La balsa de "totora", prima sudamericana de la "naboya" lagunera
Los años de 1612 y 1613, fueron memorables en la historia hidrológica de la Comarca Lagunera, llamada por entonces Provincia de La laguna. Muchas personas piensan que no existen registros de la conducta del Nazas y del Aguanaval sino hasta tiempos modernos, pero esto no es verdad. Basta dar un vistazo a los manuscritos de los archivos, como el del Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad Iberoamericana Torreón.
En 1612, las avenidas del Río Nazas, desde principios de julio hasta finales de septiembre, fueron extraordinarias, al punto de que los laguneros de entonces no recordaban algo parecido en 30 años. En el pueblo de San Ignacio, las primeras avenidas dejaron su iglesia sin los estribos que la apuntalaban, y la tercera avenida, la derribó por completo. Es un dato de tomar en cuenta, que los primeros bordos de defensa edificados para proteger a una población de las avenidas del Nazas, se construyeron ese año en ese pueblo, 356 años antes que los de Torreón de 1968. Y aunque el pueblo salió ileso, no sucedió así con la iglesia.
En el pueblo de San Pedro, el río excavó una gran boca o hendidura por la cual se coló el agua a parte del pueblo, pero con la fuerza que traía el agua, el río abrió un enorme canal, y la amenaza resultó ser tan grande, que los habitantes de San Pedro huyeron despavoridos. Hay que recordar que La Comarca Lagunera era tierra de misiones, y que los pueblos estaban poblados por indios. En la era colonial, los pueblos solían ser de indios. En el caso de los ya citados, se trataba de indios laguneros. Quienes huyeron despavoridos en San Pedro eran indios laguneros, y recordaban que en una ocasión semejante, se había ahogado un gran número de sus ancestros.
Así que entre rayos y tormenta, huyeron los sampetrinos, caminando con el agua hasta la cintura, y en las partes profundas de los esteros, navegando sobre sus naboyas, esas balsas tan poco mencionadas por nuestra historia regional, construidas con rollos de espadaña o tule, amarrados entre sí. Buscaron refugio entre los mezquitales o en los sitios altos donde pudieran guarecerse.
Durante el año de 1613 pasó exactamente a la inversa. Fue tal la sequía, que los indígenas temían que el río se secase por completo. Ellos sabían y daban testimonio de que, en el pasado prehispánico, esto había sucedido muchas veces, y que el fenómeno siempre llevaba consigo una lucha a muerte entre las “naciones” por la posesión de los esteros de la laguna grande. Los esteros en tiempo de secas aparecen dibujados en el mapa glosado de Núñez de Esquivel y de Dionisio Gutiérrez, de 1787. Es revelador que las primeras luchas por el agua no se dieron entre españoles y tlaxcaltecas en Parras, sino en la cuenca de la Laguna de Mayrán desde siglos, quizá milenios atrás.
En tiempos de sequía, quienes lograban la posesión de los esteros contaban con agua y peces para algún tiempo. Pero la situación misma de sequía generaba grandes hambrunas, que muchas veces se “resolvieron” –tal fue el testimonio de los aborígenes en 1613- con la lucha de unas “rancherías”, “naciones” o “grupos” contra otros, sobre todo contra aquellos grupos con los cuales tenían enemistad, con el objeto de matarlos y comérselos. Es decir, en tiempos de hambre extrema, la guerra con fines de antropofagia fue una práctica de los aborígenes laguneros. Afortunadamente, no llegaron a este punto en 1613, ni nunca más incurrieron en algo semejante.
En 1612, las avenidas del Río Nazas, desde principios de julio hasta finales de septiembre, fueron extraordinarias, al punto de que los laguneros de entonces no recordaban algo parecido en 30 años. En el pueblo de San Ignacio, las primeras avenidas dejaron su iglesia sin los estribos que la apuntalaban, y la tercera avenida, la derribó por completo. Es un dato de tomar en cuenta, que los primeros bordos de defensa edificados para proteger a una población de las avenidas del Nazas, se construyeron ese año en ese pueblo, 356 años antes que los de Torreón de 1968. Y aunque el pueblo salió ileso, no sucedió así con la iglesia.
En el pueblo de San Pedro, el río excavó una gran boca o hendidura por la cual se coló el agua a parte del pueblo, pero con la fuerza que traía el agua, el río abrió un enorme canal, y la amenaza resultó ser tan grande, que los habitantes de San Pedro huyeron despavoridos. Hay que recordar que La Comarca Lagunera era tierra de misiones, y que los pueblos estaban poblados por indios. En la era colonial, los pueblos solían ser de indios. En el caso de los ya citados, se trataba de indios laguneros. Quienes huyeron despavoridos en San Pedro eran indios laguneros, y recordaban que en una ocasión semejante, se había ahogado un gran número de sus ancestros.
Así que entre rayos y tormenta, huyeron los sampetrinos, caminando con el agua hasta la cintura, y en las partes profundas de los esteros, navegando sobre sus naboyas, esas balsas tan poco mencionadas por nuestra historia regional, construidas con rollos de espadaña o tule, amarrados entre sí. Buscaron refugio entre los mezquitales o en los sitios altos donde pudieran guarecerse.
Durante el año de 1613 pasó exactamente a la inversa. Fue tal la sequía, que los indígenas temían que el río se secase por completo. Ellos sabían y daban testimonio de que, en el pasado prehispánico, esto había sucedido muchas veces, y que el fenómeno siempre llevaba consigo una lucha a muerte entre las “naciones” por la posesión de los esteros de la laguna grande. Los esteros en tiempo de secas aparecen dibujados en el mapa glosado de Núñez de Esquivel y de Dionisio Gutiérrez, de 1787. Es revelador que las primeras luchas por el agua no se dieron entre españoles y tlaxcaltecas en Parras, sino en la cuenca de la Laguna de Mayrán desde siglos, quizá milenios atrás.
En tiempos de sequía, quienes lograban la posesión de los esteros contaban con agua y peces para algún tiempo. Pero la situación misma de sequía generaba grandes hambrunas, que muchas veces se “resolvieron” –tal fue el testimonio de los aborígenes en 1613- con la lucha de unas “rancherías”, “naciones” o “grupos” contra otros, sobre todo contra aquellos grupos con los cuales tenían enemistad, con el objeto de matarlos y comérselos. Es decir, en tiempos de hambre extrema, la guerra con fines de antropofagia fue una práctica de los aborígenes laguneros. Afortunadamente, no llegaron a este punto en 1613, ni nunca más incurrieron en algo semejante.
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