Una de las características distintivas de la formación de las poblaciones comarcanas, particularmente de la Ciudad de Torreón, ha sido su pluralidad étnica que se traduce en un cosmopolitismo presente en todos los ámbitos de nuestra vida cotidiana.
Al ir de compras, lo hacemos en establecimientos cuyos orígenes están ligados al esfuerzo de inmigrantes primigenios cuyos descendientes conocemos, tratamos y apreciamos. Mexicanos, españoles, chinos, franceses, palestinos, libaneses, alemanes, -la lista de etnias sería larga y variada- todos ellos crearon comercio, trabajo, fuentes de riqueza para nuestra sociedad, y sobre todo, un estilo de vida particularmente notable para los fuereños que residen algún tiempo entre nosotros.
Cuando compramos dulces de leche o vinos generosos de Parras, jocoque fresco o seco, paella, pan árabe, fabada, hojas de parra, comida china cantonesa -tan apreciada en la Región- o postres como los dedos de novia, pocas veces somos concientes de la naturalidad con que hemos incorporado a nuestra dieta diaria alimentos de tan variado origen y presencia tan relativamente reciente.
En el texto denominado “Volviendo a las Raíces” depositado en el Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad Iberoamericana (Fondo 55) la Sra. María Antonia Juy de Valdés logra preservar una tradición oral de más de un siglo de antigüedad.
¿Quién no recuerda haber comprado con Juy? Entre las remembranzas de la infancia del autor de este Mensajero, surge la de estar sentado a la barra de la tienda sobre un banco individual de madera y alambrón, saboreando una paletita de dulce por cortesía del establecimiento mientras se surtía el pedido semanal de abarrotes...
Demos la palabra a la señora María Antonia Juy de Valdés:
“La historia de la familia Juy se remonta al año de 1898, cuando en una aldea al sur de China, cerca de Cantón, llamada Toi San, vio por vez primera la luz un niño, al que le pusieron Juy Kin Fu”. Su papá fue médico y su mamá había muerto, por lo que al llegar a la adolescencia pensó en venir a América a seguir a sus hermanos José y Alberto que ya radicaban en la Ciudad de Torreón, pues había corrido el rumor de que estaba en apogeo la región algodonera y que empezaba a crecer la ciudad por las oportunidades de trabajo que se ofrecían”.
“Después de 40 días de travesía por barco llegó a las playas de Manzanillo, el 1o.de mayo de 1913, según consta en su tarjeta de inmigrante, habiendo zarpado de Hong Kong”...”ya le esperaba su hermano mayor (10 años mayor que él) quien había recorrido ya el camino y empezaba a abrir brecha en Torreón, estableciendo un negocio de abarrotes situado en la esquina de Juárez y Blanco llamado “La Vencedora”, que permaneció sirviendo a la comunidad lagunera ininterrumpidamente hasta 1962.”.
”Papá era un jovencito de 14 años cuando llegó a Torreón, desconocía por completo el idioma castellano, solo contaba a su favor el gran entusiasmo y deseos de aprender y trabajar. Su hermano lo mandó a estudiar primaria en la escuela “Centenario”. Posteriormente, estudió la carrera comercial con el profesor Julián Treviño formando parte de la primer generación de esa institución”.
“Durante la revolución de 1917 (sic) el General Francisco Villa a su paso por Torreón solicitó a los hermanos Juy su cooperación de un furgón de maíz para su ejército, el cual le fue puesto en la estación del ferrocarril a la hora fijada del día convenido.
Mi padre, junto con sus dos hermanos, vivieron el desarrollo de esta progresista ciudad de Torreón. En ese lapso papá conoció a mamá, María Antonia Báez Rodríguez, que nació en Minillas, Zacatecas, el 13 de junio de 1905”.
A través de estas líneas, percibimos claramente la historia de muchas, muchísimas familias laguneras que proceden de inmigrantes tanto mexicanos como extranjeros, que tuvieron el valor, tanto de atreverse a soñar con una vida mejor, como de intentar hacer realidad ese sueño. A pesar de todas las crisis, la Comarca Lagunera fue, y sigue siendo, una tierra de oportunidades.
Al ir de compras, lo hacemos en establecimientos cuyos orígenes están ligados al esfuerzo de inmigrantes primigenios cuyos descendientes conocemos, tratamos y apreciamos. Mexicanos, españoles, chinos, franceses, palestinos, libaneses, alemanes, -la lista de etnias sería larga y variada- todos ellos crearon comercio, trabajo, fuentes de riqueza para nuestra sociedad, y sobre todo, un estilo de vida particularmente notable para los fuereños que residen algún tiempo entre nosotros.
Cuando compramos dulces de leche o vinos generosos de Parras, jocoque fresco o seco, paella, pan árabe, fabada, hojas de parra, comida china cantonesa -tan apreciada en la Región- o postres como los dedos de novia, pocas veces somos concientes de la naturalidad con que hemos incorporado a nuestra dieta diaria alimentos de tan variado origen y presencia tan relativamente reciente.
En el texto denominado “Volviendo a las Raíces” depositado en el Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad Iberoamericana (Fondo 55) la Sra. María Antonia Juy de Valdés logra preservar una tradición oral de más de un siglo de antigüedad.
¿Quién no recuerda haber comprado con Juy? Entre las remembranzas de la infancia del autor de este Mensajero, surge la de estar sentado a la barra de la tienda sobre un banco individual de madera y alambrón, saboreando una paletita de dulce por cortesía del establecimiento mientras se surtía el pedido semanal de abarrotes...
Demos la palabra a la señora María Antonia Juy de Valdés:
“La historia de la familia Juy se remonta al año de 1898, cuando en una aldea al sur de China, cerca de Cantón, llamada Toi San, vio por vez primera la luz un niño, al que le pusieron Juy Kin Fu”. Su papá fue médico y su mamá había muerto, por lo que al llegar a la adolescencia pensó en venir a América a seguir a sus hermanos José y Alberto que ya radicaban en la Ciudad de Torreón, pues había corrido el rumor de que estaba en apogeo la región algodonera y que empezaba a crecer la ciudad por las oportunidades de trabajo que se ofrecían”.
“Después de 40 días de travesía por barco llegó a las playas de Manzanillo, el 1o.de mayo de 1913, según consta en su tarjeta de inmigrante, habiendo zarpado de Hong Kong”...”ya le esperaba su hermano mayor (10 años mayor que él) quien había recorrido ya el camino y empezaba a abrir brecha en Torreón, estableciendo un negocio de abarrotes situado en la esquina de Juárez y Blanco llamado “La Vencedora”, que permaneció sirviendo a la comunidad lagunera ininterrumpidamente hasta 1962.”.
”Papá era un jovencito de 14 años cuando llegó a Torreón, desconocía por completo el idioma castellano, solo contaba a su favor el gran entusiasmo y deseos de aprender y trabajar. Su hermano lo mandó a estudiar primaria en la escuela “Centenario”. Posteriormente, estudió la carrera comercial con el profesor Julián Treviño formando parte de la primer generación de esa institución”.
“Durante la revolución de 1917 (sic) el General Francisco Villa a su paso por Torreón solicitó a los hermanos Juy su cooperación de un furgón de maíz para su ejército, el cual le fue puesto en la estación del ferrocarril a la hora fijada del día convenido.
Mi padre, junto con sus dos hermanos, vivieron el desarrollo de esta progresista ciudad de Torreón. En ese lapso papá conoció a mamá, María Antonia Báez Rodríguez, que nació en Minillas, Zacatecas, el 13 de junio de 1905”.
A través de estas líneas, percibimos claramente la historia de muchas, muchísimas familias laguneras que proceden de inmigrantes tanto mexicanos como extranjeros, que tuvieron el valor, tanto de atreverse a soñar con una vida mejor, como de intentar hacer realidad ese sueño. A pesar de todas las crisis, la Comarca Lagunera fue, y sigue siendo, una tierra de oportunidades.
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