Escudo de Torreón

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domingo, julio 29, 2007

Innovaciones agrícolas en 1917

Es bien sabido, y siempre ha llamado la atención, que la Comarca Lagunera ha sido una región muy abierta a las innovaciones tecnológicas. Hubo innovación en el siglo XVII cuando se adoptó una tecnología europea para la fabricación de vinos y aguardientes en la alcaldía mayor de Parras, Laguna y Río de las Nazas. También la hubo en 1837, cuando se instaló la primera fábrica de hilados y tejidos de algodón operada por fuerza hidráulica. Las puertas a la tecnología mundial se abrieron de par en par cuando se inauguraron las rutas del ferrocarril. Con el paso o asentamiento de inmigrantes y trabajadores de todo el mundo, llegaron las tecnologías del vapor, de la energía eléctrica y del motor de combustión interna.

Concepto típico de la revolución industrial era el uso de la energía motriz artificial en las actividades productivas del ser humano. Un caso interesante fue el de la aplicación de la energía generada por los motores de combustión interna, a las actividades agrícolas.

En la Comarca Lagunera, y concretamente en Torreón, los tractores de gasolina ya estaban presentes y dando buenos resultados en 1917, antes del fin de la Primera Guerra Mundial. Un artículo periodístico de la época menciona que por disposición de la Secretaría de Fomento, se distribuyeron 30 tractores de gasolina que el Gobierno de México adquirió de los EE.UU. para el momento de las obras de siembra y cosecha de algodón en la Comarca Lagunera. Según esa fuente, los resultados eran magníficos, ya que permitían el ahorro de más del 50% de los gastos respectivos, y la siembra resultaba pareja.

En enero de 1918, otros veinte de estos tractores fueron enviados a Torreón para apoyar las labores de siembra del algodonero.

Fueron tan contundentes los resultados, que muchos agricultores optaron por ir a Dallas a comprar personalmente su maquinaria agrícola. Así, el “Examiner de Mc Kinney” (Texas) publicó una nota que decía literalmente

“Dos ricos mexicanos de Torreón, Coahuila, han venido a Dallas por primera vez, a pagar la visita de los excursionistas comerciantes de esta población, y a comprar doce mil pesos de maquinaria. Uno de los viajeros, Eduardo González, es el propietario de la hacienda de Carlos González, que es la hacienda algodonera más grande del mundo. Esta hacienda tiene veinticinco mil acres de terreno, y no se cultiva en ella otra cosa que algodón. El señor González también posee otras haciendas, una de ellas de sesenta y ocho mil acres, donde se levanta trigo.

Acompaña al señor González su primo S. N. Dafinder, que también está interesado en sus negocios”.
Véase “El Informador” (Guadalajara), 24 de diciembre de 1917; 21 enero 1918; 25 de julio de 1919.

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