Escudo de Torreón

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miércoles, julio 04, 2007

Racismo de Estado a finales del siglo XIX


Prueba contundente de que en México existía un racismo de Estado a finales del siglo XIX y principios del XX, la constituye la siguiente transcripción de un artículo del periódico oficial de Coahuila. Este texto, que se nutre en las fuentes de doctrinas nefastas como el darwinismo social y del espencerianismo, enaltece el concepto de raza y de supremacía racial. Presupone falsamente que los valores culturales se transmiten de manera biológica. Y con esta falsa razón, discrimina y denigra a los mexicanos y a los chinos, a la vez que enaltece a los extranjeros de origen germano.

¿Cómo no iba a ocurrir una matanza de orientales bajo el bombardeo de estas ideas racistas? Y, ¿acaso no iban a ser tomadas en cuenta por el pueblo, si venían envueltas en la oficialidad de un periódico gubernamental? La generación de mexicanos que protagonizó los sucesos de 1911, bebió de esas fuentes. Por esta razón, no me cansaré de insistir en que debemos reconocer el principio de causa-efecto, donde la matanza fue un efecto, y el principio, las ideas racistas que permitimos que fueran propagadas y difundidas.

Pero, volviendo a la razón de este artículo, inserto parte del texto mencionado:

“Periódico Oficial del Gobierno de Coahuila de Zaragoza. Saltillo, Lunes 24 de julio de 1882. Núm. 22. Las leyes, decretos y demás disposiciones superiores, obligan por el solo hecho de publicarse en este periódico”.

“Editorial. La inmigración. Artículo segundo. Hemos dicho que la inmigración es el problema que resolverá el porvenir de México, y ahora agregamos que las medidas que se adopten por los poderes públicos acerca de los inmigrantes que convienen a nuestros intereses y a nuestras instituciones, depende que ese porvenir sea grande y halagüeño”.

“Pero cuestiones son éstas que no nos corresponde tratar hoy, limitándonos a consignar el deber imperioso, y la necesidad y hasta la conveniencia de nuestros gobiernos y nuestras sociedades para mejorar esa raza [indígena], para despertarla de su marasmo, para devolverle la energía y la actividad y la grandeza que le distinguiera bajo el mando de Moctezuma y Guatimoc, y sobre todo, para convertirla en una raza trabajadora, y en vez de perjudicial, útil y benéfica a sí misma y a la patria".

“Necesita el cruzamiento con razas europeas descendientes del sajón o del cimbrio o del teutón, pero nunca de su misma raza latina, ni mucho menos de la mongola.

Si vinieran a poblar y cultivar nuestro suelo, los chinos por ejemplo, en lugar de ser benéfica para nuestra patria la inmigración, no sería mas que un mal más agregado al número ya crecido de los que nos aquejan”.

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