Escudo de Torreón

Escudo de Torreón

miércoles, marzo 28, 2007

Presbiterianos en Matamoros, Coahuila

Es tiempo de que en La Laguna seamos un poco más abiertos de mente, y que entendamos que la historia de las comunidades de cultura o mentalidad alterna ni compite con la nuestra ni nos perjudica, sino que nos enriquece.

La sociedad torreonense no se encuentra conformada exclusivamente por católicos. Existen otros grupos que por su fe cristiana (mas no católica) han sido denominados, un poco despectivamente, “sectas”. Desde luego, este es un calificativo que se aplica desde el lugar social que considera tener la verdadera fe. Los Griegos Ortodoxos podrían llamarnos “secta” a nosotros los católicos, porque hace poco más de mil años que “abandonamos” la ortodoxia de la fe, tal como aquéllos la entienden. Y los judíos a su vez llamaron “secta” a la fe cristiana, incluyendo a los griegos.

Es mucho más respetuoso, cortés y educado llamar a estos grupos “iglesias” (del griego Ecclesía) porque es el término que utilizaban los apóstoles para denominar a los grupos de cristianos de las diversas ciudades de Asia, Europa y África. Y no trato ya de otras comunidades, como pueden ser la musulmana o la judía. Todas ellas merecen nuestro sincero respeto y colaboración, puesto que trabajamos de manera constructiva por el bienestar de todos los laguneros.

Y para volver al tema que nos ocupa, mencionaremos que no ha sido estudiado todavía el impacto que tuvieron las iglesias Bautista, Presbiteriana, Metodista, Pentecostal, etc. en la formación y crecimiento de Torreón. La famosa tesis de Max Weber sobre el papel de la ética protestante en el desarrollo capitalista indica rumbos de posible investigación histórica (ver “La ética protestante y el espíritu de capitalismo”). A mí siempre me ha llamado la atención que frente a nuestra plaza de armas de Torreón exista, no una parroquia católica, sino el edificio original de la Primera Iglesia Bautista.

Las iglesias protestantes ya estaban muy activas en Matamoros, Coahuila, en 1881. La primera congregación Presbiteriana surgió en dicha villa en ese año. El domingo 6 de marzo de 1887 inauguraron, con toda solemnidad, su primer templo ahí mismo. Las misiones presbiterianas aportaron la cantidad de $137.50 pesos mexicanos para este fin. Realmente más merecía el nombre de capilla que de templo, ya que sus dimensiones eran poco menores de 16 por 5 ½ metros. Se encontraba situada en la misma arteria que el templo católico de Nuestra Señora del Refugio.

La ceremonia de dedicación estuvo bastante concurrida, y el primer servicio se celebró a las diez de la mañana, con la predicación del Rev. Mariano E. Beall, que era el encargado (en 1886) de la misión Presbiteriana en Lerdo, Durango. Se leyó el capítulo 8 del Libro Primero de los Reyes (la dedicación del templo por Salomón). El segundo servicio se llevó a cabo a las siete de la noche, con mucha mayor concurrencia que en la mañana.

La comunidad presbiteriana de Lerdo era numerosa, a pesar de que no contaba con un templo. En el mencionado año de 1887, una sociedad de señoras de Appleton, Wisconsin, EEUU, donó un órgano para las reuniones de los miembros de la comunidad de dicha población lagunera. Fuente: periódico “El Faro”, 15 de abril de 1887, pp. 62, 63.).

domingo, marzo 25, 2007

El general (Porfirio Díaz) retorna a La Laguna

Bajo este título, el reportero del periódico semanal Espacio 4 de Saltillo, Julián Parra Ibarra, realizó una entrevista al artista lagunero Gerardo Beuchot. Este encuentro apareció publicado en el No. 296 del 13-26 de marzo de dicha publicación, y correspondiente a la semana que termina.
El encabezado completo dice: “En el mural Comarca Lagunera, orígenes y dinámica” don Porfirio no es “el malo de la película”. "El general retorna a La Laguna como maquinista y causa revuelo”. La entrevista analiza los porqués de la inclusión de la figura de Porfirio Díaz en el mural.

La entrevista realizada a Gerardo Beuchot viene acompañada por otras dos que Graciela Rodríguez hizo a Armando Fuentes Aguirre, periodista, escritor y Cronista Oficial de Saltillo, y a Jesús Alfonso Arreola Pérez, presidente del Colegio Coahuilense de Investigaciones Históricas.

Fuentes Aguirre fue tajante al ser interrogado sobre la obra de Beuchot: “El artista tiene toda la razón, no solo desde el punto de vista de la libertad para expresarse; en este caso, también le asiste el rigor de la verdad. La idea de representar a Díaz en la forma que lo hizo la encuentro muy acertada e ingeniosa, porque ciertamente la mayor importancia de su largo gobierno la dio al impulso económico del país. Lo sacó de una larga etapa de ruina y desolación, fruto de las constantes luchas civiles e hizo de México un país moderno al lado de naciones económicamente más avanzadas”.

Gerardo Beuchot manifestó la estrecha colaboración que hubo entre él y el Cronista Oficial de Torreón, el que escribe estas líneas —como asesor histórico— para la realización de dicho mural. Y al respecto dijo Armando Fuentes Aguirre: “la actitud del autor (Beuchot) se suma a una nueva corriente que ofrece una versión alterna al relato histórico, para devolverle a cada quien el lugar que merece”. “En este sentido, el Cronista de Saltillo aplaude la posición del artista”. El Lic. Arreola Pérez fue del mismo parecer.

Como académico, puedo afirmar que existe un abismo entre la historia oficial y la historia documental. La historia oficial suele ser, en México y en el mundo entero, una historia elaborada por encargo y que tiene como fin apuntalar, legitimar, instalar y perpetuar al grupo en el poder. De ahí que por esencia le interesa más la propaganda (promoción de sus valores e ideas) que la verdadera verdad, la verdad histórica o documental.

Nadie puede negar que Porfirio Díaz ha sido uno de los más grandes presidentes y patriotas que han gobernado en México. Tan patriota como para derrotar a los franceses intervencionistas en la batalla del 2 de abril. Los torreonenses desmemoriados han olvidado que así se llamaba nuestra plaza de armas, que la calzada Cuauhtémoc se llamaba “Porfirio Díaz”, que fue el gobierno de este general el que nos dotó de vías férreas, de exenciones fiscales y del título de ciudad el día 15 de septiembre de 1907 (su cumpleaños).

Reconocer esto no me hace “porfirista” (el calificativo es ridículo, como si el general estuviese vivo y promoviendo sus intereses políticos). Me hace un historiador serio, uno que toma en cuenta la evidencia documental y no el interés del “partido” cualquiera que éste pudiera ser (que en mi caso, es ninguno. Nunca he pertenecido ni simpatizado con alguno, ni me interesa hacerlo). Porfirio Díaz no solamente no dejó deuda externa al final de su gestión, sino que dejó un sustancioso superávit. ¿Cuántos presidentes han sido capaces de hacer otro tanto?
El mismo Madero se declaró el mayor admirador de Porfirio Díaz en 1909 (si no lo cree, lea Ud. “La Sucesión Presidencial” de Francisco I. Madero). Así que si el padre de la Revolución Mexicana admiraba tanto al general Díaz y se rodeó de un gabinete porfirista cuando llegó a presidente (Zapata se lo recriminó de fea manera) ¿porqué se nos dificulta tanto concederle al general Díaz el mérito que tuvo?

jueves, marzo 22, 2007

Familias centenarias de Torreón: los Perales

Los padrones o censos han sido, a lo largo del tiempo, uno de los instrumentos del Estado que han resultado de mayor utilidad para los historiadores y cronistas. El padrón da cuenta del número de personas que habita cierto lugar en cierta época, y manifiesta información sobre las personas que lo integran, como nombres y apellidos, edad, estado civil, ocupación, grado de alfabetización.

El padrón que se levantó en la Congregación del Torreón en 1892 se conserva en el Archivo Estatal de Documentación de Ramos Arizpe, Coahuila, en el fondo Siglo XIX, caja 18, carpeta 9, expediente 1, y nominalmente consta de 40 fojas (80 páginas).

Este padrón constituye el “libro de los fundadores” de Torreón, ya que él se asientan los nombres y apellidos de las personas que habitaban Torreón un año antes de ser erigido en villa y municipio. Desde luego, no todos los torreonenses fundadores vivían en Torreón. Muchos vivían en Lerdo (Durango) o en San Pedro (Coahuila). Pero ciertamente podemos afirmar que todas las personas mencionadas en este censo tienen la categoría de “fundadores” por derecho propio y por testimonio del documento en cuestión.

Entre muchas otras personas que tenían lazos de parentesco consanguíneo y político, encontramos citados a Margarito Perales, de 63 años, nacido en 1829, soltero, labrador (No. 587); Gertrudis García, de 60 años, nacida en 1832, viuda (No. 588); Gregorio Perales, de 69 años, nacido en 1823, viudo, labrador (No. 589); Remigio Perales, de 12 años, soltero (No. 590), Natalio Perales, de 8 años (No. 591). En otra parte del padrón encontramos a Isidoro Perales, de 39 años, soltero, artesano (No. 728), y a Luz Perales, de 6 años (No. 729).

Los Perales eran originarios de Santa María de las Parras. María Gertrudis García, residente de Torreón en 1892, era la viuda del señor Reyes Perales, con quien procreó a Gregorio de Jesús, bautizado en Parras el 28 de noviembre de 1858; a José Felipe de Jesús, bautizado en Parras el 10 de febrero de 1861, a José Margarito de Jesús, bautizado en Parras el 15 de junio de 1863, María Margarita Perales, bautizada en Parras el 20 de agosto de 1867. Brígida Perales García, hermana entera de los anteriores, fue bautizada en la jurisdicción parroquial de Matamoros, Coahuila, el 30 de enero de 1874. Este último bautismo demuestra que los Perales García pasaron de Parras a Matamoros en el período comprendido entre 1867-1874. Ver libro de bautismos de Parras 1858-1868, y libro de bautismos 1870-1875 de Matamoros.

En 1892, María Gertrudis García estaba acompañada de sus cuñados, hijos pequeños o nietos. Se trataba de un verdadero núcleo de familia extensa que se agrupaba para sobrevivir en un medio cambiante y extraño.

Entre los miembros de la familia Perales de Parras encontramos a Manuel Thomás Perales, casado con Laureana de Espinosa el 25 de diciembre de 1759 (libro de Matrimonios 1750-1785 de Parras).

Para el primer tercio del siglo XIX, son numerosas las ramas de la familia Perales que residían en Parras. Como todos los laguneros, debían luchar cotidianamente contra los elementos de la naturaleza y contra los salvajes que atacaban sin previo aviso. Un parte de Mariano Morelos fechado el 25 de marzo de 1851 dice así “Presidencia Municipal de Parras. Benito Perales, á quien hirieron los indios el día 19 del corriente en la labor de D. Pedro Zapata, ha fallecido en la mañana de hoy, y según me informa su primo Pedro Perales, no ha dejado bienes ningunos para costiar su entierro […] lo que pongo en conocimiento de Ud.”.

martes, marzo 20, 2007

La "Sunset Route" o "Ruta del Crepúsculo"

El 18 de mayo de 1888, apenas a dos meses de la inauguración del Ferrocarril Internacional Mexicano, y a cinco meses de que los trabajos de construcción del mismo habían finalizado en la Hacienda del Torreón, un reportero de la publicación periódica “El Partido Liberal” escribía en la página 3:

“El Ferrocarril Internacional Mexicano, que forma un nuevo camino ferroviario a México, se conocerá en lo sucesivo bajo el nombre de la “Sunset Route”. Su tramo se extiende vía Torreón y Piedras Negras, México, y se une en Eagle Pass, Texas, con el gran sistema del Ferrocarril Meridional Pacífico.

Por el Ferrocarril Internacional hay 553 millas menos de distancia que por cualquier otro Ferrocarril entre México y Nueva Orleans, Nueva York, Filadelfia, Washington, y otras ciudades del este de los Estados Unidos del Norte; 406 millas menos entre México y San Luis Mo., Chicago, Cincinnati, Milwakee y otras ciudades del interior; 304 millas menos entre México y Kansas City, Omaha, San Pablo, Min. y otras ciudades del oeste.

Todos los trenes directos estarán provistos de los nuevos wagones dormitorios Pullman. Los pasajeros y fletadores deberían ver al Sr. S.W. Eccles, el agente de la “Sunset Route” en su despacho, situado en la 1ª calle de San Francisco num. 1 y esquina de San Juan de Letrán”.

lunes, marzo 19, 2007

Los primeros inmigrantes

Cuando Leonardo Zuloaga y Luisa Ibarra abrieron al cultivo las tierras del rancho del Torreón, dieron inicio a un movimiento migratorio regional para satisfacer la mano de obra que las nuevas labores requerían. En esa época, la única fuerza de trabajo que se necesitaba en Torreón era la de los campesinos, de preferencia de los ranchos y haciendas comarcanos.

En la medida en que las operaciones de cultivo fueron creciendo en volumen e importancia, en esa medida llegaban para quedarse personas que eran originarias de poblaciones más lejanas.

Cuando comenzaron a operar las líneas de ferrocarril en la comarca, entonces se abrió la posibilidad de una inmigración masiva y periódica. Los pizcadores se trasladaban desde otros lugares para cosechar el algodón y ganar lo que no ganarían en otros rumbos. Torreón era una de las plazas que pagaban mejores jornales.

Decía el “Boletín de la República Mexicana” en una de sus ediciones de 1898: “Las cosechas de algodón en La Laguna prometen ser este año mucho mejores que el anterior. Se espera que con esto aumente la inmigración, pues allí se pagan jornales más altos que en cualquiera otra parte del país. Para subvenir a esta necesidad, se han hecho proposiciones a los mexicanos residentes en Texas para su repatriación”.

Si La Laguna competía con los Estados Unidos por la mano de obra, y podía pagar salarios equivalentes o mayores para mantenerla, era de esperarse, como lo comenta el periódico de 1898, que la inmigración creciera. En el siglo XVIII, el pueblo de Parras hacía lo mismo para conservar disponible su mano de obra y evitar que cayera en manos de los hacendados locales.

Muchos nacionales llegaron para quedarse. Un caso como muchos era el de Benigno Escalante, nacido en 1854, quien se casó con María Espiridión Yonotrosa el 14 de enero de 1876, en Matamoros, Coahuila. En 1892, este matrimonio residía en Torreón. En el padrón de ese año, Benigno declaraba ser de ocupación “artesano”. El matrimonio estaba acompañado de sus hijos Federico, Vicente, Santiaga, María, y José María.

Otro caso tomado al azar es el de Juan Estupiñán y Felipa González, casados en Río Grande, Zacatecas, el 7 de septiembre de 1873. Este matrimonio se contaba entre los residentes de Torreón empadronados en 1892. Juan había nacido en 1832, seguramente en Río Grande, donde existía numerosa familia de ese apellido. En 1892 Juan declaraba ser “labrador”, es decir, pequeño agricultor (ordinariamente asalariado). Al matrimonio le acompañaban sus hijos Margarito, Francisco y Macario.

El crecimiento de la población y del circulante demandaba la oferta de todo tipo de bienes y servicios. Así llegaron los labradores, artesanos, comerciantes, profesionistas, inversionistas y todo tipo de inmigrantes de la Comarca, de Coahuila y Durango, de México y del mundo entero.

domingo, marzo 18, 2007

Familias centenarias de Torreón: los Adriano

Uno de los apellidos característicos de los viejos inmigrantes tlaxcaltecas de la Comarca Lagunera es “Adriano” o “de Adriano”. No deja de ser interesante que éste es uno de los apellidos laguneros que a la fecha gozan de reconocida nobleza en España, porque sus descendientes están en posesión de hidalguía heredada de sus mayores por los diferentes títulos de conquistadores, pobladores y pacificadores, y por los méritos y servicios que prestaron a La Corona durante las campañas de defensa del territorio contra las incursiones de cabezas, tobosos, apaches, etc.

Se trata de un apellido que está ampliamente documentado en las parroquias de Parras, de Viesca, Mapimí, Matamoros, Torreón y lugares cercanos. En el padrón de la Congregación del Torreón de 1892 encontramos a varios individuos de este apellido, de ambos sexos, y con edades que variaban entre los 19 y los 13 años. Sus nombres eran Simón, Sabás, Gertrudis, Rosa y Antonio.

Algunas personas de este apellido en Santa María de las Parras fueron las siguientes: Ángela Adriano, hija de Pablo Adriano y de Ignacia de la Cruz, bautizada en Parras en octubre de 1683; hermano de éste fue Florencio Adriano, bautizado el 20 de octubre de 1687 ahí mismo; Antonio Adriano, casado con María Bartola el 23 de noviembre de 1762 en Parras; Benito Adriano, casado con María Manuela Carmona el 15 de junio de 1802 en Parras, y muchos otros.

En Álamo de Parras, ahora Viesca, existió una frondosa rama de este apellido. Debemos recordar que Viesca fue una colonia de Tlaxcaltecas parrenses que hicieron este nuevo poblamiento durante el primer tercio del siglo XVIII. Muchos apellidos parrenses arraigaron en este nuevo asentamiento.

De los Adriano de Viesca podemos mencionar a Carlos Adriano, nacido ahí en 1768 y casado con Josefa Gallegos en 1793. Este matrimonio fijó su residencia en Mapimí, donde encontramos a Florentino Adriano Gallegos, casado el 5 de mayo de 1816 con María Antonia Ochoa Rivera; María Petra Adriano Gallegos, casada con Gervasio Sáenz Aguilera en 1815; María Marta Adriano Gallegos, casada con Antonio Saturnino Acosta Pérez en 1820. Carlos murió en Mapimí el 22 de abril de 1832.

Gregorio Adriano, nacido en Álamo de Parras (Viesca) en 1780, casó en 1800 ahí mismo con María Juana Roberta Guerrero. Fueron vástagos de este matrimonio María Martha Adriano Guerrero, nacida en 1807 en Álamo de Parras; Secundina Adriano Guerrero, nacida en el mismo lugar en 1808, y casada con Mauricio Ramos el 7 de enero de 1833, también en Viesca.

Este es un buen momento y lugar para agradecer públicamente a la Iglesia de los Santos de los Últimos Días el permitirnos el acceso a sus grandes recursos genealógicos, sin ser miembros de la misma. Sin duda alguna, su contribución para la historia de los linajes regionales es muy grande.

jueves, marzo 15, 2007

Bodas de Oro de la Villa de Torreón


En un artículo anterior mencionaba cómo Eduardo Guerra logró un importante consenso al hacer que se aceptara como fecha inicial para celebrar los aniversarios de Torreón la del 15 de septiembre de 1907, es decir, la fecha de elevación nuestra población al rango de ciudad.

Esto pudo lograrse porque en 1932 Eduardo Guerra, con apoyo del ayuntamiento, y de la cámara de comercio, celebró los 25 años de Torreón con la publicación de su "Historia". Este evento fijó la cronología para las celebraciones de la ciudad; así, en esta lógica, las siguientes celebraciones serían las bodas de oro de Torreón como ciudad en 1957 (recordemos la antorcha luminosa del cruce de Morelos y Cepeda) y finalmente, el centenario en el 2007.

Sin el menor interés de polemizar y solo como un dato curioso para la historia de las celebraciones de los aniversarios de Torreón, mencionaré que un sector de la población local celebró las bodas de oro de Torreón en 1943. En esa fecha lo que estas personas querían celebrar era los 50 años de la elevación de Torreón al rango de municipio.

Esta celebración se dio en el contexto de la “Feria del Algodón y de la Victoria”. Esta era una “Gran exposición Industrial, Agrícola y Ganadera, del 12 al 26 de septiembre de 1943”. El principal motivo de celebración lo constituía “1893-1943. Bodas de Oro de Torreón”

El ambiente bélico de la Segunda Guerra Mundial se encontraba en la atmósfera de la ciudad, aunque en una versión incruenta y muy festiva. El 11 de junio de 1942, México le había declarado la guerra a los países del Eje. En julio de 1943, los aliados habían desembarcado en Sicilia, iniciando así el camino de la victoria sobre Alemania.

La victoria aparece como una moderna figura alada posada sobre una paca de algodón y enmarcada por la “V” emblemática de Churchill. Esta figura alada (una versión moderna de la “Niké” o victoria) portaba traje militar y enarbolaba una bandera mexicana.

Agradecemos al Archivo Municipal y a Carlos Castañón haber facilitado copia del volante publicitario que contiene en un recuadro la información sobre los motivos de celebración de esta feria torreonense de 1943.

Evidentemente, el año de 1893 no fue aceptada por los torreonenses como fecha inicial de su historia urbana, porque sería celebrar algo que Torreón ya no era ni es. Al ser Torreón una ciudad, no podía celebrar su elevación a villa como evento inicial de la historia citadina. De ahí que los torreonenses optaron por 1907, año en que obtuvo la condición de ciudad que hasta ahora tiene.

martes, marzo 13, 2007

Polvos de aquellos lodos

La investigación histórica está muy lejos de ser tarea de una sola persona. La historia es una de esos saberes que son construidos por toda una comunidad académica. Se trata de obtener información de fenómenos sociales del pasado sustentada en evidencias.

Este es un trabajo interdisciplinario, donde cada científico social aborda un aspecto particular del fenómeno colectivo. No se trata de fechas ni de héroes, batallas o generales. Las actividades bélicas constituyen mas bien rupturas en la vida de una sociedad.

Puede ser interesante la historia de los fenómenos económicos de una sociedad o sociedades. La mentalidad es igualmente importante ¿cuáles fueron los valores de una comunidad?, ¿cómo ésta interpretó o construyó su realidad?

En este sentido, no podemos explicarnos el poder actual de los Estados Unidos si no entendemos el valor que le daban sus ciudadanos del siglo XVIII al crecimiento económico, a la ganancia y al control de los mercados. Y esto en el contexto de una herencia cultural inglesa caracterizada por su Revolución Industrial.

Así pues, si la escritura de la historia es una empresa colectiva, toda aportación, refutación, argumentación o reinterpretación es bienvenida, siempre y cuando sea académicamente seria y tenga por sustento evidencia documental.

El lamentable episodio del desalojo de los sedimentos del Canal de la Perla ocurrido hace una semana, demuestra la falta de espíritu de equipo cuando se trata del rescate del patrimonio común que es nuestra historia citadina.

Sin embargo, no todo está perdido. Si la Dirección de Obras públicas de Torreón sabe dónde fueron depositados esos lodos, los arqueólogos del INAH pueden revisar, cribar y documentar el contenido de los sedimentos. Por supuesto que no obtendrán la misma información que hubieran logrado recabar si ésto se hubiera hecho “in situ”, ya que faltará el contexto físico original de los objetos. Sin embargo, algo se recuperará.

domingo, marzo 11, 2007

El Estado de La Laguna

El pasado viernes se dio a conocer la noticia de que los diputados federales panistas presentaron un proyecto de reforma constitucional que abriría la posibilidad de configuración de La Laguna como un nuevo estado de la federación.

Para muchas personas, sobre todo desde la óptica saltillense y duranguense, La Laguna de Coahuila y de Durango constituyen dos territorios “separatistas” que “inexplicable y tercamente” tratan de unirse. Es decir, lo interpretan como un fenómeno de separatismo y se califica como algo “pretencioso” e indeseable, casi un acto de traición a los estados madre de Coahuila y Durango.

Saltillo y Monclova cargan ya con el trauma de la separación de Texas cuando ésta era parte de Coahuila y aquéllas sus capitales, por lo cual hablar de secesión de parte del territorio estatal les enerva.

Sin embargo, sobre La laguna, la historia nos da una perspectiva muy diferente. La Comarca Lagunera fue arbitrariamente separada en dos por el monarca Carlos III al final de su reinado. Una parte se quedó en la Nueva Vizcaya, y la otra fue añadida a Coahuila, que en esa época era solamente la parte centro y norte del estado actual.

Es decir, La Laguna conformaba una región integral que fue arbitrariamente separada durante el último tercio del siglo XVIII; se trata de dos jurisdicciones que buscan reunirse tras haber sido separadas, y no de dos regiones separatistas que buscan configurar la unidad por vez primera.

En efecto, desde 1594 la región era conocida como “Provincia de La Laguna”. El 6 de abril de ese año, Felipe II permitió a los jesuitas pasar a evangelizar dicha “provincia” (la palabra se usaba en el sentido de región).

En 1598, con la fundación de Parras, esta percepción se formalizó al erigir la Alcaldía Mayor de “Parras, Laguna y Río de las Nazas”. Antón Martín Zapata fue el primer Justicia Mayor de dicha jurisdicción.

Las misiones Jesuitas de esta provincia y Alcaldía Mayor incluían Mapimí, San Juan de Casta (León Guzmán), Cinco Señores (Nazas) y muchísimas otras poblaciones de La Comarca. Esta provincia o Alcaldía Mayor se ubicaba en la Gobernación de la Nueva Vizcaya.

Por si fuera poco lo anterior, al unirse por matrimonio las familias de los marqueses de Aguayo y la de los condes de San Pedro del Álamo durante el primer tercio del siglo XVIII, las posesiones de ambas familias prácticamente coincidieron con lo que llamamos Comarca Lagunera de Coahuila y Durango. La administración de la producción agropecuaria de toda la región se llevó a cabo de manera unitaria e integral durante casi un siglo. Pasaban trabajadores con sus familias de uno a otro punto, y se configuraron lazos y redes de parentesco en toda esta área.

No fue sino hasta la reforma jurisdiccional y creación de la Comandancia de las Provincias Internas que la parte de la Comarca Lagunera ubicada al oriente del Río Nazas fue incorporada a la Provincia de Coahuila (1787).
Insisto: bajo esta perspectiva, las dos Comarcas laguneras no son dos regiones que tratan de separarse y unirse por capricho, sino dos regiones que jamás han perdido su sentido de identidad y de unidad.

viernes, marzo 09, 2007

Inauguran la Galería de Arte Contemporáneo

El pasado miércoles 7 de marzo fue inaugurada la Galería de Arte Contemporáneo anexa al Teatro Isauro Martínez. Con una gran concurrencia, el recinto quedó formalmente abierto con una primera exposición, una muestra pictórica de artistas contemporáneos consagrados.

Realmente este anexo renovado en nada se parece al anterior. Sin ser semejante en estilo, su arquitectura armoniza con el complejo cultural formado por el cuerpo del teatro y la galería misma. Configurado con sobriedad, sus materiales son los mármoles laguneros, el metal, la madera y el cristal, elementos distribuidos en espacios funcionales, corredores, escalera y un gran vestíbulo central. Desde luego, la construcción de este recinto se inscribe en los festejos del centenario de Torreón como ciudad.

Entre la numerosa concurrencia se encontraban miembros del patronato del Teatro Isauro Martínez. Pudimos saludar al Dr. Salvador Jalife García, a Claudia Máynez, a la señora Jossie R. de Iriarte, y a muchos otros. Estaban presentes también intelectuales relacionados con el arte y la educación superior, y muchas personas interesadas en esta clase de exposiciones.

Para finalizar el acto de inauguración, se ofreció el tradicional brindis con bocadillos delikatessen.

miércoles, marzo 07, 2007

Segunda Conferencia Binacional de Historia Familiar

Los próximos viernes 10 y sábado 11 de marzo se llevarán a cabo los trabajos de la Segunda Conferencia Binacional de Historia Familiar en Ramos Arizpe, Coahuila. Estas conferencias y participaciones tendrán como sede el American Hotel-Express de dicha ciudad.

La ceremonia de inauguración del evento estará a cargo del Gobernador de Coahuila, Prof. Humberto Moreira, y está programada para las 19.30 horas del viernes. El mismo viernes se ofrecerá la conferencia magistral “Las antiguas familias del Nuevo Reino de León. Origen y Migración”.

El Sábado habrá diversas temáticas para exponer y comentar: “Herramientas para la investigación en Historia Familiar”; “Elementos sefarditas en la cultura regional”; “Las familias Zertuche en el Noreste Mexicano”; “Las familias Elizondo del Nuevo Reino de León y de la Provincia de San Francisco de Coahuila”; “Las familias González de Solís de Matehuala, S.L.P. y Monclova, Coah.”.

Por la tarde seguirá el panel “Familias de la Región Lagunera”; “Archivo para la memoria”; “La familia Carrillo y el comercio entre Jalisco y Saltillo en el virreinato”; “Don Santiago Vidaurri Valdés: el estratégico tejido familiar”. Procederá luego un panel informativo de las instituciones participantes, clausura y cena.

Es en este tipo de eventos de historia familiar donde se puede constatar que un enorme número de familias torreonenses tienen sus raíces en el septentrión novohispano, y que cuentan con una historia tan rica como insospechada.

martes, marzo 06, 2007

La franqueza en la identidad regional

La franqueza de los torreonenses, de los laguneros y de los norteños ha sido considerada, durante mucho tiempo, una de sus cualidades distintivas. Y ya en algunas ocasiones he mencionado la firme convicción que tengo de que esa cualidad surgió y se mantuvo como característica norteña debido al tipo de gente que colonizó el área.

Al español le ha caracterizado siempre la franqueza. El tlaxcalteca, que tenía y tiene una gran autoestima, nunca se sintió conquistado, porque de hecho, nunca fue conquistado. Gente orgullosa e indómita, blasonaba su libertad hablando con absoluta franqueza. “Franqueza” era la condición del hombre libre, como lo define claramente el diccionario de la Lengua Castellana de 1817.

No es de extrañar pues, que esta cualidad perdure en nuestra identidad regional. Nuestra cultura procede del mestizaje de hombres libres, y de aquellos —relativamente pocos— que recuperaron esa condición, como es el caso de las etnias de origen africano de la era colonial.

Sin embargo, muchas veces esta cualidad se toma como pretexto para encubrir la agresión. Es decir, hay muchas maneras de decir la verdad, sobre todo porque la verdad no está reñida con el amor. El ser sinceros o francos, no nos autoriza a ser viscerales ni destructivos cuando hay otro que puede salir lastimado por ello. Franqueza y rudeza son cosas diferentes.

Quizá esta sea la distinción esencial entre el caballero y el patán, o entre una dama y una “verdulera”. No se trata de ser “hipócrita”, se trata de ser constructivo, amable, servicial. Se trata de pensar en el otro, y en el efecto que le pueden causar nuestras “sinceras” palabras. Cualquiera puede destruir, no se requiere especial talento para ello. Ser constructivo y propositivo en una sociedad tan agresiva como la nuestra, eso requiere nobleza de corazón y una voluntad de acero.

En fin, como decía en un apunte anterior, decidamos recuperar lo mejor de nuestra identidad histórica. Lo bueno que tenemos no es nuevo, y no todo lo nuevo es bueno.

lunes, marzo 05, 2007

El Santos exorciza la cancha

Finalmente, la escuadra del Santos logró ayer un triunfo en su propia cancha al derrotar a los Monarcas de Morelia por dos goles a uno.

Se rompe así a la mala racha santista de diez meses, misma que lo ha puesto en peligro de descender a la segunda división del futbol mexicano.

Esperamos que el equipo se esfuerze sin confiar en la suerte. Una golondrina no hace verano, y un triunfo aislado no le serviría de mucho.

Indiferencia ante el dolor ajeno

Uno de los santos favoritos de la cristiandad occidental desde la era medieval, tanto para católicos como para protestantes, lo ha sido Francisco de Asís.

Un ser humano en el cual el cielo y la tierra parecían encontrarse, llamaba la atención por el ardiente amor que lo consumía y que prodigaba a todos los seres de la manera más sencilla y natural.

Es de las pocas personas que han entendido cabalmente, por experiencia vital y no por aprendizaje filosófico o abstracto, que todos los seres de la creación forman lo que él llamaba una “hermandad”. Los astros, los árboles eran sus hermanos, porque todos habían sido creados por el mismo Dios.

Su especial cariño por los animales provenía del mismo Espíritu que lo llenaba y guiaba. No era miembro de Greenpeace ni era un ecologista que se beneficiara socialmente de sus “poses” esnobistas; simplemente amaba a los animales por los animales mismos. Sabía que eran como hermanos pequeños que sentían hambre, frío, miedo, dolor, alegría y tristeza, aunque no razonaran como los hermanos mayores, los humanos. Y actuaba con ellos en consecuencia.

Francisco aprendió esta verdad de Dios mismo. El amor de Francisco por los animales no era nada común en la sociedad en la cual Francisco se formó. No lo poseía por aprendizaje cultural. Ese amor era el Amor de Dios hacia sus creaturas, el cual se materializaba en Francisco.

He escuchado a mucha gente opinar que si nuestra sociedad permite el maltrato físico y mental de las personas, nada nos haría esperar un trato mejor hacia los animales. Yo me pregunto si no será precisamente el permitir el maltrato físico y mental hacia los animales lo que nos endurece contra nuestros semejantes. Hemos perdido por completo la capacidad de sentir con el otro y nos hemos habituado a la sangre, muchas veces derramada con increíble crueldad. Lo vemos como algo natural y hasta necesario.

Jesús nació en un pesebre, no debemos olvidarlo. Yo no creo que solamente haya querido decirnos con esto que prefería nacer pobre. El que habría de ser llamado Cordero de Dios quiso mostrar lo que Francisco de Asís veía con tanta claridad: todos los seres vivos somos hermanos, y que su redención se extendería a todos los seres vivos, como lo dice Pablo cuando comenta (Romanos 8: 21-22) que la creación entera aguarda, con dolores de parto, su completa liberación.

viernes, marzo 02, 2007

Homenaje a Jaime Muñoz Vargas

A lo largo de su historia, la Comarca Lagunera ha catalizado el talento de hombres que dejan huella. Así, podemos hablar de grandes empresarios, intelectuales y artistas.

En congruencia con nuestro espíritu cosmopolita regional, deberíamos dejar de lado el pueblerino macartismo y reconocer los logros de todos, como lo hace en la actualidad la civilizada España. Pero a veces, el prejuicio nos ciega. Veamos un botón de muestra del mismísimo ámbito español: la traducción de la Biblia al Castellano por Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera en el siglo XVII constituye uno de los grandes tesoros de la Lengua de Cervantes. ¿Quién la conoce? No la conocemos, porque quienes la realizaron fueron considerados “heterodoxos” por la sociedad de su tiempo. España no quería saber nada de los escritos “protestantes” ni siquiera en el aspecto puramente literario. Se privaron voluntariamente de uno de los grandes logros intelectuales y artísticos de una época en que ya nadie deseaba leer las Sagradas Escrituras en Latín. Inglaterra tuvo su versión del Rey Jaime mientras España se tapaba los ojos y oídos para no ver a sus propios talentos.

No mucho antes, la misma España se había empobrecido al expulsar a los judíos en 1492. Ellos constituían la clase profesionista y también eran los profesionales de la banca y el crédito. Su partida de España benefició a Inglaterra, a Holanda y a otras naciones, benefició a todos aquellos lugares a donde estos profesionales fueron a establecerse. Imagine usted si los Estados Unidos decidieran expulsar a los judíos de su territorio, por simple prejuicio. ¿Qué sería Wall Street? ¿Qué sería de los Estados Unidos?

Me parece que la Comarca Lagunera recibirá hoy un gran homenaje en la persona y obre de Jaime Muñoz Vargas, a quien, dicho sea de paso, considero un gran amigo mío y, sin género de dudas, uno de los grandes talentos literarios regionales. Y aunque él y yo diferimos en nuestra manera de entender y vivir la política, tenemos muchas otras cosas en común. ¿Para qué resaltar las diferencias cuando podemos convivir y construir interactuando a través de nuestras semejanzas?

Robert Harland, quien es investigador de la Universidad Estatal de Mississippi, comentará Juegos de Amor y malquerencia —la celebrada novela de Muñoz Vargas— durante los trabajos del Congreso de Literatura Mexicana Contemporánea organizado por la Universidad de Texas en El Paso (UTEP).

El Dr. Harland es docente e investigador (Professor) de la Mississippi State University. Su participación tendrá lugar hoy viernes a las 14.00 horas en el Auditorio Tomás Rivera, localizado en el Edificio Unión de la Universidad de Texas en El Paso. El título de su ponencia es "Hombres con pelotas: Juegos de amor y malquerencia del escritor premiado Jaime Muñoz Vargas".

No está de sobra, para aquilatar el valor de esta ponencia, que el congreso referido es el más importante del mundo sobre literatura mexicana contemporánea.

Doctor por la Universidad de Gales, Cardiff, Harland es una autoridad en literatura española, cuento mexicano y cine español. Ha escrito numerosos estudios sobre litaratura española y mexicana y ha sido ponente en diversos congresos celebrados en Estados Unidos, España y Gran Brataña.

Por su parte, como es público y notorio, Jaime Muñoz es escritor, maestro, periodista y editor. Para los lectores foráneos y extranjeros de esta crónica (saludos a Estados Unidos, Canadá, Alemania, Argentina y España) diremos que Jaime radica en Torreón, en el norteño Estado de Coahuila. Entre otros libros, ha publicado El principio del terror, Juegos de amor y malquerencia, Pálpito de la sierra tarahumara, El augurio de la lumbre, Tientos y mediciones, Miscelánea de productos textuales, Las manos del tahúr, La ruta de los Guerreros, Filius, Salutación de la luz, Quienes esperan y Guillermo González Camarena, habitante del futuro; algunos de sus microrrelatos fueron incluidos en la antología La otra mirada (Palencia, España, 2005).

Ha ganado los premios nacionales de Narrativa Joven (1989), de novela Jorge Ibargüengoitia (2001), de cuento de San Luis Potosí (2005) y de narrativa Gerardo Cornejo (2005). Escribe la columna "Ruta Norte" para el periódico La Opinión Milenio. Reseñas y artículos suyos han aparecido en revistas y periódicos de México, España y Argentina.

Jaime, enhorabuena…

jueves, marzo 01, 2007

Apuntes sobre la identidad lagunera


A cuatro años de la consumación de la independencia nacional, es decir, en 1825, el Partido de Parras, cuya cabecera era la villa de Parras, medía 200 kilómetros de norte a sur, y 348 de oriente a poniente. En esta dirección, el partido llegaba hasta la el río Aguanaval, la Boca de Picardías, y la Boca de Calabazas, punto situado entre lo que ahora es Torreón y Gómez Palacio, y por el cual corría y a veces corre todavía el río Nazas. El Partido comprendía 2 cabildos constitucionales, Parras y Álamo (Viesca), 1 parroquia, 5 vicarías y ayudas, 4 alcaldías constitucionales, 1 villa, 1 pueblo, 6 haciendas, 5 quintas, 3 aldeas, 12 estancias, 35 ranchos.

Para 1825, el Partido de Parras era el remanente delo lo que había sido la vieja “Alcaldía Mayor de Parras, Laguna y Río de las Nazas” cuya cabecera, Parras, fue fundada en 1598. Al territorio de esta alcaldía mayor se le conocía desde 1594 como “Provincia de La Laguna” (así la llamaba Felipe II) o “País de La Laguna”. Con el tiempo, de la original se fueron segregando otras nuevas alcaldías y partidos, pero la de Parras llegó a abarcar prácticamente todo lo que ahora llamamos Comarca Lagunera de Coahuila y Durango.

Las etnias más importantes que habitaron estas tierras fueron, en primer lugar, los aborígenes, a quienes los misioneros jesuitas llamaron “laguneros” precisamente porque su hábitat lo conformaba todo el sistema hidrológico —ríos, lagunas, esteros y charcos— que caracterizaba a la “Provincia de La Laguna”, que precisamente por esa abundancia de agua superficial fue llamada así. Sin embargo, con el paso del tiempo prácticamente se extinguieron, ya por enfermedades, ya por mestizaje. Su cultura era extremadamente primitiva.

Posteriormente, durante el último tercio del siglo XVI llegaron los españoles, y a partir de 1598, los tlaxcaltecas, que fueron invitados a instalarse en Saltillo y en Parras en plan de igualdad con los españoles, e incluso con la concesión de nobleza de sangre para todo el que acudiera. La invitación la extendieron el Virrey Luis de Velasco, el gobernador de la Nueva Vizcaya el capitán Rodrigo Río de la Loza, y por supuesto, la Compañía de Jesús, que recién comenzaba sus actividades misioneras en la región. Posteriormente, durante el primer tercio del siglo XVIII, los tlaxcaltecas de Parras fundaron San José y Santiago del Álamo (Viesca) también como población tlaxcalteca. La española y la tlaxcalteca fueron las etnias cuyas culturas mestizadas forjaron lo que podemos llamar la cultura madre lagunera. Ambas etnias eran profundamente orgullosas, tenían una gran autoestima, y no desdeñaban trabajar con las propias manos, si era necesario. Los tlaxcaltecas nunca padecieron “trauma de conquista” porque nunca fueron conquistados. Se enorgullecían de ser invictos, y a diferencia de los indios del sur, eran francos y hablaban como hombres libres. Seguramente de ahí y de la franqueza española nos viene la franqueza “reforzada” como característica de los laguneros.

Hubo otras etnias que fueron minorías y en gran medida, marginadas socialmente. Es decir, su cultura no llegó a impactar con la fuerza de las que hemos mencionado. Hubo indios purépechas, africanos esclavos y libertos, muchos de los cuales se mestizaron con los indios de bajo nivel social.

Ya para 1825, de acuerdo al censo y estadística levantadas en el Partido de Parras, existía una noción clara de cómo era la gente de toda la jurisdicción. Ya habían pasado 227 años de colonización, y los laguneros del sur de Coahuila (o Partido de Parras) eran percibidos como gente que poseía características propias muy definidas, entre ellos los habitantes de la villa de Parras, del pueblo del Álamo (Viesca), Hacienda de los Hornos y la Hacienda de La Laguna (San Lorenzo).

El censo de 1825 dice que los habitantes de esta región se caracterizan por ser “activos, enérgicos, intelectuales, especulativos, profundos, empresarios, sobrios, fieles, sociales, patricios, generosos, rectos, valerosos, y más que todo, religiosos” (Ver Sergio Antonio Corona Páez, “Censo y estadística de Parras (1825)”, Ayuntamiento de Saltillo y Universidad Iberoamericana Laguna, Torreón, 2000. pp. 43-44).

Las cualidades que se atribuyen a los habitantes de la Comarca Lagunera de Coahuila en 1825, no son nada diferentes de las que mencionaríamos hoy al referirnos a los habitantes de Torreón. Y vaya que el responsable del levantamiento del censo, el Alcalde de Parras y autoridad máxima del Partido, José Ignacio de Mijares, jura por su propio honor decir verdad, no ser originario de esta región y por lo mismo no estar inclinado a favorecer a los comarcanos con una opinión falsa o inexacta.

Se dice pues que los comarcanos estaban llenos de energía y por lo tanto eran activos, eran “empresarios”, es decir, emprendedores; intelectuales y especulativos, pensaban y calculaban antes de actuar. No era de extrañar tras 227 años de impulsar constantemente agroindustrias como la vitivinicultura, siembra e hilado de fibras textiles como el algodón e incluso el lino (ver mapa glosado de Núñez de Esquivel y Dionisio Gutiérrez, 1787). Ya tenían incorporados los hábitos de calcular, buscar la mejor opción, arriesgar en la inversión para buscar la ganancia.

Los comarcanos eran “sobrios” que equivale a austeros, “fieles” y “sociales” es decir, leales y amigables, como quien aprecia a su propia gente en una tierra donde los ataques de indios salvajes son una posibilidad cotidiana; “patricios” y “generosos”, es decir, nobles y magnánimos. Este es un rasgo muy tlaxcalteca. No nos extrañe que en el campo lagunero exista todavía la generosa hospitalidad y el deseo de atender al extraño en necesidad (nobleza de corazón, grandeza de alma), y la costumbre de saludar a los vecinos, por pobres que sean, con el “don” y “doña”, que eran títulos de nobleza.

“Los laguneros también eran “rectos”, “valerosos” (valientes, tenían que serlo para vivir en estas tierras, sin servicios médicos y rodeados de enemigos) y, sobre todo lo demás, “religiosos”. Explicaba en mi libro “La Comarca Lagunera, constructo cultural” la relación directa que existía entre la propia percepción del desamparo y la necesidad de la experiencia religiosa. Dios, la virgen María y los santos eran muchas veces los únicos que podían ayudar a los colonos de estas tierras contra las enfermedades, las mordeduras de serpientes, los piquetes de insectos ponzoñosos, la sequía, el granizo, las dificultades del parto o los ataques de indios. Esta religiosidad “pragmática” no implica que no pudiera darse la madurez cristiana entre dichos colonos. Tanto los españoles como los tlaxcaltecas fueron siempre excelentes cristianos.

En resumen, las buenas características de los laguneros no son nuevas, y a decir verdad, las nuevas no necesariamente son buenas. Es importante que echemos una mirada al espejo del testimonio histórico y entendamos y valoremos nuestras raíces. ¿Podemos honestamente decir que somos como nuestros abuelos?