Escudo de Torreón

Escudo de Torreón

martes, diciembre 29, 2015

Navidad para todos los gustos






Entre los muchos recuerdos que la temporada de navidad me suscita, se encuentra el penetrante aroma de aquellos pinos canadienses que solían ponerse en venta para la ocasión, en la Alameda. Bastaba uno solo de esos arbolitos para perfumar a bosque una casa completa. Su adorno con esferas de colores era tradicional. 

Algunos se adornaban con series de foquitos de llama, otros con series de tubitos con burbujeante líquido de color. Otros preferían luces traídas de los EEUU, o bien, en ciertas familias de tradición europea, los adornos de los árboles navideños eran pequeños candeleros con velitas encendidas, fruta, y galletas.  

Era muy común que de acuerdo a cultura y posibilidades, los adornos navideños fueran acordes a costumbres y entornos. Muchos hogares contaban solamente con arbolitos decorados; muchos otros contaban con arbolito y el tradicional nacimiento o belén, que representaba diversas escenas del nacimiento de Jesús, de la visita de los pastores, ángeles y reyes magos. 

Había otras casas, por lo general de extracto popular, donde el nacimiento era un verdadero despliegue de escenografía e iconografía que podía ocupar habitaciones completas, y donde el aroma que prevalecía era el de nuestra olorosa gobernadora. No era un despliegue de carácter realista, pues las figuras no se encontraban en una sola escala. Las había  de todos tamaños, sin corresponderse unas con otras, pero eso sí, en amorosa convivencia.

Muchos otros laguneros tenían una idea más mexicana y desértica del árbol navideño. En lugar de una conífera, preferían usar un mezquite seco y plateado, adornado con foquitos, esferas, escarcha, y “pelo de ángel”.

En la época que rememoro, los niños éramos llevados por nuestros padres a “La Suiza”, esos almacenes en cuyos aparadores se exhibían los más bonitos juguetes, los más novedosos, para motivar y e incrementar nuestro buen comportamiento, al menos durante diciembre. Solía haber también en sus aparadores montajes mecánicos de renos, trineos y santa Claus que maravillaba a los niños, tanto por la ilusión que creaba, como por la abundancia de luz y color.

Torreón era todavía una ciudad pacífica, y uno podía recorrer el centro de noche, disfrutando del frío, de los hot-dogs de carrito, de la vista de las estrellas en el cielo claro y del alumbrado navideño.

En cuanto a la costumbre de instalar nacimientos en La Laguna,  inició con los misioneros jesuitas, porque el País de La Laguna era una zona de misiones de la Compañía de Jesús. En alguna exposición de arte jesuita de Parras (Museo Regional de La laguna, INAH) pudimos admirar un San José y una Virgen María de un nacimiento del siglo XVII. 

Sin embargo, los ancestros de los tlaxcaltecas que acompañaron a los jesuitas en la obra misionera, habían sido evangelizados desde el primer tercio del siglo XVI por los franciscanos, y trajeron la costumbre de poner nacimientos desde San Esteban Tizatlán, en Tlaxcala. Aunque hay muchos casos documentados, cito solamente uno, el del tlaxcalteca-lagunero de Parras, Lázaro Miguel, que vivió durante la segunda mitad del siglo XVII y principios del XVIII, quien celebraba, al igual que sus contemporáneos, las "levantadas" y "acostadas" del "niño Dios" en la navidad y la candelaria. Su testamento, firmado el 3 de noviembre de 1715, declara, entre otras cosas, la propiedad de "un nacimiento con su tabernáculo [portal, pesebre] pequeño". 












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