Como en cualquier otra ciudad, en Torreón existe una historia alterna, la historia de los que no se han ido del todo, la historia de los fantasmas.
Muchos de estos episodios consisten en meras leyendas y consejas populares. Como la historia aquella del jinete que pasa galopando a la medianoche por el barrio de La Vencedora, o la de los caballos invisibles que corren desbocados llevando tras de sí una ruidosa carreta en el barrio de La Antigua Aceitera. Ambos son barrios muy históricos, situados a los lados de lo que fue la vía del ferrocarril, lugares donde hubo numerosos hechos de violencia durante la Revolución. Y esto siempre sucede, dicen los narradores, en las obscuras horas de la noche.
Muchas otras personas dicen haber sido “espantados” en lugares muy específicos, como en los chalets de la Calzada Colón y Morelos, donde un viejo amigo digno de todo crédito, dijo haber sido sorprendido por la presencia de una china etérea que pasaba por las paredes como si éstas no existieran. Fue tal el susto, que este amigo salió a perseguirla escopeta en mano, claro, sin ningún éxito.
A espaldas del Hotel Calvete, en Ramón Corona y Juárez, donde estuvo ubicada la Presidencia Municipal por algún tiempo, se encontraba situada una academia secretarial famosa por sus apariciones de chinos fantasmales, al decir de sus ex alumnas. En uno de sus salones de mecanografía, éstos se lamentaban de una manera muy lastimera. El lugar corresponde a uno de los sitios donde se perpetraron las matanzas de orientales en 1911.
En otros casos, el carácter de “leyenda” o “conseja” no puede ser aplicado tan fácilmente, porque hay evidencias de que, efectivamente, algo extraño ha sucedido. Tal es el caso de aquella señorita Garibay que, al salir de un baile de fin de año celebrado en el Campestre de La Laguna, fue arrollada por el tren, muriendo en el acto junto con algunos de sus familiares. Esto sucedió precisamente en donde ahora se encuentra el paso a desnivel del kilómetro 1140 de Gómez Palacio, Durango.
Algún tiempo después, algunos automovilistas comenzaron a notar que en el sitio preciso del accidente, esta misma señorita, ataviada de fiesta, pedía un “aventón” hacia nuestra ciudad. Quienes están familiarizados con la Comarca Lagunera, saben que el paso a desnivel que menciono se encuentra ubicado en el boulevard Miguel Alemán, que es la principal arteria entre Gómez Palacio y Torreón. Y fueron muchos los desprevenidos quienes efectivamente recogieron a la señorita Garibay y cruzaron los puentes sobre el Nazas para llevarla a donde pedía ser llevada.
En este punto, surgen dos versiones diferentes. Primero, que la señorita simplemente desaparecía mientras cruzaban el puente de ingreso a Torreón, un vistazo por el espejo retrovisor mostraba que ya no había nadie ocupando el asiento trasero de los coches. Esto le pasó a mucha gente conocida, y a mí en particular me lo platicó mi tío político Ezequiel Acevedo, a quien le sucedió así.
Otros, en cambio, llevaban a la señorita hasta su casa, y a la hora de abrirle la portezuela del coche, simplemente ya no estaba. Lo curioso es que la residencia a la que pedía ser llevada era efectivamente, la casa de sus parientes. Se dice que incluso en alguna ocasión, dejó algún recado escrito de su puño y letra.
Y como éste, hay muchos otros casos de convivencia entre vivos y los mal llamados “muertos”, que parecen también estar muy vivos, aunque quizá en una forma diferente
Estos relatos nos demuestran que el ámbito de las leyendas regionales resulta del mayor interés para los estudios de mentalidad. Muchas de estas leyendas tienen su origen en acontecimientos inexplicables ocurridos a personas bien conocidas en su comunidad. Por la evidente sobrenaturalidad con que las sociedades perciben estos acontecimientos extraños, y porque la comunidad no los puede explicar de otra manera, se les dota de intencionalidad. Son signos, son presagios, son comunicaciones del mundo de los espíritus que ocurren para corregir una conducta y dejar una enseñanza.
Un caso como el descrito que involucra a un “súcubo”, un demonio con apariencia de mujer, es el que le sucedió en los años treinta al joven Julián Moreno Camacho, quien a sus 18 años era muy trabajador, “bailador empedernido” y “muy amiguero”. Agraciado y muy afortunado con las jóvenes, todos los fines de semana los dedicaba a bailar, y si había manera, también bailaba entre semana.
En cierta ocasión, un sábado, sin haber bailes a la vista, Julián se fue a platicar a las vías del tren que va hacia Durango, con uno de sus muchos amigos. A lo lejos, como procedente del Cañón del Huarache, se oía música como de baile. Avanzaron hacia ese punto por la vía del tren, y al poco rato se encontraron con una mujer vestida de blanco, cubierta su cabeza por una mantilla de encaje.
Julián alcanzó corriendo a la dama, quien, al ser interrogada por su destino, dijo que iba a un baile, pero que no sabía el lugar exacto. Ambos siguieron caminando en dirección de la música, y de pronto la misteriosa dama le propuso al joven apartarse del lugar para dedicarse a “otro tipo de entretenimiento” mucho más íntimo.
Julián, que amaba el baile con pasión, le dijo que primero se fueran a bailar, lo cual hicieron hasta que acabó la fiesta y salieron ellos al último. Se dirigieron a despoblado, donde ahora está la colonia Guadalupe. En un momento dado, Julián tomó a la dama por la cintura, y notó lo frío de su cuerpo, y su extrema delgadez. Ella seguía incitándolo.
Finalmente, Julián la recostó contra las piedras de un cerro y levantó su velo, para besarla. Con indecible horror, el joven encontró, no la hermosa cara de una mujer, sino la cabeza yerta de un caballo. Presa del más profundo pánico, corrió como loco hasta llegar a la calle primera de La Constancia.
La enseñanza del suceso es bastante clara, de acuerdo a la moralidad urbana o semi-rural de los años treintas en Torreón: el apego desordenado a “los placeres” abre las puertas a lo sobrenatural, que se manifiesta para “escarmentar” al “pecador”.
¿Cómo sabemos que ésta fue la interpretación que se le dio al suceso? Pues porque el relato concluye diciendo que este joven “juró que jamás volvería a andar de bailador y enamorado”.
Y para mayor seña biográfica, el relato indica que “El señor Moreno se fue a trabajar al Paso, Texas, hace muchos años, allá se casó con María y actualmente reside en aquella ciudad en compañía de ella, su hija y tres nietos”.
La relación de este caso se encuentra depositada en el Archivo del Centro de Investigaciones Históricas de la UIA-Torreón, Fondo María del Carmen Gómez de Cedillo, caja 7, carpeta 24, expediente 6, documento 4, en dos fojas.