraba completamente lleno, con una concurrencia muy diversa: políticos de todos los rangos y calidades, empresarios, personas de la cultura, las artes y las ciencias; militares de todas las graduaciones.

A las 19.30 horas dio inicio el evento. El informe fue ágil, transparente y muy conciso. Una pantalla gigante colocada en la avenida matamoros y calle Galeana, daba cuenta de los hechos a las personas que no alcanzaron a entrar al teatro. Por los aplausos que se prodigaban en los diversos rubros del informe, podemos pensar que hubo consenso entre la ciudadanía, de que las diversas partidas han sido bien empleadas.

miércoles, diciembre 07, 2011

La danza nocturna








Como todas las noches de los once primeros días de diciembre, se celebran peregrinaciones, corporativas o familiares, con personas que no pueden hacerlo a otra hora. Al frente de cada comparsa va la insignia, banderola o estandarte grupal, el logotipo o la razón social de la empresa. En su defecto, un gran ramo de flores como ofrenda.

Inmediatamente después va el cuerpo de los danzantes. Al final, los peregrinos en grupo, generalmente con velas encendidas y cantando letanías. Las imágenes que se muestran corresponden a una de las comparsas procesionales de las nueve de la noche.

El restaurante del ferrocarril




Como todos sabemos, nuestra ciudad surgió a la modernidad, no de un rancho algodonero de mediados del siglo XIX, sino de un cruce de vías que convirtieron al lugar en el ferropuerto de una pujante Comarca Lagunera.

Nada de raro tiene pues, que en sus primeros tiempos, el ferrocarril haya predominado en la vida urbana. La Gran avenida del Ferrocarril (ahora Presidente Carranza) era quizá la más importante de Torreón, hasta que en 1910, con motivo del centenario del “Grito de Dolores”, los torreonenses optaron por dedicarla a Agustín de Iturbide.

La estación del ferrocarril contaba, en 1922, con un restaurante y “elegante salón nevería”, el cual era propiedad de Francisco Rodríguez y Compañía”. Se trataba de don Francisco Rodríguez León, agente de negocios. Sin embargo, para hablar de los establecimientos más antiguos de la ciudad, debo mencionar a los restaurantes chinos, que fueron muy representativos en su época. En 1905, en la Villa del Torreón, existían los siguientes: “Cosmopolita” (avenida Hidalgo No. 21); “Wong Dick” (avenida Hidalgo No. 42); “Las Estaciones” (Juárez No. 20).

Otros restaurantes de la misma época fueron “El Niágara” (Juárez y Múzquiz); “El Progreso” (avenida Ferrocarril y Múzquiz); “Café Martín” (avenida Ferrocarril); “Alemán. Salchichonería Alemana” (calle Ramos Arizpe) y por supuesto, los restaurantes de los hoteles, que merecen un artículo por sí.

Para volver al restaurante “Estación de los Ferrocarriles” diremos que contaba con servicios más amplios; tenía un sistema de tarjetas personales con derecho a asistencia, que costaba 80 pesos al mes; había otras tarjetas, de carácter impersonal (es decir, acreditaban al portador a recibir el servicio, fuera quien fuera) que amparaban 20 comidas, y que costaban 20 pesos.

El restaurante contaba con servicio a la carta, pero también podía preparar y ofrecer banquetes, en el establecimiento o a domicilio, con solo llamar al teléfono Sep. 113. El salón de nevería ofrecía helados de varios sabores, y un ambiente musical logrado por medio de una pianola que contaba con un “excelente repertorio”. Los servicios del restaurante eran aprovechados por cualquier persona, por $1 peso el cubierto; sin embargo, para los viajeros, el mismo servicio costaba $ 1.50.

El restaurante contaba con vinos que denominaba “finos”, como los “Rioja” y “Gorri”. La botella costaba $ 1.50 pesos, y la media botella, $ 0.75. Cervezas las había “Carta Blanca”, y “XX”, por cincuenta centavos. En 1929, un menú dominical cualquiera del Restaurante del Ferrocarril ofrecía Sopa crema de tomate, macarrón a la italiana, pescado con salsa tártara, mole de pavo estilo poblano, frijoles refritos, postre, café o te. En la nevería se podían conseguir ponches y bebidas de todas clases.


Libros galardonados por "Gourmand"






La historia económica de la Laguna virreinal supera todo lo que uno se hubiera imaginado. Una economía doble, que involucra, por un lado, a un pueblo de indios con vecinos españoles que se dedicaban a la fabricación de vinos y aguardientes. Se trata, desde luego, del pueblo de Santa María de las Parras, capital judicial, misional, cultural de la Comarca Lagunera (El País de La Laguna).

Su producción, establecida bajo el sistema mercantilista de manufacturas agroindustriales a cambio de plata, representó un sistema económico sustentable. Su producción y comercio representó el de mayor magnitud en la Nueva España. Por otro lado, aquí mismo en la región, se encontraban las haciendas productoras de básicos, como cereales, legumbres y ganado de engorda. Ambos sistemas coexistían e interactuaban.

Esta historia olvidada ha causado un enorme interés entre todos aquellos investigadores, profesionistas y amantes del vino de todo el mundo. Por esta razón, “Gourmand World Wine Book” le otorgó su premio anual para México, 2011, en la categoría “Libro de Historia de las Bebidas” a “La vitivinicultura en el pueblo de Santa María de las Parras. Producción de vinos, vinagres y aguardientes bajo el paradigma andaluz (siglos XVII y XVIII)” de autoría de este Cronista.

Este libro, como ganador por México, competirá por el título de “Mejor libro del Mundo” en la Feria Internacional del Libro, en París, con la asistencia de 120 países. En marzo, se darán a conocer los resultados en el celebérrimo teatro “Les Folies Bergere” de la Ciudad Luz.

Otro libro que también llamó la atención de los jueces, fue el que lleva por nombre “Turismo del Vino. Análisis de casos internacionales” y que fue coordinado por Damià Serrano, Jordi Tresserras y Francisco Xavier Medina, y que fue editado por la Universidad Abierta de Cataluña. Para este libro, este cronista aportó un capítulo, precisamente sobre la importancia de considerar a Parras en la lista mundial de zonas turísticas del vino a partir de su denominación de origen, Valle de Parras.

A este libro, “Gourmand World Wine Book” le otorgó su premio anual para España, 2011, en la categoría “Libro de Turismo del Vino”. Igualmente competirá por el primer lugar mundial, para obtener el “Gourmand Best in the World”, o sea, “Gourmand-El mejor del Mundo”.

martes, diciembre 06, 2011

Peregrinaciones en 2011



Como cada año, se cuentan por centenas las empresas, corporaciones, asociaciones y familias que hacen la peregrinación al Santuario de Guadalupe, partiendo de la Alameda Zaragoza. Serán unos tres kilómetros de distancia, en el centro de Torreón.

El vestuario puede ser muy diverso entre los danzantes que ejecutan sus bailes y actos musicales, acompañados de la “tambora” y caracoles. El vestuario tradicional es el de los matachines de raigambre tlaxcalteca, de color rojo, con abalorios de carrizo. El acompañamiento del violín, que se veía en las viejas procesiones, ya no se ve sino en algunos ranchos o poblaciones rurales aisladas.

En la Alameda Zaragoza, en la fuente del Pensador, se ha instalado un “pueblito” navideño para regocijo de los transeúntes. En su inauguración, hace algunos días, grupos de jóvenes cantaron villancicos.

Peregrinaciones en 1922


Desde comienzos del siglo XX, inició la celebración de las multitudinarias “peregrinaciones” al santuario de Guadalupe de Torrón. No hemos encontrado relatos ni descripciones previas a la de 1922. Pero ya en ese año, los reporteros comentaban que “pocos años se ha despertado tanto entusiasmo para conmemorar la fiesta Guadalupana, como el presente”.

Desde luego, en 1922 ya era usual que estas fiestas se celebraran en el santuario de Guadalupe, la primera parroquia que tuvo Torreón. La víspera del 12 de diciembre de ese año, se efectuó una “Noche Santa” o noche eucarística, que consistió en la exposición del Santísimo en su correspondiente custodia, desde las 11 de la noche del día 11 de diciembre, hasta la madrugada del 12, en que se celebró la primera misa.

Por entonces, era muy seguro transitar por las calles del centro en la madrugada. Toda la noche del 11 al 12, en incesante y concurrida romería, los devotos fueron a visitar a la Virgen, con el objeto de llevar ofrendas de flores, o de lágrimas. Por supuesto, no podía faltar la música. A las 5 de la mañana hubo una “alborada” o “mañanitas” en la que un orfeón cantó varios motetes, es decir, música sacra. A las 6.30 de la mañana, se celebraría la misa y comunión de los fieles.

Pero ahí no terminaba el festejo. A las 8 de la mañana del día 12 de diciembre, desde el templo del Carmen partió una peregrinación hacia el santuario de Guadalupe, en la que diversas asociaciones católicas llevarían en desfile sus respectivos estandartes. Pero también desfilaron obreros y campesinos de los ranchos y haciendas cercanas. Estos peregrinos fueron recibidos con otra misa. Al concluir esta, se expuso el santísimo para su veneración por diversas asociaciones religiosas. A las 4 de la tarde, hubo un ofrecimiento de flores, y la admisión de nuevos cofrades en las asociaciones piadosas. En el patio contiguo del templo del Carmen, también a las 4, hubo un festival obrero.

Por la noche del 12 de diciembre de 1922, se finalizó la jornada con una kermessse y fuegos pirotécnicos. Por la tarde, el comercio cerró, de acuerdo a disposiciones de la presidencia municipal. La costumbre de peregrinar hacia los lugares considerados santos. Viene de muy atrás en el tiempo. En el caso de la Virgen de Guadalupe, la costumbre se remonta al siglo XVI, de acuerdo a las fuentes disponibles. Durante la era colonial, era frecuente realizar “procesiones” o “peregrinaciones” cuando había problemas sociales, como epidemias, hambrunas, sequías, etc.

En Torreón, el santuario de Guadalupe como parroquia se remonta a 1893, en que fue elevada a ese carácter. Su construcción demoró varios años más.

domingo, diciembre 04, 2011

Santos, a la final


En un reñido juego de vuelta, efectuado anoche en las canchas del TSM de Torreón, el equipo local de fútbol, el Santos Laguna, se convirtió en finalista para el torneo apertura 2011.

El equipo del Santos hizo ayer tres goles, cuyos autores fueron Juan Pablo Rodríguez (un penal espléndidamente cobrado) y Christian Suárez, que anotó dos tantos. El marcador global (ida y vuelta) quedó 4 a 4, pero la mejor posición en la tabla, le dio el pase al equipo de La Comarca.

El Santos luchará su octava final por la copa, para ganar su cuarto título como campeón. De otra manera, si perdiera, obtendría solamente su quinto subcampeonato.

En esta ocasión, el rival será el Querétaro, o los Tigres de la UANL


viernes, diciembre 02, 2011

C.N.D.H. en Torreón

Para difundir la cultura del respeto, Rubén Moreira Valdés, Gobernador de Coahuila desde ayer que tomó posesión del cargo, inauguró ayer mismo en nuestra ciudad, la oficina regional de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH).

También aquí mismo, firmó un convenio de colaboración entre el Gobierno de Coahuila y la CNDH, mediante el cual ésta apoyará al Estado de Coahuila en lo que se refiere a temas de capital importancia, como son el respeto a los derechos humanos de los mexicanos, y la capacitación de funcionarios y ciudadanos en el conocimiento de sus derechos y de los procedimientos para defenderlos.