El mes de octubre es recordado por muchos como “el mes de la Reforma Protestante” debido a que el 31 de dicho mes, en el año de 1517, Martín Lutero clavó sus famosas 95 tesis “Disputatio pro declaratione virtutis indulgentiarum” en las puertas de la iglesia palaciega de Wittenberg.
Para muchos católicos, Lutero es la personificación del mal (“La iglesia en manos de Lutero”). Pero en realidad era un académico católico muy instruido en las Sagradas Escrituras, y con una enorme sensibilidad y capacidad crítica. Debe reconocérsele el valor civil que implicaba desafiar la autoridad del papa en una era en que los cismáticos y herejes eran llevados a la hoguera sin contemplación alguna.
En el siglo XVI, la Iglesia Católica, es decir, el clero católico y los abusos de poder que cometían, llamaban la atención de aquellos eruditos que sabían que había que recuperar la pureza de la fe, de las costumbres y de las instituciones cristianas. Erasmo de Rotterdam fue uno de estos grandes sabios, uno de aquéllos que veían con urgencia la necesidad de una reforma de las costumbres. Poco antes, la caída de Constantinopla y el interés por el mundo Greco-Latino habían iniciado el movimiento intelectual y artístico llamado “Renacimiento”.
Con el manejo fluido del griego, muchos académicos hicieron una nueva lectura del Nuevo Testamento, y encontraron que la cristiandad se encontraba muy lejos del espíritu del Evangelio (literalmente, la Iglesia en manos de los Borgia). La imprenta, otra aportación alemana al mundo moderno, permitió que estas ideas se propagaran con rapidez.
Realmente, en el siglo XVI el mundo estaba cambiando. La Edad Media fue la era de los gremios. Pero con el renacimiento, surge con ímpetu la individualidad del ser. Mientras que la construcción de las catedrales medievales era una tarea anónima, colectiva y gremial, fue durante el Renacimiento que surgieron las obras firmadas por autores individuales.
Este espíritu enmarcaba la Reforma Protestante iniciada por Lutero en 1517. Si el hombre había de tener un juicio individual, ¿por qué no podía tener una relación individual con Dios? Rechazar a los intermediarios equivalía a rechazar el gremialismo medieval. Sin embargo, esta idea tuvo que desarrollarse hasta su madurez, ya que al principio, surgieron gremialismos protestantes que enfrentaron a unos y a otros por cuestiones de doctrina, hasta que entendieron que debían predicar, no a una iglesia, sino a un Dios. Las iglesias eran solo medios al servicio de la humanidad multicultural, el verdadero fin era Dios mismo.
Para muchos católicos, Lutero es la personificación del mal (“La iglesia en manos de Lutero”). Pero en realidad era un académico católico muy instruido en las Sagradas Escrituras, y con una enorme sensibilidad y capacidad crítica. Debe reconocérsele el valor civil que implicaba desafiar la autoridad del papa en una era en que los cismáticos y herejes eran llevados a la hoguera sin contemplación alguna.
En el siglo XVI, la Iglesia Católica, es decir, el clero católico y los abusos de poder que cometían, llamaban la atención de aquellos eruditos que sabían que había que recuperar la pureza de la fe, de las costumbres y de las instituciones cristianas. Erasmo de Rotterdam fue uno de estos grandes sabios, uno de aquéllos que veían con urgencia la necesidad de una reforma de las costumbres. Poco antes, la caída de Constantinopla y el interés por el mundo Greco-Latino habían iniciado el movimiento intelectual y artístico llamado “Renacimiento”.
Con el manejo fluido del griego, muchos académicos hicieron una nueva lectura del Nuevo Testamento, y encontraron que la cristiandad se encontraba muy lejos del espíritu del Evangelio (literalmente, la Iglesia en manos de los Borgia). La imprenta, otra aportación alemana al mundo moderno, permitió que estas ideas se propagaran con rapidez.
Realmente, en el siglo XVI el mundo estaba cambiando. La Edad Media fue la era de los gremios. Pero con el renacimiento, surge con ímpetu la individualidad del ser. Mientras que la construcción de las catedrales medievales era una tarea anónima, colectiva y gremial, fue durante el Renacimiento que surgieron las obras firmadas por autores individuales.
Este espíritu enmarcaba la Reforma Protestante iniciada por Lutero en 1517. Si el hombre había de tener un juicio individual, ¿por qué no podía tener una relación individual con Dios? Rechazar a los intermediarios equivalía a rechazar el gremialismo medieval. Sin embargo, esta idea tuvo que desarrollarse hasta su madurez, ya que al principio, surgieron gremialismos protestantes que enfrentaron a unos y a otros por cuestiones de doctrina, hasta que entendieron que debían predicar, no a una iglesia, sino a un Dios. Las iglesias eran solo medios al servicio de la humanidad multicultural, el verdadero fin era Dios mismo.
En fin, una buena porción de torreonenses pertenece a alguna de las iglesias protestantes históricas, como los Metodistas, Bautistas, Presbiterianos, Adventistas, etc. Como cualquier otra minoría, merecen respeto a sus personas y a sus creencias. Debemos estar plenamente convencidos de que el ser humano tiene pleno derecho a profesar, con toda libertad, la fe que le satisfaga, siempre y cuando no cause ningún daño a terceros.
En el terreno del intelecto, tener ideas propias es muy deseable. No podemos delegarle nuestra capacidad crítica, para que decidan por nosotros, ni a los gobernantes, ni a los eclesiásticos.
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