Hoy, 22 de
noviembre de 2013, se cumple medio siglo desde el asesinato del presidente de
los Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy, en Dallas, Texas. El magnicidio se
consumó el 22 de noviembre de 1963.
En esa época yo
tenía 13 años de edad, y recuerdo perfectamente la conmoción que causó el hecho
en nuestra ciudad. Los boletines radiofónicos, a veces contradictorios,
informaban sobre el supuesto estado de salud del presidente. El contenido de
estos boletines procedía del hospital al cual fue llevado Kennedy. Tardaron
horas en admitir que el mandatario había muerto.
En Torreón, y
de hecho en el mundo entero, inmerso en la llamada Guerra Fría, había
incertidumbre sobre el significado y las consecuencias posibles del hecho. La
crisis de los misiles rusos en Cuba y los acontecimientos de Bahía de Cochinos estaban
muy frescos en la memoria social, y se creyó en un principio que el magnicidio
podría provocar una guerra nuclear. Se sospechaba, en un primer momento, que
Cuba era la nación responsable del asesinato. Y las relaciones de Cuba con la
Unión Soviética eran muy estrechas. Un ataque de represalia a Cuba significaría
un enfrentamiento directo con los soviéticos.
Kennedy había
sido el presidente estadounidense más popular, y hasta querido, en México. Era
el primer presidente católico de su nación, lo cual no pasaba inadvertido a los
mexicanos de entonces. Su visita a la ciudad de México fue apoteósica. Fue la
única visita de un mandatario extranjero comparable a la primera de Juan Pablo
II, por el entusiasmo y por la cantidad de personas que aclamaban.
Kennedy
también apoyó a México (y a la América Latina) con la “Alianza para el
Progreso” (ALPRO), programa de ayuda de decenas de miles de millones de
dólares. En la era Kennedy, llegaron a La Laguna pies de cría de borregos
merinos y de ganado fino para los ejidos. Lamentablemente, y aún con esos
estímulos multiformes, la cultura de muchos ejidatarios laguneros no cambió.
Los borregos acabaron como materia prima de muchas barbacoas, y no como inicio
de producción y acumulación de excedentes económicos para la reinversión.
Sobre los
Kennedy parecía existir una maldición, ya que hubo varias muertes trágicas
entre ellos. El hermano mayor de John, Joseph, murió en combate en la Segunda
Guerra Mundial. John fue asesinado en Dallas siendo presidente en funciones. Su
hermano Robert fue asesinado en Los Ángeles siendo candidato a la presidencia de
los Estados Unidos. Y el hijo de John Fitzgerald Kennedy, John Kennedy Jr.
(John-John) murió joven y sin descendencia en un accidente aéreo, al
estrellarse en el mar la avioneta que tripulaba.
La viuda de
John Fitzgerald Kennedy, Jacqueline Bouvier, mantuvo, por décadas, un papel
protagónico como socialité de nivel mundial.
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