Escudo de Torreón

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viernes, noviembre 14, 2008

Luz para el mundo


Se supone que la misión fundamental de los miembros del clero, sea este católico, protestante, musulmán o judío, es el de dar vivo ejemplo de aquello que se predica. En el caso de los católicos, el sacerdocio constituye una opción para elevarse a un nivel superior de santidad de vida, sin las ataduras del hombre común, sean éstas económicas o sentimentales. Se trata de la elección de una forma de vida que debe resultar ejemplar para los creyentes.

A pesar de lo anterior, es muy común que muchos sacerdotes de alto o bajo rango eclesiástico pretendan gozar de privilegios –de jure o de facto- que rompen con la equidad ciudadana que debe existir en un país moderno. Ni entre el alto ni el bajo clero, es una pretensión legítima desear un trato que esté por encima de los ciudadanos comunes o de las leyes que nos rigen a todos, para recibir un trato especial.

No es necesario mencionar nombres. Todos conocemos casos por el estilo. La soberbia no es buen sustituto de la humildad evangélica, ni se espera que lo sea. El mandato del evangelio es muy claro, se espera que los apóstoles y sus discípulos constituyan una “luz para un mundo” que se encuentra entenebrecido por las obras de los malos instintos, del mal culturalmente aprendido, y del espíritu del mal. La injusticia es uno de estos frutos nefastos.

El desdén por las leyes que nos rigen a todos, el incumplimiento de los mandatos de la justicia institucional, constituyen actos y actitudes que harto hablan de esta pretensión de algunos clérigos, a estar por encima de los ciudadanos “comunes”. El compromiso de vida sacerdotal exige poner el ejemplo en la virtud. Se requiere congruencia con su propia vocación. México será un país mejor cuando esto suceda.

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