En la actualidad, muchas personas se
preguntan qué diferencia existe entre las funciones de la crónica y la
historia, es decir, entre un cronista y un historiador. La pregunta no deja de
ser interesante, y la respuesta, bastante oportuna.
En el siglo XIX, el significado original
del término “Chrónica” no había cambiado. “Crónica”, de acuerdo al diccionario
de la Real Academia Española, 5ª edición, era la “Historia en que se observa el orden de los tiempos”. Según esta
misma fuente, el cronista era “el autor de una crónica o el que tiene por
oficio escribirla, “chronicorum scriptor” (es decir, escritor de las crónicas).
Por lo general, y como sucedía desde la Edad Media, se trataba del cronista
oficial designado para esa tarea.
Con el advenimiento del siglo XX y la
aparición de los medios masivos y las telecomunicaciones, surgió una nueva
manera de percibir la realidad: la realidad del presente inmediato. Y fue en
este momento histórico en que se desarrolla un nuevo oficio: el del cronista de
la inmediatez, que corresponde muy bien al del cronista mediático, o sea, la
persona que narra sucesos a medida que éstos transcurren. El cronista deportivo
es un muy buen ejemplo. Se trata de la persona que tiene por oficio narrar e
interpretar la realidad que estamos mirando (en la TV) u oyendo (en la radio).
Esta nueva profesión se basa en la sincronía
como estrategia de lectura de la realidad. La sincronía implica simultaneidad
entre el hecho, y la narración del hecho. Sin embargo, estos cronistas
deportivos nada tienen que ver con las funciones del cronista oficialmente
designado para investigar y escribir la historia del lugar. Antes bien, puesto
que la percepción de la realidad se ha vuelto más ágil, el cronista oficial
incluye en su “presente” los hechos de relevancia social del momento
(recordemos que el cronista ordena y registra los hechos partiendo del pasado
hasta el presente).
Un cronista oficial puede trabajar, y de
hecho trabaja, con las dos estrategias de abordaje del tiempo: la diacronía y
la sincronía. Por el recurso de la diacronía (a través del tiempo) puede dar
cuenta de los hechos del pasado y aquilatar la importancia que realmente
tuvieron (es decir, hacer historia) y por el de la sincronía, narrar e
interpretar los hechos del presente, los que son aparentemente relevantes y
compartidos por la comunidad, aunque sin haber pasado aún por el juicio de la
historia.
Precisamente estas dos maneras de entrar
en relación con el tiempo, la diacronía y la sincronía, constituyen la base del
doble nombramiento del cronista oficial, primero como cronista (historiador) y
segundo, como notario histórico (intérprete y narrador de calidad del
presente). Queda claro pues, que en la función de Cronista Oficial y Notario
Histórico, no hay falsas disyuntivas entre el historiar y el referir los hechos
del presente.
El investigador social que quiere documentar
la vida cotidiana de una comunidad en sus diversos aspectos, acude no a la
crónica, sino directamente a los archivos mediáticos, es decir, a los archivos
de los medios impresos o de los medios audiovisuales. De ahí la importancia de
las hemerotecas, filmotecas y fototecas.
La crónica oficial no pretende el
registro de todas las actividades de la comunidad sobre una base cotidiana (eso
ya lo hacen los medios masivos), sino discernir con inteligencia y consignar
cuáles de esas actividades, conductas o fenómenos sociales son y serán
verdaderamente significativas para la comunidad.
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