Resulta extremadamente preocupante que
Donald Trump, al parecer el precandidato republicano con más posibilidades a la
nominación de su partido para la contienda presidencial del país más poderoso
de la tierra, sea a la vez un heraldo del odio racial, de la discriminación y
de la violencia. No se percibe en él la serena habilidad negociadora de un
diplomático o de un jefe de estado, sino el impulso visceral que le ha llevado
a remover los pensamientos y sentimientos más oscuros de los republicanos
estadounidenses.
No sería la primera vez que un país civilizado pudiera dejarse
hipnotizar por la retórica del odio de un desequilibrado, pues ya una vez
sucedió con Hitler y la población alemana. Pareciera que la humanidad es
incapaz de aprender de sus errores, de aprender de la historia.
Si Trump llegara a la presidencia, podemos
imaginar cómo serían las confrontaciones de fuerza con otros jefes de estado
igualmente ególatras y desequilibrados. Coloquémonos en el escenario de un
choque de fuerza entre Trump y Kim-Jong-un, el hombre fuerte de Corea del
Norte. Sin duda resultaría en un conflicto nuclear, como podría serlo también
con cualquier país que no se someta a los caprichos de reality show del señor Trump.
La construcción de un muro antimigrantes y antidrogas entre Estados Unidos y México sería una lección para los vecinos del norte, ya
que los estadounidenses sabrían en carne viva lo que significaría tener una gran demanda
interna de droga y a la vez carecer del satisfactor. El señor Trump no entiende, o aparenta no entender, que si existe una oferta de drogas, es porque hay un enorme mercado para ellas en los Estados Unidos. Acabe el señor Trump con la demanda, y se acabará la oferta.
En cambio, sin el trasiego de drogas, muchísimos adictos se volverían locos en el vecino país del norte. No estamos a favor de la producción o consumo de drogas, pero sí estamos en contra de las falsas soluciones de retórica populachera y fanfarrona del señor Trump. Con la construcción del tan mencionado muro, sabrían también muchos empresarios estadounidenses lo que es carecer de la magnífica y económica mano de obra
mexicana que utilizan año tras año.
Por otra parte, si nos ponemos místicos y
hasta agoreros, la biblia inglesa relaciona el símbolo de las “trumpets” o
trompetas, con los grandes desastres del juicio final: granizo y fuego
mezclados con sangre, árboles y plantas arrasados por el fuego, fuegos en el
mar y muerte de peces, sangre, barcos destruidos, estrellas ardientes que caen
en las aguas potables haciéndolas imposibles de beber, muerte de quienes las
beben. ¿Guerra nuclear y destrucción por radioactividad?
Las interpretaciones
del libro del Apocalipsis pueden ser muy diversas, pero es imposible desligar
el símbolo de las trompetas de las catástrofes que van unidas al toque de cada
una de ellas. Realmente no tenemos idea
de lo que puede ocasionar en la historia mundial la elección a la presidencia
de los Estados Unidos de un líder como Donald Trump.
En el ámbito local: el pasado viernes 26 de febrero por la
noche se registró un incendio en el Coliseo Centenario de esta ciudad. Este
Coliseo se inauguró el viernes 8 de febrero de 2008, con capacidad para diez
mil espectadores. Para algunos, se trataba de la mejor plaza de toros del norte
de México, y hasta del país.
El edificio, multifuncional en su diseño y
actividades, ha sido usado también para presentación de cantantes e incluso
para eventos políticos, como fue el último informe de gobierno de Humberto
Moreira Valdés. Es una triste coincidencia que el coso haya sido
inaugurado un viernes de febrero, y también un viernes de febrero se haya
incendiado.
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