Escudo de Torreón

Escudo de Torreón

lunes, marzo 02, 2009

Retrato por liebre


Fotografía del Hotel Salvador. Cortesía del Archivo Municipal de Torreón

En la historia científica, a todos aquellos restos que puedan darnos información sobre el pasado, se les llama —en sentido general— “documentos”. Cuando los documentos están constituidos por palabras, entonces hablamos de “documentos” en sentido restringido.

De esta manera, los artefactos procedentes de tiempos y quizá de lugares pretéritos, más el trabajo interpretativo del historiador, pueden generar conocimientos nuevos sobre el estado de la técnica, de las artes decorativas, y en general, de las necesidades y de la cultura de los pueblos que construyeron dichos artefactos.

Una fotografía tomada hace décadas, también puede ser objeto de análisis, y la podemos interrogar sobre los mismos temas: el estado de la técnica, de las artes constructivas y decorativas, de las necesidades y de la cultura de las sociedades que plasmaron —de manera selectiva— una escena en forma de fotografía. Y ciertamente, el análisis que se haga de dicho documento gráfico, dependerá del conocimiento previo que el historiador tenga de la cultura de la época. O como solemos decir, depende de “la enciclopedia” del historiador. Se requiere de un experto para hacer un buen trabajo de análisis. Después de todo, la Historia constituye una ciencia interpretativa.

Quizá parezca obvio lo que aquí comentamos. Pero no, no es nada obvio. Todavía existen investigadores amateurs que creen que la fotografía “habla por si misma” o que “es una ventana al pasado donde basta con mirar”. La fotografía, ni habla por sí misma, ni basta con mirarla. Este es un rancio supuesto (apriori) positivista. No hay percepción sin perceptor de por medio. Y el perceptor estará sujeto a sus propias limitaciones o ventajas, según sea el caso. En otras palabras: se requiere de un intérprete erudito, un hermeneuta, que nos haga inteligibles aquéllas cosas que no lo son. De otra manera, nos darán "gato por liebre".

Otros entusiastas, aún más extraviados, gastan miles de horas-hombre, y a veces hasta de pesos, “ubicando” objetos o edificios en una fotografía. Ese es un trabajo propio de la inteligencia militar, y se llama “trabajo de reconocimiento”. Pero en lo absoluto tiene que ver con el trabajo de un verdadero historiador. De su objeto de estudio, el historiador debe proporcionar una lectura interpretativa, enriquecedora, generadora de conocimiento nuevo, y no una simple charla descriptiva o anecdótica. Quienes trabajan en serio con la fotografía histórica, saben bien la cantidad de ejemplares con los que hay que contar para lograr un análisis metodológicamente válido.

Afortunadamente, cada vez son más populares los cursos de análisis de la fotografía de época, como aquel que impartió en Torreón Miguel Ángel Berumen hace unos meses, y que llevaba por nombre “Cómo acercarse a la fotografía histórica”. A quienes se interesan por los vestigios fotográficos del pasado, les recomendamos ampliamente este tipo de cursos. Por lo general, las familias suelen tener fotografías de tiempos ya idos. Sería muy divertido y enriquecedor poderlas interpretar de una manera más sistemática y analítica.

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