Escudo de Torreón

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domingo, diciembre 18, 2011

Viejas raíces africanas de La Laguna





Recientemente, ha sido publicado un libro, investigación original de este Cronista, el cual lleva por título “Padrón y antecedentes étnicos del Rancho de Matamoros, Coahuila, en 1848”, una coedición de la Escuela de Ciencias Sociales de la UAC y de la Universidad Iberoamericana.

Entre otros objetivos, el interés del estudio se centra en la determinación de las “calidades” o categorías étnicas de los ascendientes de los matamorenses, de acuerdo a la pintoresca nomenclatura colonial.

El estudio genealógico de los habitantes de las 133 casas que tenía Matamoros en ese año, demuestra sin lugar a dudas que el rancho, en su conjunto y en números redondos, tenía más de un 31% de sangre indígena; un 28% de sangre mestiza, es decir, de descendientes de enlaces entre españoles e indios; un 23% de sangre mulata, esto es, de descendientes de enlaces entre españoles y negros; un 15% de sangre española, un 2% de sangre de “lobos”, es decir, de descendientes de enlaces entre mulatos y negros; un 1% de sangre de “coyote”, es decir, descendientes de enlaces de mestizos con indios.

Como podemos deducir a partir de los resultados del estudio, las calidades predominantes son las de “indio” y “mestizo”, en tercer lugar estaría la de los mulatos, que sumada a la de los “lobos”, daría un 25% de sangre negra; sangre española no mezclada aparece en un 15%, y finalmente, los indios con más sangre indígena que española (coyotes) ocupa un 1%.

Al haber sido la Comarca Lagunera zona de misiones jesuitas, no extraña la presencia de la sangre indígena de varias etnias, pues las misiones albergaban “pueblos de indios” como lo fueron en su momento Parras, Viesca, San Pedro, León Guzmán (antes San Juan de Casta). Para el caso específico de Matamoros, fue importante la aportación de familias del pueblo de San José y Santiago del Álamo (Viesca, Coahuila).

De Parras, de Viesca y de Matamoros eran originarias la mayoría de las familias de las clases populares que poblaron a Torreón y su entorno rural, su municipio. Las tierras que actualmente conforman el municipio de Torreón, con sus antigiuos ranchos y haciendas, pertenecieron originalmente a la jurisdicción misionera de Parras, a la Alcaldía Mayor de Parras, Laguna y Río de las Nazas, parroquia de San Pedro de la Laguna, luego de nuevo a la parroquia y partido de Parras, a la parroquia de Viesca, a la Parroquia de Matamoros y en 1893, al municipio de Torreón y su parroquia de Guadalupe. El municipio de Torreón surge con la secesión del territorio del municipio de Matamoros en dicho año.

Las etnias africanas fueron muy importantes en el poblamiento gradual de la Comarca Lagunera de los siglos XVII, XVIII y XIX. Se trata de los descendientes de antiguos esclavos que procedían, en su mayoría, de Angola y de Guinea. De esclavos pasaron al estatus de “mulatos libres”, y debemos notar que el término “mulato” implica que se enlazaron más con blancos que con indios.

Cuando se creó el municipio de Torreón, el 24 de febrero de 1893, algunos de los ranchos y haciendas ya mencionados, quedaron situados dentro de su jurisdicción. Estos lugares habían pertenecido al municipio de Viesca, Coahuila, luego al de Matamoros, Coahuila, y finalmente, vinieron a formar parte de la zona rural de nuestro municipio.

De esta manera, hubo una cierta cantidad de torreonenses que no radicaban en la mancha urbana de nuestra villa y posterior ciudad, y que tampoco fueron propiamente inmigrantes. Simplemente fueron incluidos en la zona rural de la jurisdicción del municipio de Torreón. Ellos ya estaban ahí.

Uno de estos lugares fue el Rancho de La Concepción, ubicado en la margen derecha del Río Nazas, al noreste de nuestra ciudad. En 1848, antes de que existiera Torreón, el lugar era parte de la enorme Hacienda de San Lorenzo de la Laguna. Cuando el presbítero Anacleto Lozano, cura de Viesca, levantó ese año de 1848 su “Padrón general de los habitantes del pueblo del Álamo de Parras y su comprensión”, uno de los lugares censados fue precisamente el Rancho de la Concepción. Una copia de este padrón se encuentra depositada en el Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad Iberoamericana Torreón.

Entre las diversas familias que lo poblaban, llamó mi atención, aquélla formada por el matrimonio de Santos Altamirano y su esposa Jacoba Vallejo.

Al igual que como este Cronista lo ha hecho con los habitantes de Matamoros en 1848, el estudio de esta familia y de sus ancestros a partir de los archivos genealógicos de los Santos de los Ultimos Días (Mormones) y de los archivos de la Universidad Iberoamericana Torreón, nos permiten obtener nuevos conocimientos acerca de los movimientos migratorios de los habitantes del Rancho de La Concepción, y también sobre sus lugares de origen, antecedentes étnicos y sus troncos familiares, netamente laguneros.

Santos Altamirano Lomas, habitante de La Concepción en 1848, remontaba su linaje a principios del siglo XVIII, en Santa María de las Parras (Parras, Coahuila). Era descendiente de españoles por lo Altamirano, y también contaba con una fuerte ascendencia mulata, como se demostrará a continuación.

Santos vió la luz primera en Nazas, Durango, en 1805, como hijo de Juan José Altamirano y de Juliana Lomas; a los 21 años de edad se avecindó en Mapimí, donde se casó con María Jacoba Vallejo el 29 de enero de 1830, en la parroquia de Santiago Apóstol, de Mapimí. Posteriormente pasó a residir al Rancho de la Concepción.

Su partida matrimonial brinda información al respecto:

Al margen “Santos Altamirano con Ma. Jacoba Ballejo, casados y velados”. Al centro: “En esta santa yglecia parroquial de Mapimí, en 29 de enero de 1830, habiendo prescedido las tres canónicas moniciones que previene el santo consilio de Trento, en tres días festivos inter misarum solemnia que lo fueron primero Dom. 24 et ult. post Pentec., segunda Dom. 1 advent. Y la última fest. San Andres, y no habiendo resultado impedimento alguno yo, Dn. José Antonio de Yrigoyen, cura ynterino, desposé solemnemente por palabras de presente a Santos Altamirano, orig[inari]o de Nazas, y resid[en]te en ésta hace 4 años, h[ijo] l[egítimo] de Juan José Altamirano y Juliana Lomas, con Ma. Jacoba Ballejo, orig[inari]a de Vinagrillos, h[ija] l[egítima] de Faustino Ballejo y de Rafaela Carrillo, habiendo antes manifestado su mutuo consentimiento, siendo testigos Lorenzo Díaz y José Rito Contreras, quien con Juan Castro los apadrinó, y después los velé y bendije según rito de la Yglecia, y para const[anci]a lo firmo”.

Según el padrón de 1848, Santos Altamirano y Jacoba Vallejo contaban con las siguientes hijas: a Dionisia, de 18 años, a María de la Paz, de 16; a Gregoria, de 14; a Valeria, de 12, y a Marcelina, de 4. Al revisar los archivos genealógicos, notamos que este matrimonio tuvo por hijos a Anselmo Altamirano Vallejo, nacido en 1827 en Mapimí, y quien se casó el 19 de septiembre de 1847 con María Paula de la Cerda en Mapimí. La “Marcelina” del padrón aparece como nacida el 29 de junio de 1843, y bautizada el 6 de julio de ese año en Mapimí como “María Marciala del Refugio Altamirano Vallejo”. María Silvestra Altamirano Vallejo nació el 31 de diciembre de 1839, y fue bautizada ahí mismo el 9 de enero de 1840. Gregoria Altamirano Vallejo nació el 11 de marzo de 1835 y fue bautizada el día 15 del mismo mes y año en Mapimí. José Susano Altamirano Vallejo nació en el Rancho de la Concepción en 1849, y fue bautizado el 6 de junio de ese año en San José y Santiago de Viesca.

Los Padres de Santos Altamirano Lomas, como hemos mencionado ya, lo fueron Juan José Altamirano Alviso (mestizo originario de Parras) y de María Juliana Lomas Vázquez (mestiza originaria de San José y Santiago del Álamo) casados en el pueblo de San José y Santiago del Álamo (Viesca, Coahuila) el 6 de mayo de 1791. El presbítero que ofició su matrimonio fue Manuel Sáenz de Juangorena, Capellán de la Compañía Volante de San Carlos de Parras.

A continuación, se transcribe la partida de matrimonio de los padres de Santos Altamirano:

“En el año del Señor de mil setecientos noventa y un años = En seis días del mes de mayo de dicho año, habiéndose hecho las tres moniciones los días siguientes: la primera el día tres de abril, Domínica Cuadragésima; la segunda el día diez de dicha Domínica Pasionis Prim.; la tercera el día diez y siete Domínica Palmarum Prim. = En tanto se decía esta Misa Mayor en esta santa iglesia parroquial del pueblo de Señor San José y Santiago del Álamo, y no habiendo descubierto impedimento alguno, yo, don Manuel Sáenz de Juangorena, capellán de la Compañía Volante de San Carlos de Parras y actual teniente de cura de este pueblo, desposé solemnemente en dicha parroquial por palabras de presente a Juan José Altamirano, mestizo originario del pueblo de Parras, hijo legítimo de Isidro Altamirano y de María Josefa Alviso = y a María Juliana Lomas, mestiza, originaria de este pueblo, hija legítima de José Lomas y de María Ignacia Vázquez, habiendo preguntado y tenido de ambos su mutuo consentimiento, siendo padrino Rafael Estrada, originario de Parras, casado con Juana Alviso […] Manuel Sáenz de Juangorena”.

La partida de bautismo de Juan José Altamirano, padre de Santos Altamirano, nos amplía la información:

Al margen: “Joseph Miguel Nepomuceno, mulato libre, párvulo” Al centro: “En la pila Bautismal desta Yglecia Parroquial de Parras, en veinte y dos de mayo de mil setecientos setenta y quatro años, ex permisione parroquia, yo el B[achille]r Manuel Ygnacio Montoya bauptizé solemnemente, exorcizé, puse el santo óleo y chrisma a Joseph Miguel Juan Nepomuzeno de Altamirano, mulato libre que nació en vecindario de este pueblo el día quince de d[ic]ho mes, y es hijo lexítimo de Ysidro Juan Nepomuceno de Altamirano y de María Josepha Güemes, mulatos libres, vecinos de este d[ic]ho. Fueron en esta acto padrinos el Br. Dn. Juan Paulino Hernández y Da. María Josepha Sarmiento. A quienes advirtió su parentesco, y por que conste lo firmé. Manuel Ygnacio de Montoya”.

El abuelo paterno de Santos Altamirano, Isidro Nepomuceno Altamirano Hurtado, fue bautizado en Parras, el 23 de mayo de 1751, y era hijo de Miguel Cristóbal de Altamirano y de Antonia Silvestra Hurtado. Silvestra Antonia Hurtado fue bautizada en Parras el 29 de junio de 1727, y era hija de Fernando Hurtado y María de los Dolores, mulatos libres, calidad que se les atribuye en varias actas de bautismo de sus hijos.

Al margen: “Ysidro Nepomuceno, español” Al centro “En beynte y tres de mayo de mil setecientos y sinquenta y un años el Br. Dn. P[edr]o de Aragón, teniente de cura, bautizó solemnemente, puso los santos óleo y crisma en esta santa Yglecia parroquial del pueblo de Santa María de las Parras a Ysidro Nepomuceno, español, yjo lexítimo de Miguel Cristóbal de Altamirano, y de Antonia Silbestra Urtado, mestiza. Fueron sus padrinos Thadeo Gómez y María Teodora de Aranburu. Y por verdad lo firmé yo el P[arroc]o cura Bernabé Antt[oni]o de Roxas”.

El bisabuelo paterno de Santos Altamirano, Miguel Cristóbal de Altamirano, también era calificado como “español”, como podemos ver en la partida de bautismo de María Antonia Coronado Altamirano, hermana completa de Isidro Nepomuceno Altamirano Hurtado:

“En la parroq[uia]l de este pueblo, en diesiceis días del mes de noviembre de mil setecientos secenta y ocho años, el Br. Dn. Marcos Froilán Cano y Peres, como Th[enient]e de cura baptizó solem[nemen]te, exhorcisó, puso los santos óleo y chrisma a María Antonia Coronado, que nació el seis de d[ic]ho mes, hija legítima de Miguel de Altamirano, español, y de Antonia Silvestra, mulata libre, fue su padrino Juan Ernández, a quien se le advirtió su obligación, y por que conste, lo firmé. L[icenciad]o Joseph Dionisio Gutiérrez.

La partida de bautismo de la bisabuela paterna de Santos Altamirano, dice lo siguiente: al margen “Silvestra Antonia, mulata libre”. Al centro “En veinte y nuebe de junio de mil setecientos y veinte y siete años, en la Pila Baptismal de esta Yglesia Parroquial del Pueblo de Santa María de las Parras, el Lic[encia]do Dn. Luis Lobo Guerrero baptizó con mi licencia y pusso los Santos Oleo y Chrisma a Silbestra Antonia, mulata libre, hija lexítima de Fernando Urtado y de María de los Dolores, mulatos libres. Fueron padrinos Dn. Fran[cis]co Suárez, soltero, y Da. Juana de Herrada, doncella, españoles, vecinos todos de este pueblo, y para que conste, lo firmé. Manuel de Valdés.

La información presentada demuestra con toda claridad, cómo los viejos pobladores de Parras, de Viesca y de Mapimí, españoles, indios y africanos, se establecían en los ranchos de la gran Hacienda de San Lorenzo de la Laguna, cómo iban ellos a trabajar donde había empleo, y cómo, en 1893, sus lugares de residencia y sus familias quedaron incorporados al nuevo municipio de Torreón. Se trata de los más antiguos torreonenses, con linajes que se remontan a la era colonial y procedencias de diversos continentes.

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