En días pasados, se presentó en las instalaciones de El Siglo de Torreón, el libro “Coahuila 1910-2010. Economía, Historia económica y empresa”, el cual fue coordinado por el Dr. Mario Cerutti y el Lic. Javier Villarreal Lozano. La obra contó con el patrocinio del gobierno del Estado de Coahuila, y de la Universidad Autónoma de Coahuila. El propósito de este nuevo libro, en sus dos tomos, es el de examinar la historia económica de Coahuila durante el siglo transcurrido desde el inicio de la revolución Maderista.
Con este propósito conmemorativo en mente, esta obra acota su período de estudio a los últimos 100 años en Coahuila, y por supuesto, en La Laguna.
Se trata pues, de una delimitación temporal deliberada, con el objeto de reflexionar en torno a los significativos sucesos y fenómenos económicos y sociales de dicho período.
Existen fenómenos naturales, económicos, sociales y en última instancia, culturales, que vienen de muy atrás, de siglos antes de la revolución, pero que, debido al apriori temporal de esta obra, no entran aquí.
Como coautor y comentarista en el evento de presentación, me tocó en suerte hablar sobre los textos dedicados a la Comarca Lagunera de Coahuila, o específicamente, a Torreón. Menciono pues que entre los segmentos del primer tomo de este libro dedicados a la historia económica de la entidad, encontramos en primer lugar, el que lleva por título “Agua, historia y economía en La Laguna” de Lourdes Navarrete Romero, del CIESAS Noreste.
Su estudio da cuenta de la relación en el tiempo del agua y la tierra como bienes escasos sujetos a demanda en el contexto de una sociedad cambiante que organiza y reorganiza su economía de acuerdo a las circunstancias políticas y sociales del momento. Su información, pulcra y detallada, se acompaña de gráficas relacionadas con la naturaleza y distribución del agua, rodada o subterránea, usada para la producción.
Otro segmento es el que se denomina “Dinámica económica y atracción demográfica en el Torreón postrevolucionario” escrito por Carlos Castañón Cuadros. En él, el autor demuestra la existencia de una correlación entre la dinámica económica torreonense postrevolucionaria y el crecimiento demográfico de la ciudad. Se muestran aquí los factores que mantuvieron en marcha la dinámica economía agroindustrial de Torreón, antes, durante y después del movimiento armado que inició en 1910. El estudio aporta información nueva a partir de fuentes de archivo, hemerográficas y bibliográficas.
Un tercer segmento del tomo I lo constituye el interesante texto intitulado “La economía del algodón entre la revolución y la reforma agraria”, de la pluma del Dr. Mario Cerutti. En él, nos da cuenta de los usos y costumbres relacionados con los sistemas de arrendamiento y aparcería instrumentados por los agricultores algodoneros en dicho período.
Sigue en este primer tomo un texto que lleva por título “La ganadería caprina en la Región Lagunera y la leche de cabra” y es de la autoría de Jesús Mendoza Aramburu, de la UNAM. Este interesante estudio parte de la óptica de que “la cabra es la vaca del pobre” y así examina esta faceta de la economía pecuaria e industrial lagunera.
Y para continuar con el tema de la economía lechera, la Dra. Eva Rivas Sada, del ITESM, nos brinda su interesante y ameno texto “El sector lácteo: desarrollo y consolidación (1945-1975)”, en el cual aborda temas relacionados con la reglamentación, salubridad, producción, comercialización y consumo de leche de vaca en Coahuila; así como la relación de estos temas con la innovación tecnológica y la historia de la producción y consumo en Coahuila en el período acotado.
Por lo que se refiere al segundo tomo de esta obra, menciono mi propia aportación al mismo, el artículo que lleva por título “El Valle de Parras en el siglo XX. Génesis y apogeo de su industria vitivinícola” el cual es como la prolongación en el tiempo del estudio de la vitivinicultura parrense abordado en mi tesis doctoral, aunque bajo la óptica capitalista y empresarial propia del siglo XX.
El primer decenio del siglo XX fue crucial para la consolidación de la empresa Ernesto Madero y Hermanos. En 1907 ya cosechaba más de 50 variedades de vides, todas de origen internacional, y las Bodegas del Rosario y de San Lorenzo comenzaban a ser conocidas en el extranjero. Ernesto Madero y Hermanos era, según su publicidad, la única empresa vitivinícola mexicana que exportaba sus vinos.
Las haciendas del Rosario y de San Lorenzo, que habían tenido varios dueños desde el siglo XVII, fueron compradas por el señor Evaristo Madero durante el último tercio del siglo XIX. La actividad de este empresario cambiaría, literalmente, el mapa de Parras. Antes de los Madero, se habían cultivado en Parras las cepas Criollas o Misión en relativa corta escala, y con ellas se elaboraban los vinos “evaporados” o de consagrar (arropados) y un vino tinto dulzaino denominado “Carlón”, que por su difícil conservación, se destilaba cuando demoraba su venta (para hacer aguardiente de vino). Estos vinos dulces y semidulces correspondían a los esquemas coloniales del gusto del paradigma andaluz, bajo los cuales surgió la vitivinicultura parrense durante el siglo XVII.
La familia Madero se convirtió en una de las familias históricas de México, no tan solo por la magnitud de sus empresas manufactureras o vitivinícolas, sino porque Francisco Ignacio Madero González, nieto de Evaristo, fue el ideólogo y detonador de la Revolución Mexicana de 1910, así como Presidente de la República. El centenario de este fenómeno político y social es precisamente el que ha dado origen a la edición del libro que comentamos.
En vísperas del inicio de la Revolución, otra pujante empresa vitivinícola había surgido en la Comarca Lagunera, en la jurisdicción de Gómez Palacio, Durango, apenas a 150 kilómetros al oeste de Parras. Se trataba de “Lavín y Paparelli, Compañía Vinícola de Noé”, integrada por los sucesores de Santiago Lavín, quienes poseían la Hacienda de Noé. Esta enorme propiedad, aunque dedicada principalmente al algodón, incursionaba también en el ámbito de la vitivinicultura, con un futuro bastante promisorio. De acuerdo a los datos que proporcionaba el corresponsal del diario La Iberia en Torreón, la producción de 1908 de vinos de Lavín y Paparelli ascendió a 75 mil galones, es decir, 283 mil 906 litros. Esta empresa sería el antecedente histórico de las “Bodegas del Vergel”.
Desde 1973, el ingeniero José Milmo Garza y sus hermanos, descendientes de Don Evaristo, se encargaron de la dirección de Casa Madero, S.A., la cual, como hemos visto ya, se ha dedicado primordialmente a la producción de dos tipos de bebidas alcohólicas, las bebidas destiladas, como los brandis y aguardientes, y las bebidas fermentadas, los vinos de uva. Entre los cambios más importantes que ha realizado Casa Madero desde los años cuarentas, habría que mencionar que, hacia 1982, pasó de ser una empresa orientada básicamente a la fabricación de brandis y destilados, a una que le da un gran peso a la producción de vinos.
Al finalizar el siglo XX, Casa Madero producía anualmente 7 millones de litros de destilados, y 2 millones de litros de vinos de mesa. El 80% de la producción de brandis y aguardientes se vendía en el marcado nacional, y el 20% restante se exportaba. Pero de la producción de vinos de uva, el 90% se exportaba a Europa, un 5% se destinaba al mercado estadounidense, más otro 5% para el consumo nacional.
Y para cerrar el estudio de la vitivinicultura coahuilense y lagunera, prosigue este segundo tomo con el texto del Ing. Raúl Anaya Rojo, del ITESM, “La vitivinicultura en La Laguna (1960-1990)” en el cual se pone de relieve el impulso para esta actividad de parte de empresarios laguneros como Mora, Garza y Villarreal, propietarios de las “Bodegas del Vergel” y de marcas como “Mogavi”.