Escudo de Torreón

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viernes, febrero 27, 2015

La "mexicanización" de México





En días pasados, diversas organizaciones no gubernamentales de carácter internacional han denunciado a nuestro país como una nación con una crisis humanitaria. La Comisión de Derechos Humanos de la ONU y Human Rights Watch así lo han hecho. Diputados del Parlamento Europeo han llegado a la misma conclusión.  Incluso el papa Francisco, enterado por los informes de los obispos mexicanos, menciona un hipotético e indeseable proceso de “mexicanización” para la Argentina. De esta manera, México se convierte en paradigma del estado fallido, en gran medida gobernado por narcopolíticos, tiranizado por los grupos de poder a costa de los derechos humanos. Es una verdadera tragedia que un país como el nuestro, llamado a ser grande tanto por su historia y su población como por sus recursos, se haya convertido en una nación de dudosa categoría.

La cultura de la corrupción y de la impunidad se han instalado a niveles alarmantes desde que cierto general revolucionario, luego presidente de la República, declaró de manera descarada que “nadie aguantaba un cañonazo de 50 mil pesos”. Con esa actitud, lo único que hacía era reconocer que había una cultura de la corrupción, y que él, uno de los políticos de mayor rango en México, se sumaba a ella y la promovía de manera cínica.

¿Que cabía esperar, pues, de los ciudadanos comunes? El término “corruptio” denomina tanto el estado como el proceso de descomposición, de putrefacción. La corrupción es un proceso que afecta a un cuerpo, antes sano, y lo convierte en un amasijo de tejidos podridos. La metáfora, aplicada a nuestra nación, implica que un cuerpo social de sanas costumbres se transforma en algo sucio y maloliente, como si padeciera una terrible gangrena. Fue exactamente a ese proceso al que el papa Francisco llamó “mexicanización”. 

Un cuerpo social saludable implica la existencia real y cotidiana del estado de derecho, del principio de equidad y del castigo del delito. Cero impunidad. Así de simple. Una sociedad sana será aquélla donde todos sus miembros tengan las mismas oportunidades de seguridad y bienestar con base en un estado de derecho real y no puramente retórico, demagógico, ficticio.

Pero sabemos que una parte muy significativa de los mexicanos es verdaderamente alérgica a la legalidad y al concepto de equidad. Quisiera ser tratada de manera especial y ventajosa, por encima de los derechos de los demás. Hacer cosas que atentan contra la justicia y a la vez, evitar sanciones. Y para ello, hace trampa. Los casos de impune corrupción pueden y suelen ocurrir, lo mismo entre las grandes constructoras que entre la fila de clientes de un banco o una tortillería. La corrupción implica “atajos” u “oportunidades” y ejercicios de poder que violentan los derechos de terceros.


La verdadera tragedia es que, como nación, México ha optado no por el ejercicio de la justicia, sino por el amañamiento y las inconfesables complicidades del poder político y económico a costa del bien de los ciudadanos. Esto es la “mexicanización”.  

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