En esta ocasión, el cronista cederá la palabra a la Dra. Ana María Rivera Medina, reconocida doctora en Historia de la UNED Bizkaia, en España, la cual ha elaborado una reseña sobre el libro "La Comarca Lagunera, constructo cultural. Economía y fe en la configuración de una mentalidad multicentenaria" de mi autoría. Esta publicación fue editada por la Universidad Iberoamericana Laguna en el 2006 para celebrar ambos centenarios, el de la ciudad de Gomez Palacio y el de la ciudad de Torreón. Este libro se encuentra a la venta en el Archivo Municipal Eduardo Guerra, en la librería del Fondo de Cultura Económica (al lado del Teatro Martínez) y en la propia UIA-Laguna.
Dice así la reseña: "El Dr. Corona continúa en este estudio su productiva investigación en la que despliega su aptitud y habilidad para desentrañar otro aspecto más de la reciente, pero no menos importante, historia de Coahuila, Durango y su entorno: la Comarca Lagunera. Sin duda alguna la experiencia del especialista genera un análisis con un poso (como en los buenos vinos) que ha ido adquiriendo tras largos años de estudio en los archivos mexicanos y más concretamente en el Archivo y Universidad Iberoamericana de Torreón.
La investigación realizada por Corona se centra en definir un modelo de organización del espacio de una zona fronteriza enmarcada, de una parte, por la preexistencia de grupos humanos belicosos e "incivilizados" en términos occidentales; y, por otra, la ocupación del mismo a manos de españoles y tlaxcaltecas. Desde la aparición del estudio realizado por Turner, hemos tenido ocasión de conocer investigaciones que han tratado distintos aspectos de la frontera y de los fenómenos que se producen en torno a ella. El trabajo que reseñamos es un "caso" más de ocupación efectiva de una zona, línea de frontera donde se debatían no sólo los intereses de la propia ocupación, sino también de aquellos relacionados con la Corona española y sus enemigos, los ingleses.
Sin duda alguna la calidad de las fuentes consultadas y el buen hacer profesional se manifiestan claramente a lo largo de un discurso dinámico y sagaz que invita al lector adentrarse en una problemática tan especifica como la que aquí se trata. Resalta la capacidad del autor para hacer de un fenómeno suscitado en una región marginal del imperio español un análisis de claridad meridiana para quienes no conocen el medio natural y humano. Pero a la vez es de destacar cómo el discurso científico bien explicado se convierte en un instrumento didáctico eficaz.
El profesor pone su empeño en que las generaciones presentes, como también las futuras no olviden las raíces. Porque lo que hoy son los mexicanos, coahuilenses o duranguenses, es fruto de los pobladores originarios de la zona, pero también del indudable aporte de los inmigrantes ya sea de otras regiones, o de otros continentes. El autor elabora un análisis de larga duración sobre la intrincada relación entre la fe, la cultura y la economía de los laguneros. Comienza describiendo cómo los primeros pobladores, cazadores recolectores, no concebían el valor de los recursos naturales que tenían a su alcance como medios de producción, a pesar de la escasez del agua y de la existencia de riquezas minerales. De ahí que al llegar los españoles, y sobre todo con el establecimiento de la Compañía de Jesús se genere no solo una revolución productiva, sino un cambio de mentalidad, de forma de ser, de actuar, en suma, un cambio de cosmovisión.
La base de este cambio, dice el Dr. Corona, sólo fue factible por la conjunción de una serie de variables: la expansión de la fé, la educación en nuevos valores y formas de enfrentarse al mundo y, finalmente, la organización de los recursos naturales para lograr una estructura económica que permitiera a la región vertebrarse a las rutas del comercio de la Nueva España. Se observa, por lo tanto, que nuevamente es el comercio, o mejor las rutas comerciales las que permiten a las zonas de frontera, menos favorecidas por las decisiones reales, integrarse no sólo a los mercados, sino también recibir influencias culturales. Sin embargo, esto no hubiese sido posible sin la intervención de colonos aborígenes tlaxcaltecas y españoles que compartían una cultura agropecuaria y que fueron capaces de racionalizar los recursos hídricos existentes.
Surge de esta manera, para el Profesor, el "ser lagunero" en aquellos hombres que se veían a sí mismos como miembros y representantes del nuevo orden establecido. Orden que defenderían de los "bellacos" que atacaban a las propias poblaciones. Tal empeño dio excelentes resultados porque a la postre, y como mérito a la calidad de fronterizos defensores de la "república", el virrey les concede privilegios fiscales sobre la producción vitivinícola. Pero esta identidad se forja también a partir del hecho de que, durante el siglo XVIII y principios del XIX, la mayor parte de la región perteneció a una misma familia, a través de lazos de parentesco.
Así pues a lo largo del siglo XVIII pueblos de indios y vecinos españoles lograron configurar una economía agropecuaria con mano de obra libre y contractual, con el agua como recurso escaso, y como tal rentado, y con un comercio activo gracias a encomenderos (gestores de negocios) y arrieros. La vitivinicultura primero y el algodón después se elevaron, como ya demostrara el Doctor en otras de sus excelentes investigaciones, a la categoría de actividad económica dinamizadora para la región. A lo largo de los siglos, la comarca fue adquiriendo diversas cotas de seguridad en relación al exterior, a su interior, y cómo no, en relación a sus necesidades espirituales. Las rentas de la tierra sirven entre otras cosas para alcanzar cierta seguridad espiritual, a través de censos, capellanías, cofradías y obras pías, que a su vez se traducían en prestigio social, y según Corona Páez, en una suerte de distribución de la riqueza.
La vitivinicultura y más tarde la industria algodonera marcan dos momentos distintos y evidentes para el Profesor Corona: el primero permite la organización del espacio y la estructuración de unidades agrícolas; el segundo constituyó un modelo de producción encaminado al desarrollo capitalista sostenido con la constitución de sociedades mercantiles. Sin duda, el algodón dio paso a una potente actividad económica lagunera. Pero también el profesor demuestra cómo con el transcurso del tiempo la pequeña y mediana propiedad se fue perdiendo en beneficio de los grandes latifundios.
El Dr. Corona analiza cómo la consolidación del latifundio originó un fuerte problema social y económico en la Comarca Lagunera. La permisividad de los terratenientes admitiendo asentamientos en sus propiedades generó el temor de los titulares por la integridad patrimonial. La tensión social incrementada con la participación de grupos liberales mexicanos y norteamericanos concluiría, alude el estudioso, con la redistribución de la tierra y la fundación de nuevas villas y ciudades, como fue el caso de la ciudad de Torreón.
Así pues el Dr. Corona elabora, en lo que podemos considerar la primera parte de su estudio, un análisis de larga duración a través del cual demuestra como la común unión de los intereses humanos, los recursos naturales, los medios de producción y la necesidad de ser y consolidar el lugar en el que se vive configuran una mentalidad especial en los habitantes de la Comarca Lagunera.
No conforme con el análisis realizado, con buen ojo de cientista social, el investigador indaga en lo que nosotros consideramos una segunda parte, la configuración del universo tlaxcalteca y español. Los tlaxcaltecas dotados de un sentido de la oportunidad no tardaron en aliarse a los españoles y colaborar en la ocupación de esta zona del norte novohispano. Su condición de hidalgos y en consecuencia su calidad de hombres libres les permitió adquirir tierras, producir vinos y beneficiarse a tal punto que hasta llegan a constituir capellanías. Por su parte los españoles se asentaron en la región, mediante el otorgamiento de mercedes reales, y estructuraron una economía basada en la producción agropecuaria.
Muy pronto españoles y tlaxcaltecas se aunarían en una tarea común: la vitivinicultura; aunque con el tiempo los primeros lograrían imponerse numéricamente. Sin embargo estos dos grupos humanos se congregaban en torno a los misterios de la fé cristina y a su experiencia religiosa. Cuestión que se comprueba al analizar los testamentos de unos y de otros, en las celebraciones religiosas y en la imaginería. Así es cómo el Profesor explica la importancia de los fenómenos históricos para entender la mentalidad de la sociedad lagunera actual. La cultura es dinámica y el dinamismo lo confiere un grupo de hombres que va construyendo los cimientos de la sociedad con elementos preexistentes, con los aportes de otros pueblos y con la energía que confiere el tener un ideario religioso común con el único fin de adquirir seguridad, reconocerse en un espacio y trascender a su propio tiempo creando una nueva identidad. Y en ese momento el otro, el distinto, el extraño, ya no se distingue, sólo existe "el nosotros".
Es ya costumbre en los trabajos del Dr. Corona encontrarnos con Apéndices Documentales de gran riqueza no sólo para la zona que trata, sino para otros espacios con semejante actividad productiva. En este caso nos referimos a los calendarios agrícolas de las actividades algodoneras, cuadros de producción y documentos que nos permiten comprender con mayor claridad el fenómeno que analiza; pero también el Dr. Corona tiene la gran habilidad de insertar fuentes que por su curiosidad nos asombran, sin distraer el rigor científico. Finalmente, hay que decirle al Dr. Corona que esperamos leer nuevas investigaciones dada su capacidad y la posición de privilegio que ostenta como Director del Archivo Histórico de la Universidad Iberoamericana de Torreón y Profesor de dicha institución de enseñanza superior.
Dra. Ana María Rivera Medina
Profesor Tutor UNED BIZKAIA
España"