Escudo de Torreón

Escudo de Torreón

lunes, octubre 29, 2012

Necesidades y satisfactores





Garabato antiguo



Una de las maneras más interesantes y apasionantes para conocer la mentalidad y la vida cotidiana de las sociedades del pasado se aborda a través del concepto de “cultura material”.  Con este nombre podemos denominar todos aquellos aspectos tangibles que hacen referencia a las necesidades de una sociedad dada, en cierto lugar y momento de la historia.  Desde luego, la manera como se resuelvan las necesidades, e incluso el concepto mismo de “necesidad”, depende de la sociedad, lugar y época de que se trate. Las necesidades también son históricas, cambian, no son inmutables y eternas. 

En la Comarca Lagunera urbana y suburbana de principios del siglo XXI, el televisor es un artefacto con el que los comarcanos resolvemos ciertas necesidades (necesidades impensables, por inexistentes, para los laguneros del siglo XVIII), como son las siguientes: información instantánea (noticieros en vivo), infor-mación científica o divulgativa (documentales), entretenimiento (futbol; videoclips; telenovelas, películas, música); entretenimiento y/o identidad regionales (nuestro equipo de fútbol contra sus pares del país o del extranjero),  identidad nacional, incluso la necesidad de saber qué áreas de la ciudad padecen violencia. 

En la Comarca Lagunera, como en muchas otras regiones del mundo, la existencia de un gran número de artefactos electrónicos a los cuales llamamos televisores, nos remite a las implicaciones sociales de la posesión y uso de tales artefactos. Existe una también una gran audiencia receptora. Este fenómeno nos indica que en nuestros días es posible —gracias al mejoramiento en las condiciones laborales, y por lo tanto económicas—  contar con tiempo libre para el entretenimiento. 

De acuerdo a las necesidades propias de la clase social y dependiendo del ingreso, es posible generar excedentes para adquirir uno o varios de estos artefactos. El telerreceptor supone además la existencia de la energía eléctrica —relativamente económica— distribuida de manera eficiente a los hogares o sitios de trabajo. La invención y posesión del televisor supone la existencia de verdaderas cadenas de innovaciones como los bulbos, transistores, chips y microchips. 

En pocas palabras, un simple artefacto —cualquiera que éste sea— supone toda una cultura que le da origen, uso y sentido. Se sitúa en una sociedad, en una época, incluso en una determinada percepción de la noción misma de necesidad. Al volver a nuestro ejemplo, diremos que en la Comarca Lagunera del siglo XVIII, el televisor y la televisión era impensables porque no habían surgido las condiciones económicas, sociales, tecnológicas ni ideológicas que crearon la  necesidad de su invención y que le dieron sentido como innovación en el siglo XX.

En cambio, hay artefactos que se usaron en nuestra Región en otras épocas, cuyo uso era muy congruente con su propio tiempo y circunstancias. Un caso típico es el “garabato”, es decir, la jaula, canastilla o gancho en el que se colgaba la carne fresca o seca y también los embutidos. En nuestros días resolvemos esa necesidad —que se reduce a la conservación en buen estado de los alimentos— con el refrigerador, el congelador y la química.  Sin embargo, en el siglo XVIII la necesidad que mantenía en uso al garabato era la protección, más que la conservación.  Es decir, la carne seca y los embutidos ya estaban tratados para que duraran algún tiempo sin descomponerse (con las técnicas del deshidratado, conservación en salmuera, vinagres, escabeches, ahumados, etc). 

La verdadera necesidad en aquel tiempo consistía en que esos alimentos debían ser protegidos de ratones, gatos, perros u otros animales. El garabato nos habla de condiciones de ruralidad, de familias que convivían o interactuaban en un mismo entorno espacial con animales “domésticos” tales como ratas y ratones. La higiene como práctica urbana de asepsia cotidiana —es decir, nuestro concepto de higiene— todavía no existía. El exterminio de estos “bichos” —ratas y ratones— no era percibido como una necesidad apremiante. Su existencia y contigüidad eran algo tan cotidiano en el mundo rural, que ni los señores ni las señoras o señoritas se histerizaban o desmayaban ante su vista o presencia. 

La reacción individual ante esos animales estaba y está determinada socialmente, se aprende. La proliferación  —no la presencia— de ratas y ratones se resolvía por medio de la convivencia estrecha y cotidiana del ser humano con otro animal que era apreciado por su utilidad, más que por su compañía: el gato. Un gato o dos podían ahuyentar a los roedores y controlar su abundancia. Pero entonces surgía una nueva situación: había que preservar carnes y embutidos de la amenaza del gato.  Había que estar, literalmente, “con un ojo al gato y otro al garabato”.       

Así, cualquier artefacto nos puede contar una interesante historia sobre el uso que una sociedad le asigna, la necesidad que resuelve, la percepción de la necesidad en sí misma, la ideología que le sustenta, o el sentido que cobra en las circunstancias sociales, espaciales y temporales que le dieron origen. 

Si se tienen presentes estos conceptos al estudiar un moderno catálogo de ventas o un inventario de bienes de la era virreinal, la simple e intrascendente percepción acrítica de objetos se puede convertir en un interesantísimo ejercicio de descripción, análisis y explicación de los usos, valores, costumbres y mentalidad de una sociedad, una clase social, un lugar y una época. Sería el estudio de la sociedad a partir de sus artefactos, aunque de éstos subsista solamente el testimonio documental.   


viernes, octubre 26, 2012

Celebraciones de los 30 años de la Ibero Torreón




El día de ayer se celebró formalmente el trigésimo aniversario de existencia de la Universidad Iberoamericana Torreón. Constituyó el evento central de las actividades que han durado una semana. En el marco de estos festejos, se han celebrado, durante seis días, los juegos y competencias  deportivas que hermanan a los alumnos de las diferentes instituciones jesuitas de educación superior del país y de Guatemala.

Así pues, a partir de las 18 horas de ayer a se ofreció en el auditorio de la universidad, un concierto de la Camerata de Coahuila. Posteriormente, una misa de acción de gracias, y finalmente, a partir de las 20 horas, el acto académico propiamente dicho. El rector de la Universidad Iberoamericana Torreón, el Mtro. Héctor Acuña Nogueira, sj, ofreció a la concurrencia una semblanza de lo que ha sido y es la universidad Iberoamericana local.

Posteriormente, se procedió a otorgar la presea al mérito académico “David Hernández”, de la Compañía de Jesús, por sus distinguidas trayectorias académicas en el campo de la docencia, la difusión y la investigación, a la Mtra. Laura Orellana Trinidad y al Dr. Sergio Antonio Corona Páez. Esta edición es única y extraordinaria, con diploma y medalla de plata de ley 0.999 magníficamente trabajada.





En seguida, el presidente de jurados del concurso de ensayo convocado por la Universidad Iberoamericana Torreón procedió a comentar el ensayo ganador, que fue el de la Mtra. Monserrat Georgina Aizpuru Cruces, egresada de la segunda generación de comunicación de la Ibero Torreón, y actualmente Jefa del Área de Programas Educativos de la Universidad de Guanajuato Campus León. Este ensayo lleva por nombre “Universidad Iberoamericana Torreón: la formación de hombres y mujeres para los demás”.

Las menciones honoríficas fueron para la Mtra. Claudia Guerrero Sepúlveda (Profesora de tiempo del Departamento de Ingenierías de la Ibero Torreón) y para Alberto Orellana Campos, (Egresado de Comercio Exterior y Aduanas de la Ibero Torreón) e investigador de la Universidad Estatal de Dakota del Sur.

Cabe mencionar que el jurado calificador estuvo configurado por reconocidos académicos del sistema UIA-ITESO, como lo son la Dra. Susana Cuevas de la Garza, de Ibero León;  la Dra. Rosario Mariñez, de Ibero Tijuana; la Lic. Ila Kuri Hernández, de la Universidad Loyola del Pacífico; la Mtra. Patricia Gutiérrez –Otero, de Ibero Puebla; el Dr. Juan Diego Castillo, del ITESO, el Mtro. Raúl López Aranzábal, de Ibero México, y este Cronista Oficial, presidente de jurados, por la Ibero Torreón.

Un fruto editorial y conmemorativo de la celebración de los 30 años de esta universidad jesuita en La Laguna, es el libro “La Compañía de Jesús en la Comarca Lagunera 1594-2012. Trigésimo aniversario de la Universidad Iberoamericana Torreón”, cuyo autor es este Cronista Oficial.




Para finalizar, se ofreció a los visitantes al evento con el obligado brindis, una espléndida y muy nutrida selección de bocadillos finos, los cuales degustaron con deleite distinguidas personalidades y alumnos de las instituciones de educación superior visitantes y locales, comunidad universitaria de la Ibero Torreón, y personalidades de la Comarca Lagunera. 

Segundo aniversario de Torreón como "Ciudad Heroica"





El pasado domingo 21 de octubre, se cumplió el segundo aniversario de la designación de Torreón como “Ciudad Heroica” y “Sitio Histórico de Interés Nacional” ¿Cuáles fueron los méritos de nuestra ciudad que se consideraron para recibir tal distinción?

En el pasado, la población torreonense padeció diversas oleadas de violencia. Entre 1850 y 1900, los cruentos ataques de indios salvajes eran relativamente frecuentes en la Comarca Lagunera. Sin embargo, algunos de los momentos más aciagos los vivieron los ciudadanos torreonenses durante la Revolución Mexicana. 

El ejército revolucionario Maderista tomó Torreón el 15 de mayo de 1911, causando angustia y sufrimiento a sus habitantes, y de manera particular, a los vecinos de origen chino que fueron cruelmente perseguidos y masacrados por las mencionadas fuerzas Maderistas. Como dice el New York Times del 23 de mayo de ese año, “Reportes incompletos de las condiciones en Torreón comienzan a llegar a esta ciudad (Nueva York), Describen una situación desesperada”. En el mismo sentido va lo dicho por “El Criterio” del 27 de agosto de 1911, 17 de septiembre y 24 de septiembre del mismo año, así como la transcripción de la orden de aprehensión girada contra los Casiano y Benjamín Argumedo como participantes del genocidio. No solamente las penurias que pasaron los chinos locales a raíz de esta toma, sino las de todos los demás torreonenses, le merecerían ambos títulos, de ciudad heroica e histórica. Sin embargo, hubo más razones de por medio.

Las ediciones del “Imparcial” del 9 y 10 de octubre de 1913 y del “Demócrata” del 30 de septiembre de 1914, atestiguan la magnitud de las luchas entre federales y los revolucionarios de la recién creada División del Norte bajo el mando de Francisco Villa, hechos ocurridos durante el otoño de 1913. La ciudad de Torreón volvió a ser “amagada” y “ocupada”, como lo dice el texto hemerográfico del 9 de octubre.

Entre muchos otros, los ejemplares de los diarios “El Imparcial” del 7 y 11 de abril de 1914, así como del “Independiente” del 5 de abril de ese año, constituyen evidencia histórica de los combates habidos en Torreón durante su tercera toma revolucionaria, en la primavera de 1914. Torreón se convirtió en un formidable centro militar, y las bajas de la batalla por Torreón fueron las más numerosas de cualquier batalla revolucionaria. Torreón se convirtió en “un infierno”, como lo atestiguan dichos diarios. Durante la lucha, nuestra población fue cañoneada por el afamado artillero Felipe Ángeles.

“El Nacional” del 30 de diciembre de 1916, habla de las “fechorías” de Francisco Villa y su diezmado ejército en la Comarca Lagunera. De hecho, se trata de la cuarta toma de Torreón, aunque por estar ya distanciado Villa de Carranza, ya no se considera oficialmente una “toma revolucionaria” de la ciudad. Torreón y su ciudadanía nuevamente padecieron los embates de la guerra y de la ocupación militar.

Nuevos sufrimientos padecieron los habitantes de Torreón en marzo de 1929, al ser bombardeada la ciudad con artefactos explosivos e incendiarios desde el aire, además de sufrir ametrallamientos contra blancos civiles. Se trataba del alzamiento Escobarista, que se oponía a los planes supra-presidenciales de Plutarco Elías Calles. Estos enfrentamientos constituian las últimas secuelas de la Revolución Mexicana, y a Torreón le tocó en suerte padecerlas, como una Guernica mexicana, toda proporción guardada.

Finalmente, la violencia y la inseguridad que padece la ciudadanía en el presente, se equipara a los sufrimientos que los colonizadores del País de La Laguna tuvieron que soportar para construir y legar un patrimonio a sus familias. Sin duda alguna, la nuestra es una población heroica, y el título para la ciudad, muy merecido. Seguimos siendo la ciudad de los grandes esfuerzos. 

domingo, octubre 21, 2012

Archivo, documento e historia



Área de archivo del Centro de Investigaciones Históricas 
de la Ibero Torreón

Aula del Centro de Investigaciones Históricas Ibero Torreón


Del concepto de “archivo”. Algunos de nuestros lectores se preguntarán para qué puede servir un lugar lleno de papeles viejos, quizá apolillados. Porque para muchos, un Archivo Histórico no les merece mejor concepto que el que acabo de enunciar. Debemos, en atención a estos buenos amigos dominicales, hacer algunas consideraciones. Un Archivo Histórico no es un lugar a dónde van a dar los archivos muertos que no encuentran cabida en otras dependencias u oficinas, ni mucho menos, un basurero con estándares ecologistas. Solo los documentos con valor histórico pueden entrar a este tipo de Archivo. De aquí surge la pregunta: ¿y que es lo histórico? ¿en que consiste esta cualidad?  En su momento lo responderemos.

Un Archivo Histórico no tiene sentido en sí mismo, es tan solo potencialidad: un verdadero Archivo Histórico perfecciona su naturaleza cuando es consultado por historiadores que son capaces de hacer una lectura del pasado a partir de los documentos albergados.

Por lo tanto, no basta con mantener en contigüidad física los papeles viejos. El historiador no se va a zambullir en una pila de papeles para ver que logra encontrar de interés sobre algún azaroso tema. No, el historiador requiere de un  trabajo previo de ordenación por fondos y por fechas; requiere asimismo un trabajo previo de análisis y síntesis de cada documento; requiere largas listas de fichas analíticas y sintéticas de cada texto, imagen o fotografía, ordenadas por fondo y fecha. A esas largas listas llamamos catálogos archivísticos, y constituyen  el apriori con que el historiador inicia su trabajo. Sin ellas, el investigador de fenómenos sociales del pasado tendría que transformarse en una especie de buzo documental, transformación de oficio que tan solo le haría perder el tiempo y no le llevaría, finalmente, a ninguna parte.     

De aquí que el primer compromiso que se adquiere al ser constituido un Archivo Histórico, es el de preservar los documentos, catalogarlos y difundir los catálogos. Con esta materia prima trabajarán los historiadores.

El Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad Iberoamericana Torreón, institución de educación superior que celebra actualmente sus treinta años de existencia, no solamente difunde conocimientos, sino que los genera a través de la investigación de los documentos de su archivo. Los difunde a través de su propia línea editorial y de las redes de científicos sociales a nivel mundial.  

De la naturaleza del conocimiento histórico. Un documento es tan solo una “huella” del pasado. No es el pasado en sí mismo, porque el pasado existió una sola vez, y nadie jamás lo volverá a ver. El pasado ya no existe. Entonces, el escribir un texto de historia equivale a proponer la mejor hipótesis que podemos plantear sobre cómo fue el pasado, a nivel descriptivo y explicativo. La hipótesis mejor fundamentada con pruebas será la hipótesis mejor recibida, la más aceptable.

La historia se hace con documentos, decía el historiador francés Henri Marrou. El documento es la “materia prima” de la cual el historiador puede inferir datos sobre el pasado. Pero no seamos ingenuos. El documento es textualidad, con todo lo que la naturaleza lingüística de la textualidad implica y refiere, a saber, lugar, época, grupo social, convenciones, cultura, códigos, referentes, grafía.  El texto es un mensaje de comunicación entre emisores y receptores del pasado, con realidades que también han quedado en el pasado. Por lo tanto, se corre el riesgo de interpretar ingenuamente,  haciendo una lectura del texto desde nuestras propias acepciones, convenciones y referentes culturales,  mutilando con ello la validez, veracidad y credibilidad de nuestra lectura.

Al citar unas líneas del texto de Gerónimo Camargo, indio coahuileño del siglo XVIII, ilustraré lo que quiero decir:
“Y aviéndose juntado todos, empesó a escojer los más briosos, y los   apartó y les dixo que raiando el sol, les avían de dar en los Tenestetes”.

¿Acaso no resulta risible este texto cuando lo interpretamos desde nuestro tiempo y cultura?  Se requiere una labor de investigación y contextualización hermenéutica para poder interpretar este texto, que realmente quiere significar:

“Y habiéndose juntado todos, empezó a escoger los [hombres] más briosos, y los apartó, y les dijo que rayando el sol,  habrían de asaltar el lugar llamado “los Tenestetes” -que por cierto, es ésta una palabra náhuatl que en el contexto funciona como toponímico y significa “canteras o depósitos de piedra caliza-” .

Por otra parte, es importante que no nos detengamos a ver el árbol, sino que contemplemos el bosque en su conjunto. Como científicos sociales, debemos historiar grupos antes que individuos. El individuo es un ser social y por lo tanto, cultural. No surge de la nada. Interacciona desde grupos y hacia grupos. Es el grupo el que forja al individuo, y no a la inversa.

¿Qué es lo que hace históricos a los documentos, entonces? ¿Que den información sobre un “individuo histórico”? ¿O sobre un “grupo histórico”?.  En realidad, el adjetivo histórico no necesariamente se aplica a lo grande o lo trascendental. Lo histórico es todo aquello que se refiere a fenómenos del pasado que dejaron “huellas”. Toda aquella fuente –ordinariamente textual- que nos dé noticias del pasado, constituye una fuente o documento histórico. Los documentos que contienen “huellas” de las sociedades del pasado son documentos históricos. Para los investigadores de hoy en día, casi todas aquellas realidades que fueron compartidas por grupos del pasado son dignas de historiarse: la ropa, la casa, la privacidad, el trabajo, la cocina, la percepción de clase o grupo social, la recepción que tuvo algún evento u obra. Las posibilidades son infinitas.

Finalmente, no debemos perder de vista que nuestra percepción del pasado surge a través de un proceso de lectura textual, en el cual simplemente nos representamos una realidad que ya no existe. Un buen libro o una película sobre la Revolución Francesa nos crea la ilusión del pasado y nos lo hace comprensible. La historia comparte con la literatura la narrativa, por su capacidad de crear ilusiones de temporalidad. 

martes, octubre 16, 2012

El canal once TV del Politécnico, en Ibero Torreón




En el Archivo del Centro de Investigaciones Históricas


Durante la segunda quincena del mes de julio del presente año, un equipo de trabajo del canal once TV del Instituto Politécnico Nacional estuvo en la Universidad Iberoamericana Torreón, con el objeto de grabar algunas secuencias.

El tema a tratar sería “Historia del vino en México”. Previamente, funcionarios de Producción y Relaciones Públicas de dicho canal se contactaron con este Cronista Oficial, con el objeto de solicitar una entrevista sobre este tema, que pudiera ser televisada.

Este Cronista Oficial está considerado un especialista en la historia colonial de la Comarca Lagunera, su identidad, mentalidad y cultura material. En esta cultura material de la Comarca, entra naturalmente, el vino y su historia.

La entrevista se llevó a cabo en varias locaciones de la Universidad Iberoamericana Torreón, con un staff de unas ocho personas, muy profesionales y jóvenes, y con un equipo televisivo inmejorable. Se usaron rieles portátiles (dolly sliders) para hacer tomas de alto grado de dificultad, como las denominadas “traveling” y “dolly”.

El programa dedicado al vino en la serie “Bebidas de México” consistió finalmente de una serie de entrevistas a historiadores, enólogos, consumidores y empresarios relacionados con la historia, consumo y producción del vino en México, para su consumo nacional y para su exportación.





Este programa puede ser visto, en su totalidad, en Youtube en el siguiente enlace:


Reunión de Cronistas Oficiales en la Ibero Torreón




Hoy martes 16 de octubre, a partir de las diez de la mañana, se llevó a cabo en la sala de juntas del Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad Iberoamericana Torreón, la sesión ordinaria de la Asociación Estatal de Cronistas Municipales de Coahuila. Para esta ocasión, se encontraban convocados los Cronistas Oficiales y/o Adjuntos de la Comarca Lagunera de Coahuila, a saber, de los municipios de Matamoros, Viesca, Francisco I. Madero, San Pedro, Torreón, en su carácter de miembros de la Asociación Estatal y de la Nacional. 

Se encontraron presentes también distinguidos y entusiastas colaboradores regionales. La reunión fue moderada por el señor Carlos Gutiérrez Recio, Cronista de Cuatro Ciénegas y Presidente Estatal de la Asociación.

La agenda previamente fijada, trató en extenso sobre el próximo encuentro de los Cronistas Oficiales de esta asociación, en La Laguna de Coahuila. Aunque Torreón será la ciudad sede del evento, los Cronistas Oficiales de todo el estado visitarán los municipios coahuilenses de La Laguna.




En la foto: María del Socorro Muñoz Alba de Rodríguez, Matías Rodríguez Chihuahua, Gumaro Tonche Flores, José Luis Treviño García, Carlos Mariano Guzmán Madariaga, Enrique Gómez Dena, Feliciano Esparza Magaña y Sergio Antonio Corona Páez.










lunes, octubre 15, 2012

Las razones de Eduardo Guerra

Presidencia Municipal del viejo Torreón


El 7 de enero de 1932, Eduardo Guerra solicitó al ayuntamiento de Torreón un subsidio de dos mil pesos para la edición de un libro que contendría los datos históricos más importantes de Torreón. La iniciativa de Guerra no quedó en la publicación de un libro, sino que, de manera simultánea, estimuló el interés de la cámara de comercio local para organizar los festejos de las bodas de plata de Torreón como ciudad. 

¿Por qué Eduardo Guerra decidió que la historia de Torreón debía comenzar a contarse desde el 15 de septiembre de 1907? ¿Fue una maniobra para conseguir el apoyo que requería para su libro? Esta fue una situación verdaderamente novedosa, ya que las poblaciones mexicanas, coloniales y modernas, han festejado siempre, como inicio de su historia oficial, la fecha de fundación de su municipio, que es cuando reciben  jurisdicción y gobierno propios. 

La Congregación del Torreón fue elevada al rango de villa el 24 de febrero de 1893. Esa es la fecha real de la creación del municipio, jurisdicción y gobierno municipal de Torreón. Estrictamente hablando, Torreón cumplió 118 años el 24 de febrero de 2012, y aproximadamente 162 años de estar ininterrumpidamente poblada.

A Eduardo Guerra le debemos pues esta “heterodoxa” cronología urbana que parte del 15 de septiembre de 1907. ¿Qué pudo haber motivado su decisión de vincular el inicio de la cronología torreonense con dicho año? No tenemos duda de que una de las razones que tuvo Eduardo Guerra para acotar la historia torreonense de esta manera, consistió en que muchos de los actores sociales relevantes en el primer tercio del siglo XX no se encontraban aún presentes en 1893. 

La primera cámara de comercio de Torreón se fundó apenas en 1905, y sabemos que precisamente la cámara de comercio fue una de las grandes promotoras de la celebración de las bodas de plata de Torreón en 1932. Un buen número de empresas y empresarios se establecieron entre 1893 y 1907: en 1898 abrieron sus puertas las sucursales del Banco de Coahuila, del Banco de Londres y México y las del Banco Americano. Posteriormente, se instalaron el Banco Chino, el Banco Nacional de México, el Banco Agrícola Hipotecario y las agencias del Banco Mercantil de Monterrey y del Banco de Nuevo León. En 1898 comenzó a funcionar la Junta de Mejoras Materiales de Torreón, con intervención exclusiva de la iniciativa privada. En 1898 se fundó la Compañía Hilandera “La Fe” y surgieron empresas de carácter comercial: Buchenau y Cía., ferretera Julián Lack, García Hermanos, La Ciudad de París, El Puerto de Liverpool, papelería El Modelo, maderería Acres, Feliciano Cobián, Dodson Manufacturing Co., Pablo Shugtt, Waters Pierce Oil Co. etc. En 1900, don Joaquín Serrano y socios fundaron “La Unión, Compañía Jabonera de Torreón”. Ese mismo año comenzó a circular el primer periódico, “The Torreon Enterprise”. El 31 de diciembre de 1900 y el 5 de julio de 1901 se adquirieron los terrenos donde se levantaría la importantísima Compañía Fundidora Metalúrgica de Torreón —con capital torreonense— siendo sus principales socios Ernesto Madero, Carlos González Montes de Oca y Joaquín Serrano.

Evidentemente todo este sector empresarial —mucho más fuerte en Torreón que cualquier institución política— secundó la idea de iniciar la cronología torreonense a partir de 1907. La iniciativa privada constituyó un actor importante para la escritura de la historia de Torreón desde sus principios. Nuestra historia inició en 1907 por su consenso. Esta postura es muy congruente con la cultura empresarial de una ciudad como Torreón. Este “hacerse a sí mismo” o “definir la historia a partir de sí mismo” y desde el poder económico más que político o académico, ha sido una constante en la historia de la escritura de la historia torreonense. 

Eduardo Guerra fue uno de esos hombres con suficiente prestigio, liderazgo y poder de convocatoria como para proponer o acotar una fecha inicial para nuestra cronología urbana torreonense. De alguna manera los grupos del poder local decidieron olvidar los orígenes humildes de la villa del Torreón y prefirieron festejarla con categoría de ciudad nacida ya grande, adulta, surgida desde la espontaneidad de la nada. Deliberadamente quisieron verla y recordarla así. Y este discurso irreal, se tornó “verdad social”. Es parte de nuestra mitología regional. 

Para dar vuelta a la página, consideremos que, por lo general, cuando visitamos un museo puesto “con toda la mano”, tenemos la agradable sensación de que hemos llegado a un remanso de paz, de placer estético y de aprendizaje. Afortunadamente, en la mayoría de los casos, así es. Pero hay otros en que el lugar que visitamos resulta ser un sitio con un mensaje potencialmente deformador de la realidad.

 En última instancia, un museo de historia no es sino un guión tridimensional donde objetos, artefactos, cédulas y elementos audiovisuales son los medios para la comunicación de un mensaje. La pretensión de cualquier museo es comunicar, educar o formar a la población que visita sus colecciones. Es decir, proporcionar conocimientos, habilidades, actitudes y valores. Un museo está muy lejos de ser una mera e intrascendente exposición de objetos. Su impacto ideológico en los visitantes, es muy poderoso. Sobre todo, porque para el ojo u oído inexperto, de manera apriorística, el museo, al igual que la televisión, es incuestionable. Sus contenidos siempre se consideran veraces. 

Así que la pregunta se impone: ¿Quién proporciona los contenidos ideológicos a los museógrafos? ¿Cuál es la visión que les ofrecen, cuál es el criterio de verdad para el discurso museográfico, oficial o documental? Su visión de la realidad ¿es amplia, o estrecha? ¿elitista, o incluyente? ¿seria, o caprichosa? ¿nacionalista, o xenófila? Porque efectivamente, aunque pudiéramos creer que no es así, el museo es un lugar que puede ser usado para imponer o consolidar una versión de la realidad, o bien, para negar una parte de ella. En estos casos, se trata de los museos que buscan “educar” colonizando la mente de sus visitantes.

Durante mucho tiempo, en los museos de Sudáfrica solamente tenía cabida el arte de los blancos, porque solamente los blancos eran considerados seres humanos capaces de creaciones estéticas. En este caso vemos que los museos pueden sostener y perpetuar un discurso racista de la sociedad.

En los museos de la antigua Unión Soviética, el arte de Fabergé era considerado como propio de la “decadencia” de la era zarista. En este otro caso, nos damos cuenta de que las creaciones de un exquisito y extraordinario orfebre de talla internacional eran calificadas desde la ideología de la lucha de clases, simplemente para mantener vigente un discurso político.

De manera sutil, un museo puede afirmar la “superioridad” del extranjero sobre el nacional, aunque este sea un discurso ya gastado y anacrónico, propio del siglo XIX. O puede tratar de imponer la valorización de ciertos artistas, a la vez que trata de minimizar a otros, quizá con mayores méritos. ¿Cuáles son los criterios de valoración y de impacto social que se manejan en los museos? 

Muchas veces ni siquiera son responsables los patronatos ni los altos directivos de tales discursos deformadores, sino los curadores, los museógrafos y hasta los guías que los elaboran o modifican. Es bien importante que los directivos de los museos y los miembros de sus respectivos patronatos, cuando los hay, tomen conciencia de la gran responsabilidad que representa generar discursos que forman (o deforman) a grandes sectores de la población. Necesitan tener mucho mayor control de los mensajes que, como instituciones educativas y divulgadoras de conocimientos, generan y comunican. Muchas veces, los receptores de los mensajes entienden algo muy diferente a lo que los responsables de su creación quisieron decir. 

Desde el punto de vista de la enseñanza, es tan importante visitar los museos, como ayudar a los alumnos a que desarrollen la capacidad crítica que les permita tomar consciencia de los discursos que generan aquéllos. De esta manera, fomentaremos la cultura, es decir, el cultivo del espíritu de discernimiento y de la libertad de percepción e interpretación de las nuevas generaciones. 

lunes, octubre 08, 2012

El Congreso Mexicano reconoció la obra de Iturbide



¿Un funeral de Estado para el "odioso" Agustín de Iturbide? 
26 de octubre de 1838



Las universidades estadounidenses de Michigan y de Cornell guardan un impresionante número de testimonios impresos relacionados con la historia de México, desde la época de su independencia hasta principios del siglo XX. Cuentan con secciones de bibliografía, hemerografía y panfletos o impresos. 

Precisamente de entre los últimos reproduzco aquí un texto publicado en California, Estados Unidos, el 25 de septiembre de 1860.  El texto es una traducción mía del inglés, idioma en que se encuentra impreso el original. 

El nombre del autor no se consigna, pero sabemos se trataba de una especie de cronista que comentaba por sistema las decisiones de la corte de Distrito de San Francisco. Era bastante conocido y leído, y era sin duda alguna una persona bien informada de los eventos políticos mexicanos de la primera mitad del siglo XIX y con bastante conocimiento del Derecho y de los procedimientos legales de la Unión Americana. 

El autor se convierte en un denunciante de lo que considera una enorme injusticia. Las autoridades judiciales de California no quieren reconocer la enorme concesión de tierras con que el gobierno mexicano premió a Agustín de Iturbide antes y después de su muerte. Sus sucesores reclamaban en 1860 nada menos que un cuadrado de terrenos 20 x 20 leguas, 400 leguas cuadradas en total, que el gobierno mexicano primero otorgó en Texas y luego en California, antes de la guerra de agresión de 1847 y la celebración del Tratado Guadalupe-Hidalgo. 

El autor nos pone en antecedentes de que en un momento de pánico, el poder legislativo mexicano decretó la muerte de Iturbide. Pero que una vez muerto, trató a su memoria y a su familia como el héroe que era, y mantuvo la concesión a sus sucesores mediante la promulgación de diferentes leyes. 

El gobierno de California, para evitar la concesión legítimamente otorgada por los poderes públicos mexicanos, argumentaba que Iturbide había sido un tirano, y que cualquier concesión a él o a su familia era una mentira “monstruosa”. 

Pensemos en el valor que tenían 400 leguas cuadradas en el estado de la Unión en el que poco antes había estallado la “fiebre del oro” y en el poder que se le otorgaría a un posible pretendiente a la Corona de México. Éste es el contexto histórico en el cual insertamos el texto de la Universidad de Michigan. 

“San Francisco. 25 de septiembre de 1860.” “Tras la muerte de su marido, y tras la culminación de las calamidades de su familia, madame Iturbide se refugió en los Estados Unidos estableciendo su residencia en Filadelfia. Sus hijos fueron educados ahí, y ahí reside ella todavía; y ninguna familia ha recibido más consideración y universal respeto. 

En México, el nombre de Iturbide goza de aprecio entusiasta. El mismo congreso que fue la causa de su abdicación y exilio, votó para otorgarle una pensión vitalicia de veinticinco mil dólares anuales, y dieciocho mil dólares en perpetuidad a su familia. El mismo congreso que, anticipando su regreso al país votó en un momento de pánico su muerte, lo acompañó con todos los honores posibles, a su sepultura. En 1822 el congreso votó una concesión de veinte leguas en cuadro para Iturbide, y un reconocimiento de deuda por un millón de dólares, en consideración a sus servicios y sacrificios. Esta ley fue reconocida y reafirmada en 1835 y en muchas otras subsecuentes, tanto legislativas como administrativas. En 1838, tras dieciséis años de la penosa tragedia de su muerte, se acordaron nuevos reconocimientos a sus servicios y nuevos honores a su memoria. Traduzco el decreto del congreso general:

1. El Gobierno decreta que los restos del héroe de Iguala, don Agustín de Iturbide, sean trasladados a la capital de la República el 27 de septiembre próximo, en el aniversario de su entrada a ella, fecha en la cual consumó la independencia del país. 

2. Asimismo ordena que se tomen las adecuadas medidas para que dichos restos sean depositados en la catedral de México, lugar destinado para sus héroes. (Recopilación de leyes de Arillaga para 1838, p. 232). 

En consecuencia con el decreto del congreso, el gobierno ejecutivo tomó las medidas pertinentes para la celebración de un desfile luctuoso de primer orden, cívico, militar y popular. (Ibíd., p. 395)

No está por demás decir que los hijos de Iturbide han sido constantemente preferidos a los más altos cargos durante las diversas fases del gobierno de su país. 

Estos hechos son todos históricos, como también lo son los datos sobre la concesión de tierras contenidos en el expediente del caso hecho por la Comisión y la Corte de Distrito. 

Pero dice el Procurador General que “la Corte de Distrito rehusó creer esta historia monstruosa” (la de la concesión de las tierras) y que “la Suprema Corte confirma esta decisión”. Aquí debo hacer una pausa. Estas falsificaciones hechas a la vista de tanta evidencia casi universalmente accesible, son difícilmente reconciliables con un estado de mente sano o responsable por parte de quien las sostiene. 

Por esta razón, no puedo sino citar a la misma Suprema Corte para que hable de los hechos. Cito del volumen 22 de Howard´s Reports. p. 291:

“Mr. Justice Mc Lean llevó la opinión de la Corte. Esta es una apelación de la Corte de Distrito de los Estados Unidos, para el Distrito Norte de California. El 25 de febrero de 1822, el Supremo Gobierno de México hizo una concesión de un cuadro de 20 leguas en cuadro de tierras, equivalentes a 400 leguas cuadradas que estarían situadas en Texas, al Presidente (sic) Iturbide “en recompensa de su alto  mérito al haber logrado la independencia de su nación”. “En 1835, el Congreso Mexicano autorizó a sus herederos a ubicar sus tierras en Nuevo México, o en la Alta o Baja California. El 20 de febrero de 1841, el Presidente decretó que deberían estar ubicadas en la Alta California, y el 5 de junio el Presidente ordenó al gobernador de California para que asignara las tierras elegidas por Salvador de Iturbide, uno de los herederos, para perfeccionar la concesión, y la orden fue debidamente recibida por Pío Pico, pero cuando Salvador estaba cerca de Mazatlán, en ruta para la California para deslindar y tomar posesión de las tierras, encontró que el puerto estaba en rebeldía y tuvo que regresar a México”. 

“Los demandantes no continuaron con los procedimientos sino hasta que finalizó la guerra con los Estados Unidos, y de que el Congreso había pasado leyes para llevar a efecto las estipulaciones de los tratados. Entonces procedieron a seleccionar las tierras de acuerdo al trazo descrito en el mapa, y presentaron sus peticiones a la Junta de Comisionados, solicitando la confirmación de la concesión. La Junta rechazó la petición sobre la base de que las tierras ya habían sido señaladas antes del cambio de gobiernos”. “Se apeló a la Corte de Distrito bajo la ley de 1852, pero el consejo de apelantes, detenido en casa a causa de enfermedad, no archivó el aviso que la ley ordenaba fuera dado en el curso de los siguientes seis meses.”

“La opinión sugiere mostrar que la Corte de Distrito debe reconocer el fallo de la Suprema Corte como obligatorio, y que la apelación no puede ser retrasada por solicitud del debido aviso. La Suprema Corte, después de revisar el fallo, lo encontró “mandatorio” e incompatible con el ejercicio de cualquier otro criterio.”"

Hasta aquí llegan las consideraciones del autor en torno al despojo de que estaba siendo objeto la familia Iturbide. Por lo que se refiere al decreto del funeral de Estado para Iturbide, con tratamiento de héroe, se muestran abajo las páginas y textos de dichos decretos. Imágenes


















La Familia Imperial del Anáhuac

Armas de los duques de Moctezuma



La primera familia imperial que se originó en nuestro país, de las tres reconocidas por el mundo occidental, es la autóctona y quizá la menos conocida. Sin embargo, y de manera paradójica, de ella descienden una enorme cantidad de casas nobles novohispanas y europeas, y una infinidad de personas en México y en otros países. 

Se trata de la familia imperial del Anáhuac, formada básicamente por los enlaces y ascendientes de la familia real de Tlacopan (Tacuba), la familia real de Texcoco (Aculhuacan) y la familia real de México-Tenochtitlán. Estas familias no surgieron en el siglo XVI, contaban con linajes reales que retrocedían siglos en el tiempo. La familia real de Texcoco remontaba sus orígenes por las líneas de reyes chichimecas hasta el siglo VII. La dinastía de los mexica llegaba hasta los reyes toltecas de Culhuacan. Lo que tenían en común estas tres familias, es que sus capitales se encontraban situadas en el Valle de México, el Anáhuac. Y también, que existía entre ellas un pacto de familia, por el cual los herederos al trono debían ser los hijos legítimos del rey y de su esposa, la cual debía de ser una princesa de estas tres familias reinantes.  

Este pacto de familia tuvo su origen en 1434, cuando los reyes de Tacuba, México y Texcoco unieron fuerzas para acabar con el dominio que Azcapotzalco ejercía sobre ellos. Esta unión política fue llamada “La Triple Alianza”. De ahí que, para fortalecer los lazos políticos, los reyes o los príncipes herederos debían casarse con princesas de esas tres ciudades. Cuando el heredero no era varón sino mujer, su consorte debería tener la sangre real de la Triple Alianza y gobernar a nombre de su esposa. 

Cuando llegaron los españoles, en 1519, se encontraron con que el emperador de México era Moctezuma II (llamado Xocoyotzin, porque esta palabra nahua significa “el benjamín”, “el menor” para distinguirlo del primer Moctezuma).  Siguiendo las reglas del pacto de familia, Moctezuma era hijo del rey mexica Axayácatl (nieto de Moctezuma I) y de la princesa Azcaxóchitl, hija de Netzahualcóyotl, rey de Texcoco,. Hijos de este matrimonio fueron el ya mencionado Moctezuma II, y Cuitláhuac.  

A su vez, Moctezuma II estaba casado con Tecalco, princesa hija del rey de Tacuba. Hija de este matrimonio, y heredera al trono de México-Tenochtitlán lo fue la princesa Tecuichpo o Tecuichpotzin, palabra que significa “doncella hija de Tecuhtli” es decir, hija de señor de vasallos. Un equivalente adecuado sería el nombre de origen latino, “Patricia” o hija de nobles. Su segundo nombre, “Ixtlaxóchitl” significaría “copo de algodón”. Más tarde, esta princesa, nacida hacia 1509, sería bautizada y conocida como doña Isabel de Moctezuma. 

A doña Isabel (la llamaremos así en lo sucesivo) le correspondió ser hija de un emperador, y esposa de otros dos. Así que fue la última emperatriz del Anáhuac. Ella, como legítima heredera del trono de Moctezuma II, era la clave del acceso al poder político y militar. Fue por esta razón que, a la muerte de Moctezuma II, Cuitláhuac, tío de doña Isabel, la tomó por esposa y así convertirse, de hecho y de derecho, en el siguiente emperador de México-Tenochtitlán. Fue este un matrimonio de carácter puramente político, ya que doña Isabel era aún pequeña como para cohabitar. 

A la muerte de Cuitláhuac, Cuauhtémoc, hijo del rey Ahuízotl (cuya urna funeraria estuvo hace poco en el Museo Arocena) se casó con doña Isabel, su prima, con el mismo propósito: hacer legítimo su ascenso al trono, y mantener la unidad política y la lucha contra la invasión hispano-tlaxcalteca.  

El 13 de agosto de 1521, al ser capturada la embarcación que transportaba a Cuauhtémoc y a doña Isabel hacia tierra firme, terminó el dominio de una dinastía cuya realeza se remontaba a tiempos inmemoriales. Ninguna casa reinante europea se equiparaba al lustre de la casa de Moctezuma (así conoció Occidente a esta dinastía americana) y en términos de prestigio, solamente “El Gran Turco” se le consideraba comparable en grandeza y poder. Nada le envidia la Casa de Moctezuma a los Windsor, ni a los Sajonia-Coburgo-Gotha, ni a los Hannover. Como dijo en su día (parafraseando) al conde de Lemos, “la grandeza de los Moctezuma la hicieron Dios y el tiempo”.

Mientras que un emperador “de nombre” como era el coetáneo Maximiliano I de Habsburgo, a quien sus príncipes electores perseguían por deudas no pagadas, los emperadores del Anáhuac tenían poder de vida y muerte sobre sus súbditos, habitaban magníficos palacios equipados con jardines, bosques, acuarios y zoológicos, y comían diariamente de un buffet de más de 300 platillos, reinando sobre una capital que superaba lo visto en oriente y occidente por los cosmopolitas soldados de Cortés. 

El emperador Carlos I de España y V de Alemania, jamás dudó que los emperadores de Anáhuac eran sus iguales, y les reconoció el título imperial, armas de realeza y nobleza, el Toisón de Oro a perpetuidad, tierras, mayorazgos y pensiones. Mientras que un rey gobierna un reino (valga la redundancia) un emperador gobierna varios reinos. Es un “rey de reyes” y por lo tanto, posee mayor jerarquía que un simple rey. El escudo de armas de algunos descendientes de Moctezuma II está orlado de 32 coronas, una por cada reino tributario, y está cargado con un águila, un "tigre" y en jefe la corona imperial, no la real. Los descendientes de Moctezuma II adoptaron el apellido “de Moctezuma” o simplemente “Moctezuma”. 

Existen ciertas dudas sobre la existencia de una posible hija de Cortés y de doña Isabel, que sería doña Leonor Cortés Moctezuma. Algunos estudiosos sostienen que era hija de una hermana de doña Isabel y de Cortés. El asunto es que esta dama casó con Juan de Tolosa, uno de los fundadores de la ciudad de Zacatecas. Una hija de este matrimonio se casó con don Juan de Oñate, colonizador del Nuevo México, y otra con un Zaldívar, de una destacada familia de mineros del septentrión novohispano. 

Hubo varias ramas Moctezuma reconocidas en España, porque a diferencia del uso mexica, España le daba importancia a la varonía. De acuerdo a un expediente del Archivo General de Indias, en Sevilla (AGI/ 9.6.11..// Patronato, 245, R 5 del año de 1574) los Moctezuma tuvieron el siguiente origen: 

Primera rama: Moctezuma II, casado con Acatlán, tuvo por hijas a doña María, sin sucesión; a doña Leonor, conocida también como doña Marina, la cual casó con Cristóbal de Valderrama. De este matrimonio nació doña Leonor de Valderrama, casada con Diego Arias de Sotelo, matrimonio que engendró a don Fernando de Sotelo de Moctezuma, y otros hijos. 

Segunda rama: el mismo Moctezuma II casado con la princesa Tecalco, tuvo por hijos a un varón que murió cuando se ganó México, quien se llamaba Chimalpopoca (Escudo que humea); a doña Isabel, casada con Pedro Gallego de Andrada en segundo matrimonio, ya que del primero no tuvo hijos; hijo de este segundo matrimonio lo fue don Juan de Andrada Moctezuma, hijo mayor de doña Isabel. En tercer matrimonio con don Juan Cano, doña Isabel tuvo a don Juan Cano Moctezuma y otros varios. 

Tercera rama: Moctezuma II y “María Maguacuche” (Miahuaxóhitl). Hijo de esta pareja es don Pedro Moctezuma, que sacó (obtuvo) por pleito el pueblo de Tula y sus sujetos, por ser de su madre. Este don Pedro Moctezuma casó con su sobrina Quauhxóchitl y engendraron a don Diego Luis Moctezuma, que casó con doña Francisca de la Cueva. De estos dos nació don Pedro Tesifón Moctezuma de la Cueva, primer conde de Moctezuma de Tultengo y de Tula, vizconde de Ilucan. Estos títulos fueron concedidos el 13 de diciembre de 1627, con Grandeza de España y convertido en Ducado de Moctezuma el 11 de octubre de 1865. De esta rama descienden, entre otros, los duques de Atlixco. Don José Sarmiento de Valladares, de este título, fue virrey de la Nueva España al final de la dinastía de los Austrias en España (Últimos años del siglo XVII). 

Según ciertas versiones, a doña Isabel se le profetizó al nacer, que habría de tener varios maridos, lo cual no calzaba en lo absoluto con la idiosincrasia mexica. Pero resultó ser verdad. Los dos últimos emperadores del Anáhuac, Cuitláhuac y Cuauhtémoc, fueros sus maridos legales. Ya católica e hispanizada, tuvo por maridos a Alonso de Grado, que murió luego sin sucesión.  Su segundo marido español fue Juan Pedro Gallego de Andrada, conquistador  nacido en Burguillos del Cerro, en Extremadura. Era miembro de la expedición de Pánfilo de Narváez. 

 Hijo de don Juan Pedro Gallego de Andrada y de doña Isabel de Moctezuma, fue don Juan de Dios Andrada Moctezuma, nacido en 1530 y bautizado por Fray Juan de Zumárraga. Él fue el progenitor y genearca del linaje Andrada-Moctezuma, el cual quedó casi totalmente en México, particularmente en Puebla y San Luis Potosí. De Moctezuma II procedían muchos nobles mexicanos titulados de la era colonial, como lo asegura Doris M. Ladd, y particularmente los descendientes de los condes de Miravalle, ya que el cuarto conde, don Justo Trebuesto y Dávalos casó con doña Juana de Andrada Moctezuma Mellado y Rivadeneira, quien era séptima nieta de don Juan de Dios de Andrada y Moctezuma, hijo de la princesa doña Isabel, y de doña María de Castañeda. 

El quinto y último marido de doña Isabel de Moctezuma, lo fue don Juan Cano de Saavedra, en 1532, con quien engendró a Gonzalo, Pedro, Juan, Isabel y Catalina Cano-Moctezuma, de quienes descienden muchísimas casas nobles de España, entre otras los marqueses de Tenebrón, los marqueses de Cerralvo, marqueses de Cúllar de Baza, marqueses de Almarza, condes de Cassasola del Campo, condes de Villalobos, condes de la Quinta de la Enjarada, duques de Abrantes y de Linares, marqueses de Puerto Seguro, marqueses de Sardonal, marqueses de Valdefuentes, duques de Medinaceli (con Grandezas de España), duques de la Vega, etc. Una de las más célebres descendientes de Moctezuma II lo fue Eugenia de Montijo, emperatriz de Francia. De interés para los laguneros, saber que los marqueses de Aguayo y los condes de San Pedro del Álamo descendían de esta casa de los Cano Moctezuma. 

Es una paradoja que mientras que en España se considera un altísimo honor tener por ascendiente a Moctezuma II (y muchos siglos de reyes americanos abuelos suyos), en México Moctezuma II es considerado un “indio” (en el sentido despectivo del término) que no supo conservar su patrimonio. Descendientes de Moctezuma en México hay muchos, pero muy pocos lo pueden probar, y peor aún, quizá les avergüence la relación consanguínea, como para intentar siquiera probarlo.   

viernes, octubre 05, 2012

2 de octubre: bandera a media asta

Zócalo de la ciudad de México. Imagen.


Debido a la reforma de ley del 21 de diciembre de 2011, el martes pasado, por vez primera en 44 años, las banderas mexicanas ondearon a media asta. De esta manera, se reconoció oficialmente el duelo nacional por los hechos de sangre ocurridos en la ciudad de México el 2 de octubre de 1968. En vísperas de los juegos olímpicos de ese año, durante el cual nuestro país sería anfitrión, se llevó a cabo un mitin organizado por el entonces denominado “Consejo Nacional de Huelga”. En ese mitin se daba a conocer un manifiesto a la opinión pública mundial, del cual se dio copia a los reporteros internacionales que cubrían los eventos.

Se trataba del famoso “pliego petitorio” de seis puntos, y se anunció la continuación del movimiento estudiantil, hasta que se lograra la justa solución a las demandas. Este movimiento, que buscaba transparencia y apertura democrática de las autoridades mexicanas de la época, se enmarcaba en un contexto internacional mucho más amplio. Fernand Braudel lo llamó “revolución cultural de 1968”. Este fenómeno logró llamar la atención mundial en Praga (Checoslovaquia), Francia, Estados Unidos y en el México preolímpico.

El pliego petitorio era de carácter netamente local, y tenía que ver con los acontecimientos ocurridos en la ciudad de México desde el 22 de julio de 1968. Sin embargo, se trataba de una demanda popular que, de ser escuchada y atendida, resquebrajaría la imagen de poder autocrático que manejaba el entonces presidente Díaz Ordaz.

Los puntos cuya atención se exigía, eran los siguientes: 1.- Libertad a todos los presos políticos (estudiantes y/o maestros); 2.- Derogación del artículo 145 del Código Penal Federal (que definía los delitos de carácter político); 3.- Desaparición del cuerpo de granaderos; 4.- Destitución de los jefes policíacos; 5.- Indemnización a los familiares de todos los muertos y heridos desde el inicio del conflicto; 6.- Deslindamiento de responsabilidades de los funcionarios culpables de los hechos sangrientos.

En ese mismo mitin, los casi mil estudiantes que se encontraban reunidos, anunciaron que ese mismo miércoles dos de octubre, por la tarde, realizarían un mitin en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlaltelolco. Una vez realizado, marcharían hacia el casco de Santo Tomás, del Instituto Politécnico Nacional, en donde se rendiría homenaje póstumo a los estudiantes muertos durante los deplorables sucesos de la noche del 23 de septiembre. Apenas el día anterior, el ejército se había retirado de las instalaciones educativas.

En esa marcha hacia Tlaltelolco participaron estudiantes, amas de casa, obreros, intelectuales, niños, profesionistas y se puede decir que todos los sectores de la sociedad mexicana se encontraban representados, pues el movimiento estudiantil había captado las simpatías y el respeto de los habitantes de la ciudad de México, y había polarizado fuertemente a la población.

Lo que sucedió durante el mitin de la Plaza de las Tres Culturas es demasiado conocido como para describirlo nuevamente. Se trató de un crimen de lesa humanidad en contra de ciudadanos mexicanos que se manifestaban pacíficamente, como lo harían en cualquier país civilizado. 

Por 44 años, la sociedad mexicana no se permitió olvidar el agravio. De alguna manera, las inquietudes juveniles surgidas durante este año electoral, las cuales buscaban una reforma sustancial y no puramente cosmética de la estructura del poder en México (los jóvenes idealistas son apasionados), son herederas de aquéllas de 1968. Como fuentes de renovación cívica, estas voces serán valiosas en la medida en que se mantengan las actitudes de dialogo, de apartidismo, y de alejamiento de toda manipulación. 

lunes, octubre 01, 2012

Las "Rochelas" de los indios Mezcaleros




Dice el padre Dionisio Gutiérrez del Río, cura de Parras y su Partido en su "Historeta de La Laguna" firmada el 31 de diciembre de 1786:


“En veinte y cinco años que cuento de Cura de este Pueblo, he oído frecuentemente a los hombres viejos, que al extremo del Bolsón por el Norte, hay cierto paraje, que a distinción de Acatita de Bajáan, y otras Acatitas nombra la vulgaridad Acatita Grande, porque significando esta voz Agua o Aguaje hay, dicen, en dicho lugar mucho agua y terreno al propósito para Laboríos y población estable, lo que no sucede en los otros pequeños Acatitas o Aguajes. Este País (si lo hay) añaden comúnmente que es la principal rochela o ranchería de los Apaches Mezcaleros que hacia esta parte nos combaten. Unos me dicen dista de Parras cien leguas, otros más y otros menos; pero en suma, Ilustrísimo Señor, por más que mi curiosidad se ha afanado, no he encontrado alguno que lo haya visto por sus ojos…”






El segundo manuscrito publicado en el "Tríptico de Santa María de las Parras" (pp. 39-57) corresponde al texto de la "Historeta de La Laguna" redactada por el padre Gutiérrez en 1786, con motivo de una consulta que le hacía el obispo de Durango, Esteban Lorenzo de Tristán y Arellano. Fuera de las Crónicas Anuales Jesuitas, se trata del primer texto de historia del territorio que llamaban "País de La Laguna", y fue escrito por un testigo local y coetáneo, con acceso a las actas parroquiales. 

Este libro, el "Tríptico de Santa María de las Parras" se encuentra disponible de manera virtual a través del siguiente enlace, sin necesidad de usar claves: 



"El Señor Santiago" en La Laguna





Aunque la empresa de Cortés y de sus acompañantes europeos comenzó como una ambiciosa aventura personal y con un robo (un “madruguete” a Diego Velázquez,  gobernador de Cuba), el conquistador procuró legitimar los hechos reclamando las tierras sometidas para el emperador Carlos I y para Castilla.

La caída de México-Tenochtitlan el 13 de agosto de 1521 marca el fin del imperialismo mexica y la llegada del imperialismo español. Las viejas naciones sometidas a los mexica permanecieron subyugadas a la corona de Castilla, y otras —que se habían mantenido independientes— fueron conquistadas e incorporadas en un nuevo orden de naturaleza eurocéntrica. 

Como hemos visto anteriormente, los tlaxcaltecas —al obedecer las voces de sus antiguos oráculos— se convirtieron en activos protagonistas de su propia historia en un continuum sin ruptura. La alianza con las fuerzas españolas era para ellos el punto de partida para un nueva configuración política y para un mestizaje étnico y cultural de alcances insospechados, pero que estaban ya anunciados.

No es de extrañar que adoptaran el cristianismo católico español con tanta sinceridad. Desde el punto de vista tlaxcalteca ambas “majestades” merecían ser servidas: el rey de España y el Dios de los cristianos. Sin mirar atrás, dejaron a “Camaxtli”, su dios guerrero, por el Dios de los europeos. Esta voluntaria disposición al cambio les mereció un notable grado de autonomía y el ser considerados oficialmente como aliados de la Corona durante toda la era virreinal.

Desde el punto de vista de la historia de los mitos y de las mentalidades, españoles y tlaxcaltecas compartían una creencia común: el cielo estaba dispuesto a apoyar —y de hecho apoyaba— sus esfuerzos bélicos. De cuando en cuando, el taumaturgo apóstol Santiago aparecía para combatir al lado de ambos pueblos hermanados.

Esta lectura estaba ya presente desde las primeras batallas hispano-tlaxcaltecas contra los aliados de Moctezuma. Muñoz Camargo nos refiere que en la batalla de Cholula, antes de que el primer español entrara a la ciudad de México-Tenochtitlan: “Los tlaxcaltecas nuestros amigos, viéndose en el mayor aprieto de la guerra y matanza llamaban y apellidaban al Apóstol Santiago diciendo a grandes voces…¡Santiago!; y de allí les quedó que hoy en día hallándose en algún trabajo los de Tlaxcala, llaman al Señor Santiago”.

En una batalla tan decisiva para la conquista del Imperio Mexica como fue la de Otumba, los indígenas creyeron haber visto al apóstol Santiago. En este lugar vieron los naturales visiblemente pelear uno de un caballo blanco, no le habiendo en la compañía, el cual les hacía tanta ofensa, que no podían en ninguna manera defenderse del ni aguardalle; y ansí en memoria de este milagro, pusieron en la parte que esto pasó, una hermita del Apóstol Santiago… 

Santiago Matamoros era el nombre con que los españoles de la reconquista identificaban al venerado apóstol gallego transfigurado en guerrero que luchaba contra los musulmanes. Algunos conquistadores dijeron haberlo visto pelear a su lado contra los indígenas, según nos dice Bernal, aunque aclarando que él no había logrado verlo.

Santiago Matamoros y su no tan honorable versión americana, Santiago “Mataindios”, fueron innovaciones añadidas a la imaginería popular del arte novohispano.

En el septentrión, el apóstol y santo guerrero era favorito para fungir como titular y protector de las poblaciones españolas y tlaxcaltecas. Santiago del Saltillo, San José y Santiago del Álamo (Viesca, Coahuila), Santiago de la Monclova, Santiago de Mapimí (Durango). Dondequiera que hubiese peligro de enfrentamientos con los indios belicosos, Santiago era un poderoso patrono. Es muy significativo que su emblema fuera precisamente una cruz-espada.

En la iglesia parroquial de Viesca, que como recordaremos fue un asentamiento tlaxcalteca fundado en el primer tercio del siglo XVIII, se conserva una imagen del señor Santiago, que junto con san José, era el santo titular. Es de llamar la atención que si san José era el patrono de los moribundos o de “la buena muerte”, Santiago era el patrono de los guerreros. A partir de sus santos titulares, la parroquia perfilaba claramente para sus feligreses una expectativa de vida de lucha, o, en su defecto, de una buena muerte. Esto era particularmente importante si se toma en cuenta que las partidas de indios belicosos arremetían y asesinaban de improviso, sin que las víctimas tuviesen acceso a los últimos sacramentos. Ésta era una clase de muerte documentada innumerables veces en los archivos parroquiales de la Nueva Vizcaya.





Santiago, el modelo tradicional



El Santiago de Viesca, Coahuila


El presbítero Jorge Soto, quien fuera párroco de Viesca, tuvo la gentileza de permitirnos tomar una instantánea del señor Santiago que se venera en dicha población. Se trata de un óleo del siglo XVIII, neoclásico por la escuela a la que pertenece, popular por el pincel que lo realizó. En un ambiente de gran serenidad, el apóstol jinete carga y arrolla a un resignado moro. Santiago porta en la mano izquierda un estandarte cargado con la cruz que lo caracteriza, y con la derecha blande una espada a punto de dar el golpe. El apóstol mira de manera extática hacia el cielo. Es evidente que esta representación enseñaba que combatir a los “infieles” era un acto de obediencia, de comunión con Dios. El moro, que por su calidad de “gentil” o “incrédulo” no podía gozar de la visión beatífica, mira hacia el jinete, que era como manifestación visible y poderoso instrumento de un Dios al que no podía gozar, pero sí sufrir. Solamente el caballo mira hacia el espectador con una mirada racional, casi humana.


Mostrar al apóstol Santiago con la banda o faja roja de los generalísimos denotaba claramente para los tlaxcaltecas de Viesca que se trataba del comandante espiritual de una hueste de colonizadores y cruzados que habrían de luchar no sólo para defenderse, sino también para establecer y consolidar el cristianismo católico en tierras de gentiles.  Sabemos que en Viesca el conflicto no era entendido como una guerra de conquista sino más bien como un enfrentamiento espiritual, porque el referente es el “Santiago Matamoros”, clara alusión a una lucha, no de conquista, sino de credos: cristianos contra paganos. Tlaxcaltecas contra chichimecas. Hay un término maravillosamente descriptivo que aparece en algunos manuscritos laguneros del siglo XVIII: “arrochelado”. Se le aplicaba a la situción en que indios paganos en guerra se encontraban fortificados en algún bastión. Este era un vocablo que hacía referencia la Francia del siglo XVII, cuando los hugonotes, “enemigos religiosos” de los católicos franceses, se encontraban protegidos e inexpugnables en “La Rochelle”, la fortaleza portuaria francesa. Esto denota con toda claridad que la lucha se percibía como una guerra religiosa, antes que cultural.




La Rochelle


En el desértico sur de Coahuila, el fatalismo era quizá la característica de personalidad menos presente entre sus pobladores. Un medio ambiente relativamente poco favorable o abiertamente hostil hace que el ser humano se valga más por sí mismo y que a la vez cobre conciencia de su poder transformador. Casi tres siglos de mestizaje entre culturas que valoraban el esfuerzo y la oportunidad, como eran la española y la tlaxcalteca, moldearon el carácter de las gentes. Poca era lo que podían esperar del lejano centro de la Nueva España. Su destino dependía de ellos mismos. La fuerte autoestima de ambos pueblos dio origen a un tipo de norteño seguro de sí mismo, de espíritu libre, franco, emprendedor y muy hospitalario.