Escudo de Torreón

Escudo de Torreón

lunes, diciembre 31, 2012

Una historia de duendes laguneros

Jesuita del siglo XVII



La presente es una historia presuntamente verídica de “duendes” en el sentido que se entendía su naturaleza en la era colonial: “espíritus que el vulgo cree que habitan en algunas casas y travesean, causando en ellas ruidos y estruendos” (Diccionaro de la Lengua, siglo XVIII).  Las crónicas anuales (Annuas) que los jesuitas laguneros del virreinato enviaban a México y a Roma, son riquísimas en información muy variada que, desafortunadamente, continúa inédita.   

El presente caso es un ejemplo. Los duendes “infestaban” la casa de una familia de tlaxcaltecas laguneros. El padre jesuita que narra el caso, equipara esos “duendes” a espíritus demoníacos, y manifiesta cuál es la estrategia para que la familia en cuestión, quede libre de ellos. Este cronista de Torreón presenta el texto tal como fue escrito, modernizando la grafía para la más clara comprensión del texto. Se añadieron algunas aclaraciones entre corchetes, de acuerdo a la acepción de la palabra o término en cuestión, en el siglo XVII.  

Hay datos de gran interés antropológico, como la diversidad de etnias en 1666; la presencia de temascales, los baños de vapor mesoamericanos, por influencia tlaxcalteca; los techos domésticos de madera (tejamanil), las mentalidades implícitas en el relato, etc. 

A continuación, la transcripción del texto: 


“Este año [1666] se han continuado los ministerios de nuestra Compañía, así para españoles como para indios y otras gentes que no moran en este pueblo [de Parras y su jurisdicción]. [En] la cuaresma, los sábados sobre tarde se hicieron las doctrinas en una plaza pública a los españoles, negros y mulatos, después del canto de las oraciones por las calles. Los jueves sobre tarde se hizo este ministerio para los indios con doctrina y sermón en su lengua, en otra plaza. 

La frecuencia de los sacramentos se han fomentado en los días de jubileos, y fuera de ellos.  A los indios principalmente, socorre esta casa con caridad en sus necesidades espirituales y corporales.  Con los beneficios que ha obrado nuestro padre san Ignacio en este pueblo, crece cada día en los ánimos su devoción y recurso en todas necesidades. 

Este verano, duendes terrestres infestaron a una parentela de indios Tlaxcaltecos en diferentes casas de ella. Primero, se aparecían de día a una niña de ocho años, hacíansele familiares, apartábanla de la casa halagüeñamente, persuadíanla que se fuese con ellos. Ella, enseñada de sus padres, respondía que haría tal. Y como se fuese enflaqueciendo y poniéndose amarilla, sus padres, cudadosos, la trajeron a nuestra iglesia, pidiendome mirase qué remedio podía tener su desconsuelo. 

Respondióles acudiesen a la Virgen Madre de Dios, nuestra señora consoladora de los afligidos, que desde su inmaculada concepción quebrantó con su calcañar la cabeza de la serpiente infernal. Asimismo les dije, invocasen a nuestro padre san Ignacio en aquel trabajo, como antiguamente lo habían hecho (viviendo el santo) los padres y hermanos del colegio de Loreto, con feliz suceso, contra los duendes, que huyeron desterrados del colegio por mandado del santo. 

A la niña impuse [puse al corriente] en la devoción de la Santa Cruz, que de día la trajese siempre en la mano o al pecho, y de noche la pusiese a la cabecera. Supe tenía más de ocho años de edad, y que nunca había confesado sacramentalmente. Encarguélo que lo hiciera, e instruíla para ello. 

Vino al día siguiente y confesó. Desde aquel día, gracias a nuestro Señor, nunca más los duendes inquietaron a la niña, ni le hablaron, ni aparecieron. 

Ese mismo día, según parece, se mudaron estos demonios, de casa de la niña, a la casa de sus abuelos, donde mora mucha gente, cuya quietud turbaban los trasgos [duendes] de varias maneras. A mediodía eran sus más frecuentes apariciones, en figuras de indios chichimecos, caribes [caníbales] con melena [cabello suelto] y cactles [huaraches], totalmente desnudos, arcos y flechas en las manos. Eran en número cinco o seis. 

Una mujer de aquella parentela y casa, de veinte años de edad, era con quien más se familiarizaban aquellos duendes. Convidábanla a que se fuese con ellos, amenazábanla si no lo hiciese, apoderábanla, amedrentábanla con ruido. Y para espantarla, quemaron alguna madera de la cubierta de un aposento, y del temascale [temascal, baño de vapor] de la casa. Esta mujer, habiendo ido por agua a la huerta a mediodía, vió a uno de estos duendes en la figura dicha. Y oyó que le hablaba, y fue tanto su espanto, que cayó en tierra medio muerta, y por muerta la tuvieron los que, viendo que tardaba, la fueron a buscar. Finalmente, después de mucho rato, volvió en sí de aquel desmayo. 

La diligencia cuidadosa de los de aquella casa, advirtió que los demonios dejaban rastros de pisadas, y que todos iban a parar a un rincón de la huerta, donde está un varal espeso y mohoso en parte húmeda, y que de ahí no pasaban. A la noche comenzaban con nuevo ruido a inquietar la gente, que no solo eran demonios medianos, sino también lucífugos [los que huyen de la luz], traían de lejos piedras y las tiraban con fuerza, pero a nadie hirieron. Llegó a tanto la molestia que sentían los moradores de la casa, que eran forzados a cerrar de noche la casa, e irse a dormir a otra lejos, para poder tener reposo.  

En orden a librarse de esta gentilidad [cosa asociada a religiones idolátricas o paganas] tomaron por medio confesar y comulgar, y hacer las diligencias para el jubileo de la Ascensión gloriosa del Señor, lo cual hecho, se templó la calamidad. 

Despés, los vecinos de la casa, contándome lo que pasaba, me pidieron los encomendase a nuestro Señor. Fui a la casa, bendíjela con la bendición que contiene el misal, díjeles pusiesen cruces sobre los árboles y en derredor de la huerta y casa, y que por las tardes, antes de irse a hacer noche a la otra casa, entrasen todos en el oratorio y rezacen un credo de rodillas y rociasen con agua bendita la casa y huerta. También les encargué varias veces, que no se indignasen, ni dijesen palabras iracundas en aquella persecución, sino que la llevasen con paciencia y silencio y conformidad con la voluntad de nuestro Señor. 

Así parece lo hicieron los piadosos indios, y no pudiendo los demonios sufrir los fervorosos actos de virtudes que en aquella casa se ejecutaban, se ausentaron de ella. Y ya ha más de dos meses que sus vecinos viven quietos, contentos y alegres, dando gracias a nuestro Señor Cristo por el beneficio”. 

Y para cambiar de tema, diremos que la Comarca Lagunera celebró las fiestas navideñas con relativa tranquilidad. En Torreón, el comercio estuvo más activo que el año pasado, con mayor flujo monetario y afluencia a los centros comerciales. Las calles y avenidas del centro de la ciudad se congestionaban, como hace tiempo no se veía. 

Sorprendentemente, el clima resultó en verdad primaveral para las fiestas. La nochebuena la celebramos con temperatura de 25 grados Celsius a las nueve y media de la noche. El día veinticinco, día de Navidad, la temperatura del medio día era de 26 grados. No es lo usual en Torreón, donde los inviernos suelen ser moderados, pero no calientes. Todos recordamos las nochebuenas con un frío de 2 a 12 grados. Solo por excepción las ha habido más frías. Ese es el rango acostumbrado. 

Parece que la nochevieja, que celebramos hoy lunes, va por el mismo camino, la temperatura sigue muy benigna, para beneplácito de tantas personas que carecen de un refugio adecuado a las necesidades que crean los inviernos fríos y lluviosos. 

Para nuestros amables lectores, vaya el saludo más cordial, acompañado de los mejores deseos de bienestar, y sobre todo, de paz, para este nuevo año de 2013 que está por iniciar. 

viernes, diciembre 28, 2012

Platillos laguneros Porfirianos

Vajilla inglesa de Staffordshire y cuchillería de plata alemana. Era Porfiriana. 


En esta ocasión, deseo transcribir dos viejas recetas Porfirianas que puede decirse, pertenecen a los menús laguneros de la época. Es bien sabido que este Cronista investiga, para el ámbito académico internacional, asuntos relacionados con la antropología de la alimentación. Y una de las entradas a esta disciplina tiene que ver, precisamente, con la historia de la preparación de los alimentos y de los ingredientes que los constituían. 

Los viejos recetarios de familia son una preciosa fuente de información, por lo que se refiere a los platillos, ingredientes y preparación. Puede ser que, en  ocasiones, estas recetas hayan sobrevivido hasta nuestros días, sin cambios o bien, con innovaciones o adaptaciones. Como lo mencioné más arriba, estas recetas se remontan a la era Porfiriana, y además de ser sencillas (las hay muy complejas, costosas y elegantes) son bastante accesibles. Están escritas con un lenguaje muy coloquial, a veces casi taquigráfico, porque antiguamente las recetas las escribían las señoras o los chefs, no para que otra persona las usara para cocinar, sino para recordar los ingredientes y los pasos fundamentales de la preparación.

“Pollo en aguacate. Después de cocido, ya partido en pedazos [el pollo o gallina] se pasa por mantequilla con un polvo de pimienta y sal; se coloca en un platón, agregándole papas y zanahorias en tiritas pasadas por mantequilla. Se pelan unos aguacates, se le añaden [a los aguacates] fondos de alcachofa cocidas, se mezclan y se hace con todo un guacamole, agregándole cebolla cruda muy menudita, una poca de leche hervida para que no se ponga negro el guacamole. Se baña el pollo (o gallina) con esta salsa, y se adorna con aceitunas, pimientos, lechuga, rábanos y granitos de granada”.

Una segunda receta que aquí transcribo, es un poco más laboriosa y compleja. Se trata de las codornices en escabeche. 

“Codornices en escabeche. Se pelan seis codornices, se lavan bien, se ponen en una olla con tapadera. Se cubren de agua las codornices, se le añade una copa de agua casi llena, de vinagre, y otra copa igual, bien llena, de aceite de oliva, un puñito de pimientas enteras, los dientes de una cabeza de ajo, unas hojas de mejorana, una ramita de hierbabuena, unas hojas de laurel de cocina, seis cebollas pequeñas, tomillo, un limón en rebanadas, un puñito de sal entera y perejil. Se menea para que se mezcle bien, y se pone a cocer a fuego lento. Cuando comienzan a despedazarse las codornices, se sacan, se ponen en un platón, y se cubren con el caldo en que se cocieron. Se adornan al gusto con aceitunas, pepinillos, etc. Se sirven frías”.  

miércoles, diciembre 26, 2012

Una nochebuena de excepción la de 2012




La Comarca Lagunera celebró las fiestas navideñas con relativa tranquilidad. En Torreón, el comercio estuvo más activo que el año pasado, con mayor flujo monetario y afluencia a los centros comerciales. Las calles y avenidas del centro de la ciudad se congestionaban, como hace tiempo no se veía.

Sorprendentemente, el clima resultó verdadera-
mente primaveral para las fiestas. La nochebuena la celebramos con temperatura de 25 grados Celsius a las nueve y media de la noche. El día veinticinco, día de Navidad, la temperatura del medio día era de 26 grados. No es lo usual en Torreón, donde los inviernos suelen ser moderados, pero no calientes. Todos recordamos las nochebuenas con un frío de 2 a 12 grados. Solo por excepción las ha habido más frías. Ese es el rango acostumbrado.

Esperamos que para el fin de año, la temperatura sea igual de benigna, para beneficio de tantas personas que carecen de un refugio adecuado a las necesidades que crean los inviernos fríos y lluviosos. 

viernes, diciembre 21, 2012

Torreón en 1930



En el Torreón de 1930, la gente pensaba que las cenas y comida de nochebuena, navidad y nochevieja, eran celebraciones estrictamente familiares. Poca gente iba a los restaurantes a cenar o a comer en esas fechas, con excepción quizá, de los clubes sociales.  

En el ambiente noticioso de ese año, se encontraban los grandes logros y hazañas aéreas. Los medios, como la radio y los diarios, estaban muy pendientes de los éxitos y fracasos de los pilotos aviadores.

En 1930, Nazario Ortiz Garza era el gobernador de Coahuila. Desde marzo de ese año, Torreón contaba con su flamante Teatro Martínez. El cine recientemente sonorizado, causaba sensación en nuestra ciudad. Casi todas las representaciones se realizaban en el mencionado nuevo teatro. Las funciones cinematográficas comenzaban a desplazar las representaciones teatrales en la preferencia del público. Y ya que hablamos de teatro, mencionamos que en 1930, se presentó la Compañía China “Wing Hong Sing” con gran éxito, “entre sus connacionales”, como señala un diario de la época, con cierto dejo de racismo.

Desde el punto de vista de le economía regional, 1930 no fue un buen año. El agua del Nazas no resultó muy abundante, por lo cual se prepararon pocos cultivos. Esto deprimió la economía local, hubo disminución de empleos, falta de circulante y cierto estancamiento del comercio. La cosecha de algodón de 1930 no fue la mejor en calidad ni en cantidad. La clase de fibra que se obtuvo resultó inferior a la de años anteriores. Hubo bastante algodón manchado por los gusanos, que aparecieron relativamente temprano. Las lluvias también causaron deterioros en la fibra. El poco trigo que fue segado entre junio y agosto, tampoco impactó favorablemente en la economía. 

En mayo, el coronel hispano-mexicano Pablo L. Sidar y el Teniente Carlos Rovirosa se mataron en Costa Rica, en su intento de vuelo Chiapas-Buenos Aires. Apenas un mes más tarde, los mexicanos aclamaban al chihuahuense Roberto Fierro Villalobos, por su viaje en avión (el “Anáhuac”) y sin escalas, de México a Nueva York, y de Nueva York a México.

En el ámbito social de la nación, el ex presidente Plutarco Elías Calles era motivo de conversaciones por su matrimonio, el 2 de agosto, con la señorita Leonor Llorente.

En 1930 se comentaba asimismo la tragedia del Circo Modelo, cuyo tren se incendio entre Guanajuato y Guadalajara.

En septiembre de ese mismo año, el francés Dieudonné Costes correspondió la visita del coronel estadounidense Charles Lindbergh, al volar en sentido contrario y sin escalas, de París a Nueva York. También en 1930, el general Berenguer buscaba sofocar la rebelión republicana en España, y el Mahatma Ghandi daba le daba problemas al Imperio Británico.

En Torreón, el mes de diciembre de 1930 transcurría con tranquilidad. Ningún restaurante anunció menú para la noche del 24, la “nochebuena”, y solamente uno lo anunció para la comida del 25, la comida de navidad. Se trataba del restaurante del Hotel Francia, cuyo propietario era el señor Tomás E. Lewis. Este menú incluía una entrada de apio y aceitunas, sopa crema de habas, filete sol con salsa tártara, tortas de papas, pavo al horno con relleno o mole estilo poblano, espinacas a la francesa, ensalada “waldoffe”, frijoles al gusto, duraznos en almíbar y café, te o leche. El costo del cubierto era de un peso y veinticinco centavos.

Estos datos son interesantes para la historia del gusto culinario, así como para la historia de la mercadotecnia de los servicios del sector terciario, y claro, para la historia de la moneda y del poder adquisitivo.

Para la nochevieja se daba la misma situación. Solamente el restaurante del ferrocarril anunciaba en un diario su cena de fin de año o de año nuevo. Constaba de entremeses surtidos, sopa de ostiones, pescado en salsa holandesa, pavo al horno, puré de manzana, ensalada, y flan al ron, café o te. El cubierto costaba un peso. Adicionalmente se ofrecía vino clarete de la Rioja, a dos pesos y veinticinco centavos la botella; vino blanco Delor a dos pesos botella. Había cerveza Carta Blanca y Bohemia en cuarenta centavos la botella. La cena sería amenizada por dos conciertos radiofónicos.

Pero antes de ir a la cena de nochevieja de ese miércoles 31 de diciembre de 1930, los torreonenses podían ir a divertirse al teatro “Juárez” donde debutaba la compañía de revistas y zarzuelas “Politeama”. El espectáculo se anunciaba como “ideal para familias” con “gran repertorio en zarzuelas, revistas y variedades” afirmando que “Politeama” “es una compañía de verdad, donde las familias podrán divertirse y pasar noches alegres con la seguridad que es un espectáculo altamente moral, como lo demuestra su récord de triunfos por los principales sitios de América”.

La cartelera del Teatro Martínez para el fin de año anunciaba una película sonora, “Sombras de Gloria”, drama estrenado en Estados Unidos en febrero de ese mismo año de 1930. Eran sus directores Andrew L. Stone y Fernando C. Tamayo, la historia original fue escrita por Thomas Alexander Boyd, y los protagonistas fueron José Bohr, Mona Rico y Francisco Marán. Se anunciaban dos funciones, una a las 5 de la tarde, y otra a las 8.30 de la noche.

El Teatro Princesa anunciaba en su cartelera del 31 de diciembre, la película sonora “Que noche” (What a night !) con Bebe Daniels. Esta película fue dirigida por A. Edward Sutherland, con una historia de Lloyd Corrigan, Grover Jones y Louise Long. Los protagonistas fueron Babe Daniels, Neil Hamilton, William Austin y otros. Las funciones eran a las 5 de la tarde y a las 8.30 de la noche.

Babe Daniels


Para el año nuevo, el 1 de enero, de 1931 la cartelera del Martínez incluia una película sonora, “Las cuatro plumas” (“The four feathers” título original) descrito como “ultramaravilloso espectáculo sonoro con música y sonidos admirabilísimos” con la “suprema actuación de los famosos artistas Richard Arlen y Fay Wray, secundados por lo más selecto de cinelandia. Romance. Tragedia. Emoción. Arte”. Esta era una novela escrita por A.E.W. Mason, adaptada por Hope Loring y protagonizada por Richard Arlen, Fay Wray y Clive Brooke. Esta película de Paramount fue estrenada en junio de 1929 en Estados Unidos.

Fay Wray

Richard Arlene

Para el sábado 3 de enero de 1931, el Teatro Martínez anunciaba “otro gran exitazo” “vea y oiga a nuestra gloriosa compatriota  Lolita del Río [Dolores del Río] cantando y actuando en el hermoso poema vitafónico “Evangelina””.  Esta obra con Dolores del Río, fue estrenada en los Estados Unidos el 24 de agosto de 1929. Fue el autor del poema Henry Wadsworth Longfellow, director Edwin Carewe, y guión y adaptación de Finis Fox. 



También para el sábado 3 de enero, el Teatro Princesa había programado la película sonora, hablada en Español “La jaula de los leones”, un drama de 1930 dirigido por Fred J. Balshofer, con una historia de Romualdo Tirado. Los protagonistas eran el mismo Romualdo Tirado, Alicia Bell y Amelia Bell. La publicidad de esta película dice “Un sueño roto. La tragedia de una vida. Circo. Drama. Infortunio. Emoción. Cantos”. 

miércoles, diciembre 19, 2012

Diciembre en 1908



Hace casi 104 años, el 20 de diciembre de 1908, el periodista José Agustín de Escudero escribió en el Semanario “Eco de la Comarca” de Gomez Palacio, Durango, sus “Impresiones de Noche Buena”. El texto de Escudero nos permite conocer el sentir del autor (que seguramente era compartido) en torno a las celebraciones decembrinas en La Comarca Lagunera hace más de un siglo. Escudero da razón de los eventos, golosinas, estados de ánimo y hasta del clima que reinaba en nuestra región durante el período festivo navideño de 1908. 

Quizá su lenguaje nos parezca cursi, anacrónico o rebuscado. Muy probablemente, esta forma literaria almibarada se correspondía con la idea de la “elegancia provinciana” del periodismo durante la era de don Porfirio. Que lejos estamos actualmente de ese ambiente de paz social que refiere, un ambiente en el cual las únicas luchas parecen ser personales e íntimas. Y sin embargo, en el horizonte se dibujaban ya las nubes de tormenta revolucionaria.

Más que en la manera como dice las cosas el autor, pongamos atención en lo que dice:

“Estamos en pleno mes de diciembre. Pronto tocará su fin, para dar lugar al nuevo año que viene presuroso a saludarnos, augurándonos prosperidad, paz y ventura como vivamente lo deseamos. Estamos en el mes de la alegría, en que late con vehemencia el corazón henchido de entusiasmo, halagándonos las dulces esperanzas del porvenir que nos sonríe. Hemos visto pasar como un sueño, los días, los meses y los años, y de ellos solo nos quedan ahora los recuerdos, que tienen poder de aliviar, un tanto, las tristes enfermedades del alma, herida con los sufrimientos y las decepciones”. 

“El mundo entero está de fiesta porque se alegra y regocija recordando el natalicio del Dios Niño. La sublime y poética descripción bíblica tiene poder de enternecer profundamente todos los corazones”. “Y los villancicos, los cantos y los bailes, el estruendo de los pitos, panderos, panderetas y sambombas, los acordes de las músicas, el atronar de los cohetes, el alegre repique de las campanas, los gritos de los niños que piden sus juguetes, sus dulces, sus vestidos nuevos y sus aguinaldos; la reunión de las familias donde se confunden y animan los jóvenes vigorosos con los ancianos achacosos, los grupos de los amigos unen sus afectos y sus corazones. Las posadas y los nacimientos, los árboles cuajados de dulces y curiosidades brillando con la escarcha de plata, los graciosos coloquios y las sencillas pastorelas, las curiosas piñatas y los globos, el sabroso turrón, el rico mazapán y las peladillas, los tradicionales buñuelos y los ricos tamales, las colaciones y los cacahuates con las nueces, piñones, almendras y avellanas juntamente con los tejocotes; los obsequios y las cenas con todos sus manjares especiales y todo ese conjunto sorprendente e inusitado de diversiones y entretenimiento en la venturosa y bienvenida Noche Buena, nos embriagan, nos seducen, nos enloquecen así a los pequeñuelos como a los viejos, trayéndonos consuelo, alegría, felicidad en las pesadas noches del invierno, cuando más brillan las estrellas sobre el negro manto del cielo que, derramando sus tenues lágrimas de lluvia fría, deja cristalizaciones de hielo en las fuentes y los arroyuelos, como nostalgia y dureza en muchas almas”.










miércoles, diciembre 12, 2012

"Coahuila 1910 - 2010" Una historia económica






En días pasados, se presentó en las instalaciones de El Siglo de Torreón, el libro “Coahuila 1910-2010. Economía, Historia económica y empresa”, el cual fue coordinado por el Dr. Mario Cerutti y el Lic. Javier Villarreal Lozano. La obra contó con el patrocinio del gobierno del Estado de Coahuila, y de la Universidad Autónoma de Coahuila. El propósito de este nuevo libro, en sus dos tomos, es el de examinar la historia económica de Coahuila durante el siglo transcurrido desde el inicio de la revolución Maderista. 

Con este propósito conmemorativo en mente, esta obra acota su período de estudio a los últimos 100 años en Coahuila, y por supuesto, en La Laguna.

Se trata pues, de una delimitación temporal deliberada, con el objeto de reflexionar en torno a los significativos sucesos y fenómenos económicos y sociales de dicho período. 

Existen fenómenos naturales, económicos, sociales y en última instancia, culturales, que vienen de muy atrás, de siglos antes de la revolución, pero que, debido al apriori temporal de esta obra, no entran aquí. 

Como coautor y comentarista en el evento de presentación, me tocó en suerte hablar sobre los textos dedicados a la Comarca Lagunera de Coahuila, o específicamente, a Torreón. Menciono pues que entre los segmentos del primer tomo de este libro dedicados a la historia económica de la entidad, encontramos en primer lugar, el que lleva por título “Agua, historia y economía en La Laguna” de Lourdes Navarrete Romero, del CIESAS Noreste. 

Su estudio da cuenta de la relación en el tiempo del agua y la tierra como bienes escasos sujetos a demanda en el contexto de una sociedad cambiante que organiza y reorganiza su economía de acuerdo a las circunstancias políticas y sociales del momento. Su información, pulcra y detallada, se acompaña de gráficas relacionadas con la naturaleza y distribución del agua, rodada o subterránea, usada para la producción.  

Otro segmento es el que se denomina “Dinámica económica y atracción demográfica en el Torreón postrevolucionario” escrito por Carlos Castañón Cuadros. En él, el autor demuestra la existencia de una correlación  entre la dinámica económica torreonense postrevolucionaria y el crecimiento demográfico de la ciudad. Se muestran aquí los factores que mantuvieron en marcha la dinámica economía agroindustrial de Torreón, antes, durante y después del movimiento armado que inició en 1910. El estudio aporta información nueva a partir de fuentes de archivo, hemerográficas y bibliográficas. 

Un tercer segmento del tomo I lo constituye el interesante texto intitulado “La economía del algodón entre la revolución y la reforma agraria”, de la pluma del Dr. Mario Cerutti. En él, nos da cuenta de los usos y costumbres relacionados con los sistemas de arrendamiento y aparcería instrumentados por los agricultores algodoneros en dicho período. 

Sigue en este primer tomo un texto que lleva por título “La ganadería caprina en la Región Lagunera y la leche de cabra” y es de la autoría de Jesús Mendoza Aramburu, de la UNAM. Este interesante estudio parte de la óptica de que “la cabra es la vaca del pobre” y así examina esta faceta de la economía pecuaria e industrial lagunera.  

Y para continuar con el tema de la economía lechera, la Dra. Eva Rivas Sada, del ITESM, nos brinda su interesante y ameno texto “El sector lácteo: desarrollo y consolidación (1945-1975)”, en el cual aborda temas relacionados con la reglamentación, salubridad, producción, comercialización y consumo de leche de vaca en Coahuila; así como la relación de estos temas con la innovación tecnológica y la historia de la producción y consumo en Coahuila en el período acotado.  

Por lo que se refiere al segundo tomo de esta obra, menciono mi propia aportación al mismo, el artículo que lleva por título “El Valle de Parras en el siglo XX. Génesis y apogeo de su industria vitivinícola” el cual es como la prolongación en el tiempo del estudio de la vitivinicultura parrense abordado en mi tesis doctoral, aunque bajo la óptica capitalista y empresarial  propia del siglo XX. 

El primer decenio del siglo XX fue crucial para la consolidación de la empresa Ernesto Madero y Hermanos. En 1907 ya cosechaba más de 50 variedades de vides, todas de origen internacional, y las Bodegas del Rosario y de San Lorenzo comenzaban a ser conocidas en el extranjero. Ernesto Madero y Hermanos era, según su publicidad, la única empresa vitivinícola mexicana que exportaba sus vinos.

Las haciendas del Rosario y de San Lorenzo, que habían tenido varios dueños desde el siglo XVII, fueron compradas por el señor Evaristo Madero durante el último tercio del siglo XIX. La actividad de este empresario cambiaría, literalmente, el mapa de Parras. Antes de los Madero, se habían cultivado en Parras las cepas Criollas o Misión en relativa corta escala, y con ellas se elaboraban los vinos “evaporados” o de consagrar (arropados) y un vino tinto dulzaino denominado “Carlón”, que por su difícil conservación, se destilaba cuando demoraba su venta (para hacer aguardiente de vino). Estos vinos dulces y semidulces correspondían a los esquemas coloniales del gusto del paradigma andaluz, bajo los cuales surgió la vitivinicultura parrense durante el siglo XVII.  

La familia Madero se convirtió en una de las familias históricas de México, no tan solo por la magnitud de sus empresas manufactureras o vitivinícolas, sino porque Francisco Ignacio Madero González, nieto de Evaristo, fue el ideólogo y detonador de la Revolución Mexicana de 1910, así como Presidente de la República. El centenario de este fenómeno político y social es precisamente el que ha dado origen a la edición del libro que comentamos.   

En vísperas del inicio de la Revolución, otra pujante empresa vitivinícola había surgido en la Comarca Lagunera, en la jurisdicción de Gómez Palacio, Durango, apenas a 150 kilómetros al oeste de Parras. Se trataba de “Lavín y Paparelli, Compañía Vinícola de Noé”, integrada por los sucesores de Santiago Lavín, quienes poseían la Hacienda de Noé. Esta enorme propiedad, aunque dedicada principalmente al algodón, incursionaba también en el ámbito de la vitivinicultura, con un futuro bastante promisorio. De acuerdo a los datos que proporcionaba el corresponsal del diario La Iberia en Torreón, la producción de 1908 de vinos de Lavín y Paparelli ascendió a 75 mil galones, es decir, 283 mil 906 litros. Esta empresa sería el antecedente histórico de las “Bodegas del Vergel”. 

Desde 1973, el ingeniero José Milmo Garza y sus hermanos, descendientes de Don Evaristo, se encargaron de la dirección de Casa Madero, S.A., la cual, como hemos visto ya, se ha dedicado primordialmente a la producción de dos tipos de bebidas alcohólicas, las bebidas destiladas, como los brandis y aguardientes, y las bebidas fermentadas, los vinos de uva. Entre los cambios más importantes que ha realizado Casa Madero desde los años cuarentas, habría que mencionar que, hacia 1982, pasó de ser una empresa orientada básicamente a la fabricación de brandis y destilados, a una que le da un gran peso a la producción de vinos. 

Al finalizar el siglo XX, Casa Madero producía anualmente 7 millones de litros de destilados, y 2 millones de litros de vinos de mesa. El 80% de la producción de brandis y aguardientes se vendía en el marcado nacional, y el 20% restante se exportaba. Pero de la producción de vinos de uva, el 90% se exportaba a Europa, un 5% se destinaba al mercado estadounidense, más otro 5% para el consumo nacional.

Y para cerrar el estudio de la vitivinicultura coahuilense y lagunera, prosigue este segundo tomo con el texto del Ing. Raúl Anaya Rojo, del ITESM, “La vitivinicultura en La Laguna (1960-1990)” en el cual se pone de relieve el impulso para esta actividad de parte de empresarios laguneros como Mora, Garza y Villarreal, propietarios de las “Bodegas del Vergel” y de marcas como “Mogavi”. 

martes, diciembre 11, 2012

Tenedores y cucharas en la Nueva Vizcaya

Porcelana heráldica colonial mexicana. Museo Franz Mayer



Los tenedores, cuchillos, cucharas, saleros, platos, todos ellos son artefactos con funciones específicas. Estas funciones han correspondido siempre a las necesidades sentidas por sus dueños o usuarios. Estas necesidades han sido muy diversas entre sí, como evitar el contacto directo con la comida (por higiene) o la necesidad de prestigio social mediante el uso de artefactos hechos ad hoc para el acto de comer y que las clases influyentes pusieron “de moda” en diversas épocas y lugares. 

El mero uso de estos objetos podía constituir per se un mensaje de “cosmopolitismo”, “poder” y “distinción social”. Pero también es verdad que el material de que estaban hechos y su ornamentación —los detalles accidentales, no esenciales— generaban o reforzaban dichos mensajes. No era lo mismo usar cucharas de madera o metal común que usarlas de plata. Comer en platos o escudillas de madera o barro no significaba socialmente lo mismo que cuando se usaban piezas de porcelana china o de plata. 
   
Los enormes recursos de la Nueva España —particularmente los argentíferos— dotaron a la inmensa mayoría de la población con la posibilidad de contar con servicios de mesa de plata, de acuerdo a las posibilidades de ingresos y generación de excedentes de cada familia o individuo. Sin duda alguna, la plata es el metal mexicano por excelencia, como lo fue para la Nueva España.

Cucharas antiguas de plata. 

En el septentrión del virreinato se ubicaba la Gobernación o Reino de la Nueva Vizcaya, cuyo enorme territorio superaba en cien mil kilómetros cuadrados la actual superficie de España. Durante 200 años comprendió en su jurisdicción lo que ahora son los estados mexicanos de Durango, Chihuahua, Sonora, Sinaloa y el sur del estado de Coahuila. Los inventarios que se utilizaron para este artículo corresponden al sur de Coahuila en los siglos XVII y XVIII, particularmente lo que fueron la villa de Santiago del Saltillo (ahora capital del estado) y el pueblo de Santa María de las Parras.

Como en el resto de la Nueva España, en la Nueva Vizcaya del siglo XVII la posesión de servicios de mesa respondía a la necesidad percibida de contar con artefactos de uso individual para contener y manipular los alimentos preparados, particularmente para el momento de su consumo. La cuchara era el artefacto que se usaba para transportar los alimentos entre el plato u otro recipiente, y la boca. Su uso y difusión en la Nueva Vizcaya fue anterior a la del tenedor. Ahora bien —como mencionamos anteriormente— el hecho de que tales objetos pudieran estar hechos de cerámica, metales comunes o de plata, sugiere diferentes lecturas.

Los inventarios levantados en 1663 en la hacienda de San Juan Bautista de los González, en Saltillo, propiedad de Juan González de Paredes y de María de Olea,  muestran que, por lo que se refiere a servicio de mesa, había solamente objetos de plata: un plato grande, otro plato; dos tembladeras y algunas cucharas pequeñas. En otro inventario levantado en la misma hacienda en 1665, se consigna el peso de estos artefactos:  nueve marcos y seis onzas de plata labrada, es decir, dos kilos y doscientos cuarenta y dos gramos.

Puede decirse que para los habitantes de la Nueva España en general, la plata era símbolo de prestigio social (nobleza) y de riqueza, además de constituir un excedente con valor metálico de fácil intercambio. En San Juan Bautista, el valor suntuario y el práctico se amalgamaban en el servicio de la mesa.  Notamos que los objetos descritos conformaban el “ajuar básico”: los platos para servir la comida; las tembladeras, que eran recipientes anchos, redondos, con base y con dos asas a los lados, que servían para contener alimentos líquidos en la mesa. Encontramos también las cucharas, pequeñas en este caso. Puesto que son raras las piezas de platería civil novohispana del siglo XVII que han sobrevivido el paso del tiempo, y porque por lo general proceden del centro de lo que hoy es México, no deja de ser interesante contar al menos con la descripción de las piezas de esta platería civil en el Septentrión Novohispano, y que por cierto, no eran piezas difíciles de encontrar.

Notamos también que el ajuar de San Juan Bautista era para dos personas, seguramente para don Juan y para su mujer, doña María.  En su testamento, aquél dice poseer menaje de plata en su casa de la villa, aparte de los objetos descritos. 

En el Saltillo, como en otras partes, la plata  y los objetos elaborados con ella se clasificaban siempre con criterios fiscales.  La plata del diezmo era la que pagaba de impuesto sólo un 10% de su valor, por estar en posesión del minero (reconocido como tal) que la produjo.  La plata de un minero pagaba, pues, menos impuestos.  Si el minero la vendía, esta plata cambiaba de estatus y se convertía en plata de rescate y para fines taxativos, pagaba un 20% de su valor (un quinto).  La plata quintada era aquella que ya había pagado el impuesto del quinto, y se le ponía la marca que lo evidenciaba.

Desde el punto de vista de la relación entre artefactos e inventarios, estas distinciones, son interesantes en cuanto nos dan cuenta de algo más que su valor intrínseco o función.  La plata del diezmo sólo puede aparecer en el inventario de un minero.  Así aparece designada una parte de la plata del capitán Domingo de la Fuente, poblador, encomendero, comerciante y vecino y miembro del gobierno de la villa del Saltillo. En la enumeración de los bienes del presbítero don Pedro de la Cerda, no se le designa explícitamente por su nombre, pero fue inventariada aparte de la plata quintada y de la de rescate; y en ese caso estamos ante la figura de un presbítero-minero, nada extraño en aquella época y lugar.

La totalidad de la plata que se menciona en la hacienda de San Juan Bautista es designada como “plata labrada del rescate”, lo cual implica, en primer lugar, que don Juan González no era minero productor de ese metal; en segundo lugar, que los objetos manufacturados (plata labrada) fueron adquiridos por compra y aún no estaban quintados. Por lo que se refiere al servicio de mesa, San Juan Bautista contaba con los mismos artefactos que solía haber en las “mesas hidalgas” del Saltillo del siglo XVII. Platos, tembladeras, cucharas, aunque desde luego, su uso era privilegio de los señores de la casa. Llama la atención que no hay referencia alguna a los tenedores en ninguno de los inventarios saltillenses del siglo XVII incluidos en la muestra.

En casa del ya mencionado Capitán Domingo de la Fuente encontramos en 1646 el menaje de plata labrada, que consistía en un plato, una tembladera grande, otras cuatro tembladeras “normales”; un salero, otro medio salero; dos cucharas y una cucharita.

En 1651, en casa del cura beneficiado del Saltillo, don Pedro de la Cerda, encontramos la mayor cantidad y diversidad de cubiertos de mesa de plata: tres platones, tres tembladeras, dos jarros (uno de ellos grande), tres saleros, una taza, siete platillos, siete cucharas, unas cucharillas, un cucharón. Había además un barquillo aovado y tres veneras.  Tan sólo en servicio de mesa de plata, el beneficiado poseía 46 kilogramos del metal precioso.

En casa del capitán Nicolás de Asco, en Parras (1690) encontramos “un salero de plata que pesó dos marcos”, es decir, casi medio kilo (460 gramos).

Contrastando con lo anterior, María de Herrera, quien era descendiente de conquistadores y pobladores venidos a menos, no poseía más plata que una cajita de polvos, y la tenía empeñada en seis reales (equivalentes a 75 centavos de peso).

Sin pretender contar con una muestra saltillense estadísticamente completa desde el punto de vista cuantitativo —las casas de un hacendado-encomendero, un capitán-encomendero-comerciante y un cura beneficiado— consideramos que, dadas las coincidencias, es bastante representativa, sobre todo al contrastar con los dos vecinos de Parras que se mencionan: el capitán Nicolás de Asco (siglo XVII) y don Pablo José Pérez (siglo XVIII).

A inicios del último tercio del siglo XVIII, don Pablo José Pérez era vecino de Santa María de las Parras, cosechero español o criollo, miembro “del comercio” y mayordomo de la Cofradía del Santo Ecce Homo que se veneraba en el santuario de nuestra Señora de Guadalupe de dicho pueblo.  Era dueño de una casa con su tienda anexa ubicada en la céntrica Calle Real o de Guanajuato, y en su mesa —como sucedía en cualquier casa acomodada de la Nueva España— se comía con platos y cubiertos de plata. En este caso, se trataba de objetos que totalizaban un peso de 18 marcos de plata menos una onza, esto es, 3 kilos con 910 gramos. Se trataba de 4 platos, 10 cucharas, 10 tenedores, un salero y un vasito, valuados en $107 pesos de la época. Don Pablo José era propietario de dos pequeñas viñas llamadas “del Escultor” y de “la Orilla del Agua.” A partir del inventario de su servicio de mesa, podemos concluir que los tenedores ya eran artefactos de uso común en la Parras de la segunda mitad del siglo XVIII. 

En los inventarios de la hacienda de San Juan Bautista de los González no se menciona ningún plato de loza, por lo que suponemos que la gente de servicio no los utilizaba, a pesar de que consta que en los comercios del Saltillo en esa época se vendían platos de barro de la Puebla.  

La loza poblana (Talavera novohispana) era bastante popular en las mesas de los habitantes de la Nueva Vizcaya en los siglos XVII y XVIII. En la sucesión hereditaria del Capitán Nicolás de Asco, en 1690 en Parras, encontramos “dos dozenas de platos y dos de escudillas de la Puebla...”.  En el inventario levantado en la casa y tienda de los Pérez Medina en Parras en los meses de junio-julio de 1773, se contaban entre los “efectos de tienda” “seis docenas y dos platos de Talabera a quatro rr(eale)s dozena”. Hoy en día, un plato de aquéllos sería el orgullo de cualquier coleccionista de antigüedades del mundo. Según leemos, en Parras se vendían por apenas cincuenta centavos de peso mexicano la docena, es decir, aproximadamente 1/24 de euro.  

Las familias que gozaban de títulos de Castilla y una renta apropiada, mandaban hacer sus vajillas de porcelana a China, poniendo cuidado de que se representaran en ellos las armas familiares.   

Las salinas llamadas en su lengua "Home"


Mapa glosado de Núñez de Esquivel. Detalle. Con la "K" marca Las Salinas, y con la "J" al Pueblo del Álamo de Parras (Viesca)  



Una Real Cédula expedida en Valladolid (España) del tres de julio de 1603 solicitaba se informase o averiguase sobre las salinas que se explotaban por entonces en el territorio de la Gobernación de la Nueva Vizcaya, es decir, en el territorio de lo que actualmente conocemos como estados de Durango, Chihuahua, sur de Coahuila, Sonora y Sinaloa. La respuesta que a esta Real Cédula dio el entonces gobernador Francisco de Urdiñola, está fechada en la Nueva Vizcaya el 26 de abril de 1605, y menciona algunos datos interesantes para la historia de la Comarca Lagunera, y de manera particular, para la del municipio de Viesca, Coahuila.

La mayor parte de la sal que se producía por entonces se utilizaba para el beneficio de la plata. El método de la amalgama del mineral argentífero con el mercurio o azogue, requería cloruro de sodio durante el proceso.

El documento menciona las salinas de Chiametla, Piaztla y Mazatlán, en el Pacífico. Y en la misma costa, en la provincia de Sinaloa, había lugares donde la naturaleza acumulaba grandes cantidades de sal de manera espontánea. Se menciona asimismo la salina del Casco, en una gran laguna, bajando la sierra hacia Santa Bárbara.

De las salinas de Chiametla se obtenían entre seis y siete mil fanegas al año, la cual se vendía en los almacenes reales a un peso de ocho reales cada fanega. Esta cantidad de fanegas correspondía a la demanda de los once o doce reales de minas que había en la Gobernación de la Nueva Galicia, y de algunas minas de Maloya, Pánuco, Topia, San Andrés, Guanaceví y haciendas de Juan Guerra, en la Nueva Vizcaya.

Dice el texto:

“Hay también una salina ahora nuevamente descubierta por Juan Guerra de Reza, (minero de la Gobernación) que llaman de “Home” en lengua de los naturales, la que cae cerca de la laguna grande que llaman “de las Parras”…"y aunque en esta salina hay disposición para coger la sal que quisieren hasta en cantidad de cien mil fanegas en buenos años, no se beneficia ni coge porque no se gasta más cantidad de las dichas siete mil fanegas, y sería la costa y trabajo sin algún efecto”.

Las salinas que en 1605 eran llamadas en lengua nativa “de Home” eran las que conocemos como salinas de Viesca, Coahuila. Sin duda alguna, en 1605 tenía una enorme reserva de sal, pues las salinas de Chiametla, en el Pacífico, producían siete mil fanegas de sal al año cuando las de Home podían producir cien mil fanegas en el mismo plazo. Y si no las producían, era porque estaba saturado el mercado. La demanda de sal estaba satisfecha por entonces con la sal de Chiametla.

Y continúa la respuesta a la Real Cédula:

“En la salina nueva que llaman “de Home”, de que por mi orden se tomó posesión en nombre de vuestra majestad, tampoco hay beneficio [que] a sido pagado, aunque Juan Guerra de Reza, que la descubrió, comenzó a aprovecharse de ella para el beneficio de sus haciendas con licencia de mis antecesores, y sin pagar por ella nada, y abrió caminos para acarrearla. Después de la publicación de esta Cédula de vuestra majestad, ha cesado en ello. Y esta salina es también laguna que tiene como cuatro o cinco leguas de circuito, y de ancho como legua y media, en la cual se puede beneficiar mucha, según muestra la experiencia de la poca sal que se ha beneficiado por el dicho Juan Guerra, si hubiese salida y gasto para ella, que hasta ahora no la hay, por caer tan apartada de las haciendas de minas de esta Gobernación, y de las de Sombrerete y Zacatecas, que son las de la Galicia, que se proveen de las salinas de Zacatecas. Y si de estas (de Home) hubiesen de proveer sus haciendas, les costarían más los fletes que los que ahora pagan. Y por esta razón, no se usa de ellas”.

Juan Guerra de Reza, quien le dio su nombre a las aguas de Viesca, fue uno de los primeros empresarios mineros de la Comarca Lagunera. Sabemos que ya en 1595 utilizaba el mercurio para sus minas, y que lo pagaba en la Real Caja de Guadiana.

Por lo que se refiere a la Laguna de Viesca, mencionada en el documento, se nos dan las dimensiones aproximadas en 1605. “Cuatro o cinco leguas de circuito” serían 16 o 20 kilómetros de perímetro, mientras que “legua y media de ancho” serían 6 kilómetros de diámetro.

El 13 de enero de 1629, los tlaxcaltecas del pueblo de San Esteban, junto a Saltillo, obtuvieron licencia y facultad del gobernador de la Nueva Vizcaya para extraer sal de las salinas de Home.

El viejo mapa del parrense  Núñez de Esquivel, hecho en 1787, con glosas del padre Dionisio Gutiérrez, el que trae abajo a la derecha a un español disparando a un pato, muestra el sitio donde se ubican las salinas, y lo marca con la letra “K”. 




El mismo mapa dedica un recuadro a dichas salinas, el cual dice a la letra: 

“Salinas. La ubicación de éstas se halla inmediata al pueblo del Álamo (Viesca, Coahuila) a distancia de tres leguas (unos 12 kilómetros) poco más o menos, y su extensión corre de oriente a poniente. Crían mucha sal, es como la común de las demás salinas de esta América, según la configuración de sus partículas cúbicas. Es saludable para el uso de las viandas, su abundacia admira, y también su antigüedad, pues se infiere vivió sobre ellas o a las orillas, la nación de indios Salineros, que sin duda comerciarían a su modo con otras naciones”.  

Por otra parte, las Crónicas de los Jesuitas o Cartas Annuas de 1622, mencionan que en esa época, los habitantes del País de La Laguna, sobre todo los tlaxcaltecas y los “mexicanos” que vivían en la región, procuraban pasar la cuaresma en Parras, para ir a aprovisionarse de cloruro de sodio en las Salinas de Home.  

sábado, diciembre 01, 2012

Informe del gobernador Rubén Moreira Valdés





El jueves 29 de noviembre por la tarde, el gobernador de Coahuila, Rubén Moreira Valdés, presentó su primer informe de gobierno en el teatro Nazas de Torreón. Horas antes, por la mañana, el mandatario entregó copia facsimilar de su informe en la ciudad de Saltillo.  

En mensaje previo en cadena estatal, Rubén Moreira Valdés reconoció haber encontrado tres grandes obstáculos al inicio de su administración:  una gran deuda, un grave problema de seguridad, y múltiples programas sociales que rebasaban las posibilidades reales del gobierno estatal.

La visión del gobernador Moreira Valdés desde este su primer informe de actividades, es esperanzadora para el futuro económico y social del estado de Coahuila. El simple hecho de venir a Torreón a presentar su informe, debe ser interpretado como un gesto de buena voluntad hacia la ciudadanía de nuestro municipio, tan vapuleada por la crisis económica y la inseguridad desde 2006, así como un reconocimiento a la importancia de nuestra población, en Coahuila. 

martes, noviembre 27, 2012

Reconocimiento al alcalde de Torreón




En días pasados, se celebró el encuentro de la Asociación Estatal de Cronistas Municipales de Coahuila, A.C., con representantes de la Asociación Nacional de Cronistas de Ciudades Mexicanas, A.C. 

El evento se llevó a cabo con el generoso y decidido apoyo del Presidente Municipal  de Torreón, Lic. Eduardo Olmos Castro, alcalde anfitrión del evento, como lo fue en el 2010 con motivo de la proclamación de nuestra comunidad como Ciudad Heroica y Ciudad Histórica de interés nacional. También recibió el apoyo de la Universidad Iberoamericana Torreón, sin duda alguna la institución vanguardista en la escritura de la historia regional.




La parte inicial del evento se llevó a cabo en el Hotel Marriot de Torreón, con un desayuno para los cronistas y la ceremonia de apertura de trabajos, donde se escucharon los mensajes de los integrantes del Presidium. Es de señalar que el Mtro. Jaime Muñoz Vargas, Director Municipal de Cultura, representó de manera personal en el evento al alcalde Olmos Castro. El Mtro. Muñoz Vargas recibió los reconocimientos y testimonios de gratitud que ambas asociaciones le confirieron al alcalde, y a su vez agradeció y alentó a los cronistas municipales a proseguir con su importante tarea. 




En la imagen superior, el presidente de la Asociación Nacional de Cronistas de Ciudades Mexicanas, A.C., Cresencio Montoya Cortés, muestra el reconocimiento conferido al alcalde de Torreón, Lic. Eduardo Olmos Castro (representado por el Mtro. Jaime Muñoz Vargas, Director Municipal de Cultura) , por su incansable y generoso apoyo a la Asociación estatal y nacional de Cronistas Oficiales. (Foto Milenio Diario).


Asimismo, en la misma sesión, el Cronista Oficial de Torreón, Cronista anfitrión del evento, recibió reconocimientos de parte de la Asociación Nacional de Cronistas de Ciudades Mexicanas, y de la Asociación Estatal de Cronistas Municipales de Coahuila.  




Posteriormente, los cronistas visitantes conocieron la Plaza Mayor, y se dirigieron a la visita programada al Museo Arocena, donde fueron gratamente recibidos por su directora, la Lic. Rosario Ramos Salas y guiados en dos grupos por guapas edecanes, de quienes escucharon sobre los testimonios del pasado. 




Posteriormente, los cronistas se dirigieron a los municipios de Matamoros y de Viesca, donde fueron guiados a los sitios de interés histórico y también festejados por las autoridades municipales.  

El sábado por la mañana, los cronistas oficiales estuvieron en las instalaciones de la Universidad Iberoamericana Torreón, donde elogiaron sus modernas y funcionales instalaciones y belleza arquitectónica. Ahí mismo se les ofreció un desayuno de típicas gorditas torreonenses de harina y de maíz. Estas gorditas se han convertido en parte de nuestra cultura lagunera. Le comentaba yo al cronista de Monclova, que hemos localizado las referencias escritas más antiguas sobre la tortilla de harina hacia 1730, precisamente en Monclova. Y como es natural, desea la compartamos el dato. Así será. 





En la imagen superior, los cronistas oficiales disfrutan el sábado por la mañana, en la Universidad Iberoamericana Torreón, un ejemplo del patrimonio gastronómico de Torreón: las gorditas rellenas con toda clase de guisados.

Luego del desayuno, los cronistas oficiales hicieron un recorrido por el Centro de Investigaciones Históricas de la Ibero Torreón, donde pudieron admirar las instalaciones, procesos, procedimientos, métodos de catalogación, vigilancia electrónica de condiciones de humedad y temperatura. Pero su mayor interés se dejó ver al examinar los más de 400 fondos documentales que posee dicho Centro de Investigaciones, y que se remontan a la Era Colonial Lagunera, y abarcan hasta el día de hoy. Pudieron constatar asimismo su extensa línea editorial (de la cual se llevaron libros de regalo) así como la enorme utilidad de los servicios en línea, que les permite acceder documentos y publicaciones desde sus lugares de origen o jurisdicción. 

De la Universidad Iberoamericana Torreón, los cronistas oficiales se dirigieron a los municipios de Francisco I. Madero y San Pedro de las Colonias, donde terminaron, con visitas y eventos, su recorrido por los cinco municipios laguneros de Coahuila. 

Los infrascritos cronistas participantes e invitados firmantes agradecen al Lic. Eduardo Olmos Castro su magnífica hospitalidad y su decidido apoyo para la realización de este encuentro, el cual ha superado toda expectativa: 

Carlos  Gutiérrez  Recio, Presidente de la Asociación Estatal de Cronistas Municipales de Coahuila; Ramón  Williamson Bosque, Vicepresidente de la Asociación Estatal de Cronistas Municipales de Coahuila, Matías Rodríguez Chihuahua, Comisión Nacional de Ciudades  Heroicas de la  ANACCIM, Sergio Antonio Corona  Páez, Cronista Oficial de Torreón y Cronista Anfitrión del evento; Ramiro Saldaña Maldonado, Juan Daniel  Alvarez  Peña, Rebeca  Lugo  Soto, Elvia Guadalupe  Morales  García, Roberto  González  Aguilera, Pedro  Tijerina   Ortegón, Juan Manuel  Ortegón, Patricia  Neave  Lira,    Carolina  Sánchez   Anívarro, Ma. del Socorro  Muñoz  Alba, Vicente  Rodríguez  Mendiola, Luis  García  Valdés, Gumaro  Tonche  Flores, Luis  Martín  Tavares, Manuel  Cavazos  Dávila, Manuel  Lastra  López, Carlos  Mariano Guzmán Madariaga, Flor  Estela  Luna  Sánchez, Enrique  Gómez  Dena, Feliciano  Esparza  Magaña, Luis  Treviño  García, Pablo  Amaya  Ramírez, Crescencio  Montoya  Cortez, Presidente Comité Directivo de ANACCIM, Joaquín  Inzunza, Secretario  Comité Directivo  de  ANACCIM. 





lunes, noviembre 19, 2012

Ciencias auxiliares de la Historia




Escudo de un descendiente del marqués de Jaral de Berrio. Como no lleva la corona de marqués en la parte alta del escudo (o timbre) sino el yelmo de los hidalgos, sabemos que este diseño perteneció a uno de sus descendientes directos, a quien ya no correspondía usar el título. Se trata de un caso de "nobleza de sangre" y no de "nobleza titulada". Esta pieza de porcelana heráldica pertenece al museo Franz Mayer. 


Un tipo de documentos que resultan fascinantes, se pueden encontrar en los archivos, bibliotecas o museos de prosapia colonial (como el Municipal de Saltillo) son aquellos que podemos denominar genealógico- nobiliario. De entrada, no debe asustarnos esta terminología: “Heráldica”, “Genealogía” “Nobleza”. Son términos que representaban realidades muy vigentes en la cultura de nuestros antepasados, y que en la actualidad constituyen meros pasatiempos para algunos, objeto de pretensión para otros, y fuentes de conocimiento para otros pocos estudiosos del Antiguo Régimen. 

Pero para volver a nuestra relación sobre estos documentos, diremos que los hay de diversas clases: las relaciones de méritos y servicios, las probanzas o litigios de hidalguía, infanzonía o vizcanía. Testamentos y probanzas de limpieza de sangre. Si por documento entendemos, en sentido más amplio, todo vestigio que nos dé información del pasado, entrarán también las imágenes o ilustraciones de escudos de armas en papeles, lienzos, retratos, capillas, enterramientos o escrituras y títulos de mayorazgos. Suelen encontrarse representaciones heráldicas grabadas en artefactos del mobiliario o de uso suntuario. 
   
Por desgracia para la investigación genealógica, en nuestro país los documentos coloniales que hacen referencia a la hidalguía de linaje tanto como las representaciones heráldicas son vistos con sospecha de manera apriorística, con el prejuicio de un republicanismo trasnochado que ya no casa con la seriedad e imparcialidad que requiere el estudio científico de una familia o de una sociedad virreinal. Como investigadores, no podemos mirar un emblema heráldico de manera descontextualizada. El blasón constituía un elemento muy significativo del Antiguo Régimen, que debe ser estudiado desde su propia época y cultura, porque solamente con esa óptica estaremos en condiciones de entender su significación como elemento de comunicación del pasado. 

Pero antes de continuar, debemos recalcar que el “Antiguo Régimen”, que comenzó a desaparecer en 1789, era el régimen del privilegio, de la desigualdad social. No todos los ciudadanos tenían los mismos derechos ante la ley. Había un grupo privilegiado, que era precisamente, el de la nobleza. Para ellos era el uso del “Don” (del latín dominus, “señor de vasallos”), determinados puestos en los cabildos y alcaldías mayores y menores, en las cancillerías o tribunales, en el ejército, en las universidades o entre los miembros del clero. No se les podía torturar ni embargar, y sobre todo, estaban exentos de impuestos.

Básicamente, había tres clases de nobleza, que era hereditaria: la baja nobleza, o nobleza de sangre, que era la de los “Hidalgos” o “Hijosdalgo”. Esta se recibía de los antepasados que habían sido nobles, se conservaba por línea de varón, y no implicaba la posesión de título alguno. En Nueva España, y sobre todo en el Norte, hubo muchísimos que ganaron su estatuto como primeros pobladores o colonizadores.

La segunda clase de nobleza, o nobleza media o titulada, era la que estaba conformada por individuos que poseían títulos hereditarios de barón, vizconde, conde, marqués o duque. La relación era jerárquica: el vizconde era mayor en dignidad que el barón, el conde mayor que el vizconde, y así hasta el duque, cuya dignidad era suprema sobre los demás.

La tercera clase de nobleza, la “créme de la créme” estaba constituida por individuos que poseían títulos de “Grandeza”. Un “Grande de España” era igual en dignidad a cualquier otro “Grande”, aunque tuvieran títulos jerárquicos de condes o marqueses. Se trataba del cuerpo de “Pares” de España. Un ejemplo actual es el de doña Cayetana, duquesa de Alba, que es muchas veces “Grande de España” por herencia. El de duquesa no es el mayor de sus títulos, aunque sí uno de los más históricos.

Las tres clases de nobleza tenían en común el derecho a portar escudo de armas. Sin embargo, debemos advertir que la “hidalguía” o “nobleza de sangre” dejó de existir como tal durante el primer tercio del siglo XIX. Solamente se puede afirmar que existen en la actualidad, los descendientes de aquéllos. El uso del escudo de armas se les sigue reconociendo. En cuanto a la nobleza titulada y la Grandeza, constituyen las clases de nobleza generalmente reconocida por las leyes en los países monárquicos de Europa.

Existe un tipo de nobleza llamada “personal”, que es la que obtiene un individuo al ser condecorado. Esta nobleza no es transmisible. En algunos casos, las condecoraciones se otorgan exclusivamente a quienes ya son nobles. Los países que no son monárquicos, como México, también extienden esta clase de condecoraciones, como la “Orden del Águila Azteca”, cuyo arquetipo fue la “Orden Imperial del Águila Mexicana” creada por Maximiliano. También se acostumbra otorgar escudo de armas a quienes reciben una condecoración, como la de Carlos III, Isabel la Católica, Santiago, Calatrava, Montesa, etc.  

El escudo de armas constituye una representación gráfica portadora de información en dos áreas constitutivas: el campo y el timbre. El campo era y sigue siendo el lugar del blasón en el que se exhiben las marcas de un linaje dado, y no de un apellido. Los escudos se asumían o concedían siempre para una familia y sus descendientes. Era totalmente esperable que dos familias diferentes tuvieran escudos diferentes, aunque tuvieran el mismo apellido. El campo del escudo, por lo tanto, era como la "marca registrada" o, si usamos una analogía contemporánea, como el “código de barras” que distinguía a una familia de todas las demás. En la percepción popular, el “ timbre”, es decir, el diseño que va sobre el escudo, y que por lo general es un yelmo o una corona, es un simple adorno sobre el escudo. En realidad es el área que contiene la información que manifestaba el estatus o jerarquía nobiliaria del poseedor del escudo. Yelmo o casco para los hidalgos, y una serie de coronas o yelmos coronados  con una iconografía y sintaxis muy bien reguladas para caballeros, señores de vasallos, barones, vizcondes, condes, marqueses y duques. Por lo que se refiere a las representaciones de los timbres, no de la nobleza, sino de la realeza, existían también sus propias reglas. 

La importancia que estas representaciones poseen para los investigadores históricos, consiste en que los registros parroquiales o civiles que dan cuenta de los orígenes de los conquistadores, pobladores y pacificadores generalmente se remontan cuando mucho al siglo XVI o el XVII en el septentrión novohispano, muchas veces con enormes lagunas que con excesiva frecuencia son,  para desgracia nuestra, insalvables.

Sin embargo, no todo está perdido. La representación gráfica de un blasón, a veces su simple bosquejo en un documento, nos otorga la posibilidad de cotejarlo contra los miles y miles de expedientes que existen en los archivos de las Reales Cancillerías y Ordenes Nobiliarias en España. Puesto que el blasón es representación gráfica de un linaje y no de un apellido, por esta comparación estaremos en posición de determinar exactamente a qué familia de España pertenece un poblador del cual no tengamos más información que el bosquejo de sus armas. Se pueden documentar siglos de generaciones de esta manera, y retroceder fácilmente a la Baja Edad Media. La importancia de la genealogía y la heráldica como ciencias auxiliares de la historia, es incuestionables.    

Por otra parte, el desconocimiento de los diversos conceptos de nobleza —como si el término fuese por definición ahistórico y hubiese significado siempre lo mismo en los diferentes ámbitos geográficos y sociales del viejo y nuevo mundo— se traduce en una mala lectura de los documentos que portan información genealógico-nobiliaria. Desconocemos las diferencias que existían en la manera de calificarla en España. No estamos familiarizados con los matices que implican diferencias de terminología como “nobleza notoria”, “hijodalgo de linaje y solar conocido” y “nobleza titulada”. Peor aún, en muchas ocasiones hemos asumido puntos de vista nobiliarios que proceden de Inglaterra o de los Estados Unidos y los hemos considerado de valor y aplicación universal. Como investigadores veraces, debemos entender estas fuentes genealógicas y nobiliarias como textos de cultura, como elementos de comunicación que poseen su propio contexto y significado. ¿Significaba la condición de nobleza lo mismo para un vizcaíno, para un criollo o para un tlaxcalteca? ¿El término y la calidad de noble tenían el mismo referente cultural para los tres?

Nuestro desdén o nuestra franca burla sobre las “pretensiones nobiliarias” de los viejos pobladores españoles o indígenas es ciertamente una risa ingenua que nos delata como pobres historiadores. Debemos redimir nuestro quehacer y nuestra imagen gremial con investigación verdaderamente científica, sin temor de aparecer ante la sociedad como monárquicos o aristocratizantes. Los fenómenos de cada época solamente pueden ser comprendidos a partir de su propio contexto cultural. El historiador científico es el hermeneuta por excelencia.