Escudo de Torreón

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miércoles, julio 22, 2009

La gangrena de las costumbres



Es una verdadera tragedia que un país como el nuestro, llamado a ser grande por su historia, su población y sus recursos, se haya convertido en una nación de dudosa categoría.

La cultura de la corrupción se ha instalado a niveles alarmantes desde que cierto general revolucionario, luego presidente de la República, declaró de manera descarada que “nadie aguantaba un cañonazo de 50 mil pesos”.

Con esa actitud, lo único que hacía era reconocer que había una cultura de la corrupción, y que él, uno de los políticos de mayor rango en México, se sumaba a ella y la promovía de manera cínica.

¿Que cabía esperar, pues, de los ciudadanos comunes? El término “corruptio” denomina tanto el estado como el proceso de descomposición, de putrefacción. La corrupción es un proceso que afecta a un cuerpo, antes sano, y lo convierte en un amasijo de tejidos podridos.

La metáfora, aplicada a nuestra nación, implica que un cuerpo social de sanas costumbres se transforma en algo sucio y maloliente, como si padeciera una terrible gangrena.

Un cuerpo social saludable implica la existencia de un cuerpo regido por el derecho y la equidad. Así de simple. Una sociedad sana será aquélla donde todos sus miembros tengan las mismas oportunidades en base a un estado de derecho real y no ficticio, en base a las propias capacidades, y en base al mérito personal.

Pero sabemos que los mexicanos somos verdaderamente alérgicos a la justa legalidad y al concepto de equidad. Todos queremos ser tratados de manera especial y ventajosa, por encima de los derechos de los demás. Y para ello, hacemos trampa. La inefable “mordida” es un recurso de extorsión que usan los agentes de tránsito, y que violenta los justos derechos de los infraccionados (al menos, de muchos de ellos). Los casos de corrupción pueden y suelen ocurrir, lo mismo entre las grandes constructoras que entre la fila de clientes de un banco o una tortillería. La corrupción implica “atajos” u “oportunidades” que violentan los derechos de terceros.

En el mundo del deporte mexicano, es muy posible que las personas que vayan a una competencia internacional no sean precisamente las mejor dotadas o entrenadas, sino las que se dieron la maña para conseguir los pases. La cultura de la equidad implica que todos los deportistas tengan el mismo derecho a recibir los apoyos para su preparación y entrenamiento, y para ser considerados candidatos a viajar. Pero entonces, la medida para seleccionarlos sería el mérito: el que desarrolle más y mejor, sería el seleccionado. Así sucede en países que se destacan deportivamente. Participan los mejores deportistas. Por experiencia histórica, sabemos que en México no ocurre así.

La verdadera tragedia es que, como nación, México ha optado, no por el mérito, sino por la maña. Esto es lo que implica la cultura de la corrupción. La gran mayoría de los funcionarios, sea en el mundo de la política, la empresa, las artes, la cultura, los medios de comunicación, e incluso la ciencia, no han llegado ahí por sus propios méritos y capacidades profesionales, sino por su habilidad para simular, adular, tranzar, e incluso, para venderse.

No es que México sea un país de mediocres. Por fortuna, hay muchísimo talento en México. Lo que realmente sucede, es que en México, la mediocridad tomó el poder hace mucho tiempo, usando la corrupción como estrategia.

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