Hace algún tiempo mencionábamos que a la moneda, además de sus funciones puramente económicas, se le pueden asignar otras, de manera indirecta. Precisamente porque es circulante “circula”, la moneda tiene la posibilidad de ser vista y leída por mucha gente.
En este sentido, una moneda o un billete pueden ser cargados de “mensajes” a partir de los códigos o símbolos que porte. Y como nadie en su sano juicio se deshace de un billete o una moneda de cierto valor, salvo en caso de que requiera del intercambio de bienes o servicios, el mensaje tiende a perpetuarse y a ser recibido y decodificado por mucha más gente.
Durante la era colonial, en La Laguna y en el resto de la Nueva España se usaban monedas que representaban dos mundos bajo una sola corona. El mensaje era claro: el Viejo y Nuevo Mundos eran uno solo, bajo el gobierno de un rey, y con una sola religión. El circulante creaba o reafirmaba la identidad de los laguneros como miembros de una nación occidental llamada España. La moneda podía reforzar lealtades.
Muchos recordamos casos en que algunos slogans de protesta política eran impresos por medio de sellos en el papel moneda. Los disidentes graffiteros conocían el valor propagandístico de los billetes, que eran usados como foros itinerantes. Pero el Banco de México también conocía el valor que los billetes tenían para sus dueños, y emitió una circular a los bancos para que ninguno aceptara de los usuarios esos billetes vandalizados. A partir de ese momento, nadie quiso recibir uno de esos billetes sellados, y se inhabilitó la cadena comunicativa de los disidentes.
Existen también los casos de “piratería” emblemática. Es más fácil adoptar un símbolo o un icono que ya está en circulación, que crear uno y popularizarlo. Tal es el caso de los actuales billetes de 20 pesos, que muestran a Juárez y el águila que le sirvió de emblema. Pero esa águila es la misma que adoptó López Obrador como icono representativo de su autodesignado “gobierno”. Y podría decirse que, por estas razones, a nuestro billete de 20 pesos ya “lo besó el diablo”. Por lo tanto, se ha convertido en un billete indeseable, incómodo.
El Banco de México recién ha anunciado que saldrá a la circulación un nuevo billete de 20 pesos, en el cual ya no aparecerá la representación del águila juarista, sino un libro abierto y una balanza.
En este sentido, una moneda o un billete pueden ser cargados de “mensajes” a partir de los códigos o símbolos que porte. Y como nadie en su sano juicio se deshace de un billete o una moneda de cierto valor, salvo en caso de que requiera del intercambio de bienes o servicios, el mensaje tiende a perpetuarse y a ser recibido y decodificado por mucha más gente.
Durante la era colonial, en La Laguna y en el resto de la Nueva España se usaban monedas que representaban dos mundos bajo una sola corona. El mensaje era claro: el Viejo y Nuevo Mundos eran uno solo, bajo el gobierno de un rey, y con una sola religión. El circulante creaba o reafirmaba la identidad de los laguneros como miembros de una nación occidental llamada España. La moneda podía reforzar lealtades.
Muchos recordamos casos en que algunos slogans de protesta política eran impresos por medio de sellos en el papel moneda. Los disidentes graffiteros conocían el valor propagandístico de los billetes, que eran usados como foros itinerantes. Pero el Banco de México también conocía el valor que los billetes tenían para sus dueños, y emitió una circular a los bancos para que ninguno aceptara de los usuarios esos billetes vandalizados. A partir de ese momento, nadie quiso recibir uno de esos billetes sellados, y se inhabilitó la cadena comunicativa de los disidentes.
Existen también los casos de “piratería” emblemática. Es más fácil adoptar un símbolo o un icono que ya está en circulación, que crear uno y popularizarlo. Tal es el caso de los actuales billetes de 20 pesos, que muestran a Juárez y el águila que le sirvió de emblema. Pero esa águila es la misma que adoptó López Obrador como icono representativo de su autodesignado “gobierno”. Y podría decirse que, por estas razones, a nuestro billete de 20 pesos ya “lo besó el diablo”. Por lo tanto, se ha convertido en un billete indeseable, incómodo.
El Banco de México recién ha anunciado que saldrá a la circulación un nuevo billete de 20 pesos, en el cual ya no aparecerá la representación del águila juarista, sino un libro abierto y una balanza.
Pero más allá de la simbólica lucha de emblemas, cualquier mexicano sensato entiende que empecinarse en una resistencia originada en un supuesto fraude electoral (nunca se ha probado cabalmente) aun a costa de la estabilidad política de la nación, se acerca demasiado a la locura o a la traición. Porque los únicos que saldrán ganando con el debilitamiento de nuestras instituciones políticas, serán los intereses extranjeros. Desde el punto de vista histórico, siempre ha sido así.
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