En todo México, y en algunas partes de
los Estados Unidos (California o Texas, por ejemplo) portar la camiseta de
rayas albiverdes identifica de inmediato el origen de quien la lleva:
Santos-Laguna, Torreón, Coahuila, La Comarca Lagunera.
Esta playera se lleva con gran orgullo,
pues el equipo Santos Laguna es joven, esforzado, cinco veces campeón y otras
tantas subcampeón. Un récord del que carecen muchos sobrevalorados equipos
futbolísticos del país. Pareciera que los laguneros tenemos el don de destacar en
todo aquello que emprendemos, en todo aquello que somos. No sin ironía, y
bastante dosis de envidia, se nos moteja como pobladores “de la ciudad perdida
de Argentina”. Una mordaz alusión a la fuerte autoestima de los laguneros.
Este cronista ha dedicado mucho tiempo y
muchas páginas a recopilar los testimonios que hablan sobre nuestra
sobresaliente identidad. Porque el éxito del Santos Laguna no es lo que nos da
identidad a los laguneros, es la identidad nuestra lo que hace que el Santos
Laguna sea lo que es: un equipo destacado, por muy mal que la haya pasado en
este último campeonato de liga.
Desde 1825, e incluso desde antes, hay
testimonios escritos sobre el carácter excepcional de los laguneros. Se les
describe como “activos, enérgicos, intelectuales, especulativos, profundos,
empresarios, sobrios, fieles, sociales, patricios, generosos, rectos,
valerosos, y más que todo, religiosos”. Pésele a quien le pese, esta
descripción de las cualidades de los laguneros la hizo un alcalde foráneo, una
persona de ciencia y conciencia que pudo contrastar nuestro modo de ser contra
el de los habitantes de otras regiones del naciente país.
Desde sus orígenes, la Comarca Lagunera
destacó en el ámbito virreinal y después nacional. Se convirtió en la mayor
productora de vinos y aguardientes de uva de la Nueva España. También fue la
principal abastecedora de carne de la Ciudad de México, con el ganado menor de
los marqueses de Aguayo, estimado en 400 mil cabezas.
Desde 1813, y a raíz de
las guerras de independencia y de la liberalización de la economía creada por
la Constitución de Cádiz, el cultivo del algodón inició una carrera ascendente
que transformaría a la Comarca Lagunera en La Región Algodonera por excelencia.
Fueron laguneros del Álamo de Parras (Viesca, Coahuila) quienes bautizaron al
famosísimo fuerte de “El Álamo” en San Antonio, Texas, en memoria de su tierra
natal.
El destino del México Republicano quedó sellado en la entrevista que
tuvo en nuestra región el general Lew Wallace con el gobierno itinerante de
Benito Juárez. Fue precisamente en La Laguna donde se cruzaron las vías de los
ferrocarriles Central Mexicano e Internacional Mexicano, creando la estación
del Torreón, llamada a ser el ferropuerto de una región económicamente muy
productiva, y en muy poco tiempo, en la ciudad agroindustrial de Torreón,
orgullo del régimen porfirista.
De La Laguna salió el antirreeleccionismo de
Madero, mismo que cambió la historia del país. Con las vías del ferrocarril,
llegaron inmigrantes de todas partes de México y del mundo, para sumar
esfuerzos a esta naciente ciudad de vocación marcadamente empresarial. Una
ciudad cosmopolita, un crisol de 49 nacionalidades registradas. En pocas palabras: ser lagunero es ser esforzado, hospitalario,
franco, leal y sobre todo, triunfador.
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