Una de las personas que se distinguieron por su filantropía durante la persecución de los ciudadanos chinos de Torreón, particularmente la del año de 1911, fue la esposa de don Andrés Eppen. La señora de Eppen era doña Antonia Zúñiga Estrada, originaria de Mapimí, Durango. La pareja contrajo matrimonio el 4 de noviembre de 1871 en la parroquia de Santiago Apóstol de aquél lugar. Precisamente este miércoles 4 de noviembre, se cumplirán 138 años de haberse celebrado este enlace.
En mayo de 1911, los Eppen Zúñiga residían en su céntrico domicilio de La Alianza, a unos pasos del caso de la Hacienda del Torreón. Dicha residencia contaba con una noria de buena manufactura. Cuenta la tradición oral (rama de la Parra-Lack) que en dicha noria fueron escondidos algunos chinos, para salvarlos de la masacre del 15 de mayo de 1911. En alguna otra ocasión, este escondite sirvió para preservar la vida de algunos españoles en época de persecución revolucionaria.
Un dato muy interesante preservado por la misma fuente, lo constituye la creencia generalizada durante el Porfiriato, de que los chinos “no tenían alma”. “No tener alma” en esa época, significaba que quien matara a un chino no estaba matando a un miembro del Cuerpo Místico de Cristo. Por lo tanto, no sería juzgado culpable de matar a un semejante. Una creencia así solamente pudo haber arraigado en la percepción popular, debido al hecho de que los chinos no se bautizaban. No sabemos si el clero reforzaba esta creencia, pero sería interesante averiguarlo, pues explicaría, desde otro ángulo, la fuerza y persistencia de las actitudes racistas anti-chinas de los laguneros de la época.
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