A pesar de las intenciones de la Secretaría de Educación Pública para
homogenizar la historia y el folclor de todo el país, y a pesar también de los
que abrazan y promueven el estilo de vida estadounidense, ni los altares de
muertos ni los festejos de halloween constituyen tradiciones auténticamente
laguneras.
Los aborígenes laguneros, gente de la
edad de piedra, no construían altares de muertos, y los tlaxcaltecas que
colonizaron la región no los erigían por considerarlos “paganos”. Su adhesión
al catolicismo español fue tan firme como sincera. Tenemos muy bien documentado
este asunto.
La SEP ha buscado homogenizar esta
celebración de los altares de muertos sin tomar en cuenta que las etnias, las
culturas y las historias regionales son diversas en todo el país. No todo fue
Mesoamérica, ni todos los indios fueron mexicas, purépechas o mixteco-zapotecas.
Por otra parte, los festejos del
halloween son tan ajenos para la Comarca Lagunera como los altares de muertos.
Denotan admiración por una cultura que no es la nuestra y cuyos orígenes son
otros muy ajenos. En los Estados Unidos, las fiestas del halloween se inscriben
en la tradición puritana que descubría brujas y demonios por todas partes. Nada
que ver con nosotros.
Si fuéramos congruentes y estuviéramos
orgullosos de nuestra propia historia regional, celebraríamos el “Día de los
Padres Fundadores”. Un festejo acorde con nuestra tradición histórica. Por no
quitarles la diversión a los niños, que se disfrazaran con los trajes
representativos de las diversas etnias mexicanas y extranjeras que llegaron a
nuestro suelo para quedarse, que pidan dulces en las casas y que se los den y
se les reciba bien.
Así recordaríamos y celebraríamos
perpetuamente el espíritu de superación de nuestros abuelos, quienes dejaron
sus hogares en busca de mejores horizontes, así como el carácter acogedor de
nuestra gente y de nuestra Comarca. Aún en estos tiempos aciagos, debemos
recordar quiénes fueron nuestros ancestros y quiénes somos nosotros.
Ajustar las tradiciones ajenas para
injertar en ellas nuestra verdadera historia e identidad sería una loable
lección de creatividad y de congruencia. Los laguneros no necesitamos copiar
nada de nadie. Nos basta con nuestra propia y verdadera historia, y desde
luego, con nuestra decisión e iniciativa. Crear es una actitud de primer mundo,
copiar, del tercero… copiar es “chafa”.
Y a propósito de octubre “sobrenatural”,
en Torreón, como en cualquier otra ciudad, existe una historia alterna, la
historia de los que no se han ido del todo, la historia de los fantasmas. Muchos
de estos episodios son meras leyendas y consejas populares.
Como la historia
aquella del jinete que pasa galopando a la medianoche por el barrio de La
Vencedora, o la de los caballos invisibles que corren desbocados llevando tras
de sí una ruidosa carreta en el barrio de La Antigua Aceitera. Ambos son
barrios muy históricos, situados a los lados de lo que fue la vía del
ferrocarril, lugares donde hubo numerosos hechos de violencia durante la
Revolución. Y esto siempre sucede, dicen los narradores, en las obscuras horas
de la noche.
De relatos como éste, se pueden escribir libros enteros. Existe
una riqueza abrumadora de consejas y leyendas en nuestra ciudad. Esta
percepción compartida también forma parte de nuestra identidad.
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