Escudo de Torreón

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miércoles, diciembre 19, 2012

Diciembre en 1908



Hace casi 104 años, el 20 de diciembre de 1908, el periodista José Agustín de Escudero escribió en el Semanario “Eco de la Comarca” de Gomez Palacio, Durango, sus “Impresiones de Noche Buena”. El texto de Escudero nos permite conocer el sentir del autor (que seguramente era compartido) en torno a las celebraciones decembrinas en La Comarca Lagunera hace más de un siglo. Escudero da razón de los eventos, golosinas, estados de ánimo y hasta del clima que reinaba en nuestra región durante el período festivo navideño de 1908. 

Quizá su lenguaje nos parezca cursi, anacrónico o rebuscado. Muy probablemente, esta forma literaria almibarada se correspondía con la idea de la “elegancia provinciana” del periodismo durante la era de don Porfirio. Que lejos estamos actualmente de ese ambiente de paz social que refiere, un ambiente en el cual las únicas luchas parecen ser personales e íntimas. Y sin embargo, en el horizonte se dibujaban ya las nubes de tormenta revolucionaria.

Más que en la manera como dice las cosas el autor, pongamos atención en lo que dice:

“Estamos en pleno mes de diciembre. Pronto tocará su fin, para dar lugar al nuevo año que viene presuroso a saludarnos, augurándonos prosperidad, paz y ventura como vivamente lo deseamos. Estamos en el mes de la alegría, en que late con vehemencia el corazón henchido de entusiasmo, halagándonos las dulces esperanzas del porvenir que nos sonríe. Hemos visto pasar como un sueño, los días, los meses y los años, y de ellos solo nos quedan ahora los recuerdos, que tienen poder de aliviar, un tanto, las tristes enfermedades del alma, herida con los sufrimientos y las decepciones”. 

“El mundo entero está de fiesta porque se alegra y regocija recordando el natalicio del Dios Niño. La sublime y poética descripción bíblica tiene poder de enternecer profundamente todos los corazones”. “Y los villancicos, los cantos y los bailes, el estruendo de los pitos, panderos, panderetas y sambombas, los acordes de las músicas, el atronar de los cohetes, el alegre repique de las campanas, los gritos de los niños que piden sus juguetes, sus dulces, sus vestidos nuevos y sus aguinaldos; la reunión de las familias donde se confunden y animan los jóvenes vigorosos con los ancianos achacosos, los grupos de los amigos unen sus afectos y sus corazones. Las posadas y los nacimientos, los árboles cuajados de dulces y curiosidades brillando con la escarcha de plata, los graciosos coloquios y las sencillas pastorelas, las curiosas piñatas y los globos, el sabroso turrón, el rico mazapán y las peladillas, los tradicionales buñuelos y los ricos tamales, las colaciones y los cacahuates con las nueces, piñones, almendras y avellanas juntamente con los tejocotes; los obsequios y las cenas con todos sus manjares especiales y todo ese conjunto sorprendente e inusitado de diversiones y entretenimiento en la venturosa y bienvenida Noche Buena, nos embriagan, nos seducen, nos enloquecen así a los pequeñuelos como a los viejos, trayéndonos consuelo, alegría, felicidad en las pesadas noches del invierno, cuando más brillan las estrellas sobre el negro manto del cielo que, derramando sus tenues lágrimas de lluvia fría, deja cristalizaciones de hielo en las fuentes y los arroyuelos, como nostalgia y dureza en muchas almas”.