Nuestro país nunca se había sometido a un proceso de movilización social como el que hemos vivido desde el día 23 de abril, el cual ha resultado ser histórico y ejemplar. Aunque la presencia del nuevo virus A H1N1 tomó por sorpresa a las instituciones gubernamentales relacionadas con el Sector Salud, las medidas preventivas que se tomaron de manera inmediata fueron drásticas y efectivas. La población de la ciudad de México –principal afectada- reaccionó como un solo hombre, y adoptó de buena gana las medidas requeridas por las circunstancias.
Tanto el gobierno como los ciudadanos mexicanos, han merecido los mayores elogios de parte de la Organización Mundial de la Salud (O.M.S.), por su determinación para parar en seco la epidemia. Lo que pudo haber sido un desastre de proporciones colosales, los esfuerzos mexicanos lo han reducido a una amenaza razonable y bien localizada. En unos meses se contará con la vacuna específica para esta cepa de virus, y le será aplicada a la población mexicana, probablemente durante el otoño.
Esto ha convertido a México en un paradigma a seguir. Es la primera vez que la O.M.S. contempla en vivo (en tiempo real) el desarrollo de un nuevo virus. De la experiencia mexicana surgirán las nuevas estrategias para combatir, en el mundo entero, enfermedades virales emergentes.
No obstante lo anterior, La Laguna realmente no ha pasado por la experiencia que vivieron los habitantes de la ciudad de México. Sería un gran equívoco pensar que la nueva influenza “no llegó” a nuestra comarca. De hecho, puede arribar en cualquier momento, y podría propagarse con gran rapidez si no se acatan las medidas recomendadas por el Sector Salud. Basta una mirada a los principales restaurantes y cafés de la región, para darse cuenta que los laguneros estamos “con la guardia baja”. Debemos confiar más en nuestras acciones preventivas, y mucho menos en la suerte.
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