Escudo de Torreón

Escudo de Torreón

viernes, abril 24, 2015

¿Ajustarse a la realidad de quién?



Definitivamente, los jinetes del apocalipsis han hecho de México su club ecuestre favorito. La guerra, el hambre, la muerte y la victoria (del mal) se regocijan cabalgando por nuestra patria, sembrando la más profunda desesperanza. Este desastre no es el resultado de una crisis reciente, sino de años de simulación, de mal gobierno, de cínica e impune corrupción. 

Para los partidos políticos de México, la “res pública”, es decir, la cosa pública, el bien común, se ha convertido en la “res nostra”, la cosa “nuestra”, el interés particular. El interés público dejó de serlo hace tiempo para convertirse en el interés de los partidos amafiados en el poder, lo que ha llevado al país hasta el empobrecimiento.

La clase política mexicana, lejos de reconocer su responsabilidad en este terrible proceso de continua pauperización de la ciudadanía, lejos de proferir un “mea culpa” y de proceder contra los responsables, se limita a decirnos, a través del secretario de Hacienda, Luis Videgaray, que “hay que ajustarnos a la realidad”. Una realidad que al parecer fue tan repentina y ajena a la responsabilidad de las administraciones políticas, como lo puede ser una súbita e imprevista lluvia de verano. 

Así que se nos invita a aceptar sin chistar los destrozos y malos manejos del poder político generados durante décadas de mala administración, de corrupta administración. Sin responsables, claro, sin culpables. Esta postura me recuerda lo que el virrey marqués de Croix espetó a los novohispanos ante una orden directa de Carlos III: No cuestionéis. Sois vasallos. “Habéis nacido para callar y obedecer”. Pues así las cosas, nuestro sistema “democrático” mexicano no parece mejor que una trasnochada monarquía absoluta.

Por otra parte, habrá que ver cómo “se ajustan a la realidad” los políticos mexicanos. Sé que hay personas que han trabajado toda su vida, y que no recibirán como pensión, ni el 10% de su sueldo. Me pregunto si el mismo “ajuste” lo llevarán a cabo los políticos con “sus” ingresos, mal llamados suyos porque se trata del dinero de la ciudadanía gastado en despilfarros obscenos, ingresos obtenidos a cambio de un “agotador” trabajo de simulación y de levantar la mano en las votaciones de las Cámaras. ¿Cuánto gana un presidente? ¿Cuánto gana un gobernador? ¿A cuánto asciende el monto de sus jubilaciones?

Por otra parte, el proceso inflacionario que vive el país es en realidad un proceso devaluatorio de la moneda que ha sido paliado a base de sacar al mercado millones de dólares con fines, me parece, electorales. Pero eso sí, Dios nos agarre confesados después de las elecciones de este 2015.

Y para cambiar por un tema más agradable, hemos notado en nuestra crónica que desde abril de 2008, hay granizo “prematuro” en La laguna. Hasta donde yo recuerdo, el granizo era un fenómeno meteorológico propio de los meses de mayo o junio. 



Pero el 27 de abril de 2008 cayó aquella granizada memorable que destruyó infinidad de parabrisas automotrices, que abolló la carrocería de muchísimos coches y camiones, que arrasó los follajes e incluso mató hatos de cabras.

El 19 de abril de 2010 se registró una nueva granizada, aunque debería decir que fue la última de varias, ya que durante la primera quincena de abril de ese año ocurrieron varias precipitaciones de hielo.

Este abril de 2015 ha ocurrido algo similar, con varias granizadas que se han precipitado durante la primera quincena del mes, la primera de ellas el día 8. Habrá que consultar los anales climatológicos para ver si estas granizadas evidencian, en efecto, un cambio climático regional.



viernes, abril 17, 2015

Las "realidades históricas" en México






Cuando yo era estudiante de administración de empresas en la Escuela de Comercio y Administración de Torreón (actualmente FECA) y para mayores señas, entre los años de 1969-1971, un maestro de la asignatura de economía tenía un dicho (algo pícaro por cuestión de nemotecnia) para definir dos procesos: 

“Inflación —decía— es cuando un huevo cuesta un peso”. Y “deflación —decía también— es cuando un peso cuesta un huevo”. Si nos ponemos a hacer cuentas, un peso de aquella época equivale a un milésimo de nuestro peso actual. Y se tenía por tan disparatado el pensar que un solo huevo pudiera costar un peso, que se usaba como ejemplo del precio inflacionario.

Pues bien, una revisión de precios actuales de ese producto nos habla de una realidad tan atroz que se ha buscado ignorarla por todos los medios posibles, incluso quitando ceros a la moneda. Porque el continuo proceso inflacionario de 1977 al 2015 supera infinitamente al que pudo darse en 300 años de período colonial novohispano. 

A manera de comparación, si tomamos en cuenta la oferta de huevo de diferentes marcas comerciales en sus diversas presentaciones y categorías al 15 de abril de 2015, como lo son el “huevo extra”, “blanco”, “orgánico rojo”, “de libre pastoreo”, “jumbo blanco”, “light”, “rojo”, notaremos que sus precios (por cada huevo) oscilan entre $2.13 y $5.25, y que el promedio se sitúa en $2.76 por pieza.

Pero debemos recordar que en los términos de mi maestro de economía, estaríamos hablando de 2,130.00 pesos por cada huevo, y de los más económicos. A él ya le parecía descabellado en extremo que un huevo pudiera costar un peso.

¿Qué ha sucedido, pues, con la economía y con el poder adquisitivo? ¿Cómo ha sido posible este encarecimiento de la vida y empobrecimiento de las posibilidades familiares de bienestar?

Solamente podemos atribuir este fenómeno económico y social a la mala administración de la clase política mexicana. El proceso inflacionario galopante comenzó al final del sexenio de Luis Echeverría, cuando puso a “flotar” el peso (un eufemismo que la cámara de diputados aplaudió) en septiembre de 1976. Y desde entonces no ha parado. 


El "nuevo peso" despojado de tres ceros

Fue tan grave el proceso que en 1993 el presidente Salinas puso en vigor el “nuevo peso” (con tres ceros menos). Una maniobra de carácter político que buscaba manipular la memoria histórica de los mexicanos. A pesar de que los gobiernos de 1976 a 1993 eran los responsables del enorme deterioro de la economía nacional, no quisieron asumir el costo político. 

Con la creación del “nuevo peso” —pensaban— crearían una cortina de humo que les permitiría continuar en el poder con gobernabilidad. Los mexicanos, sobre todo las nuevas generaciones, no serían conscientes del inmenso robo que la clase política había cometido en contra del bienestar de la ciudadanía. 


Los dispendios y malos manejos continúan hasta el presente sin que los diputados cumplan con su obligación, que es la de representar los intereses de la ciudadanía en contra de las decisiones o acciones dañinas del poder ejecutivo o el judicial. 

Continúan las alzas inflacionarias, los sueldos congelados, la impunidad, el enriquecimiento ilícito, los conflictos de interés, el alza e incremento de impuestos, los pésimos servicios de salud, y ni para qué mencionar las miserables tasas vigentes de jubilación.  No cabe duda de que la clase política mexicana es extraordinaria cuando se trata de crear “realidades históricas”, o bien, de desaparecerlas. 

miércoles, abril 08, 2015

La prensa internacional





El atento escrutinio de los medios internacionales a los asuntos internos de México, sobre todo lo que se refiere a los escándalos políticos, nos parece a los mexicanos una verdadera novedad. Pensamos que es algo que comenzó con el sexenio del presidente Peña Nieto y los hechos de Tlatlaya y Ayotzinapa.

Pero esto no es así.  Hay muchos ejemplos que podríamos citar a lo largo de la historia del México independiente. Un caso concreto sería el artículo del New York Times, publicado el 21 de diciembre de 1859, y que está fechado en Nueva Orleans, el martes 20 de diciembre. Puesto que el artículo es demasiado largo para transcribirlo completo en este espacio, citaré, con mi propia traducción, las partes de mayor interés:

“El vapor de los Estados Unidos “Brooklyn” (USS Brooklyn) ha llegado aquí, trayendo al señor Mc Lane, nuestro ministro en México, y a su familia. También llegó el señor H.R. La Raintree, portando con él el tratado con el Gobierno de Juárez.”

[Este tratado] “prevee un derecho perpetuo de paso a través del Istmo de Tehuantepec, y también del Río Grande a Mazatlán, y de Guaymas a Arizona, con almacenes al final de cada ruta. Entre los estados del Pacífico y del Atlántico, pasarán todos los bienes, libres de impuestos. Los bienes embarcados desde los almacenes de tránsito a los países extranjeros, también estarán libres de impuestos. Nuestras tropas, estaciones militares y municiones de guerra, pasarán a través de Tehuantepec y Sonora, al igual que las mexicanas. La neutralidad del tránsito es garantizada por ambos Gobiernos, cada uno actuando con o sin consentimiento del otro. A México le corresponde el derecho de proteger el tránsito y la propiedad por la fuerza. Habrá absoluta libertad religiosa. No se permitirán los préstamos forzosos contra nuestros ciudadanos.  Un acuerdo suplementario permite la intervención en México para proteger a nuestros ciudadanos, o para hacer cumplir las estipulaciones del tratado. En compensación por la liberación de impuestos y libre tránsito, los Estados Unidos pagarán cuatro millones de dólares, dos de los cuales serán recibidos como pago de reclamaciones. El señor La Raintree salió para Washington esta tarde”.

“De nuestro propio corresponsal. Veracruz, lunes 5 de diciembre de 1859”. “El día 25 de noviembre, el señor Mc Lane llegó a puerto y reasumió sus relaciones oficiales cerca de este Gobierno (Mexicano). Después de varias entrevistas entre el señor Mc Lane y el señor Fuente (Juan Antonio de la Fuente) ministro de Relaciones Exteriores, éste último renunció a su cargo como Ministro de Relaciones Exteriores y como Ministro del Tesoro, puestos ambos que detentaba. Juárez y Ocampo lo forzaron a renunciar al primero, y los amigos de Lerdo al segundo. Fuente rehusó aceptar el Tratado Mc Lane-Ocampo, afirmando que él no firmaría en contra de la soberanía de México para ponerla en manos de los Estados Unidos, cosa que éstos obtendrían a través de ese tratado. Pero este “moderado”, que preferiría ver a su país aniquilado antes que darles a los americanos cualquier oportunidad pacífica, afortunadamente ya quedó fuera del camino”. “Mientras tanto, el señor Mc Lane fue informado de que Ocampo había asumido su puesto en el gabinete como Ministro de Relaciones Exteriores, y al día siguiente, el señor Mc Lane le informó que estaba listo para negociar”.




Afortunadamente, ese tratado no fue validado por el senado de los Estados Unidos, porque le hubiera dado mucho más poder y recursos a los estados sureños, ante una guerra de secesión que ya se vislumbraba en el horizonte.


lunes, abril 06, 2015

Nueva reseña en la revista RIVAR 5





Recientemente, la Revista Iberoamericana de Viticultura, Agroindustria y Ruralidad (RIVAR) del Instituto de Estudios Avanzados (IDEA) de la Universidad de Santiago de Chile, ha publicado, entre varios artículos y reseñas, la que mostramos abajo, 


Dr. Francisco Xavier Medina


Esta reseña ha sido elaborada por el doctor Francisco Xavier Medina, Director del Departamento de Sistemas alimentarios, cultura y sociedad y Director de la Cátedra UNESCO de alimentación Cultura y Desarrollo de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) de Barcelona-España.  

Se trata de la reseña sobre la segunda edición del libro "La vitivinicultura en el pueblo de Santa María de las Parras. Producción de vinos, vinagres y aguardientes bajo el paradigma andaluz (Siglos XVII y XVIII)", mismo que fue premiado como el mejor libro de historia del vino en México por Gourmand (Francia). 

Gourmand winner: Best drink history book in Mexico


Esta reseña se encuentra publicada en la revista RIVAR, volumen 2, número 5. ISSN 0719-4994. IDEA-USACH. Santiago de Chile. Mayo 2015: pp. 281-282- 


"Corona Páez, Sergio A. La viticultura en el pueblo de Santa María de las Parras. Producción de vinos, vinagres y aguardientes bajo el paradigma andaluz (siglos XVII y XVIII). Torreón (Coahuila), Parque España de La Laguna, Club Deportivo HispanoLagunero,
Consejería de Trabajo de la Embajada de España en México, Grupo Peñoles, Grupo Soriana, Grupo Modelo y Sanatorio Español, 2011 (segunda edición), 357 p. ISBN:968-7772-69-7.

No es habitual que un libro surgido de una tesis doctoral se reedite. La literatura de carácter científico acostumbra a dirigir sus ventas (nunca demasiadas) al mundo académico, y por esta misma razón es importante e incluso esperanzador el hecho de que el libro que aquí reseñamos sea, en efecto, una segunda edición (la primera fue publicada también en Torreón por el Ayuntamiento de la ciudad en el año 2004). Agotada la primera edición, esta viene a reemplazarla atendiendo al interés todavía existente por el libro (un estudio sin duda pionero). Y un detalle que parece venir a respaldar esta afirmación es la unión de las diferentes entidades que aparecen como editoras (siete, concretamente) para publicar de nuevo el libro.

Si algo podemos destacar de la obra en primer término, es su rigor. Sergio A. Corona nos tiene acostumbrados a estudios históricos de rico contexto y de profunda y documentada información. Y no podía ser de otro modo tratándose aquí de lo que en su día fue su propia tesis doctoral.

El autor acude con habilidad a las fuentes primarias disponibles para obtener una información original, bien argumentada y con una sólida base histórica, demostrando un gran dominio de las fuentes locales (y no sólo) y gran conocimiento del trasfondo histórico.
Podemos considerar, además, como una especial virtud en su obra (me atrevería a decir que no solamente en este libro) su intento de acercarnos a una visión social, más directa sobre las situaciones que describe y sobre los actores mismos.

Tras un breve prólogo académico del profesor Pablo Lacoste, de la Universidad de Santiago de Chile, el libro, que se divide en cinco capítulos, se inicia con una introducción contextual del autor con interesantes toques personales sobre las motivaciones que le impulsaron a elegir este tema. 

El primer capítulo nos lleva sobre una breve historia de la introducción de la vitivinicultora y su desarrollo entre los siglos XVI y XVIII. 

El segundo capítulo analiza las condiciones de propiedad y tenencia de la tierra, tanto en la América hispana en general como, particularmente, en la Nueva España, analizando los beneficios que supone una producción en tierra de frontera (una frontera en construcción, por otra parte). 

Ello nos lleva hacia un tercer capítulo que plantea el modelo de producción y de vinificación aplicado en la zona (tomando como referencia, principalmente, el modelo andaluz), así como también los tipos, calidades y categorías de productos resultantes: vinos y aguardientes, por un lado, y vinagres por otro. 

El cuarto capítulo, central para el desarrollo del argumento de la obra, analiza los privilegios obtenidos por el pueblo de Santa María de las Parras dentro del contexto colonial, adentrándose en la legislación fiscal, la tenencia y el arrendamiento de las tierras, la economía local y la viabilidad de los proyectos vitivinícolas, la mano de obra… Todo ello ilustrado a través de diferentes ejemplos que son analizados de manera pormenorizada. 

Y, finalmente, en el quinto capítulo se analiza la comercialización de los productos vitivinícolas parrenses y lo que ello supone para la localidad en relación con su economía y con su vida cotidiana. El libro se cierra con un balance final sobre la viticultura colonial parrense, un epílogo del propio autor y diversos anexos documentales y referencias.

Uno de los aspectos más interesantes que pueden seguirse a lo largo de toda la obra es el hecho de que la localidad de Santa María de las Parras constituya una verdadera excepción tanto productiva y elaboradora como, muy especialmente, fiscal, en toda América. Mientras que en la casi totalidad de la colonia los gravámenes fiscales y las limitaciones en la producción y en la vinificación estaban claramente puestas de manifiesto, en este rincón de la Nueva Vizcaya, los viticultores fueron claramente privilegiados, y su producción no cesó a lo largo de los siglos. 

No solamente eso, sino que también los rendimientos parrenses son
elevados, como demuestra el autor en el libro, y, sin embargo, sus producciones no se encuentran en absoluto gravadas por la Corona en función de lo que realmente rinden. El maquillaje local de las cifras queda demostrado por Sergio Antonio Corona a través de la información que incluye en la obra; sin embargo, la explicación no puede simplificarse basándose únicamente en este hecho contrastado, sino que va bastante más allá. Parras se convierte, por lo tanto, en una verdadera excepción digna de estudio en toda la América española.

Por otro lado, es también muy interesante observar la reproducción del paradigma europeo (andaluz, más concretamente, cosa que no es de extrañar, ya que la andaluza es una de las principales migraciones castellanas hacia América ya desde los primeros momentos de la Colonia), en la construcción de un modelo socioproductivo específico, que hunde sus raíces de manera dinámica e intercomunicada a ambos lados del Atlántico.

El libro es de fácil lectura. Sin embargo, no debemos olvidar que nos encontramos ante la reconversión en libro de lo que fue una tesis doctoral y, por lo tanto, y aunque el texto ha sido aligerado de información erudita (las anotaciones a pie de página están agrupadas al final, pero siguen siendo muchas y recurrentes; también los apéndices y diversas informaciones complementarias se encuentran al final del volumen). En este sentido, y aunque el libro tiene la pretensión de llegar al público en general, no podemos olvidar que se trata de un estudio riguroso y erudito, bien documentado, con abundancia de fuentes y de datos y con mucha atención a los detalles.

Nos encontramos sin duda ante una obra de referencia para el conocimiento de la historia de la vitivinicultura internacional y, muy particularmente, americana y novohispana. Sin embargo, lejos de suponer un punto y final, este libro constituye una verdadera inspiración y un aliciente para la investigación, tanto para el autor del mismo, quien aún tiene mucho que decir sobre este tema, como para aquellos investigadores que quieran utilizar su obra como un instrumento de investigación verdaderamente útil".




miércoles, abril 01, 2015

El Cristo de las Noas







La gran serranía de Las Noas es un macizo de roca caliza que flanquea a la ciudad de Torreón por su lado sur. Su nombre le fue atribuido en la era colonial, a causa de la gran cantidad de agaves del tipo “noa” (Bautizado en 1875 por el británico Thomas Moore como “Agave Victoriae Reginae” o “Agave de la reina Victoria”) que existían en sus laderas. La primera persona que colocó la figura de un Cristo en la cúspide de dicho cerro fue el presbítero Manuel Herrera, conocido mejor como el “padre Manuelito”, de grata memoria, filántropo y luchador social por medio del servicio a los más necesitados.

Su interés era que cualquier lagunero, o cualquier viajero que llegara a Torreón por ferrocarril, carretera o vía aérea, pudiera ver la representación de la figura del Redentor, un Cristo resucitado. Entonces, el primero que existió sobre el Cerro de las Noas era visible en los años sesentas, tenía 8 metros de alto, con brazos y cabeza de metal, y cuerpo de concreto vaciado. El padre Manuel hizo muchos viajes para subir él mismo los materiales necesarios.

Posteriormente, otro presbítero, el conocido padre José Rodríguez Tenorio, recientemente fallecido, tomó la estafeta y continuó avanzando, perfeccionando y engrandeciendo el modesto proyecto original. Comenzó por añadir un mirador, una escalera, una iglesia y un camino de concreto para que subieran los coches con facilidad. Esta nueva fase a cargo del padre Rodríguez, comenzó en 1973. Un aspecto fundamental de esta segunda etapa, consistía en cambiar al viejo Cristo por uno nuevo, más grande. Para ello, desde 1981, el escultor saltillense Vladimir Alvarado, tuvo a su cargo el proyecto de la nueva escultura.

La nueva imagen tendría una altura de 17 metros, solamente en la parte del cuerpo, y otros cuatro metros de base, lo cual sumaría un total de 21 metros. De acuerdo al proyecto del padre Manuelito, se representaría al Cristo resucitado, con las señales de los clavos en manos y pies.

El 1 de abril de 1983, es decir, el viernes santo, se inauguró la nueva imagen del Cristo mediante un vía crucis al que se invitó a la feligresía lagunera. El evento se planeó para las 11 de la mañana, y el recorrido se llevaría a cabo en la escalinata del cerro. El acto litúrgico fue presidido por el entones obispo de Torreón, Fernando Romo Gutiérrez y el padre Rodríguez Tenorio como capellán. Mucha gente concurrió a la solemnidad de la inauguración.

Con el tiempo, el conjunto de construcciones del santuario del Cristo de las Noas, han formado una especie de acrópolis (un conjunto de edificios sobre una gran elevación, o sea, una “ciudad alta” como lo indica la etimología griega) que domina la zona metropolitana por su gran altura sobre el nivel del suelo.


Desde entonces, el Cristo de las Noas se ha convertido en un símbolo alterno de la ciudad de Torreón. El primero ha sido, y lo será siempre, un Torreón. Este símbolo nos recordará, de manera perenne, a aquéllos primeros colonos de la Hacienda de San Lorenzo de La laguna que vivieron aquí, y que tuvieron que luchar contra los apaches para convertir nuestra población en un lugar habitable. Para vigilar las crecientes del Nazas, bastaban las alturas del Cerrito de la Cruz; pero para defenderse de los indios, se necesitaba un Torreón almenado, una construcción netamente defensiva. 

En diarios:

Milenio
http://www.milenio.com/firmas/dr-_sergio_antonio_corona_paez/Cristo-Noas_18_493330665.html

El Siglo de Torreón
http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1102566.el-cristo-de-las-noas.html