Bandera de las Tres Garantías
Hoy, 24 de febrero, muchos
recordamos que el verdadero objeto de celebración de este día no es la bandera,
sino del plan con el cual se realizó la independencia de México en 1821, el Plan
de las Tres Garantías simbolizadas con el verde, blanco y rojo.
Por supuesto que amamos a nuestra
bandera. Nos resulta significativa por dos razones: porque es nuestro símbolo
nacional (Territorio, Gobierno, Población), y también porque es la expresión
gráfica del plan mediante el cual nos convertimos en una nación libre. Amamos y
respetamos a nuestra bandera, pero también amamos y respetamos la verdad
completa de su origen.
El Plan de Iguala se proclamó
el 24 de febrero de 1821, hoy cumple exactamente 195 años. En esa época y dadas
las circunstancias políticas en España, a los novohispanos se les hizo sentir
profundamente amenazados en aquello que más amaban, su religión. Insisto, esto
era lo que ellos percibían. No es ningún secreto que a México lo mueve la
política, pero lo mueve mucho más la religión. La reciente visita del papa
Francisco lo pone de relieve.
En 1821, el Plan de Iguala (que
nada tenía que ver con los insurgentes) garantizaba el ejercicio de la religión
católica (blanco) mediante la independencia política (verde). Y para evitar el
temor que causaba el recuerdo de las pasadas guerras de independencia, se
garantizó también la vida y bienes de todos los ciudadanos, fueran del color o
condición que fueran (rojo). Es decir, los hombres de todas las etnias
nacionales serían iguales ante la ley y se respetarían sus derechos y haberes.
En esto Iguala superó a los Estados Unidos, ya que en México no habría
esclavos.
Este plan proponía continuar
bajo el sistema monárquico que existía desde los emperadores Mexica y
posteriormente bajo los Austrias y Borbones. Nada de extraordinario tenía. Pero
no sería una monarquía despótica ni absoluta, habría división de poderes y una
constitución. Es decir, la modernidad de los grandes pensadores ingleses y
franceses del siglo de las luces iluminaba este plan.
Realmente se ha minimizado de
manera sistemática hasta el olvido, el valor que tuvo Iturbide para nuestra
nación, acusándolo, como en su tiempo lo hicieron con Napoleón, de
incongruente, oportunista y advenedizo al trono. Pero suponiendo —sin conceder—
que lo hubiera sido, sus servicios para nuestra patria fueron inmensamente
mayores y perdurables.
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