El 15 y 16 de
septiembre se han celebrado desde el siglo XIX como días de las fiestas
patrias. Con Porfirio Díaz, la noche del “grito” —15 de septiembre— y la
madrugada del 16 se convirtieron en los aniversarios del inicio de la
independencia de la Nueva España por el padre Hidalgo y sus insurgentes.
Pero
ciertamente, el de Hidalgo no fue el primer movimiento independentista. Cuando
España fue invadida por los franceses en 1808, el Lic. Primo Verdad y el Lic.
Juan Francisco Azcárate organizaron un movimiento separatista, aprovechando la
incapacidad de la España ocupada para responder militarmente. Y aunque el
movimiento fue descubierto y sofocado por los peninsulares que vivían en
México, no por eso deja de ser éste el primer movimiento independentista
mexicano del siglo XIX.
Por otra parte, desde el punto de vista militar y
diplomático, ni las luchas de Hidalgo, Morelos y Mina, incluyendo a Guerrero,
lograron su objetivo: la independencia nacional. La independencia de México se
realizó a partir de un plan, que nada tenía que ver con los de los insurgentes:
el Plan de Iguala, proclamado en Iguala, Guerrero, el 24 de febrero de 1821.
Este plan en realidad era el plan de las cúpulas de poder novohispano, el alto
clero, la aristocracia y el alto mando del ejército.
Si el clero luchó
rabiosamente contra los insurgentes, en 1820 se encontró con que en España se
estaba planeando su desaparición como corporación religiosa, con la pérdida
total de bienes, fueros y poder. Fue entonces que el clero mexicano cambió de
parecer y luchó por la independencia del país, so pretexto de proteger la
religión. Y como lo que más movía a los novohispanos era la religión (“México
siempre fiel”) este plan triunfó. Fue firmado por el último virrey español el
24 de agosto de 1821. Para el 27 de septiembre de 1821 (fecha oficial) México
era un país soberano.
Los liberales jamás aceptarían esta realidad: la
fundación de la nación mexicana por los conservadores. De ahí que el 27 de
septiembre cayera en el olvido. Mi juicio personal es que México se independizó
por las razones equivocadas. Afortunadamente, a mediados del siglo XIX los
liberales y Juárez lograron la separación formal de los asuntos del clero de
los del Estado. Finalmente era una condición fundamental de los postulados
liberales. Pero escondieron la verdadera verdad histórica y se fabricaron una
“ad hoc” para sus intereses. Iguala parece ser la cuna de “verdades históricas”
acordes a los intereses del poder.
Pero la reflexión
del día es ¿realmente tenemos una independencia qué celebrar? En diciembre de
1823, el presidente Monroe, de la manera más arrogante y unilateral, declaró un
protectorado sobre la recién independizada América Española. Desde entonces,
estamos atados como nación a los particulares intereses de los Estados Unidos.
La muerte del presidente revolucionario Francisco I. Madero se fraguó en la
embajada de los Estados Unidos en la Ciudad de México, porque su gestión “ya no
era conveniente para aquél país”.
La reciente visita del non grato Donald Trump puso de relieve
que México está muy lejos de ser un verdadero país soberano, y que es
terriblemente vulnerable a los intereses estadounidenses. Consideramos que en
términos de patriotismo, la entrega voluntaria a los designios de un país
extranjero es traición, lo mismo se mire hacia Francia que hacia los Estados
Unidos. Por último, si un país no tiene independencia económica, realmente
carece de verdadera soberanía. Mejor celebremos el 16 de septiembre como “el
día de la mexicanidad”.
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