Una piadosa tradición de la época en que el País de La Laguna era el principal productor de vinos y aguardientes de la Nueva España, se encuentra referida en un manuscrito de la era de Iturbide.
Según este relato, su santidad el Papa, visitado en Roma por dos indios tlaxcaltecas parrenses que le habían referido el milagro, había concedido al pueblo de Santa María de las Parras el privilegio de sacar en procesión al Santísimo sacramento cuando hubiese peligro serio de heladas. Como podrá imaginar el lector, la economía del pueblo de Santa María de las Parras dependía, principalmente, de la agroindustria, o sea, la vitivinicultura. Los vinos y aguardientes le daban a Parras el 43% de su ingreso anual bruto (año de 1786). La destrucción de los viñedos por una helada, hubiera significado un hecho económico y social verdaderamente desastroso.
¿En qué consistía este milagro “de los hielos”, según las fuentes tlaxcaltecas? Cuando los fríos arreciaban al punto de haber una amenaza de helada, fuera de día o de noche, el cabildo y ayuntamiento tlaxcalteca pasaba a llamar al cura párroco del pueblo. Se le pedía, en base al privilegio papal, que sacara en solemne procesión la custodia con el sacramento. Previamente se llamaba a la gente del pueblo con tres solemnes repiques de campana. Esto era suficiente para que se congregase una gran cantidad de personas. El mayordomo de la cofradía del Santísimo Sacramento repartía velas de cera en cantidad, para acompañar e iluminar la procesión. Esto habrá sido algo semejante a lo presentado por Arau en su película “Paseo por las Nubes”, aunque Arau lo hace más coreográfico, sin el elemento religioso sobrenatural.
Al salir la procesión con la custodia, párroco y pueblo cantaban las letanías mientras caminaban en derredor del cementerio parroquial, hasta volver a la iglesia. Según el mismo relato, cuando la gente salía de la procesión, ya notaba que el clima había cambiado, se había tornado más suave, menos agresivo. Y cuando el frío era muy fuerte y aparentemente no disminuía, a la mañana siguiente notaban que la hierba bajo las parras, a ras del suelo, estaba cocida y negra por la helada. Pero los brotes de las cepas, que quedaban más expuestos al frío que las hierbas del suelo, estaban intactos, perfectamente sanos. Los brotes representaban la cosecha del verano, así que si si los brotes se salvaban, el pueblo entero se salvaba del desastre.
El texto del relato continúa diciendo que este milagro se experimentaba todos los años, con admiración de quienes lo presenciaban. El privilegio papal se mantenía “in verbis”, es decir, como tradición oral, ya que el privilegio escrito fue extraído del archivo del pueblo durante un latrocinio.
Incluso en cierta ocasión, el obispo de Durango y su visitador, el señor Pedro Millán Rodríguez quisieron anular el privilegio de esta procesión, alegando que por derecho canónico, el Santísimo solo podía salir en procesión el jueves de Corpus Christi. Pero al conocer la tradición, y los relatos de los testigos presenciales (y seguramente tomando en cuenta que Parras era la población que más diezmaba de toda la Nueva Vizcaya) no tuvieron objeción en que se siguiera celebrando la procesión del Santísimo como antes.
Fuente: Transcripción del manuscrito “Relación de agravios cometidos durante la época colonial contra el común de naturales tlaxcaltecas del pueblo de Parras, Coahuila. 1822". Boletín del Archivo General de la Nación.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario