El
pasado miércoles 21 de mayo de 2014, se cumplieron 229 años desde que el rey
Carlos III firmó, en el Palacio de Aranjuez, la separación de las Comarcas
Laguneras de Coahuila y Durango.
Para
muchas personas, sobre todo desde la óptica saltillense y duranguense, La
Laguna de Coahuila y de Durango constituyen dos territorios “separatistas” que
“inexplicable y tercamente” tratan de unirse. Es decir, por ignorancia o
malicia, se interpreta como un fenómeno de separatismo y se califica como algo
“pretencioso” e indeseable, casi un acto de traición a los estados madre de
Coahuila y Durango.
Sin
embargo, sobre La Laguna, la historia documentada nos da una perspectiva muy
diferente. El País de La Laguna fue arbitrariamente separado e integrado a dos
jurisdicciones diferentes por Carlos III al final de su reinado. El 21 de mayo
de 1785, este rey firmó el nombramiento del nuevo gobernador de la Nueva
Vizcaya, don Felipe Díaz de Ortega.
Ese
nombramiento mandaba asimismo la separación de la jurisdicción de La Laguna
entre Coahuila y Durango. Una parte se quedó en la Nueva Vizcaya, y la otra fue
añadida a la Provincia de Coahuila, que en esa época era solamente la parte
centro y norte del estado actual. Curiosamente, Saltillo y su jurisdicción
también se convirtieron en “recién llegados” en Coahuila.
El
País de La Laguna, o como le llamamos actualmente, la Comarca Lagunera,
conformaba una región integral que fue arbitrariamente separada durante el
último tercio del siglo XVIII. Como sucedió con el Berlín de la posguerra, el
caso de la Comarca Lagunera trata de dos jurisdicciones que buscan reunirse
tras haber sido separadas, y no de dos regiones separatistas que buscan
configurar la unidad por vez primera, por mera conveniencia.
En
efecto, desde 1594 la región era conocida como “Provincia de La Laguna”. El 6
de abril de ese año, Felipe II permitió a los jesuitas pasar a evangelizar
dicha “provincia” (la palabra se usaba en el sentido de región).
En
1598, con la fundación de Parras, esta percepción se formalizó al erigir la
Alcaldía Mayor de “Parras, Laguna y Río de las Nazas”. Antón Martín Zapata fue
el primer Justicia Mayor de dicha jurisdicción.
Las
misiones Jesuitas de esta provincia y Alcaldía Mayor incluían Mapimí, San Juan
de Casta (León Guzmán), Cinco Señores (Nazas) y muchísimas otras poblaciones de
La Comarca. Esta provincia o Alcaldía Mayor se ubicaba en la Gobernación de la
Nueva Vizcaya.
Por
si fuera poco lo anterior, al unirse por matrimonio las familias de los
marqueses de Aguayo y la de los condes de San Pedro del Álamo durante el primer
tercio del siglo XVIII, las posesiones de ambas familias prácticamente
coincidieron con lo que llamamos Comarca Lagunera de Coahuila y Durango.
La
administración de la producción agropecuaria de toda la región se llevó a cabo
de manera unitaria e integral durante casi un siglo. Pasaban trabajadores con
sus familias de uno a otro punto, y se configuraron lazos y redes de parentesco
en toda esta área.
No
fue sino hasta la reforma jurisdiccional y creación de la Comandancia de las
Provincias Internas que la parte de la Comarca Lagunera ubicada al oriente del
Río Nazas fue incorporada a la Provincia de Coahuila (1787).
La
perdurabilidad de la identidad lagunera es fácil de explicar tras haber
investigado los antecedentes y escrito el “Padrón y antecedentes étnicos del
Rancho de Matamoros, Coahuila en 1548”. Este libro demuestra que dentro del
País de La Laguna había un constante y cíclico flujo migratorio entre sus
diferentes pueblos, haciendas y ranchos. La población tenía mucha consciencia
de que el País de La Laguna era una sola entidad socioeconómica.
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