El pasado jueves 24 de noviembre, el cuarto jueves del mes, según costumbre, los estadounidenses
llevaron a cabo su tradicional cena de acción de gracias, aunque estamos
seguros de que para muchísimas familias no hubo mucho que agradecer en vista de
los acontecimientos políticos recientes en aquel país.
Los estadounidenses se
encuentran en una especie de “shock postelectoral” por el triunfo de Donald Trump.
Innumerables familias saben que pesan sobre ellas las amenazas de violencia
racista, xenófoba y de repatriación para cuando Trump asuma la presidencia el
próximo mes de enero. El triunfo del candidato ha soliviantado a grupos de
acosadores racistas como los miembros del Ku Klux Klan y neonazis, que gritan
consignas y se muestran sin recato alguno en público. Incluso algunos han
saludado al nuevo presidente electo a la manera hitleriana.
Todo parece indicar que en el próximo cuatrienio ser estadounidense será
un derecho exclusivo de los “whasp”, es decir, de los blancos anglosajones
protestantes. Existe una particular amenaza para los inmigrantes mexicanos que
con su trabajo se ganan la vida, muchas veces sin permiso oficial, pero siempre
beneficiando la economía de los Estados Unidos.
Hay una gran ironía en la “celebración” de esta cena de acción de
gracias. La tradición estadounidense remonta la primera celebración al año de
1621 (un siglo después de la caída de México-Tenochtitlan) y recuerda la acción
de gracias que los padres fundadores de Plymouth (en la Nueva Inglaterra)
realizaron por su primera cosecha americana.
Se trataba de una colonia de
inmigrantes puritanos que fue acogida por los indios nativos de Massachusetts.
Los indígenas les dieron semillas para cultivar y les ayudaron a conseguir
alimentos, porque de otra manera no hubiera sobrevivido la colonia de
forasteros. La gran ironía está en que los americanos verdaderos acogieron a
los inmigrantes europeos con alegría y buen corazón. En este momento, Trump
olvida que es nieto de inmigrantes, y promueve el odio contra los descendientes
de verdaderos americanos, los que llevan sangre mexicana.
Por lo que se refiere a Torreón y zona metropolitana, el “buen fin” se
vio bastante animado, con abundancia de compras y de afluencia a los centros
comerciales. No se percibe preocupación por la oscilación cambiaria peso-dólar,
al menos no entre la gente de las clases medias y populares. Lo que sí se nota
es el malestar por el aumento de precios en los insumos para la dieta
cotidiana.
Un aspecto negativo de la actual realidad lagunera, es la abundancia de
dengue en la región. El más numeroso es el llamado “clásico” pero también
existe el “hemorrágico” aunque al parecer de éste solamente ha habido una víctima
mortal. La abundancia de lluvias de este semestre y las pésimas condiciones de
drenaje y alcantarillado citadino han creado condiciones favorables para dicha
proliferación.
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