Escudo de Torreón

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lunes, julio 28, 2008

Ladrones de ideas


Todos los textos tienen autor. Imagen
Uno de los aspectos menos comprendidos de la naturaleza de las ideas, es que aunque son intangibles, son muy reales, son fruto del esfuerzo humano y por lo tanto, tienen dueño (autor). La “Teoría de la Relatividad” no fue encontrada bajo una piedra, ni fluía libremente por las aguas de un río cuando Albert Einstein la “pescó” para presentarla al mundo. Como todos los ejemplos llevados al extremo de lo ridículo, éste nos ilustrará con claridad.

La teoría de la relatividad fue formulada por un individuo llamado Einstein. Su capital científico consistía en sus estudios, en la investigación, la reflexión, su propia creatividad. Con estos elementos, Einstein forjó una nueva hipótesis para interpretar la realidad del universo. Una vez probada su hipótesis, dejó de serlo para convertirse en conocimiento cierto (bajo los paradigmas científicos actuales).

La teoría de la relatividad quedó ligada para siempre al individuo que la formuló. A ningún escritor serio del siglo XX o XXI se le ocurriría pensar que la teoría de la relatividad “estuvo siempre ahí, flotando en el ambiente social” como si se tratara de un bien mostrenco que pedía que alguien se apropiara de él.

Este ejemplo ilustra muy bien lo que son los atentados contra los derechos de autor. Tanto en el campo de la literatura como en el de la ciencia, las formulaciones originales están ligadas a sus autores por un derecho moral (autoría) y un derecho patrimonial (derecho de copia). Los textos de carácter estético o aquéllos que presentan nuevos conocimientos, son productos que solamente pueden provenir del trabajo humano (son bienes intangibles, pero no menos reales). Pertenecen al autor, y nadie debe reformular un texto sin hacer referencia a su creador o propietario. Para ser una sociedad capitalista, nos falta mucho el sentido de la propiedad de las ideas.

Es lamentable que exista una clase de ladronzuelos que, por ignorancia o mala fe, busca constantemente reformular las obras o descubrimientos de otros para presentarlos como propios. Además de que se reducen ellos mismos al triste papel de ladrones, se arriesgan a enfrentar un proceso judicial por plagio cuando se les entabla demanda. Porque, insisto, las ideas tienen dueño, y tanto el Estado Mexicano como el Derecho Internacional reconocen como válidos y legítimos, los derechos del autor sobre su obra.

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