El señor
Donald Trump ha reincidido en sus comentarios racistas y antimexicanos, en esta
ocasión, con motivo de la legendaria (por decirlo con un eufemismo) fuga del
poderoso capo, el “Chapo” Guzmán.
La principal “queja” de Trump es que “los
mexicanos llevan droga a los Estados Unidos”. Y a esos traficantes de droga los
incluye en el mismo saco, sin diferenciar, con los emigrantes que van a buscar
mejores condiciones de vida a base de trabajo y esfuerzo y que tanto bien le
han hecho a la economía de aquél país.
Pero hay algo en la argumentación de
Trump que lo hace ver como el aprendiz de político ramplón que es: si hay
trasiego de droga a los Estados Unidos, es porque en los Estados Unidos hay
millones de viciosos con dinero que compran esas substancias. Como empresario, Trump
sabe perfectamente que donde hay un nicho de oportunidad, los emprendedores lo
aprovecharán, sin duda alguna.
El señor Trump, en su afán de aparecer como un
precandidato republicano moral y honesto, de manera calculadamente hipócrita se
expresa de los mexicanos en general como si fueran los malvados vendedores de
droga que van a Estados Unidos y “pervierten” a sus honestos, felices y sanos
ciudadanos.
Si aspira a ser un buen presidente y combatir la importación de
drogas, debe comenzar por desterrar el vicio de su propio país. Por otra parte,
no todo consumo de droga es ilegal en los Estados Unidos. Los ex combatientes
de las diversas guerras que Estados Unidos ha sostenido contra otros países,
tienen permiso legal para el consumo de drogas, de una manera vitalicia. Es el
privilegio (triste privilegio) que su gobierno les otorga.
La verdad, y sin
justificar jamás la producción, venta ni consumo de esta clase de drogas,
consideramos que una semana sin trasiego de dichas substancias al vecino país
del norte, enloquecería a sus ciudadanos adictos, y crearía un verdadero caos
sanitario, político y social.
La
trayectoria de Trump ha sido la de un empresario y publicista de carácter
estridente, que está acostumbrado a llamar la atención, más por sus
fanfarronadas, sus exabruptos fuera de lugar y su autoritarismo, que por una
visión serena, realista y constructiva. Basta con recordar sus apariciones en
el reality show producido y dirigido por él mismo “El aprendiz” (“The
apprentice”) para comprender que le gustan los golpes sensacionalistas.
El
señor Trump puede aspirar a la precandidatura republicana para la presidencia
de los Estados Unidos. Pero aún en el caso de que fuera efectivamente nominado
como candidato oficial, jamás ganaría. Expresarse como se expresa públicamente
de los inmigrantes latinos, tiene un enorme costo político, tan grande que
ningún político de verdad lo asumiría. Y es que el señor Trump tiene un gran
enemigo a vencer: su propio ego.
1 comentario:
Well said, my friend, well said!
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