En el mes de julio de este año, durante
su visita a Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, el papa Francisco pronunció un
discurso que a muchos pareció totalmente subersivo y contrario a los intereses
y naturaleza del orden económico global imperante. Mencionaba el papa que “el
modelo económico mundial ha impuesto la lógica de las ganancias a cualquier
costo sin pensar en la exclusión social o la destrucción de la naturaleza”. “Cuando
la ambición desenfrenada del dinero es la que gobierna, cuando el capital se
convierte en ídolo y dirige las opciones de los seres humanos, el modelo se
torna insostenible”.
Por supuesto, un discurso de esta
naturaleza, en los tiempos de la globalización que vivimos, no pudo ser
calificado sino como “subersivo”, “comunista” y “revolucionario”.
Sin embargo, la justicia social como un
valor rector y superior al de cualquier sistema económico no es un concepto
nuevo, ni mucho menos de origen marxista o comunista. El Antiguo Testamento,
que cuenta con miles de años de antigüedad, es muy claro en este punto. Dice el
libro del Levítico, en su capítulo 19, verso 13: “No oprimas ni explotes a tu
prójimo”. Sobre la interpretación o significado de este mandamiento podrían
escribirse tratados completos. Surgirían preguntas como ¿qué significa
“explotar”? ¿Es el capitalismo un sistema de explotación económica del prójimo?
¿Y quién es el prójimo? Un buen tema para meditar, para estudiar su evolución
del Antiguo (La Ley y los Profetas) al Nuevo Testamento, y sobre todo su
vigencia o pertinencia en la actualidad.
Y para hablar de otros temas, comentamos
que el llamado Distrito Colón se puebla cada vez más con pequeños negocios,
cafés, bares juveniles de diversos tipos y bebidas, restaurantes y remolques de
comida rápida (food trucks). El otrora oscuro y desierto sector, frontera de
grupos delictivos, se ha convertido en un sitio de reunión para la juventud, y
para los no tan jóvenes, entre los que se incluye este cronista, asiduo
parroquiano de un cabalístico restaurant del área.
Da gusto ver movimiento de
gente y de coches hasta la madrugada, casi como si fuera una especie de “Paseo
Colón” nocturno. Finalmente, este éxito del Distrito Colón implica que —en gran
medida— van quedando atrás los temores provocados por la inseguridad y la
violencia. Significa también que hay nueva inversión en locales del sector
terciario, es decir, inversión en servicios de bares, cafés y restaurantes.
También es verdad que por lo pronto, y hasta que se resuelva por bando de buen
gobierno, esta zona cuenta con un lado negativo: ha habido quejas por parte de
algunos vecinos, molestos no sin razón, ya que hay bares donde el sonido es tan
alto —sin necesidad real— que impide a los vecinos conciliar el sueño. Por otra
parte, en algunos establecimientos (o frente a ellos) de la avenida Abasolo, los
coches son estacionados sobre las aceras, en batería y sin dejar espacio al
peatón para que pueda circular en sus propias banquetas. Nuevamente, pareciera
que muchos automovilistas pensaran que calles, avenidas y aceras hubieran sido
construidos exclusivamente para ellos.
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