Escudo de Torreón

Escudo de Torreón

jueves, diciembre 31, 2015

Los 123 años de Torreón


Estampilla conmemorativa del centenario de la Villa del Torreón 1893-1993


La Congregación del Torreón, que se encontraba enclavada en el municipio de Matamoros, Coahuila, fue convertida en villa, con municipio y gobierno propios, por decreto del gobierno de Coahuila del 24 de febrero de 1993. Su territorio le fue cercenado al municipio de Matamoros para dotarle de jurisdicción propia. Esta es la fecha históricamente correcta que determina la edad de nuestra población. A 2015, cuenta con 122 años. Y el 24 de febrero del próximo 2016, contará con 123. 

Las poblaciones novohispanas y mexicanas siempre han celebrado como inicio histórico, la fecha de creación de su municipio y gobierno. Si no fuera así, las villas nunca podrían celebrar su propia creación y existencia. Tendrían que esperar a ser convertidas en ciudades, si es que eso alguna vez ocurriera. 

El caso de Torreón constituye una anomalía histórica, pues festeja como su origen la fecha de erección como ciudad (no como villa) el 15 de septiembre de 1907. Y esto se debe a que en 1932, Eduardo Guerra logró convencer a la población de que debía celebrar las "Bodas de Plata" (25 aniversario) de la ciudad en 1932. La verdadera razón que se guardaba Eduardo Guerra para lograr ese consenso, era la obtención de fondos municipales para la publicación de un libro de historia de Torreón. 

El 7 de enero de 1932, Eduardo Guerra solicitó al ayuntamiento de la ciudad un subsidio de dos mil pesos para la edición de un libro que contendría los datos históricos más importantes de Torreón. La iniciativa de Guerra no quedó ahí, sino que motivó el interés de la cámara de comercio local para organizar los festejos de las bodas de plata de Torreón como ciudad.

La iniciativa de Guerra prosperó, y finalmente la población aceptó su iniciativa de celebrar "25 años" de la existencia de Torreón, partiendo del 15 de septiembre de 1907. Sin embargo, no se corresponde esta fecha con la verdad histórica, como lo hemos mencionado. Como cronista oficial Torreón (sea rancho, estación, congregación, villa o ciudad) considero importante mantener en la memoria colectiva dicha verdad histórica, celébrese o no. 




martes, diciembre 29, 2015

Navidad para todos los gustos






Entre los muchos recuerdos que la temporada de navidad me suscita, se encuentra el penetrante aroma de aquellos pinos canadienses que solían ponerse en venta para la ocasión, en la Alameda. Bastaba uno solo de esos arbolitos para perfumar a bosque una casa completa. Su adorno con esferas de colores era tradicional. 

Algunos se adornaban con series de foquitos de llama, otros con series de tubitos con burbujeante líquido de color. Otros preferían luces traídas de los EEUU, o bien, en ciertas familias de tradición europea, los adornos de los árboles navideños eran pequeños candeleros con velitas encendidas, fruta, y galletas.  

Era muy común que de acuerdo a cultura y posibilidades, los adornos navideños fueran acordes a costumbres y entornos. Muchos hogares contaban solamente con arbolitos decorados; muchos otros contaban con arbolito y el tradicional nacimiento o belén, que representaba diversas escenas del nacimiento de Jesús, de la visita de los pastores, ángeles y reyes magos. 

Había otras casas, por lo general de extracto popular, donde el nacimiento era un verdadero despliegue de escenografía e iconografía que podía ocupar habitaciones completas, y donde el aroma que prevalecía era el de nuestra olorosa gobernadora. No era un despliegue de carácter realista, pues las figuras no se encontraban en una sola escala. Las había  de todos tamaños, sin corresponderse unas con otras, pero eso sí, en amorosa convivencia.

Muchos otros laguneros tenían una idea más mexicana y desértica del árbol navideño. En lugar de una conífera, preferían usar un mezquite seco y plateado, adornado con foquitos, esferas, escarcha, y “pelo de ángel”.

En la época que rememoro, los niños éramos llevados por nuestros padres a “La Suiza”, esos almacenes en cuyos aparadores se exhibían los más bonitos juguetes, los más novedosos, para motivar y e incrementar nuestro buen comportamiento, al menos durante diciembre. Solía haber también en sus aparadores montajes mecánicos de renos, trineos y santa Claus que maravillaba a los niños, tanto por la ilusión que creaba, como por la abundancia de luz y color.

Torreón era todavía una ciudad pacífica, y uno podía recorrer el centro de noche, disfrutando del frío, de los hot-dogs de carrito, de la vista de las estrellas en el cielo claro y del alumbrado navideño.

En cuanto a la costumbre de instalar nacimientos en La Laguna,  inició con los misioneros jesuitas, porque el País de La Laguna era una zona de misiones de la Compañía de Jesús. En alguna exposición de arte jesuita de Parras (Museo Regional de La laguna, INAH) pudimos admirar un San José y una Virgen María de un nacimiento del siglo XVII. 

Sin embargo, los ancestros de los tlaxcaltecas que acompañaron a los jesuitas en la obra misionera, habían sido evangelizados desde el primer tercio del siglo XVI por los franciscanos, y trajeron la costumbre de poner nacimientos desde San Esteban Tizatlán, en Tlaxcala. Aunque hay muchos casos documentados, cito solamente uno, el del tlaxcalteca-lagunero de Parras, Lázaro Miguel, que vivió durante la segunda mitad del siglo XVII y principios del XVIII, quien celebraba, al igual que sus contemporáneos, las "levantadas" y "acostadas" del "niño Dios" en la navidad y la candelaria. Su testamento, firmado el 3 de noviembre de 1715, declara, entre otras cosas, la propiedad de "un nacimiento con su tabernáculo [portal, pesebre] pequeño". 












lunes, diciembre 21, 2015

Origen de las posadas navideñas





Sobre el origen de las tradicionales posadas y su significado, se afirma que fue el agustino Diego de Soria quien, en 1587, pidió permiso al papa en turno para celebrar misas diarias durante la novena que iba del 16 al 24 de diciembre. Fr. Diego de Soria se encontraba ministrando en el monasterio o convento de Acolman, en el centro de la Nueva España. Recibió el respectivo permiso, y comenzaron a celebrarse las misas, acompañadas de representaciones de la Virgen y San José “pidiendo posada” es decir, un alojamiento digno (posada era sinónimo de mesón).

Sobre este punto nos comenta Antonio Toussaint, en su artículo “La navidad en el México de antaño” (Artes de México núm. 72, 1965, p. 11) lo siguiente: “En 1587, durante un viaje a tierras europeas, fray Diego de Soria, prior del convento mexicano, obtuvo el papa Sixto V la bula de autorización para la celebración de misas en la Nueva España como festejo del “aguinaldo” que se oficiaba del 16 al 24 de diciembre de cada año. Los agustinos, “aprovechando el amplio atrio y la capilla abierta de la iglesia perteneciente al convento de Acolman diéronse a celebrar estas misas con gran boato, viéndose muy concurridas de españoles, criollos e indios”.

Al final del culto, se celebraba una pequeña fiesta donde los fieles, vendados los ojos (fieles cristianos caminando en fe ciega) golpeaban una piñata de siete puntas con un palo. El palo representaba la fortaleza cristiana por medio de la obediencia y la común unión con Dios. La piñata representaba las tentaciones malignas a través de los siete pecados capitales: lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia y soberbia. Por esta razón, las piñatas tenían siete puntas.

Romper la piñata a ciegas representaba el triunfo de la virtud sobre la tentación, y la recompensa o justo premio consistía en la diversidad de frutas y golosinas que caían del interior de la piñata (desde las alturas) para delicia de los concurrentes.

En este punto, podemos establecer un paralelismo y complemento de significado con la “reliquia” zacatecana, la cual tomó carta de naturalización en La Laguna. Si golpear la piñata de siete puntas significa una ruptura en fe ciega con los siete pecados capitales, consumir la reliquia de asado de puerco y siete sopas implica alimentar el cuerpo (asado) y el alma (sopas) para la lucha espiritual, ya que las siete sopas representan el alimento del alma a través de la práctica de las siete virtudes opuestas a los pecados considerados en la piñata: la humildad, contra la soberbia; la generosidad, contra la avaricia; la castidad, contra la lujuria; la paciencia, contra la ira; la templanza, contra la gula; la caridad, contra la envidia; la diligencia, contra la pereza.

Con el tiempo las posadas dejaron de ser una celebración institucional para convertirse en una celebración popular, en el ámbito de la familia y del vecindario o barrio. Esta costumbre se extendió a toda la Nueva España, donde fue adquiriendo matices propios de cada región.


En la actualidad, nuestras posadas, en su gran mayoría, han dejado de ser celebraciones de la fe, para convertirse en simples fiestas pre-navideñas.

miércoles, diciembre 16, 2015

Peregrinaciones Guadalupanas 2015





 


Como sucede cada año, los torreonenses recorren la avenida Juárez de oriente a poniente, en peregrinación hacia la basílica de Guadalupe. Se trata de un acto de profunda piedad y devoción, por medio del cual muchos católicos torreonenses presentan sus respetos a la virgen del Tepeyac en su santuario.

La modalidad torreonense para estos eventos consiste en organizarse en comparsas, una por cada empresa, escuela, corporación asociación, cofradía, institución o grupo. En la mayoría de los casos, a la cabeza de cada contingente va la banderola, cartel o logotipo de los peregrinos así como las ofrendas florales y monetarias. 

Detrás de éstas, desfilan los dueños, gerentes o accionistas de empresas o instituciones, así como el cuerpo de empleados, maestros, estudiantes, etc., según sea el caso. Un grupo de danzantes los acompañan, a veces contratados por la empresa. 

En otras ocasiones, son los mismos empleados quienes lo integran. Antiguamente se contrataba solamente al tamborilero, pero en la actualidad existen comparsas completas de danzantes profesionales, que usan el tradicional atuendo de los matachines laguneros, o bien, más recientemente, con trajes de danza de tipo azteca o maya.

Cuando son los trabajadores los que danzan, suelen ensayar la coreografía durante todo un año, a la vez que buscan mejorar o cambiar los diseños de sus trajes de matachines. Es similar a lo que sucede en España entre los integrantes de las cofradías de Semana Santa. Cada grupo busca mejorar su propio estándar de presentación y su vestuario de años anteriores.

Las peregrinaciones están rigurosamente calendarizadas. Casi todos los días salen varios grupos desde la Alameda por la avenida Juárez. Las hay diurnas y nocturnas, con procesiones de velas. El último domingo antes del día 12 de diciembre se lleva a cabo la “Peregrinación Grande”, que inicia desde el Estadio de la Revolución, 2 kilómetros más hacia al oriente, debido a la cantidad de gente, de vehículos y carros alegóricos que participan.

Las peregrinaciones de la virgen de Guadalupe constituyen el evento religioso más popular y sagrado del calendario anual torreonense. Mientras que la semana santa es entendida por el pueblo como un período vacacional para el esparcimiento y la diversión, la devoción guadalupana es percibida y vivida con profunda piedad, recogimiento y seriedad. Hemos visto grupos que ejecutan su danza descalzos sobre la nieve (diciembre de 1997), porque han prometido danzar sin calzado, sea cual sea el clima que impere.



En los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, el vestuario de matachín era el tradicional: pantalón corto, medias y enagüillas rojas con abalorios de carrizo, camisa roja, con la Virgen de Guadalupe bordada en la espalda, la cara cubierta con collares de cuentas metálicas y pequeños espejos. El tocado era de plumas de gallina o de pavo, pintadas de colores. El matachín llevaba en una mano el arco de los guerreros, que servía también para marcar la cadencia al tensar la cuerda y soltar la flecha, para hacer un ruido peculiar. En la otra mano, llevaban una maraca. Les acompañaba un tamborilero y un violinista. 

En La Laguna, el culto multitudinario de la virgen de Guadalupe se remonta al siglo XVIII, cuando se realizaban las danzas tlaxcaltecas en el Santuario de Guadalupe de Santa María de las Parras, la vieja capital administrativa, religiosa y cultural de la Comarca Lagunera. De ahí los viejos colonos las llevaron a San José y Santiago del Álamo (Viesca), Matamoros y Torreón.


viernes, diciembre 04, 2015

Segundo Informe de Gobierno Municipal


El próximo viernes once de diciembre se llevará a cabo la presentación del segundo informe del gobierno municipal, cuya administración la encabeza el Ing. Miguel Ángel Riquelme Solís, Alcalde de Torreón 2014-2017. 

El Teatro Nazas de nuestra ciudad será declarado recinto oficial para la presentación de dicho informe, el cual iniciará en punto de las doce horas. 




Las tortillas de harina en Coahuila





Las tortillas de harina siempre han sido asociadas a los espacios norteños de nuestro país, desde Sonora hasta Tamaulipas. Existe la hipótesis de que estas tortillas constituían el pan sin levadura (matza) de la cultura judeo-española desde una época colonial muy temprana, a finales del siglo XVI.

La verdad es que no existen muchos datos históricos ­–testimonios documentales confiables- sobre su origen. Dada la circunstancia, aprovechamos para mostrar la referencia de un manuscrito que nos dice algo sobre las tortillas de harina en Coahuila a principios del siglo XVIII, es decir, un documento fechado en 1734.

Se trata de la declaración judicial de un indio “coahuileño”, Gerónimo Camargo, realizada en Parras el 5 de enero de 1734, en la cual confiesa tener 19 años de edad, ser soltero, originario de la región de Monclova, y que en unión de su banda de “compañeros” han sido incógnitos malhechores y autores de muchas tropelías y asesinatos en contra de indios y españoles por igual.

La confesión menciona que por un día entero y una noche, esta banda de malhechores estuvo celebrando cerca de General Cepeda, Coahuila, cantando y embriagándose. Y que al día siguiente se fueron al “Barrial” de la Paila a reconocer la cuesta de la Boca de los Tres Ríos (al sur de Castaños) y que fueron a salir a Castaños. Y que ahí se toparon con un soldado de Coahuila  (la región norte del actual estado de este nombre)  llamado Miguel Ramón “y que les preguntó que de dónde venían, y le dijeron que iban de Parras, y que a todos los conoció, y les dio tortillas de harina como a horas de almorzar. Y que el dicho soldado se vino para el Saltillo”.


Templo de Santiago Apóstol, en Monclova, Coahuila

Miguel Ramón era criollo, perteneciente a una familia de importantes militares, exploradores, colonizadores y funcionarios de Saltillo, del norte de Coahuila y de Texas. De buena fe compartió las tortillas de harina que llevaba consigo como bastimento de viaje, con los que él consideraba pobladores inofensivos de la región de Monclova. Pero estos malhechores mantenían su verdadera identidad en secreto: pacíficos en pueblos y villas, pero verdaderos lobos al agruparse en los montes. 

De esta distinguida familia coahuilense era Diego Ramón, Teniente de Gobernador de Coahuila, en cuya “Relación de Méritos y Servicios levantada el 12 de octubre de 1703 (Archivo General de Indias; Indiferente, 136, N. 135) menciona que “Es hijo del Sargento Mayor Don Joseph Ramón, quien consta asimismo sirvió a Su Majestad toda su vida en aquellas Provincias en diferentes empleos, habiéndose dedicado también con gran celo a la conversión de los indios infieles, ejecutando diversas salidas a su costa, en que tubo favorabilísimos sucesos”. 

Sobre Miguel Ramón, el de las tortillas de harina, mencionaremos que se casó con Lugarda Cortinas, ambos criollos, el 30 de julio de 1724, en Monclova. Para 1746 Miguel era soldado del Real Presidio (fuerte militar) de Monclova, donde alcanzaría el grado de sargento. Ya viudo, casó en segundo matrimonio con Petra Flores de Ábrego y Cantú, el 7 de enero de 1746. Tuvo por hijos (de ambos matrimonios) a José Eugenio, María Felipa, María Justa y Joaquín. 

Finalmente, esta referencia histórica sobre las tortillas de harina muestra que ya constituían un alimento cotidiano a finales del siglo XVII y principios del XVIII en la región norte de Coahuila, incluso con su nombre ya lexicalizado como “tortillas de harina”, exactamente como las llamamos en la actualidad.


miércoles, diciembre 02, 2015

Hablemos de "lonches"


Lonche de carnitas y aguacate


En la gastronomía regional, como lo hemos planteado anteriormente, existe una gran variedad de “comida rápida” que es típica en la región. Están las gorditas rellenas, las hamburguesas, los “tortillones”. Y debemos añadir, a pesar de su nombre —abominable anglicismo castellanizado— a los “lonches”, versión lagunera de las “tortas” del resto del país. 

El nombre, muy probablemente, se remonta a la era de la convivencia de los laguneros con los empleados angloparlantes del ferrocarril. No sería una hipótesis descabellada plantear que dichos empleados se comían una o dos tortas por “lunch” (comida del mediodía) y que los lugareños hayan asociado la torta con el término “lunch”. Aunque también es factible que este vocablo simplemente haya llegado con los braceros que se internaban en los EEUU por motivos de trabajo. "Lonche" sería un pochismo, una amalgama tex-mex. 

Cuando pensamos en los lonches, nos viene a la mente el clásico lonche de carnitas de puerco, el de aguacate, o el lonche mixto, de carnitas con aguacate, elaborado con “pan francés”, también muy característico de la región, aunque de hecho los hay de carnes frías y de queso. 

Por lo que se refiere al pan francés, en 1928 la Compañía Harinera de Torreón La Alianza, S.A. publicitaba su marca Panadero, harina “de gran fuerza, especial para la elaboración de pan francés y de caja”. El pan francés ya era tradicional en esa época. 


Pan "francés"


Desde sus orígenes, los lonches son ofrecidos en restaurantes establecidos, en “tabaretes” (estanquillos) en vehículos automotrices o de pedal, o bien, en simples canastas portadas por vendedores ambulantes de a pie. Los mejor establecidos hacen publicidad impresa, pero la gran mayoría, no.

En cuanto a los lonches, en 1926 se consideraba “acreditada” en el gusto popular la lonchería La Poblana en Morelos 1209, junto al Hotel Plaza. Otra “gran lonchería” igualmente acreditada en 1928 era La Mexicana, en Múzquiz 303, y que en 1930 se cambió a su nuevo local en Valdés Carrillo 217 sur, entre Juárez y Morelos. 

En 1930 se publicitaba el Balneario y Merendero Raymundo, junto al Río Nazas. Se invitaba a la sociedad lagunera a ver llegar el agua del río y a consumir lonches, entre otras cosas. En esa época, el precio de un lonche era de diez centavos, cuando el salario mínimo de los peones agrícolas era de $1.00. 

En los años cuarenta, la Empacadora de Carnes El Toro —en calle Rodríguez 317 sur— vendía, entre otras cosas, lonches a $ 20 el ciento, es decir, veinte centavos por pieza. En los años sesenta, la lonchería Ordaz —en Juárez y Acuña— ofrecía lonches de aguacate o de carnitas de puerco, a $1.50 la pieza. 

En 1982, la Lonchería Coahuila (inaugurada en 1952) ofrecía lonches “gigantes” a $30 c/u. Muchos loncheros crecieron y pusieron sucursales en distintos sitios de la ciudad, creando pequeñas cadenas comerciales. Don Paco, Don Jaime, La Blanquita son casos muy representativos. Otros tienen fama y cuentan con una abundante clientela, como El Sabrosito, en Escobedo y González Ortega. 

Un lonche lagunero "convencional" lleva rebanadas de carnitas de puerco cocidas en perol con aceite o con agua; cucharadas de aguacate a manera de cama de las carnitas o por encima de ellas; cebolla, tomate, chile verde (al gusto y por solicitud), y las tapas del pan francés llevan, una mayonesa, la otra, mostaza, y para sazonar, abundante sal. 

En fin, sería imposible enumerar todos los comercios y comerciantes que confeccionan lonches en La Laguna, algunos con mucha fama y tradición. Este cronista reconoce, como muchísimos otros laguneros, que ha sido consumidor de estos deliciosos lonches. 

Mención especial merecen en mi nostálgica memoria, los lonches de don Manuel en la preparatoria Carlos Pereyra (finales de los años sesenta) elaborados con pan francés, mortadela, repollo, mayonesa, mostaza y salsa tipo Valentina.