El fin de semana pasado,
Torreón estuvo irreconocible. Cuatro o cinco días de nublados, lluvias medianas
y ligeras, temperaturas de 20 grados C., un viento suave y refrescante
corriendo todo el día y la noche. A ratos, mientras tomaba el café por la Calzada
Colón, me parecía estar en la Guadalajara de mis años mozos, cuando estudiaba
en el ITESO mi licenciatura de Ciencias de la Comunicación. Estas lluvias
anuncian ya el cambio de estación, por más que el verano oficialmente acabe
hasta septiembre. Dudo mucho que regresen los calores de 40 grados o más.
Y para pasar a otro
tema: más que una moda, conservar los sitios históricos tal y como eran
originalmente, y con sus propios nombres, es un rasgo y constante de los países
civilizados. Quien haya visitado Europa lo podrá constatar. En gran medida, en
eso radica su encanto. Esto demuestra el gran respeto que los europeos se
tienen a sí mismos, a su identidad y a su historia. Estados Unidos ha hecho lo
mismo: ciudades como San Francisco, Los Ángeles, San Diego, San Antonio,
Albuquerque (título de un duque español), Galveston (por el conde de Gálvez)
han mantenido sus nombres, a pesar de haber sido tomados como botín de guerra
desde 1846-1848. Estados como California, Arizona,
Colorado, Nuevo México, Nevada, Texas y Florida también retienen sus nombres
castellanos originales, a pesar de encontrarse en un país de mayoría anglófona.
¿Y que decir de Louisiana, bautizada así por los franceses en honor del rey
Luis de Borbón?
No sería ninguna herejía
política devolverle su nombre a la Plaza de Armas “2 de abril”, dado que en esa
fecha México ganó una gran batalla contra los ejércitos franceses. Es un nombre
que afirma el orgullo de ser mexicano. Pero claro, como Porfirio Díaz fue el
héroe de esa batalla, muchos se rasgarían las vestiduras. Porfirio Díaz fue un
gran presidente, y el primero en reconocerlo fue el mismo Francisco I. Madero
en su libro “La Sucesión Presidencial”. Si el venerado padre y profeta de la
Revolución Mexicana lo afirma, ¿quiénes son los “revolucionarios” que lo pueden
negar? ¿Serán más papistas que el papa? Y no solo lo admiraba de dientes
afuera, la prueba es que Madero ganó la presidencia, pero dejo intacta la
estructura de poder porfiriana. Creía en ella. Luchaba solo por una apertura
democrática, no por una verdadera revolución social.
Por cierto, muchos de
los problemas de despojos agrarios que se le atribuyen al Porfiriato, en
realidad fueron creados por los liberales en el poder y la constitución desde
1857, al desconocer la propiedad comunal de la tierra. Muchas tierras que
pertenecían a pueblos enteros, o condueñazgos familiares que venían desde la
colonia, fueron, de un plumazo, declarados “sin dueño”, “baldíos”. Así que
quienes tenían poder económico, “denunciaron” esas tierras “sin dueño” y las
compraron. Sus propietarios originales tuvieron que trabajar sus propias
tierras, ahora como peones.
Mi opinión como Defensor
del Centro Histórico, función esta última que de oficio tengo como Cronista
Oficial, de acuerdo con el Reglamento Municipal de Cronistas, es que, lejos de
seguir modificando y deforestando el centro histórico, como desgraciada e
impunemente se hizo durante la gestión del alcalde Pérez Hernández, debemos
devolver nombres y aspectos originales a los diversos sitios que lo conforman.
¿Sería correcto modificar la pirámide del sol en Teotihuacan para construirle
una rentable innovación? ¿Para qué seguir con la vandálica destrucción de los
más bellos elementos de nuestro pasado? Desde 1948 carecemos de una calle con
el nombre de Iturbide, como la que le dedicó la ciudadanía de Torreón al
libertador en 1910, centenario del grito de la Independencia Nacional. Si se le
cambió el nombre por el de “Presidente Carranza”, no fue porque Iturbide fuera
un traidor, sino porque un general quiso quedar bien con la nueva historia
oficial postrevolucionaria.
Es verdad, a la Plaza de
Armas le falta su Kiosco, el mismo donde tocaba la Banda Municipal cuando la
Avenida Morelos era el paseo citadino por excelencia. Los kioscos son el toque
porfiriano de las plazas que se construyeron en esa época. Si ese kiosco es o
no el que está en la Colonia Martínez Adame, no lo sé. No conozco el que se
encuentra en esa colonia. Lo que sí sé es que a la plaza le sobra una fea torre
con reloj, remedo de torreón (que no va con el estilo ni época de la plaza) que
fue colocada ahí una vez que despojaron a la plaza de su kiosco original.
Ahora bien, al reconocer
que hay que ceder algunos espacios a los procesos urbanos de modernización,
debemos adaptarlos a las necesidades de nuestro clima. La plaza mayor es un
logro arquitectónico que muchos han discutido, y muchos otros alabado. Por lo
que a mi respecta, creo que mejoró bastante el aspecto de esa área citadina,
aunque considero que funcionaría mejor con sombra abundante, con árboles
frondosos, ya que en la actualidad, por la inclemencia del sol, es una plaza
para disfrutarla por la mañana o por la noche.
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