Desde el
pasado miércoles 13 de marzo, la cristiandad católica cuenta con un nuevo papa.
La inesperada renuncia del anterior pontífice, Benedicto XVI, obligó al colegio
de cardenales a celebrar un cónclave para elegir sucesor. Éste resultó ser el cardenal-arzobispo
de Buenos Aires, el jesuita Jorge Mario Bergoglio. Eligió llevar el nombre de
Francisco durante su pontificado.
Este Cronista considera que el nuevo papa tomó el
nombre de Francisco, porque siente el llamado personal a reconstruir la Iglesia
Católica, tan dañada y desprestigiada actualmente ante la opinión pública. San Francisco
de Asís tuvo el mismo llamado, sintió que Dios le pedía reconstruir la iglesia.
Francisco pensó que se trataba de la iglesita de San Damiano, que se encontraba
en ruinas. En realidad, Dios lo llamaba a darle nuevo impulso a la Iglesia
Católica, a través de su obra y la de sus sucesores de la Orden Franciscana,
obrando a favor de la paz y de la consecución del bien. Al simbolizarlo en el nombre
del santo de Asís, creo que este nuevo papa, Francisco, (como ya lo mencioné) se ha comprometido a
darle nueva vida e impulso a la Iglesia Católica.