¿Cómo podríamos tratar de explicar el mutuo sentimiento de rivalidad que de antaño existe entre las ciudades de Saltillo y Torreón? La capital coahuilense fue fundada hacia 1575, mientras que nuestra ciudad de Torreón apenas era una villa en 1893. En 1889, el gobierno del Estado de Coahuila con sede en Saltillo, liberó del pago de impuestos estatales y municipales por varios años a los habitantes de la villa y ferropuerto del Torreón, circunstancia que muchos laguneros aprovecharon para poner comercios, industrias o almacenes comerciales. Esta medida fue un detonante que impulsó el crecimiento del lugar, que pasó a ser una villa y posteriormente una ciudad de economía agroindustrial, a velocidad meteórica. La Laguna ya era una potencia económica por su algodón, y su puerto de entrada y salida de materias primas y productos manufacturados, de almacenes y tiendas, se focalizó en la villa del Torreón, precisamente porque era su ferropuerto regional.
Saltillo no imaginaba ni esperaba que las cosas resultaran tan buenas para Torreón. Rápidamente se puso de relieve la diferencia de mentalidad entre ambas ciudades. Mientras que Saltillo era una ciudad con vocación netamente administrativa, Torreón era una ciudad empresarial que se construía a sí misma de una manera vertiginosa, gracias al impulso ferrocarrilero y gubernamental de sus inicios.
Por su parte, Saltillo tenía en su conciencia el haberle quitado a Monclova (la cabecera original de la Provincia de Coahuila desde el siglo XVI) la capitalidad del estado en 1827, a pesar de que, desde el punto de vista histórico, Saltillo venía a ser una población “recién” incorporada a la provincia de Coahuila por decisión de Carlos III de 1785.
Al ver el pujante crecimiento de la ciudad de Torreón, Saltillo sintió amenazada su condición de capital y los ingresos, oportunidades y las fuentes de trabajo que la burocracia estatal generaba. En pocas palabras, sintió amenazada su economía. Pero esta percepción estaba equivocada. Torreón jamás ha sido capital de estado, ni le interesaba serlo, porque no necesitaba los recursos de Coahuila para crecer. Se bastaba a sí misma, a través de sus pujantes empresas y empresarios.
Ese prejuicio, erróneo temor y aparente desdén de los saltillenses hacia Torreón, ha creado muchos desencuentros y malquerencias a través del tiempo. A ojos de los torreonenses, pareciera que los Saltillenses consideraran a Torreón un simple lugar para obtener recursos, de múltiples maneras. Esa es la queja de innumerables taxistas, que se lamentan de que las placas en Torreón cuesten treinta mil pesos, y en Saltillo, solamente seis mil. Esta es una queja que escucho cotidianamente.
Este aparente “maltrato” y “descuido” de Saltillo hacia Torreón, es, en gran medida, el motor que impulsa las ideas de crear el Estado de La Laguna. Mantener la riqueza generada aquí mismo, y reinvertirla en beneficio de la región, es un propósito económico, más que político. Por supuesto que lo que expreso en estos párrafos es una mera opinión personal basada en la experiencia de muchos años. No es una demostración científica. Pero no creo que dicha opinión vaya tan desencaminada.
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