Carros alegóricos del desfile de las Bodas de Plata de Torreón
Carro alegórico de la Liga Socialista. 1907-1932
Cuando yo era
niño, no solamente existían los desfiles multitudinarios que prevalecen en la
actualidad: 16 de septiembre, 20 de noviembre y peregrinaciones guadalupanas de
noviembre-diciembre.
De alguna
manera, los desfiles de carros alegóricos, como el celebrado en 1932, con
motivo de las Bodas de Plata de Torreón (1907-1932) habían capturado la
imaginación de los laguneros. En tiempos de la Segunda Guerra Mundial, los
torreonenses festejábamos públicamente el don de la vida y el regalo de la paz
en un mundo convulsionado por la guerra, por medio del carnaval. El ambiente
social era diferente al actual, nuestra ciudad aún era joven, risueña, confiada.
Por los
registros que he consultado, el primer carnaval de Torreón se celebró a partir
de 1940, tal vez desde antes, pero el tenso ambiente entre clero y gobierno de
la época de Calles pudo haber reprimido estos festejos públicos. El carnaval
torreonense de 1940 consistió en un alegre desfile, con carros alegóricos,
coches adornados y comparsas de disfraces y “fachas”.
Los
participantes concursaban, y había un jurado calificador compuesto por el
presidente de la Cámara de Comercio, por un miembro del Centro Patronal de la
Comarca Lagunera, y otro miembro de la Barra de Abogados de La Laguna.
A los mejores
carros alegóricos, de acuerdo a su originalidad y apariencia, se les otorgaban 4
premios: medalla de oro y diploma; medalla de plata y diploma; diploma, y
finalmente, mención honorífica.
El desfile
iniciaba en el mismo lugar del que arrancan actualmente las peregrinaciones
guadalupanas: en la calle González Ortega, en el costado poniente de la
Alameda, junto al “Pensador”. De ahí
partía el contingente para seguir por la avenida Matamoros hacia el poniente,
pasaba frente a la antigua presidencia municipal (actualmente Plaza Mayor) y
seguía hasta la calle Ramos Arizpe, donde daba vuelta hacia el sur para tomar
la avenida Hidalgo hacia el oriente, doblando de nuevo hacia el norte en la
calle Valdés Carrillo, hasta llegar al Banco Chino y la Plaza de Armas.
Ahí,
frente al antiguo Casino de La Laguna (ahora parte del Museo Arocena) tenía
lugar un combate amistoso de serpentinas y cascarones de huevo llenos de harina
o de confeti. La concurrencia se divertía muchísimo con estos inocentes combates
de humor y buena fe, previos al miércoles de ceniza y los cuarenta días de
ayuno y abstinencia de las antiguas y rigurosas cuaresmas. “Carnaval” era diversión,
un “adiós a la carne”, ya que, tras el carnaval, vendría la mortificación.
Siempre había
una reina del carnaval. Tengo entendido que el inolvidable “Sir Waitron”, uno
de los personajes más dignos de la biografía que han existido en Torreón y cuya
vida y hechos merecen artículo aparte, fue en 1948 uno de aquéllos “reyes feos”
consortes de la realeza carnavalesca, pero he de confirmar ese dato. Nacido en
1911, muerto en 1989, Sir Waitron, por su bonhomía, excentricidad y por lo
anecdótico de su vida, es digno de ser recordado.
Y para volver
al tema de este artículo, mencionamos que por la tarde, luego de finalizado el desfile, solía celebrarse una charreada o corrida de toros.
De mi niñez temprana
recuerdo a las comparsas reunidas en la Alameda, antes de comenzar el desfile
del carnaval. Pero lo que yo recuerdo –seguramente porque me causaban temor-
eran aquéllas enormes, altas figuras caricaturescas y satíricas que en España
llaman “mojigangas” y “cabezones”. Seguramente ocurrió en las últimas ediciones
del carnaval torreonense.
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