En agosto de 2007 escribí un artículo en esta crónica, el cual hablaba sobre la quema de una “bruja” lagunera.
Por otros reportes que he encontrado, pareciera que la costumbre de quemar “brujas” estaba muy extendida durante el último tercio del siglo XIX en México.
En un caso bastante sonado, un tal señor Castilla, alcalde de un lugar llamado Jacobo, reportó de manera oficial al Prefecto de su distrito que el 4 de abril de 1874, arrestó, enjuició y quemó vivos a José María Bonilla y a su esposa Diega, bajo acusación de hechicería. Supuestamente se les había probado que habían embrujado a un tal Silvestre Zacarías.
Un día antes de la ejecución, el ciudadano Parrás, a manera de prueba final, hizo que Zacarías bebiera tres sorbos de agua bendita, con el resultado de que éste vomitó fragmentos de una colcha y montones de cabello.
El alcalde afirmaba que la gente del lugar estaba ya verdaderamente exasperada a causa de los hechiceros, y pedía que fueran quemados. La sentencia se llevó a cabo con su aprobación, y afirmaba más aún, que le tenía el ojo puesto en otros hechiceros, de quienes se quejaban los ciudadanos.
El Diario Oficial de esta ciudad confirmó el reporte, y afirmó que varias familias de la localidad desde entonces habían presionado al alcalde, para que mandara quemar a otra anciana y a su hijo, por la misma razón.
Por otros reportes que he encontrado, pareciera que la costumbre de quemar “brujas” estaba muy extendida durante el último tercio del siglo XIX en México.
En un caso bastante sonado, un tal señor Castilla, alcalde de un lugar llamado Jacobo, reportó de manera oficial al Prefecto de su distrito que el 4 de abril de 1874, arrestó, enjuició y quemó vivos a José María Bonilla y a su esposa Diega, bajo acusación de hechicería. Supuestamente se les había probado que habían embrujado a un tal Silvestre Zacarías.
Un día antes de la ejecución, el ciudadano Parrás, a manera de prueba final, hizo que Zacarías bebiera tres sorbos de agua bendita, con el resultado de que éste vomitó fragmentos de una colcha y montones de cabello.
El alcalde afirmaba que la gente del lugar estaba ya verdaderamente exasperada a causa de los hechiceros, y pedía que fueran quemados. La sentencia se llevó a cabo con su aprobación, y afirmaba más aún, que le tenía el ojo puesto en otros hechiceros, de quienes se quejaban los ciudadanos.
El Diario Oficial de esta ciudad confirmó el reporte, y afirmó que varias familias de la localidad desde entonces habían presionado al alcalde, para que mandara quemar a otra anciana y a su hijo, por la misma razón.
Fuente: New York Times, 25 de mayo de 1874.
Artículo relacionado: http://cronicadetorreon.blogspot.com/2007/08/quema-de-bruja-lagunera-en-1892.html
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