Desde que este Cronista era un niño, le apasionaba sobremanera la investigación genealógica. Con vocación de antropólogo, pero sin la posibilidad de salir a hacer estudios de campo –solamente era un niño- optó por ejercitar sus inquietudes en la documentación de la tradición oral familiar, que era vasta, pero no documentada fehacientemente.
A medida que los años pasaban, ese niño, luego adolescente y finalmente adulto, llegó a conocer la historia colonial del Norte Centro Mexicano con absoluta familiaridad. Entendió que se puede comenzar el estudio con una familia, pero que a medida que se remonta en el tiempo, ya no es historia familiar, sino historia social. Se observa con claridad cómo la cultura, los valores, los proyectos, la mentalidad, la cosmovisión, se van transmitiendo de generación en generación.
Y aunque este Cronista terminó la redacción de la propia historia familiar hace años, le sigue divirtiendo la investigación genealógica. Se trata de una ocupación relajante, en la cual se pueden ejercitar una buena cantidad de habilidades cognoscitivas e interpretativas. Por esta razón, los artículos de investigación genealógica que son generadores de conocimiento para Torreón y para la Comarca Lagunera, suelen ser más frecuentes en los tiempos de descanso, como las vacaciones navideñas.
Hecha ya la introducción de rigor, seguiremos nuestros estudios con otra familia del Rancho de La Concepción, en el cual residía en 1848. Se trata de la familia de Simón Armijo, entonces de 62 años, y de su esposa, Carmen Banda, de 50 años. Con ellos vivían Pascual Armijo, soltero de 19 años; Magdalena Armijo, de 17 años, soltera; Alejo Armijo, de 15 años, soltero; Petra Armijo, de 13 años, doncella; Ireneo, joven adoptado, de 9 años de edad; Sanjuana, párvula de 3 años.
José Valentín Simón Armijo Cázares, que era su nombre completo, fue bautizado en Cinco Señores (Nazas), Durango, el 28 de octubre de 1787, de calidad “español”. Sus padres lo fueron José Armijo y María Dolores Cázares. El acta de bautismo de su hermana completa, Ma. Evarista Armijo Cázares, del 7 de noviembre de 1805, menciona además el nombre de los abuelos: los paternos fueron Manuel de Armijo y María Josepha de Lara; y los maternos, José Cázares y María Isabel Aros.
La madre de Simón Armijo, en su nacimiento, no fue considerada como española, sino como “mulata”. Ella fue bautizada en la parroquia de San Francisco de Asís, de San Juan del Río, Durango, el 22 de noviembre de 1766. Según la partida de bautismo, era “mulata libre” hija de Joseph de Aros y de María Cázares.
La abuela paterna de Simón Armijo, María Josepha de Lara, fue bautizada como María Josepha Gertrudis de Lara García en Santa María del Oro, Durango, el 5 de abril de 1751, hija de “Don Gabriel de Lara y Doña Micaela García, españoles”.
Don Gabriel Fernández de Lara casó con doña Micaela García de las Rivas en Chihuahua, Chihuahua, el 8 de septiembre de 1727. A don Gabriel se le otorgó “dispensa de ultramarino”, es decir, la dispensa que se otorgaba a los españoles peninsulares en América, la cual certificaba su libertad y soltería, o en su caso, la viudez.
En este caso concreto de Simón Armijo Cázares y su familia, encontramos nuevamente la mezcla de sangres de diversos continentes. Consideramos que dichas mezclas constituyen afortunadas circunstancias de riqueza cultural entre los laguneros de viejo cuño. Estamos muy lejos de sustentar o apoyar el concepto de “racismo” o de “limpieza de sangre” de la inquisición, o de los mismos ingleses, que no contaban con una inquisición, pero que eran igualmente racistas.
También encontramos esos viejos patrones migratorios, como lo demuestran los diferentes lugares de residencia por los que transitaban las familias en diversos momentos, para seguir las fuentes de trabajo donde éstas surgían, pero siempre, o casi siempre, dentro de la Comarca Lagunera. Era una migración interna, de carácter laboral. Un fenómeno económico y social que se repite continuamente entre los municipios de Torreón, Gómez, Lerdo, San Pedro de las Colonias, Francisco I. Madero, Matamoros y Viesca. Se trata de fenómenos económicos y migratorios que han forjado y mantenido la unidad de una región que fue políticamente separada por Carlos III en 1785.
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